Caterine pasó un brazo por el de la madre de Corleone mientras avanzaban por la boutique, tratando de ignorar la evidente rigidez en la postura de la mujer.Convencer a Rebeca de salir con ella no había sido tarea fácil. La mujer había puesto excusas, una mejor con otra. Caterine no estaba segura de si, de no ser por la intervención de Corleone, Rebeca habría aceptado finalmente.Eso no significaba que la mujer siquiera hubiera intentado fingir entusiasmo. Durante el viaje hasta allí, se la había pasado en un silencio tenso. Caterine había hecho varios intentos por entablar conversación, pero tras recibir solo respuestas cortantes o monosilábicas, terminó rindiéndose y dejando que la incomodidad se instalara entre ambas. Pero no estaba dispuesta a aceptar que aquello se prolongara por más tiempo.Su actitud comenzaba a resultar agotadora.—Oh, mira ese vestido —dijo con entusiasmo, señalando uno de los modelos expuestos en un maniquí—. ¿No crees que es hermoso?El vestido era de un vi
Un tenso silencio se había instalado en el despacho del padre de Corleone desde el momento en que cruzaron la puerta. La atmósfera era sofocante, cargada de emociones contenidas y miradas afiladas. Esaú, con los puños cerrados y la mandíbula tensa, fulminaba con la mirada al hombre que tenía frente a él. Su enojo era palpable, casi tangible.Corleone se mantenía alerta a cada uno de los movimientos de Esaú. No descartaba la posibilidad de que el hombre perdiera el control en cualquier momento y se lanzara sobre su padre. El cual, en cambio, se mantenía impasible. Sentado tras su escritorio, parecía tan sereno y calculador como siempre. Su postura denotaba autoridad.—Debo suponer que es él quien te habló sobre el caso de la muchacha —comentó su padre, mirándolo antes de darle un sorbo a su whisky—. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos —continuó, esta vez con sus ojos puestos sobre Esaú.Esaú dejó escapar una breve risa cargada de ironía.—Me sorprende que me recuer
Corleone estaba sorprendido. No había esperado aquello, pero ¿cómo podría haberlo hecho? Nunca había logrado anticipar con precisión los movimientos de su padre. Ennio Fioravanti era un hombre astuto, calculador y jamás daba un paso en falso. Aunque parte de su éxito en la política se debía a su vínculo con Bernardo, no habría llegado tan lejos si no fuera un hombre inteligente y que se anticipaba los movimientos de sus oponentes.Corleone dejó escapar una breve sonrisa y sacudió la cabeza con incredulidad.—Eres un zorro astuto.Su padre le devolvió la mirada por un instante antes de volver a centrar su atención en Esaú.—Aún hay detalles que necesitan ser investigados —dijo con calma—. Había un límite de cosas que podía indagar antes de que comenzara a levantar sospechas y él se diera cuenta de que era yo quien estaba detrás de todo. No podía arriesgarme a que me descubriera antes de reunir tantas pruebas como fueran posibles. Aun así, esto los guiará en la dirección correcta y les a
Caterine dio un paso atrás luego de abrazar a su padre.—¡Pero miren quién es!El entusiasmo en la voz de su tío Luka hizo que la sonrisa de Caterine creciera y se acercó a abrazarlo. Él la estrechó con fuerza, dándole unas palmadas en la espalda.—Estás más grande que la última vez que te vi —comentó él con una sonrisa divertida.Caterine soltó una carcajada.—Dejé de crecer hace ya algunos años, pero sigues diciendo lo mismo. Si fuera cierto estaría más cerca de alcanzarte —bromeó, separándose de él.Su tío soltó una carcajada.—Él es Corleone, mi novio —presentó.Corleone saludó a Corleone, mientras ella se acercaba a saludar a su tía Isabella con un beso en la mejilla.—Hola, cariño—le dijo su tía—. Siempre es un gusto verte.—Hola tía.Uno a uno, Caterine fue saludando al resto de la familia, presentando a Corleone a aquellos que aún no lo conocían. Sus hermanas, su cuñado, sus tíos Luka, Isabella, Zinerva y Stefano, así como sus primos Angelo, Gino y Teo, estaban allí, y cada un
