— No la toques — La oscura mirada de Itzam atravesaba a Samuel Doecchi mientras lo sujetaba por el brazo con más fuerza de la necesaria.
— Cham, ¿qué haces aquí? — Fue una grata sorpresa para Milenka que él fuera a recogerla. Eso significaba mucho para la joven. Sin embargo, al verlo con la mandíbula tensa y mirando a su compañero de asiento como si deseara partirlo en dos, se asustó.
— Sube al auto, yo me encargo — afirmó Itzam, afianzando su agarre en Samuel.
« ¿Yo me encargo? ¿Es un tipo de código machista?» pensó.
— Puedes soltarlo, es mi compañero de clase — Milenka lo tomó del brazo, intentando deshacer su agarre sobre Samuel.
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— Mi hermoso bebé, hasta que te dignas a visitarme — la madre de Itzam lo tomó por las mejillas y comenzó a besarle todo el rostro.— Mamá, por favor, ya no soy un bebé, ¿quieres controlarte? — la reprendió su hijo.— Siempre serás mi pequeñito — Itzam rodó los ojos — ¿Qué es eso que ha sido más importante que yo, como para que me dejes abandonada? — reclamó su madre.— Tenía que poner todo en orden en la empresa — respondió él con serenidad.— Tu padre era un hombre ordenado — replicó ella.— No digo que no lo fuera, aun así, no deja de ser un golpe que genera desequilibrio, madre — explicó él con calma.— Primero es la familia, querido; tu padre lo tenía muy claro y espero que tú
— ¿Comprometidos? — preguntaron Nerón y Luciana al mismo tiempo.— Si, bueno, no lo han confirmado aún; pero sí que lo han hablado, ¿no? — Ramona se dirigió a su primo quien parecía haber perdido las ganas de vivir.— Fue… bueno… una idea. Eso es algo entre ella y yo — balbuceó.— No puede ser solo una idea, si están pensando en casarse, eso es un tema serio — alegó su madre.— No le tomes importancia, madre. Ramona se deja llevar por la emoción y la sorpresa. Tengo que irme — anunció poniéndose de pie.— Cham, es muy pronto, todavía no sirven el postre — exclamó con tristeza su madre — además, no puedes dejarnos así, cuéntame más sobre tu novia — dijo en una súplica.— No hay más
— ¿De qué sirve que me haya dado un celular si ni siquiera me llama? — se lamentaba Milenka echa un ovillo sobre el sofá, sosteniendo el dichoso teléfono por encima de su rostro. — Dos semanas con esta cosa y solo tengo dos mensajes suyos, es tan deprimente — se quejó al revisar los mensajes de texto de Itzam que no iban más allá de un: “Voy salir, no te quedes despierta hasta tarde” y era todo.Ciertamente desde que obtuvo el celular ya no se aburría tanto como antes, ocupaba la mayor parte de su tiempo hablando con sus compañeras del colegio, sin embargo, no era suficiente para ella, con quien realmente quería hablar, no le prestaba ni la mínima pizca de atención.Se encontraba concentrada contemplando la fragilidad de su existencia cuando el timbre sonó, en posición de alerta se puso de pie.«¡No puede
— ¿Qué mierdas haces aquí? — exige saber Itzam.En su rostro, tenía estampada una sonrisa que a cualquier otra le parecería dulce, pero a Milenka le resultaba espeluznante.— Tu prima me obligó a venir — se defendió, y aunque quiso sonar segura, su voz denotaba temor.— ¿Te puso una pistola en la cabeza? ¿Te sacó a la fuerza de la casa? — espetó Itzam.— No, pero…— Entonces no te obligó. Estás aquí porque quisiste y eso es una falta muy grave para nuestro acuerdo, sin contar que eres menor de edad. ¿Te das cuenta del riesgo en que nos has puesto? — manifestó con irritación.Milenka era mucho más bajita que Itzam, así que su cara quedó a la altura de su pecho.«Sabía que se iba a molestar, pero, aun así,
