Fernanda recibió, del médico que la revisó, la medicación necesaria luego de considerar su condición, dejándole un poco más tranquila y, al paso de las horas, su dolor de cabeza disminuyó lo suficiente como para permitirle dejar la cama y desplazarse por el lugar sin ser vista por nadie.No le fue difícil, en esa casa no parecía haber mucho personal.—Voy a tomar tu teléfono —susurró la chica luego de ver a su posible aliado entrar a bañarse y adentrarse en la habitación donde antes lo hubiera escuchado.Fernanda ya había revisado toda la casa, y no había encontrado ningún teléfono, así que fue a pedirle a Diego y, justo antes de entrar a la habitación, escuchó el agua de la regadera comenzar a caer.» Sí —celebró la adolescente tras acertar la contraseña.Diego no era tan desconocido para ella; de hecho, si no hubiese hecho tan buenas migas con Alexander, probablemente se hubiera enamorado de él.—¿Quién es? —preguntó Emma, atendiendo a un número desconocido en su teléfono.—Soy Ferna
—¿Segura que te vas a la casa conmigo? —preguntó Adrián a Emma luego de que ambos se despidieran de Fernando Báez y Fernanda en la puerta del departamento de ese hombre.—¿Quieres que pase la noche aquí? —cuestionó, más confundida que contrariada, Emma.—¡No! —respondió el hombre, perdiendo, por al menos un par de segundos, esa imperturbabilidad que le caracterizaba—. No toda la noche, pero puedes quedarte más tiempo, o traerla con nosotros si eso te hace sentir tranquila.—Está bien —aseguró Emma, negando con la cabeza como si fuera su subconsciente el que dijera que, en realidad, no estaba nada bien—, yo solo necesito saberla a salvo para estar tranquila. Además, no sé si no te diste cuenta, pero, de los dos, no soy yo su favorita.Las últimas palabras de la mujer se quedaron atrapadas en un nudo que estaba en su garganta, por eso salieron a medias, lo que salió completo fueron sus lágrimas, que no pudo contener ni ocultar de su marido, que solo tomó su mano, de nuevo, asegurándole q
—Sigue durmiendo —dijo una voz tenue, que Fernanda alcanzó a escuchar entre sueños—, ¿debería levantarla a comer algo?Era la voz de Fernando Báez, la adormilada joven estaba setenta por ciento segura de ello.—No, cuando necesite comer va a despertar. Ahora necesita más descansar —dijo la clara voz de Emma.—Uno no puede descansar cuando cuchichean en su habitación —farfulló Fernanda, abriendo los ojos, con dificultad, para ver los sorprendidos rostros de sus padres—. ¿Necesitan algo?—¿Cómo te sientes? —preguntó Emma, andando hasta ella, pero sin acercarse demasiado—. Pensé que si estabas despierta y habías comido ya, podíamos ir a casa de Alana.—¿Comido? —cuestionó Fernanda, bastante confundida—, ¿qué hora es?—Pasa poco de medio día —respondió Fernando.—¿Y por qué no me despertaste antes? —cuestionó la casi joven, casi molesta.—Yo lo intenté, tú gruñiste y yo me asusté —explicó el hombre y Fernanda abrió la boca haciendo una enorme O mientras entrecerraba los ojos—. Pensé que po
Las manos de Fernanda sudaban frío, y en su estómago estaba esa sensación ya muy conocida, estaba cien por cientos segura de que vomitaría en cuanto su respiración perdiera ese marcado y lento ritmo que había tomado desde que subió al auto de su padre para ir a casa de Alexander.—Toca de una vez —casi ordenó Emma, tras casi un par de minutos en que la chica, frente a la puerta de la casa de su exnovio, no hiciera siquiera por moverse—, me estás matando de los nervios.Fernanda volvió la cabeza y le miró aterrada, como justo en ese momento sentía, y sus labios temblaron mientras sus ojos se aguaban y su estómago empujaba algo por su garganta.—No puedo —balbuceó la chica casi de manera inentendible—, tengo mucho miedo de lo que va a pasar.—¿No que habías visto todos los escenarios? —cuestionó la mayor de las dos, andando hasta la chica para tocar la puerta por ella.—¡No! —pidió Fernanda llorando ya, atrapando el brazo de su hermana para detenerla—, por favor, no.Emma miró a su peque
