Caterine dejó el test de embarazo a un lado y se mojó el rostro con agua fría, intentando calmarse.No podía estar embarazada… ¿verdad?Respiró hondo y trató de pensar con claridad. Las náuseas, el cansancio constante y el retraso de casi dos semanas debían tener otra explicación. Había estado bajo muchísimo estrés, y eso podía estarla afectando.Sí, había olvidado acudir a su ginecóloga para la inyección trimestral, pero se suponía que su cuerpo necesitaba más tiempo para volver a su estado normal antes de que pudiera concebir. Su médico se lo había explicado cuando empezó a utilizar las inyecciones, aunque también le había dicho que no era igual para todo el mundo.Las últimas semanas habían sido demasiado agotadoras, y ni siquiera se había dado cuenta de su retraso hasta esa misma mañana, cuando Rosa le comentó que estaba enferma. En ese instante, un escalofrío le había recorrido la espalda mientras repasaba las fechas en su mente.¿Cómo demonios había podido olvidarse de ir al gin
Corleone alzó la mirada en cuanto escuchó los golpes en la puerta de su despacho. Un instante después Amadeo abrió la puerta y entró.—Señor, lamento la interrupción. El señor Bernardo Mazza está aquí y solicita reunirse con usted.Corleone se mantuvo inmóvil, pero su mente se puso en alerta al escuchar aquel nombre. No podía ser una coincidencia que Bernardo estuviera allí. No con todo lo que estaba ocurriendo. Se preguntó si acaso él había descubierto algo y de ser el caso qué estaba tramando.—Déjalo pasar —ordenó.El secretario asintió y desapareció por la puerta. Algunos minutos más tarde, Bernardo Mazza hizo su entrada. Corleone se puso de pie de inmediato, su rostro carente de toda emoción.—Bernardo —saludó con cortesía, extendiendo la mano.El hombre cruzó la oficina con pasos pausados y le devolvió el apretón. Tenía una sonrisa en el rostro que podría haber pasado por amistosa de no ser por su mirada era calculadora.—Gracias por recibirme —dijo el hombre, dejándose caer con
La sala estaba sumida en un silencio tenso. Todavía no se había dicho nada, pero era evidente que todos estaban nerviosos en algún grado por lo que se avecinaba.Después de la visita de Bernardo a su despacho, Corleone había tomado medidas de inmediato. Había contactado a su padre, al igual que al padre de Caterine y a Esaú. Había evitado entrar en detalles y habían acordado reunirse en casa de su padre, a excepción de Esaú. Era más seguro que nadie lo viera cerca de ellos.—Como les dije antes, Bernardo me visitó esta tarde y no fue precisamente sutil con sus amenazas —empezó les dio un resumen de su plática con aquel hombre—. Quiere que vuelvas a la política y parece dispuesto a hacer lo que sea necesario para asegurarse de que eso suceda —terminó.—Eso parece… —su padre asintió lentamente—. Sabía que no se detendría.— Estoy seguro de que Corleone ya les informó que lo han estado siguiendo. Lo notamos hace unos días. Hemos intentado rastrear quién los contrató, pero han sido extrem
Caterine le dio un sorbo a su limonada antes de levantar la mirada.—Entonces, ¿piensas decirnos qué sucede o vas a quedarte en silencio por el resto de la tarde? —preguntó Nerea con los brazos cruzados.—¿Qué les hace creer que sucede algo? —respondió a la defensiva, evitando su mirada.Su hermana mayor arqueó una ceja y le dedicó una de esas miradas implacables que tan bien había aprendido de su padre. Caterine se esforzó para no encogerse como una niña pequeña que había sido atrapada haciendo una travesura.—No has dicho casi nada desde que llegamos —señaló—, y eso fue hace como… —miró su reloj— quince minutos. Es demasiado tiempo en silencio para alguien como tú.—Solo estoy practicando ser más introspectiva —intentó bromear y soltó una risa que sonó falsa incluso a sus propios oídos.—Déjate de tonterías y suéltalo ya —insistió Nerea con impaciencia—. De todas formas, terminaremos por hacerte hablar. De las tres eres la que peor guarda un secreto.Caterine se mordió el labio, bus
