―Pero... ¿Cómo? ―demás estaba decir que estaba sorprendido― te he visto salir con varios chicos, Livie.
―Sí, tienes razón―coincidió ella― pero nunca... he llegado a más de salir, Mark.
―No entiendo―dije aun dentro de mi confusión― los chicos con los que has salido no son adefesios, todo lo contrario, son guapos.
― ¿Daniel tenía razón al decirte gay, Mark? ―preguntó ella con una mueca divertida―me estas asustando―se puso seria― a ver, ¿por qué tanta preguntadera?
―Bien, primero―comencé a decir― no, no soy gay, me encantan las mujeres―una en particular, pero ella no lo sabe― es solo que me parece extraño que una mujer tan bella como tú a punto de cumplir tus dieciocho años nunca haya sido besada antes.
―Lo mismo se podría decir de ti, Marky―contraataco ella― tú nunca has sido besado tampoco.
―A diferencia de ti―proseguí yo― yo no me considero guapo, y nunca he salido en una cita con una chica.
―Te he dicho que no eres feo ¡por Dios!
―Y yo te he dicho que dejes de mentirme―le respondí molesto―no hace falta que me quieras subir la autoestima Livie, se lo que soy y también como soy.
―Mark―Livie me tomó de la mano―en mi vida te he mentido―esperó a que nuestras miradas se conectaran―todo lo contrario, y si te digo que eres guapo es porque lo eres―le sonrió coquetamente― ¿sabes que me gusta de ti? ―atiné a negar― pues... me gusta tu cabello―respondió tocándolo― es grueso y se te enrolla en las puntas, también tus cejas―Las moví exageradamente para que se riera―son gruesas y cuando no cargas los lentes, hacen que tus ojos se vean más azules, es como estar en alta mar ¿sabes?
>>A veces agradezco al cielo que uses lentes porque si no, yo pasaría muchas vergüenzas a diario contigo―sólo podía atinar a verla sin saber qué decir, prácticamente me había quedado mudo―ya te dije que tus ojos son los más hermosos que he visto en mi vida―prosiguió ella como si nada―y cuando sonríes pues... es maravilloso Mark, tienes una sonrisa hermosa, a veces cuando amanezco triste o molesta pienso en ella, en ti sonriéndome y con solo ese gesto me traes felicidad ¿ahora entiendes? ― Negué lentamente― ¿Qué no entiendes, Mark? ― resopló molesta.
―No te molestes, Livie―fue lo único que pude decir―yo... estoy algo anonadado, no sabía que pensabas eso de mi―ella solo me regaló una sonrisa de respuesta― ¿Quieres saber qué es lo que más me gusta de ti?
― ¿Te gusta algo de mí? ―preguntó sonrojada.
― ¿Pero ¿qué pregunta es esa? ―contesté riéndome―mi pregunta estuvo mal formulada, en realidad lo que tenía que preguntar era si sabias lo que no me gustaba de ti―ella me miró seria en espera de una respuesta, la cual nunca llegó.
― ¿Qué es lo que no te gusta de mí, Mark?
―Nada.
― ¿Qué? ―preguntó confundida
―No tienes nada malo Livie― tomé aire― eres perfecta.
Ella empezó a reír avergonzada.
― ¡Claro que no, Mark! Por supuesto que no lo soy, tengo miles de defectos.
― Ah, ¿sí? ― ella asintió.
―Dime un defecto que tengas para salir de este error, entonces...
―Sabes que soy desordenada ¿no? Quiero decir has estado en mi habitación, Mark, siempre parece que hubo una guerra y todavía no se consiguen todos los cadáveres.
―Yo también soy desordenado Livie―ella me miró con una mueca― en realidad, ¿Qué adolescente no lo es? Todos debemos tener uno que otro cadáver en nuestras habitaciones―me uní a su risa.
―Soy muy despistada―prosiguió con su lista de defectos
―En eso tienes razón―coincidí yo―pero no lo veo como defecto sino como un don.