Caterine sintió una punzada de náuseas repentinas en cuanto olió el aroma del tocino friéndose. Era desagradable. Frunció el ceño y, sin pensarlo dos veces, apagó la estufa. Levantó la sartén y la acercó un poco a su rostro para estar segura de que el olor procedía del tocino, pero aquello fue una mala idea. El olor se volvió aún más asqueroso y su estómago se revolvió con más fuerza. Probablemente el tocino se había malogrado y por eso olía tan mal.Dejó la sartén sobre la estufa, casi soltándola en el proceso, y salió apresurada en dirección al baño. Apenas logró llegar antes de vaciar el poco contenido de su estómago.Pasó los siguientes minutos inclinada sobre el inodoro, mientras las arcadas sacudían su cuerpo. Una vez que las náuseas cedieron, se enderezó lentamente y buscó un cepillo nuevo en el armario.Mientras se cepillaba, su reflejo en el espejo le devolvió la mirada. Hizo una mueca al ver su rostro estaba pálido. Suspiró y se inclinó para enjuagarse la boca. Luego dejó el
Caterine dejó el test de embarazo a un lado y se mojó el rostro con agua fría, intentando calmarse.No podía estar embarazada… ¿verdad?Respiró hondo y trató de pensar con claridad. Las náuseas, el cansancio constante y el retraso de casi dos semanas debían tener otra explicación. Había estado bajo muchísimo estrés, y eso podía estarla afectando.Sí, había olvidado acudir a su ginecóloga para la inyección trimestral, pero se suponía que su cuerpo necesitaba más tiempo para volver a su estado normal antes de que pudiera concebir. Su médico se lo había explicado cuando empezó a utilizar las inyecciones, aunque también le había dicho que no era igual para todo el mundo.Las últimas semanas habían sido demasiado agotadoras, y ni siquiera se había dado cuenta de su retraso hasta esa misma mañana, cuando Rosa le comentó que estaba enferma. En ese instante, un escalofrío le había recorrido la espalda mientras repasaba las fechas en su mente.¿Cómo demonios había podido olvidarse de ir al gin
Corleone alzó la mirada en cuanto escuchó los golpes en la puerta de su despacho. Un instante después Amadeo abrió la puerta y entró.—Señor, lamento la interrupción. El señor Bernardo Mazza está aquí y solicita reunirse con usted.Corleone se mantuvo inmóvil, pero su mente se puso en alerta al escuchar aquel nombre. No podía ser una coincidencia que Bernardo estuviera allí. No con todo lo que estaba ocurriendo. Se preguntó si acaso él había descubierto algo y de ser el caso qué estaba tramando.—Déjalo pasar —ordenó.El secretario asintió y desapareció por la puerta. Algunos minutos más tarde, Bernardo Mazza hizo su entrada. Corleone se puso de pie de inmediato, su rostro carente de toda emoción.—Bernardo —saludó con cortesía, extendiendo la mano.El hombre cruzó la oficina con pasos pausados y le devolvió el apretón. Tenía una sonrisa en el rostro que podría haber pasado por amistosa de no ser por su mirada era calculadora.—Gracias por recibirme —dijo el hombre, dejándose caer con
La sala estaba sumida en un silencio tenso. Todavía no se había dicho nada, pero era evidente que todos estaban nerviosos en algún grado por lo que se avecinaba.Después de la visita de Bernardo a su despacho, Corleone había tomado medidas de inmediato. Había contactado a su padre, al igual que al padre de Caterine y a Esaú. Había evitado entrar en detalles y habían acordado reunirse en casa de su padre, a excepción de Esaú. Era más seguro que nadie lo viera cerca de ellos.—Como les dije antes, Bernardo me visitó esta tarde y no fue precisamente sutil con sus amenazas —empezó les dio un resumen de su plática con aquel hombre—. Quiere que vuelvas a la política y parece dispuesto a hacer lo que sea necesario para asegurarse de que eso suceda —terminó.—Eso parece… —su padre asintió lentamente—. Sabía que no se detendría.— Estoy seguro de que Corleone ya les informó que lo han estado siguiendo. Lo notamos hace unos días. Hemos intentado rastrear quién los contrató, pero han sido extrem