— Pudimos venir nosotras solas al baño — le reclamó Ramona a Itzam mientras esperaba fuera del sanitario a Milenka.— No confío en ti — dijo sin inmutarse él.— Al parecer no confías en nadie — se mofó Ramona — ¿Qué?, ¿tienes miedo de que tus amigos te hagan lo mismo que tantas veces les has hecho tú? — inquirió a su prima.— ¿Por qué lo hiciste?, ¿por qué la trajiste?— Porque es muy extraño que no quieras que nadie se acerque a ella.— Te advertí que no la metieras en tus malditos juegos, no tengo nada que probarles a ti ni a nadie, por increíble que les parezca, ella está a mi lado y la quiero solo para mí… no dejaré que la corrompas con tu porquería — hasta el propio Itzam se sorprendió con sus
Al abrir los ojos, Milen estiró sus extremidades. Los músculos de sus brazos y piernas se sentían doloridos, como si hubiera corrido un maratón. Bajo las espesas sábanas, se quejó y juró no volver a tomar nunca más. El dolor punzante en su cabeza y la sequedad en su boca no eran nada agradables.—Espera, ¿dónde estoy? —En cuanto estuvo más despierta, notó que no era su cama. Con fuerza destapó su rostro para descubrir que se encontraba en la habitación de Itzam y que solo una playera de este cubría su cuerpo.Se incorporó de golpe sobre la cama, asustada. El movimiento tan rápido le provocó mareos.«¡Ay!, duele», se quejó, llevando las manos a las sienes.—¿Qué hago aquí? — preguntó al aire, recordando que Itzam no le permitía ni asomar la nariz en su habitación; pero ahí estaba, y, por si fuera poco, medio desnuda. El repiqueteo del agua cayendo le hizo saber que el dueño de la habitación se estaba bañando.—¡Dios! ¡Dormí en su cama! —rápidamente cubrió su boca con las manos para aho
— ¿Todo bien? — preguntó Noah entrando a la oficina. — Tu tiempo ha terminado, Sorni — puntualizó Noah; era evidente que no era una charla amena la que sostenían. El abogado a regañadientes se alejó de Itzam; antes de salir de la oficina, le lanzó una última mirada de advertencia.— ¿Se atrevió a golpearte? Debes despedirlo de inmediato — exclamó Noah furioso.— No lo voy a despedir, es el abogado de la familia. Además, es el único que sabe de Milenka y está a cargo de todo lo que refiere a ella, en el tema legal, claro — explicó Itzam mientras revisaba el golpe en su mentón.— ¿Cuál es su maldito problema?— Cree que me acosté con ella — soltó Itzam.— ¿No? —indagó Noah con suspicacia.— Por s
Los estragos del desprecio e indiferencia de Itzam hacia Milenka comenzaban a notarse en ella. Estaba más delgada y algo ojerosa, se pasaba mucho tiempo encerrada en su cuarto, a veces dormida y a veces llorando. También comenzó a evitar a Itzam; le dolía ver cómo, por más que lo intentaba, él no le dedicaba ni siquiera una mirada, mucho menos un saludo o una sonrisa. Torturaba su mente preguntándose una y otra vez qué error había cometido ella para que él la tratara de aquella manera.— Santurrona, pareces un zombi, ¿qué te pasa? — preguntó Doecchi, su compañero de asiento, durante la clase.— No he dormido bien — había dicho tantas veces esa frase que ya le salía automática.Doecchi la miró con sospecha. — Eso llevas diciendo semanas a las tontas de tus amigas; pero a mí no me engañas, ¿qué te pasa? — la insistencia del joven comenzaba a molestarle.— Nada que te importe, ¿mejor? — exclamó irritada.— Adivinaré, problemas con Balcab — exclamó socarrón. La tomó con la guardia baja, a