― ¿Cómo puede ser un don que casi te atropelle un auto por andar pensando en idioteces?
―Bueno...―La miré con preocupación― pensándolo bien, en realidad no lo consideraría ni un don y tampoco sería un defecto, más bien sería un acto suicida, Livie― ella solo pudo reír, Dios... su risa era hermosa.
―Bien... no creas que me he olvidado de tus flexiones, Marky― cambió de tema Livie―si no quieres que en vez de veinte flexiones sean cincuenta pues empieza de una vez.
Con esto último se quitó de mi lado para que yo me volteara y empezara de una vez.
―Bruja―dije por lo bajo.
― ¡Eso lo escuché, muchachón! A ver, uno... dos... tres...―y así siguió un rato hasta que conseguí hacer las quince―vamos, Marky, cinco más y terminas.
―No puedo más Livie―respondí con la voz amortiguada por la colchoneta―te juro que no siento mis brazos.
― ¡Claro que si puedes! ¡Vamos! Son solo cinco, ya has hecho la mayoría― yo juraba que no recordaba en qué momento se había acercado tanto, podía escuchar su voz en mi oído izquierdo.
― ¡Que va! Olvídalo, yo renuncio con este castigo, seré gordo para toda la vida...
―Mark―me interrumpió ella.
― ¿Qué? ―medio grité por el esfuerzo.
―Si haces las cinco flexiones... te besaré.
― ¿Qué? ― repetí de nuevo viéndola a los ojos.
Livie estaba completamente colorada, yo no sabía si era por vergüenza o algo más, pero si era por lo primero juré que moriría, a decir verdad ¿por qué no se avergonzaría? No sabía porque Livie había dicho eso, pero si era para burlarse jamás se lo perdonaría.
― ¿Qué has dicho Livie? ―pregunté de nuevo.
―Solo completa las flexiones y luego te digo ¿sí? ― me respondió mirando al cielo.
―Está bien... cuenta por mí―le pedí el posicionándome de nuevo―pero quiero una explicación honesta.
Ella volvió a posar sus ojos en mí con una sonrisa.
―Bueno―coincidió ella― ¿empezamos? ―sólo afirmé con la cabeza y comencé a trabajar―Uno...dos...tres...cuatro...una más, Mark, una más ...cinco.
Caí en la colchoneta con un gemido de dolor, mis brazos parecían de gelatina y en mis pulmones solo entraban aire caliente, si eso pasaba nada más con las flexiones no comprendía como Livie iba a conseguir que me levantara a saltar la cuerda, ni loco lo haría, por nada en el mun... al momento recordé el trato.
La palabra beso vino a mi cabeza y sentí que el corazón me latía con fuerza renovada; unos minutos después noté cuenta que Livie no hablaba, me volteé pensando que se había ido, pero la encontré a mi lado observándome con una mirada extraña.
―Me está asustando tu mirada, Livie―fue lo único que mi boca pudo producir.
―Toma―fue lo único que dijo tendiéndome una toalla y un termo con agua― tenemos que hablar, Mark.
―Está bien―respondí confundido, me senté frente a ella y me sequé el sudor antes de beber agua, estaba sediento―tú me dirás.
―Bueno... esto...sobre lo que te dije del beso...
―Ya―la corté secamente―entiendo que lo dijiste por impulso para que yo termin...―no pude completar lo que iba a decir porque Livie me tapó la boca con sus manos.
―No es eso, Mark― espetó molesta―déjame terminar lo que te iba a decir ¿Está bien? ―murmuré mi aceptación― ¿puedo quitar mis manos y no hablarás? ―volví a asentir―bien pues verás...
¿Estaba nerviosa? Demonios, que estará rondando en esa cabeza, tal vez se disculparía por decir algo tan impulsivo, posiblemente explicaría que el beso era en la mejilla y no en la boca y que utilizó el juego de palabras para confundirme y así poder terminar con sus intentos de flexiones, ¡pero si hasta las hacia como las mujeres! Tenía que apoyarme de mis rodillas porque no podía aguantar mi peso ya que mis estúpidos tobillos eran débiles, en realidad todo en mí era débil.
débil y fofo y...
