―No, me niego.
― ¡Anda, Mark! ¡Por favoooor! ―Me siguió insistiendo ella con voz de niña.
―Olivia, no me pidas que vaya a esa fiesta ―Espeté sentándome en el sofá, encendiendo el televisor y dando el asunto por zanjado.
En esas estábamos desde que habíamos llegado del parque unos treinta minutos atrás.
Cuando nos habíamos topado con Daniel, Hillary y Cindy, estos nos habían invitado a una fiesta esa noche en casa de Daniel, con el propósito de festejar que las clases habían acabado. Livie les había dicho que ahí estaríamos al mismo tiempo que yo dije que no nos esperaran, por lo que Daniel había estado intentando una y otra vez de convencerme de ir, y, al ver que estaba a punto de perder los estribos, Olivia me había tomado de la mano y se despedido del trío que nos veían con cierto nerviosismo al ver que no habían conseguido una respuesta concisa de nuestra parte.
Demás está decir que no habíamos hablado mucho de camino a casa.
La vida debería venir con un cartel que diga "NO HAGAS PLANES PORQUE TE LOS JODO" o al menos eso pensaba en estos momentos.Tenía mi vida planeada desde hacía 3 meses atrás.Terminaría la preparatoria, me mudaría a Chicago a estudiar derecho, viviría con Olivia, conseguiríamos trabajos para independizarnos, al tercer año de mis estudios le pediría que se casara conmigo, nos casábamos rodeados de nuestras familias y amigos cercanos, tendríamos al menos 4 hijos, los veríamos crecer y que nos dieran nietos, envejecería al lado de la mujer de mi vida. La mujer que amaba, la que me complementaba, mitodo.Aparentemente estaba muy equivocado con mis planes, porque a pesar de conocerla desde los trece, que se convirtiera en mi mejor amiga y posteriormente en mi novia, no hacía que la conociera realmente y, de haber tenido una bola mágica de cris
Conoce qué fue de las vidas de Mark y Olivia y descubre qué la llevó a actuar de esa manera en la segunda parte de esta historia titulada: MARK. Siempre serás tú. Once años han pasado desde que la viera por última vez. Hoy en día, Mark es un hombre exitoso. Tiene dinero, es un ejecutivo afamado y magnate en el área inmobiliaria, con amigos poderosos y que podría tener a la mujer que quisiera con solo chasquear los dedos. Pero hay un problema, ninguna de esas mujeres es Olivia, ninguna de ellas ha podido hacerle olvidar su amor por la mujer que lo hirió tan profundamente en el pasado, ni siquiera su exprometida. Así que, desesperado gracias a sus problemas emocionales e impulsado por su hermano, Mark decide ir una noche al bar de la esquina en busca de alguna mujer que le haga olvidar sus penas. Solo que la mujer que encuentra ahí, hace precisamente
Burbank ―Vamos Marky, cinco más y habrás acabado... ―Sí, claro, como no eres tú quien está sufriendo ¿cierto? ― respondí sin aire. ―Te recuerdo que fuiste tú quien me pidió ayuda― Me rebatió ella levantándose. ―Livie, no te vayas por favor― le pedí desde el suelo colocándome los lentes, pero ella ni caso me hizo y siguió caminando― ¡No seas mala! Por lo menos ayúdame a levantarme... ¿sí? Livie se quedó dónde estaba dándome la espalda, apenas estábamos comenzando y ya se había arrepentido de ayudarme; hacía apenas cinco días le había pedido su ayuda para ejercitarme, porque obviamente, con cuarenta kilos de sobrepeso, no estaba en forma por así decirlo. Pero Livie no entendía el porqué de mi tan impronta decisión de querer bajar de peso. ―Si quieres mi ayuda, primero me vas a decir por qué después de dieciocho años ahora quieres bajar de peso― me exigió sin volverse. ― ¿Es que acaso necesito una explicac