—¿Fernando? —preguntó Alana, sorprendida de ver a un hombre que pensó no vería nunca más, luego de que él saliera huyendo del planeta, a causa de la mujer para la que ambos trabajaban.—Hola, Alana —saludó un joven ya no tan joven como la mujer recordaba—. ¿Puedo hablar con tu hijo Alex?Tal petición le desorbitó los ojos a la mujer. Ella ni siquiera pensaba que él recordara a uno que apenas si había conocido cuando bebé.—¿Cómo es que lo conoces? —preguntó Alana, decidida a no dejarse llevar por especulaciones que podrían terminar poniéndola en la respuesta incorrecta.—Bueno, él es… o, más bien, era el novio de mi hija Fer —corrigió el hombre y quien le escuchaba abrió los ojos enormes.—¿Sabes de la niña Fernanda? —preguntó ella, casi en susurro y el hombre asintió sonriendo solo un poco—. ¿Cómo? Pensé que ella era algo de lo que nunca te enterarías.—Bueno —comenzó a hablar el cuestionado—, hemos pasado demasiadas cosas, la mayoría muy desastrosas y, para evitarnos otro puño de cos
Fernanda abrió los ojos con pesadez, no quería despertar, quería más tiempo en la cama, pero su padre insistía en que debía abrir los ojos, así que lo hizo y lo miró mal por una fracción de segundo antes de poner los entreabiertos ojos en la otra persona en su habitación; entonces los ojos de la chica se abrieron enormes, y sus fosas nasales se contrajeron, dificultándole respirar.Fernanda presionó sus temblorosos labios uno contra otro, y tragó el grueso de saliva que se anudó en su garganta para, de todas formas, no poder decir nada.—Lo lamento —se disculpó Alexander, provocando a la chica llorar.Ella era toda hormonas, de por sí, y ver a ese joven, que no esperaba ver pronto, la descolocó bastante; además, él se estaba disculpando. ¿Por qué lo hacía? ¿Por haberla dejado a su suerte antes o por no querer ser parte de su futuro y del de su hijo?Fernanda negó con la cabeza, no quería saber la respuesta a su última tonta pregunta, solo quería que Alexander se fuera y le devolviera l
FELICES PARA SIEMPRE—¿Siempre qué pensaste? —cuestionó Emma a Fer, que la veía entreverar hilos apoyada con un par de agujas, mientras las agujas entre las torpes manos de la joven futura madre no lograban hacer más que dejar ir esos hilos que debían estar acomodados uno tras otro alrededor de las agujas.—Comprar una cobija —resolvió Fernanda, soltando su intento de tejido—, no sirvo para eso, no tengo ni la paciencia para terminarla ni la confianza de usar algo tan feo en caso de que sí lograra completarla, porque seguro quedaría fea.Emma sonrió. Ella conocía bien a su hija, sabía perfectamente que la paciencia no era la suyo, pero había esperado que, por sus hijos, se esforzara un poco; pero no pasó.—Lo bueno es que sabes usar el dinero —dijo la mujer, dejando su propio tejido para tomar el de Fernanda—, anda, enrolla la madeja mientras desbarato este desastre que hiciste. Haré las dos cobijas yo.» Y —continuó hablando Emma, mientras comenzaba a enredar en la madeja los hilos qu
Fernanda miró por la ventana de su alcoba, y sonrió ante la decoración tan elegante y bella en su enorme jardín. Ella tenía más de año y medio contando los días, al fin había alcanzado su meta y lo celebraría desfilando entre tanta elegancia. Estaba nerviosa, demasiado, en realidad, y no se lo explicaba del todo; es decir, Alex y ella tenían casi dos años viviendo juntos en esa tranquila y armoniosa relación que habían logrado crear, estar casados no debía cambiar nada, y aun así su estómago estaba hecho un nudo. El inicio de su vida feliz no habías sido nada complicado y el intermedio fue un caos, pero ahora estaban bien, eran la hermosa familia que desearon siempre ser, aún desde que ambos creían cargar con un amor unilateral. Fernanda respiró profundo, muy profundo, contuvo el aire por medio segundo y entonces lo soltó lento, soplando un poco de su evidente nerviosismo; entonces se miró al espejo y no pudo evitar sonreír ante lo que veía, a ella vestida de novia en el más hermoso