― Mark, ¿me estas escuchando? ―diablos, había estado desvariando de nuevo y no había escuchado lo que me decía― ¡Te odio! ―me gritó cubriéndose el rostro―me vas a hacer repetírtelo como si ya una vez no fuese vergonzoso...
―Olivia―dije quitándole las manos de la cara― cariño, ¡estás completamente roja! ―empecé a reír― no me odies ¿Sí? Si quieres veo al cielo para que no te avergüences más―y con eso levanté la cara―no escucho nada, Livie―dije un rato después.
―No seas idiota, Mark, mírame a la cara y escúchame muy bien―dijo con voz de mando.
Regresé la mirada a ella y vi que ya no estaba roja, en realidad veía determinación en su rostro, daba cierto miedo la verdad.
―Mark―comenzó tomando aire― tú no has besado en la boca a nadie en tu vida ¿cierto? ― ¿Qué Demonios? ― ¿cierto? ―repitió ella por lo que yo tuve que negar, ¡Dios abre un hueco y trágame! ― Bien, pues... yo tampoco lo he hecho y se me vino a la cabeza que tal vez tú y yo... pues... podamos besarnos― Noté que Olivia había comenzado su discurso con aplomo y sintiéndose segura, pero a lo último se le notaba que estaba incomoda y avergonzada de nuevo― ¿Qué dices? ―terminó ella.
― ¿Que qué digo? Pues... digo que cómo se te habrá ocurrido algo así teniendo en cuenta de que tú eres una de las chicas más populares la cual ha salido con los chicos más atléticos e importantes de la escuela y que has tenido oportunidades de oro para besar y que en cambio le estas pidiendo a este tipo que tienes delante de ti, el cual tiene experiencia nula en materia de seducción y que los únicos besos que ha recibido han sido en la mejilla...
― Por Dios, Marcus ¡No sigas! ―me cortó ella prácticamente a gritos, muy pocas veces la había visto de esta manera― tienes tan baja autoestima en ti mismo que no logras entender lo que vales― dijo ya más calmada―eres mi mejor amigo, el hombre más importante para mí exceptuando a mi papá. Eres a quien le confío todos mis problemas, la única persona que no me critica o me juzga en este mundo ¿y me preguntas por qué te elijo a ti? ―preguntó irritada.
>>pues más bien deberías preguntarte por qué debería elegir a uno de esos egocéntricos, petulantes, ególatras y narcisistas con complejos de dioses del Olimpo para que me besen y después me estén dejando mal parada delante de toda la escuela, tú eres el único que me comprende y al único que quiero que me comprenda, ¿necesito darte otra explicación? ¿O me vas a besar? ―completó ella sin darse cuenta que en algún momento de su diatriba me había cogido de ambas manos y me estaba clavando las uñas en las palmas.
―Livie, yo...―la miré avergonzado― yo no sabría qué hacer, digo, he visto películas y todas esas cosas, pero nunca lo he puesto en práctica, y no es que tenga baja autoestima―que si es cierto― pero lo que menos quiero en este mundo es que te burles de mí de esa manera, no podría soportar que le cuentes otra cosa de mí a tus amigas y después morir de vergüenza en la escuela.
Livie solo me miró sin entender.
―Mark, no sé a qué te refieres con que le cuente algo a mis amigas―expresó con cuidado―tú eres mi único amigo, el resto son solo compañeros de clase y de equipo.
―Hillary y Cindy dijeron que eran tus confidentes y que tú les habías contado que nunca había sido besado―de veras Dios abre el hueco― sé que a veces por ser hombre no comprendo lo que hablas, pero... por favor no les cuentes mis secretos a esas brujas.
Al levantar el rostro me encontré con una Livie súper molesta, nunca tuve que haber abierto la boca y decir esas cosas.
