Fernanda caminaba por el parque, demasiado distraída como para notar el cuerpo del hombre que se aproximaba hacia ella con demasiada velocidad; por su parte, el hombre estaba inmerso en la música de sus auriculares y en su pesada respiración, por eso no vio a la chica que salía de la nada.—¡Fíjate por dónde caminas, idiota! —gritó la chica al sujeto que se impactó contra ella, enviándola directo al suelo.—Oye mocosa, cuida tus palabras —reprendió el hombre a la grosera joven en el suelo tras reconocerla, pues, incluso viendo solo la parte más alta de su cabello era capaz de reconocer a su hija, fue por eso y por el tono de voz—, ¿a quién crees que le estás hablando?Ese regaño le dio justo en las hormonas a una que parecía ser solo eso: hormonas y alborotadas.» ¿Qué pasó? ¿Estás herida? ¿Te lastimaste? —fueron las preguntas de Fernando a Fernanda, quien, al sentirse regañada, comenzó a llorar.Fernanda, no pudiendo decir palabra alguna, solo se aferró al torso de ese sujeto que le c
—Tu casa es hermosa —dijo Fernanda un poco cohibida, usando tan solo un pequeño espacio en el sofá grande de la sala.—Pero no es nada a comparación de la casa de Regina, ¿verdad? —cuestionó Fernando, riendo al ver la muy evidente incomodidad de su hija.Eso era cierto, la casa en donde vivió Fernanda, hasta apenas un par de horas atrás, era enorme y divina, era un monumento a la elegancia. Pero no era nada hermosa. Era una casa lúgubre y tenebrosa, era una casa fría y desolada, era todo eso que la joven no quería tener que recordar.—Claro que no —dijo la chica después de un suspiro—, el castillo de esa bruja es horrible.—¿En serio la odias? —preguntó el hombre, dándose cuenta de que las palabras de la chica cargaban más pesar que ira.—No —confesó la chiquilla—, es ella quien me odia.Fernando miró con pena a su pequeña, y le pasó la mano por la cabeza, despeinándola un poco, ella lo miró con fastidio y él le regaló una enorme sonrisa.—Esta es tu casa ahora, así que siéntete libre
Aun preguntándose la razón de hacer una prueba de paternidad, Fernanda regresó a la sala y se encontró su celular con un millón y una llamada pérdida.«¿En serio estaban preocupados por ella?» No lo sabía, pero locos los traía y eso la hizo sonreír.La mayoría de las llamadas eran de su hermana. No hablaría con ella, así que las ignoró; había un puño más de llamadas de parte de su casa, tampoco le contestaría a Regina, así que las dejó pasar; y había unas cuantas más de Alexander.» Imbécil —farfulló más dolida que molesta—, ¿en serio te preocuparás por mí ahora?Uno a uno eliminó todos los mensajes de voz de Emma y Regina, pero, al llegar al primer mensaje de Alexander, nació en ella una malsana y estúpida curiosidad que la obligó a escuchar.“Fernanda, ¿dónde estás? Emma vino a buscarte, está muy preocupada…”» Deberías preocuparte tú, imbécil.“No puedes ser tan caprichosa, regrésate a tu casa, m*****a sea…”» No puedo hacer eso.“Fernanda, por favor, hermosa, deja de hacer estupide
Fernando fue a abrir la puerta, Fernanda esperaba en la sala y, al escuchar la solicitud de una voz muy conocida, la adolescente decidió salir corriendo.Pero no podía ir a un lugar seguro, pues, si intentaba dejar la sala, sería vista por quien no quería que la viera, así que se encaminó a la cava y se sentó en el piso a esperar a que Emma se fuera.Por su parte, Fernando estaba anonadado de que esa, que creyó jamás le permitiría acercarse a ella, ahora estuviera en su puerta pidiendo ayuda.Emma estaba preocupada y un tanto indecisa, pero no se retiraría, necesitaba ayuda, a eso había ido y lo conseguiría costara lo que costara.—Tienes que ayudarme, por favor —pidió Emma al borde de las lágrimas, temblando cuál gato callejero en pleno invierno.—Ven, tranquilízate —pidió Fernando invitándola a pasar y, aunque su intención era llevarla a la cocina, Emma se dirigió a la sala donde, sorpresivamente, no había nadie.Eso le sorprendió a Fernando, que buscó a su hija con la mirada incluso
