Burbank
―Vamos Marky, cinco más y habrás acabado...
―Sí, claro, como no eres tú quien está sufriendo ¿cierto? ― respondí sin aire.
―Te recuerdo que fuiste tú quien me pidió ayuda― Me rebatió ella levantándose.
―Livie, no te vayas por favor― le pedí desde el suelo colocándome los lentes, pero ella ni caso me hizo y siguió caminando― ¡No seas mala! Por lo menos ayúdame a levantarme... ¿sí?
Livie se quedó dónde estaba dándome la espalda, apenas estábamos comenzando y ya se había arrepentido de ayudarme; hacía apenas cinco días le había pedido su ayuda para ejercitarme, porque obviamente, con cuarenta kilos de sobrepeso, no estaba en forma por así decirlo.
Pero Livie no entendía el porqué de mi tan impronta decisión de querer bajar de peso.
―Si quieres mi ayuda, primero me vas a decir por qué después de dieciocho años ahora quieres bajar de peso― me exigió sin volverse.
― ¿Es que acaso necesito una explicación? ― le pregunté exasperado― quiero decir, ¡mírame! ¡Soy una bola de grasa con brazos y piernas!
― Pero, ¿De qué demonios hablas? ― me gritó acercándose― tú no eres nada de lo que dijiste. Si, estás gordito, pero no eres una bola Marky―respondió ya más tranquila― te conozco, dime quien te habló mal y lo que te dijo ¡y te juro que lo mato!
Tus amiguitas de atletismo cuando me vieron esperándote en tus prácticas la semana pasada...
―No fue nadie Livie―contesté sin verla― no importa, puedes irte, y perdóname por hablarte así...
―No―me cortó ella― quiero ayudarte, pero no estás en esto al cien por ciento Mark, no me iré a ningún lado hasta que me respondas con la verdad y ya luego podremos seguir― Dijo con una sonrisa en su bello rostro.
¿La verdad? Bueno, pues la verdad es que me tienes enamorado desde los trece años cuando te mudaste al edificio y que deseo gritarlo a todos los vientos, pero con tener el conocimiento de que tú solo me ves como el idiota de tu mejor amigo con sobrepeso y miope se me quitan las ganas.
― ¿Quieres la verdad? ―esperé a que ella asintiera― pues la verdad es que...― ¡Dile la verdad, idiota! ― Que... que viene nuestra graduación y quiero verme distinto en mi último año―respondí avergonzado.
― ¿Es en serio? ―preguntó no muy segura, yo sólo asentí― bueno... entonces sigamos ¿sí? ― yo volví a asentir y ella sonrió malévolamente―me debías cinco flexiones de pecho, pero como me interrumpiste de una manera tan grosera... ¡ahora me debes veinte!
― ¡¿Qué?!
―Como lo oyes, voltéate muchachón, después de esto iremos a saltar la cuerda por unos diez minutos y si no estoy muy cansada correremos unos veinte minutos más...
Ella siguió hablando de sus planes del día de hoy, pero yo lo único que pude hacer fue gemir y cubrirme la cara con las manos, ¿La cuerda? ¿Correr? ¿Un sábado por la mañana? ¿Acaso estaba loca? Esta mujer era la mejor corredora en el equipo de atletismo de la escuela ¡Corría en maratones por Dios!
No, el que definitivamente había enloquecido era yo al pedirle ayuda a Livie el lunes después de que terminara sus prácticas con el equipo, pero lo hice por un arranque de rabia después de que se alejaran de Daniel, Cindy y Hillary.
Cinco días atrás...
― ¡Rápido Hillary, saca la cámara! ―Dijo Cindy a mis espaldas― ¡Es súper cerdita! ¡Tú caricatura preferida!
En ese mismo instante supe que había sido un error esperar por Livie, pero ella me lo había pedido porque según, quería pedirme un favor de camino a casa.
―No seas mala, Cindy―le respondió Hillary― sabes que Liv se molestará si nos metemos con su enamorado el Súper Sumo―ambas comenzaron a reírse como hienas.
―Siempre a la orden para hacerles de payaso personal, chicas―contesté dándoles la espalda de nuevo para llegar a las gradas y poder esperar a mi amiga.
― ¿Si ves? No lo negó, si está enamorado de ella― se burló Cindy.
―No hace falta que lo niegue, se le nota en su cara de mundo cada vez que está con ella ¡O sea, todo el tiempo, amiga! ― Siguieron burlándose.
― ¿No tienen algo qué hacer como entrenar en vez de estar siguiéndome con sus estupideces? ― inquirí malhumorado al girarme para encararlas.
―Si― contestó Hilary encogiéndose de hombros― pero burlarnos de ti cuando no estás con Liv es nuestro deporte favorito... y más divertido también.