―Pero... ¿Cómo? ―demás estaba decir que estaba sorprendido― te he visto salir con varios chicos, Livie. ―Sí, tienes razón―coincidió ella― pero nunca... he llegado a más de salir, Mark. ―No entiendo―dije aun dentro de mi confusión― los chicos con los que has salido no son adefesios, todo lo contrario, son guapos. ― ¿Daniel tenía razón al decirte gay, Mark? ―preguntó ella con una mueca divertida―me estas asustando―se puso seria― a ver, ¿por qué tanta preguntadera? ―Bien, primero―comencé a decir― no, no soy gay, me encantan las mujeres―una en particular, pero ella no lo sabe― es solo que me parece extraño que una mujer tan bella como tú a punto de cumplir tus dieciocho años nunca haya sido besada antes. ―Lo mismo se podría decir de ti, Marky―contraataco ella― tú nunca has sido besado tampoco. ―A diferencia de ti―proseguí yo― yo no me considero guapo, y nunca he salido en una cita con una chica. ―Te he dicho que no eres feo ¡por Di
Después de que Livie me abandonara a mi suerte en la azotea, me dispuse a arreglar su cámara de tortura particular, la cual contaba con un variado espacio de diferentes suplicios para que yo, aparentemente, eligiera mi propia causa de muerte.Con el permiso de la presidenta de condominio, una viejita de unos setenta años, ambos habíamos acondicionado una clase de gimnasio en la azotea del edificio; y, cuando decía “clase”, era eso, ya que apenas contaba con unas cuantas mancuernas, una bicicleta estacionaria que uno de los vecinos nos había donado y una caminadora que el padre de Livie iba a vender pero que, gracias a su hija, ahora adornaría un espacio específico para hacerme sudar, literalmente, la gota gorda.Según el horario que me había hecho Livie, ahora debía levantarme todos los días a las seis de la mañana (sí, claro) y comenzar con aquel yugo
―Tu silencio ya me asusta ¿sabes?Pero aun seguí sin obtener respuesta.―Vamos, Livie, hace veinte minutos que no me diriges la palabra― seguí insistiendo.Livie había llegado unos cuarenta minutos atrás, de los cuales ya llevaba la mitad en silencio después de que le contara lo sucedido.Ella solo se había quedado acostada en su cama y desde entonces solo se había dedicado a mirarme, acción que me tenía los pelos de puntas por lo que me había movido lejos de ella hasta terminar con la espalda apoyada contra la pared frente a la cama, esperando que dictaran una orden de ejecución en mi contra.―Bueno―proseguí diciendo al no obtener respuesta― iré a preparar algo para cenar―Me encaminé a la puerta.―Si te llegas a mover―pronunció Livie por fin―te juro que te lanzo el zapato, Richard Marcus Sanders.―Vamos, Livie, sabes que no
Era jueves por la tarde y yo estaba terriblemente aburrido.Hacía más de dos horas que estaba en el trabajo y solo había vendido un disco, un solo e inútil disco de ocho dólares a una fanática loca de Britney Spears el cual había sido pagado con monedas de un centavo. Si la chica no hubiese dicho que había reunido por más de dos meses para poder comprarlo, jamás, ni en un millón de años, habría aceptado aquella absurdez, pero la pobre chica de seguro y hasta había llorado al romper el cochinito.En esos momentos me encontraba en el mostrador viendo al Sr. Fitcher con cierta mueca de asco. El tipo se estaba peinando una vez más, el único mechón de cabello que le quedaba en el reflejo que daba el vidrio de la tienda, de seguro por eso es que no entraba nadie al lugar.De repente, mi celular, que había costado casi tres meses de sueldo y del
― ¿Cuándo le dirás lo que sientes por ella? ―me preguntó Nick nada más verme entrar a la tienda.― ¿De qué hablas? ―dije tratando de hacerme el desentendido.―Vamos, hombre― insistió Nick con un pequeño empujón― no te hagas el loco, bien sabes que te hablo de Livie.Solo atiné a fruncir el ceño.Último capítulo