Corleone escuchó un sonido fuerte a través del teléfono, luego un sonido agudo.—¿Caterine? —llamó con urgencia, pero no obtuvo respuesta.Alejó el celular de su oreja y vio que la llamada había terminado. Volvió a marcar el número de Caterine con rapidez, con la esperanza de escuchar su voz. El tono sonó una, dos, tres veces… pero nadie contestó. Intentó contener el nerviosismo que se apoderaba de su pecho y regresó a la sala de reuniones con el teléfono aún pegado a su oreja, sintiendo una inquietud creciente que se aferraba a su pecho.Giovanni lo vio llegar y, con solo mirarlo, supo que algo estaba mal.—¿Qué sucede?—Es Caterine… Estaba hablando con ella y de pronto la llamada se cortó. Estoy intentando contactarla otra vez, pero ella no responde.Apenas terminó de hablar cuando Giovanni ya tenía su propio teléfono en la mano. Su expresión se volvió sombría cuando bajó lentamente el aparato.—El hombre que la estaba vigilando no responde —informó Giovanni, poniéndose de pie de inm
—¿Qué demonios sucedió? —demandó Giovanni en cuanto cruzó el centro de operaciones de B Security. No alzó la voz, pero la tensión en su tono fue suficiente para que todos los presentes se pusieran rígidos de inmediato.El equipo de Giovanni ya se había encargado de limpiar la escena del secuestro antes de que llegara la policía. No querían que las autoridades se involucraran. Solo ralentizarían la búsqueda.En la sala había al menos veinte personas reunidas, todos con semblantes serios. La mirada de Corleone recorrió el lugar hasta detenerse en un hombre que llevaba una camiseta sin mangas. Lo reconoció de inmediato. Era el hombre que se suponía debía cuidar de Caterine. Si hubiera servido de algo, lo habría golpeado. Todavía estaba considerando hacerlo cuando notó su brazo vendado.—Como le dije antes, señor —comenzó el hombre—. El auto que embistió el de su hija apareció de la nada. Yo iba algunos metros detrás de ella. Aceleré y me acerqué tanto como pude. Descendí con la intención
Caterine estaba desorientada y un dolor sordo le martillaba la cabeza. Abrió los ojos lentamente, parpadeando varias veces mientras su visión se acostumbraba. Al terminar de abrirlos por completo, se encontró en una habitación pequeña y desprovista de muebles, salvo por la cama en la que yacía. Una sola bombilla en medio del techo iluminaba la habitación. El aire estaba impregnado de humedad y de un hedor extraño que no lograba identificar, pero que le revolvió el estómago. —¿Cómo demonios llegué aquí? —preguntó en un susurro, haciendo lo posible por ignorar el olor. No necesitaba ponerse a vomitar.Intentó ordenar sus pensamientos, buscar el último recuerdo antes de que todo se volviera borroso. Recordó haber estado en casa de su hermana mayor, la confesión sobre su embarazo y luego... el viaje en auto.—Estaba hablando con Corleone —musitó con los recuerdos más claros—. Y luego algo me golpeó.Después de eso todo se volvía borroso, había escuchado algunas voces, algunas agitadas ot
Corleone nunca antes había comprendido lo que era la verdadera desesperación hasta esos últimos días. Caterine llevaba tres días desaparecida y, con cada hora que pasaba sin encontrarla, sentía que se volvía un poco más loco. Apenas comía. Dormía muy poco y cuando lo hacía, sus sueños estaban plagados de pesadillas. Su mente no dejaba de imaginar los peores escenarios.Si la volvía a encontrar…Sacudió la cabeza con fuerza. No. No era "si". Era "cuando". La iba a encontrar. No importaba cuánto tiempo o cuántos recursos tuviera que emplear. Y cuando la tuviera de regreso, no volvería a perderla de vista.A su alrededor, el centro de operaciones de “B Security” bullía de actividad. Hombres y mujeres trabajaban sin descanso, revisando informes, cruzando llamadas, analizando grabaciones y mapas. Había demasiada información, pero, hasta el momento, ninguna de verdadera utilidad.Bernardo poseía múltiples propiedades, y casi todas estaban bajo vigilancia. Sin embargo, todavía no había rastr