― A ver, bola de grasa con patas― la maldad era tangible en su voz― ¿de verdad piensas que Liv se fijaría en ti de alguna otra manera que no sea amigable? ― no pude evitar pensar que su sonrisa era diabólica.
―Lo que tú pienses me tiene sin cuidado, Cindy― Respiré profundamente, la voz de mi madre haciendo eco en mi mente.
Es una mujer Mark, un hombre no debe insultar a las mujeres.
Pero era una mujer que ponía a prueba la cordura de cualquiera.
―Adiós...
―Mírate a ti y después la miras a ella―prosiguió ella con su veneno― tú, una albóndiga y ella un fideo, ¿te los imaginas teniendo sexo, Hill? ¡La pobre quedaría como estampilla! ―no pudo seguir hablando por culpa de la risa, pero yo sabiendo que eso no era todo, me di la vuelta en dirección a las escaleras tan rápido como pude.
―A ver, idiota, no nos dejes hablando con tu asquerosa espalda―contraatacó ella siguiéndome― ¿si sabes que ella ha dejado de salir con chicos increíblemente guapos y adinerados por tu culpa? ― Me detuve ante aquello y me giré a verla sin poder ocultar la sorpresa― no te emociones, cachalote― prosiguió ella con los ojos achinados― no pienses que es porque ella te vea con ojos distintos, sino porque le das pena, ella misma nos lo dijo hace un tiempo ¿verdad, Hill? ― la susodicha asintió cual perrito faldero― Liv tiene miedo de que, si se separa de ti por un día, te dé por suicidarte― aquel pensamiento la dejó pensativa― aunque si lo haces nos harías un favor ¿sabes? Con un mastodonte menos en este mundo, la tierra volvería a su centro de gravedad...
― ¿Qué te hice, Cindy? ―pregunté sin poder ocultar el hecho de que sus palabras dolían, pero ella ni se inmutó, más bien creí ver satisfacción en su mirada, al parecer esa era la idea, herirme.
― ¡Oh! ¡Pobre Marky! ― exclamó Hillary antes de dirigirse a su amiga― ¡Cindy! Has herido a Marky con tus palabras... o más bien con las palabras de su Livie...―prosiguió con voz cantarina.
Eso último captó mi atención.
― ¿Qué no sabes? ― preguntó Cindy inocentemente― somos las confidentes de Liv―empezó a reír― ¡Pero si hasta nos contó que nunca has besado! ― gritó y ambas rieron tan fuerte que realmente parecían unas hienas― el pobre Marky no sabe lo que es ser besado, Hill ¿No te parece eso patético?
―Mas patético me parece que se lo contara a Liv―contestó Hillary― como si ella fuese a hacer algo por él―me miró con burla― ¿Qué pretendías? ¿darle tanta lástima y que terminara besándote? ¡Por Dios, Marky! ¡Tienes dieciocho años y ni las moscas se te quieren parar!
Eso fue todo lo que pude soportar, corrí a las gradas y me aseguré de quedar bien a la vista para que no me siguieran; sentía un dolor en el pecho que no sabía con qué compararlo, ¿Olivia había sido capaz de contarles esas cosas a esas mujeres? ¿mí Olivia? No podía ser posible, pero todo lo que esas mujeres dijeron era cierto, yo la adoraba con mi vida, y jamás había sentido la curiosidad de besar a otra mujer que no fuese Livie, por lo tanto, sabía que eso estaba fuera de mis posibilidades.
Otra cosa que me llamó la atención fue lo de los chicos y Livie, ¿no se le acercaban por mi culpa? Imposible, Livie había tenido muchas citas, ella misma me lo había contado.
Si, tenía meses sin salir con alguien... a menos que me lo estuviese ocultando, cosa que creía imposible de Olivia.
Todos esos pensamientos quedaron olvidados cuando de repente la vi... pasó como una gacela por la pista justo de frente a mí, y cuando mi amor imposible al fin paró, dirigió su mirada hacia donde yo estaba y me sonrió como el más bello ángel, haciendo que mi corazón diera un traspié en mi pecho.
Tenía su cabello recogido en una cola de caballo y achinó sus gigantescos ojos color avellana en mi dirección, con su uniforme de atletismo que consistían en una playera sin mangas verde manzana y unos shorts negros que hacían resaltar su piel bronceada por estar tanto tiempo al sol. Yo sabía que usaba protector solar, muchas veces le había ayudado a ponerle en los hombros, pero igual el sol había dejado su rastro en ella haciéndola aún más hermosa de ser posible, aunque sabía que su tono de piel era blanquísimo igual que el mío, pero a diferencia de ella, yo muy poco me exponía al sol y mi piel se veía pálida cual enfermo.