A la mañana siguiente, Fernanda abrió los ojos y se encaminó a la cocina por un vaso con agua. Gracias al cielo las náuseas, aunque volvieron, no eran demasiado fuertes, no al punto de hacerla vomitar, al menos.Al pasar por el pasillo vio a su padre hablando por teléfono, parecía un poco consternado. Ella fue por el agua, estaba segura de que ese líquido fresco le asentaría el estómago.Fernanda llegó a la cocina y comenzó a beber a traguitos el líquido transparente que se guardaba en el vaso que sostenía.“Tengo que salir de dudas” fue ese el pensamiento en su cabeza que fue interrumpido por la voz de su padre.—Buenos días, hermosa —dijo él—, ¿vas a la prepa? —Fernanda asintió y le dio otro trago al agua—. ¿Tienes planes para el fin de semana? —le preguntó y la otra abrió los ojos enormes, entonces, sin dejar de mirarlo fijo, asintió después de apartar el vaso con agua de su boca.—Sí —dijo después de tragar—, visitaré a Regina.—¿En serio? —preguntó Fernando, muy contrariado, y ell
Fernando volvía de su reunión, y corrió por el pasillo al escuchar el fuerte llanto de su hija. Entró corriendo a su habitación y se encontró con la chica sentada en el suelo, detrás del sofá, en la sala de la suite en que se quedaban.—¡Fernanda! ¿Qué pasó? —preguntó el hombre, aterrado por ver a la joven tan destrozada—. ¿Qué te pasó?, ¿por qué lloras?El hombre sentía que su corazón se hacía pedazos. La chica que le miraba completamente aterrada le hacía doler el alma de una peor manera de la que le había dolido cuando se fue, dejándola a ella y a su madre atrás.Antes no pudo protegerlas, y había creído que ahora estaba calificado para hacerlo, pero, al ver a su pequeña hecha añicos, comenzaba a dudar de que pudiera hacerlo alguna vez.» Fer, hermosa —habló el hombre, hincado frente a su hija, tomando sus manos para quitarlas de sobre el rostro que cubría—, dime lo que te pasó, por favor.Fernanda no pudo hablar, pero, buscando consuelo, se tiró a los brazos de ese que esperaba la
—Está bien ahora —respondió Fernando para la mujer al otro lado del teléfono—. Pero me ha costado mucho tranquilizarla. A ratos comenzaba a llorar de la nada, luego se tranquilizaba y luego volvía a llorar. Si esto son las hormonas me alegra solo un poco haberme perdido tu embarazo.Emma suspiró. Ese comentario, que terminó en una risita de parte del hombre no le causaba ninguna gracia, mucho menos después de haber escuchado la noticia del embarazo de su pequeña hija.—¿Por qué las cosas terminaron de esta manera? —preguntó Emma, recargada a la pared de la habitación de sus hijos que ya dormían—. Siento que todo es por mi culpa, por no poder defenderla, por no poder cuidarla y amarla como ella necesitaba.—No es tu culpa —aseguró el hombre sentado, en la silla frente a la cama donde su hija dormía, agotada de tanto llorar—, hay cosas que nadie puede controlar. La vida de los otros, por ejemplo.—Yo no estoy muy segura de eso —refutó Emma, casi con amargura—, Regina dictó nuestros camin
—¿Dónde estabas? —preguntó la furiosa mujer, que veía a su nada querida falsa hija entrar en su casa.—En Barcelona —respondió Fernanda, sin ápice de miedo, descontento o descontrol.Ahora que sabía que tenía todo el apoyo de Fernando, y todo el amor de sus dos padres, no temía nada más.—¿Cómo diablos saliste del país? —cuestionó Regina, en un tono algo elevado de voz—, eres menor de edad. No puedes salir del país sin permiso.—Bueno —habló Fernanda—, yo tenía el permiso de mi padre.—¿Braulio te dio permiso? —preguntó Regina, contrariada.No se imaginaba que ese hombre hubiera hecho un favor para esa chiquilla que no había tenido en cuenta jamás.—Sí, él también —dijo la chica, pretendiendo ir hasta su habitación.Ahora que sabía que su hermana, en realidad, era su mamá, y que había hecho tanto por ella, quería recuperar algunas cosas que no pudo tirar a pesar de haber decidido odiarlas por haberlas recibido de Emma, pero que fueron su único conforte en esa casa.—¿Cómo que él tambié