―Mark, escucha, yo nunca...― noté que estaba buscando las palabras adecuadas― yo nunca le contaría algo tan importante a nadie y menos a esas engreídas que se creen superiores al resto, todo tiene que ser un error, de pronto y.…―pude ver por la cara de Livie que conocía cuál había sido el error― ¡NOOOOO! ―gritó ella a todo pulmón― ¡esas perras se las verán conmigo el lunes! ¡Ya verás! Las voy a matar, yo les...
―Livie―la corté― ¿Qué sucedió?
Ella solo me miró avergonzada.
―Ay, Mark, cuanto lo siento, te lo juro no era mi intención que ellas se enteraran, me siento tan culpable...
―No estoy molesto, Livie―le sonreí para que entendiera que decía la verdad―cuéntame, no pasa nada.
―Pues... verás, ¿te acuerdas que Hillary vino la semana pasada a buscar mis apuntes de lengua? bueno, debe ser que cuando la dejé entrar a mi habitación...se haya tomado el atrevimiento de leer mi diario―terminó avergonzada.
No pude evitar romper a reír.
― ¿De qué te ríes Idiota? ― me miró molesta― ¿te cuento algo tan importante y lo único que haces es reírte?
―Es que no podía entender cómo le podías contar algo tan importante para mí a esas hienas y que aparte ellas dijeran que eran tus confidentes―contesté secándome las lágrimas que caían por mis mejillas.
― ¡Oh!
― ¿Oh? ―me burlé yo― ¿lo único que vas a decir?
―Si... es que con algo como lo que pasó, cualquiera se habría molestado, pero tú no creíste nada de lo que te dijeron Mark―me miró con adoración― ¿ahora entiendes por qué quiero que seas tú que me ayudes con mi problema?
― ¿Problema? Livie, ¿de qué hablas? ¿Acaso no te das cuenta de lo importante que es algo como tu primer beso? Será algo que recordarás por el resto de tu vida, tiene que ser especial, en un lugar especial y por supuesto con alguien especial―No podía apartar la mirada de ella.
―Pues... el lugar no me importa, con tal, ya tengo a ese alguien especial que hará que todo el momento sea especial sin importar en donde estemos―sus ojos en ningún momento se apartaron de los míos.
―Pues entonces será un honor para mí ser tu primer beso ¿y sabes por qué? ―ella negó sin quitar su sonrisa de su rostro― porque también será mi primer beso y ya tú eres lo más especial que tengo.
Entonces lo vi, vi en cámara lenta, como ella se iba acercando más y más a mí, miles de pensamientos me pasaron por la cabeza en ese momento, ¿le irá a gustar? ¿será esto un error? ¿la enamoraré como yo lo estaba con ese primer beso? ¿será esta la historia de la princesa y el sapo para nosotros? ¿Tendré mal aliento? Me lamí los labios cuando Livie cerró sus ojos al estar a unos cuantos centímetros de mí.
Dios, de verdad iba a ocurrir, mi primer beso iba a ser con el amor de mi vida, iba a ser con mi Livie.
Y de repente todo se fue al garete al escuchar como Jonny, su hermano menor, la llamaba.
― ¿Livie? ― al momento que esta escuchó su nombre se separó de golpe y se levantó como un resorte chocando contra la pared a su espalda al ver a su hermanito llegando a la puerta― papá dice que en una hora salimos al centro a hacer unas compras, hola Mark ¿cómo te va con el entrenamiento? ―me preguntó al verme en el suelo.
―Bien― respondí él con voz amortiguada.
― ¿En serio? ― preguntó no muy seguro― te ves súper rojo, creo que se te ha subido la presión por el esfuerzo―el niño desplazó su mirada acusadora hacia su hermana― no deberías ser tan dura con él siendo su primer día ¿sabes? debería darte vergüenza―terminó sin darle tiempo a que le respondiera― no tardes, tengo algo de hambre y quiero pizza.
Y con eso, el hermano de 13 años de Livie desapareció de nuestras vistas sin darse cuenta que dejaba un incómodo y aturdidor silencio; dirigí la mirada hacia ella, la cual se encontraba delineando las grietas de la pared.
¿Acaso me había vuelto loco? estuvimos a punto de besarse y por si fuera poco su hermano nos pudo haber visto.
―Bueno...―comenzó a decir ella― creo... creo que por ahora eso es todo, cómo pudiste notar me tengo que ir, además, mañana posiblemente no pueda verte porque tengo que ponerme al día con la tarea y después tengo que...
―Si― le corté yo apresuradamente― tienes razón yo... también tengo que ponerme al día en ese asunto y después sacar unos cuantos cadáveres de mi habitación― ambos nos reímos.
―No íbamos a cometer un error, ¿verdad? ―preguntó ella después de un tenso silencio.
Desde donde estaba, pude ver como tragaba nerviosamente.
―No lo sé― contesté con total honestidad― lo que sí sé, es que quiero que pase―la miré fijamente― ya después veremos si cometimos un error o no, pero tienes que comprender que quiero que pase, Livie.
―Yo también quiero que pase, Marky―contestó ella notablemente aliviada.
―Vete―señalé hacia la puerta― hoy no será el día, pero créeme que pasará y si no―le sonreí abiertamente― haré que pase.
Ella me devolvió la sonrisa un poco sonrojada.
―Tienes razón― coincidió ella separándose de la pared y dirigiéndose a la puerta― nos vemos Marky, ya nos pondremos de acuerdo con los ejercicios.
―Adiós Livie, pásenla bien.
Y sin más, ella se fue.
Más bien huyó del lugar, yo aún me encontraba en el mismo sitio cinco minutos después, en el mismo sitio donde me más grande deseo por poco se hace realidad, en el mismo sitio donde, de la emoción, casi muero por culpa de un paro cardíaco y en el mismo sitio donde me prometí que pasara lo que pasara, Livie terminaría siendo besada por mí.
No pude evitar reírme como un loco.
Si… eso definitivamente estaba escrito.
Después de que Livie me abandonara a mi suerte en la azotea, me dispuse a arreglar su cámara de tortura particular, la cual contaba con un variado espacio de diferentes suplicios para que yo, aparentemente, eligiera mi propia causa de muerte.Con el permiso de la presidenta de condominio, una viejita de unos setenta años, ambos habíamos acondicionado una clase de gimnasio en la azotea del edificio; y, cuando decía “clase”, era eso, ya que apenas contaba con unas cuantas mancuernas, una bicicleta estacionaria que uno de los vecinos nos había donado y una caminadora que el padre de Livie iba a vender pero que, gracias a su hija, ahora adornaría un espacio específico para hacerme sudar, literalmente, la gota gorda.Según el horario que me había hecho Livie, ahora debía levantarme todos los días a las seis de la mañana (sí, claro) y comenzar con aquel yugo
―Tu silencio ya me asusta ¿sabes?Pero aun seguí sin obtener respuesta.―Vamos, Livie, hace veinte minutos que no me diriges la palabra― seguí insistiendo.Livie había llegado unos cuarenta minutos atrás, de los cuales ya llevaba la mitad en silencio después de que le contara lo sucedido.Ella solo se había quedado acostada en su cama y desde entonces solo se había dedicado a mirarme, acción que me tenía los pelos de puntas por lo que me había movido lejos de ella hasta terminar con la espalda apoyada contra la pared frente a la cama, esperando que dictaran una orden de ejecución en mi contra.―Bueno―proseguí diciendo al no obtener respuesta― iré a preparar algo para cenar―Me encaminé a la puerta.―Si te llegas a mover―pronunció Livie por fin―te juro que te lanzo el zapato, Richard Marcus Sanders.―Vamos, Livie, sabes que no
Era jueves por la tarde y yo estaba terriblemente aburrido.Hacía más de dos horas que estaba en el trabajo y solo había vendido un disco, un solo e inútil disco de ocho dólares a una fanática loca de Britney Spears el cual había sido pagado con monedas de un centavo. Si la chica no hubiese dicho que había reunido por más de dos meses para poder comprarlo, jamás, ni en un millón de años, habría aceptado aquella absurdez, pero la pobre chica de seguro y hasta había llorado al romper el cochinito.En esos momentos me encontraba en el mostrador viendo al Sr. Fitcher con cierta mueca de asco. El tipo se estaba peinando una vez más, el único mechón de cabello que le quedaba en el reflejo que daba el vidrio de la tienda, de seguro por eso es que no entraba nadie al lugar.De repente, mi celular, que había costado casi tres meses de sueldo y del
― ¿Cuándo le dirás lo que sientes por ella? ―me preguntó Nick nada más verme entrar a la tienda.― ¿De qué hablas? ―dije tratando de hacerme el desentendido.―Vamos, hombre― insistió Nick con un pequeño empujón― no te hagas el loco, bien sabes que te hablo de Livie.Solo atiné a fruncir el ceño. Nick soltó un silbido nada más entramos en mi habitación.―Bonito―dijo lanzándose a mi cama doble, desarreglándola en el proceso.―Gracias― Contesté aun desde la puerta, pues no sabía qué hacer ahora.Aparte de Livie, más nadie había estado en mi habitación antes, bueno, exceptuando a mis padres claro está, pero la noción de contar ahora con un amigo de mí mismo género todavía no era digerido por mi cerebro.―Bueno, a lo que vinimos―dijo Nick sacándome de mis pensamientos, este se levantó de la cama con una de mis almohadas en mano y me la tendió― ten, esto será el cuerpo de tu chica.―Está bien...―pronuncié extrañado viendo como Nick tomaba la otra almohada y se colocaba a mi lado.―Bien, lo primero que tienes que saber ―comenzó Nick con mirada picara― es que tienes queCAPITULO 7
Recuerdos perfectos, realidades dolorosas... Me encontraba extasiado, y aunque mi cuerpo se encontraba en la tienda de discos, mi mente estaba volando muy lejos recordando la noche anterior. Una vez le entregué los boletos a Livie, esta se había quedado hasta la una de la madrugada cuando nos acordamos que yo debía trabajar al día siguiente, de lo contrario se hubiese quedado a dormir como hacia algunos viernes de películas. Livie me había estado regañando toda la noche por haber
Me encontraba en la azotea del edificio, pero esta vez no estaba en el suelo sudando como un cochino esquizofrénico, esta vez estaba creando el ambiente digno de la realeza, o en este caso, para Livie. Había colocado una gran sabana color arena en la parte que se dividía entre el súper gimnasio y el lavandero. Había sacado la pequeña mesa que había en casa y que no se usaba porque siempre comían en el mesón de la cocina y colocado un mantel blanco con dos copas altas y dos juegos de platos con su cubertería, todo un lujo. Lo había arreglado todo para que tuviéramos como vista el pequeño parque que había frente al edificio y como esto era Burbank, a lo lejos se podían ver los Estudios Warner y su emblemático tanque de agua con su logo. También había colocado velas por todos lados cubiertas con vasos para que la briza no las apagara. Si, había pensado en todo, esa era la cena de un enamorado perdido. Antes de salir del trabajo, había recibido un
Hacía cinco minutos que los fuegos artificiales habían acabado, pero yo seguía con la vista fija en el cielo esperando... ¿Qué? ¿Que viniera un alíen y me llevara a su planeta?Ya quisiera…Aunque en algún momento debía decir o hacer algo, ¿Cierto? Es decir, Olivia aún seguía con sus brazos alrededor de mi cuello y con su mentón en mi hombro, y, bueno, yo seguía agarrándola de su cintura, aunque más suave que antes.― ¿Algún día dirás algo? ― Susurró en mi oído con un dejo de diversión.―No― contesté también con un susurro.―Pues, ya has hablado…Tomé una larga bocanada de aire y lo solté despacio, bajando al mismo tiempo la mirada hacia Livie, quién, a su vez, elevó sus ojos para conectarlos con los míos.―E