Livie rompió contacto visual al escuchar que la llamaban antes de dirigirse al lugar, yo la seguí con la mirada hacia donde se dirigía, notando como se congelaba al encontrarse de frente con Daniel Gómez, el capitán del equipo de baloncesto y aunque yo no era bajo con mi metro ochenta, se podría decir que Daniel me sacaba más de diez centímetros de alto y era considerado enano delante del resto de las jirafas del equipo, y no solo su estatura sobresalía en Daniel, había que añadir sus rasgos Latinos pues sus padres eran Mexicanos.
El hijo de perra no podía ser considerado feo ni por un ciego; todo lo contrario, parecía un condenado famoso cuando caminaba por los pasillos y las mujeres literalmente se lanzaban a sus brazos. De piel morena, ojos y cabello castaños, esto último liso y sedoso y siempre perfectamente peinado hacia su lado izquierdo, Daniel se había acercado a hablar con Livie, pasado un brazo por sus hombros con demasiada confianza.
Hijo de perra.
Ni cuenta me había dado que tenía los nudillos blancos de lo fuerte que cerraba las manos.
¿Cuál era la confianza?
De repente Daniel levantó la vista y me vio directamente y una sonrisa de medio lado apareció en su rostro, dejándome ver sus intenciones cuando al apartar la vista de mí, Daniel se le acercó a Livie con la intención de besarla, y yo me sentí morir ahí mismo.
No podía presenciar tal acto, por lo que me dispuse a irme del lugar, cuando al apartar la vista algo me dejó anonadado, un segundo Daniel casi tenía su asquerosa boca en la mujer que me gustaba, y al siguiente terminó con la cara volteada por el impacto de la mano de Livie en su mejilla la cual ya mostraba la marca de cuatro de sus dedos en ella y a Livie alejándose a recoger sus cosas, así que no perdí tiempo por miedo a que Daniel se le acercara y corrí hacia ella.
― ¿Estás bien, Livie? ― pregunté al llegar hasta ella.
― ¿Tú qué crees, Mark? ―me gruñó de vuelta.
― ¡Hey! no te enojes conmigo ¿sí? Si te pregunto es porque no sé.
―Lo siento― suspiró― vayámonos ¿sí?
― ¿Ya terminaste?
―Sip...
Le quité su bolso como siempre hacía y cuando ella me regaló una de sus sonrisas yo me sentí desfallecer, siempre me pasaba, pero mi felicidad se vio empañada cuando Daniel se nos acercó con cara de asesino.
― ¡¿Por qué demonios hiciste eso, Olivia?! ― exigió gritando cuando estuvo frente a ella.
― ¿Qué hice, Danny? ―pregunto inocentemente― ¿defenderme de tu ataque? ¿Darte tu merecido?
― ¿Ataque? ¿Merecido? ―preguntó burlón― nena, deberías sentirte halagada de que haya posado mis ojos y mi interés en ti sabiendo la clase de personas con las que te juntas― esto último lo dijo viendo cínicamente hacia mí.
―Con él no te metas, Daniel―le advirtió Livie―él no te ha hecho nada.
―Vámonos Livie, hay que hacer tarea―interrumpí tomándola del brazo.
Daniel explotó en una carcajada al ver aquella acción.
―Ya tenía yo razón al decir que eras una marica, Sanders―Dijo sin darme tiempo a responder― eres su mejor amigo gay ¿cierto? ―prosiguió― me imagino que hoy se sentarán en la cama viendo alguna bobada del corazón y pintándose las uñas y criticando al malo de Danny que se quiso propasar con la princesa de tu corazón―termino sarcásticamente.
―Ya basta, Daniel―genial, esto era lo que faltaba―vas a hacer que Livie se moleste y después Mark tendrá que pagar los platos rotos.
―Y ya sabes que, si tiene que limpiar, eso implica sudar y sudar significa bajar de peso y todos sabemos que Mark nada más al pensar en moverse ya se cansa― prosiguió mordazmente Hillary.
―Pero ¿qué les pasa a todos ustedes con Mark? ¡Por Dios! ―Explotó Olivia― ojalá hubiese más personas como él en el mundo, o por lo menos en este sitio, ¿saben qué? ¡Por actitudes como las suyas prefiero estar mil veces con Mark que pasar un minuto con ustedes! ―prosiguió mirando a Hillary y a Cindy― ¡ustedes son las peores! ¡Mark no les hizo nada! ―sin darles tiempo a contestar me tomó de la mano para alejarnos de esos demonios.
― ¿Saben que es lo peor? ―escucharon preguntar a Daniel― ¡que en ningún momento la mascota de Liv se defendió! Ya sabemos quién es la perra de la relación― carcajeó.
Al fondo se les podía escuchar a los tres haciendo comentarios mordaces de mi peso y haciendo comparaciones con vacas y cochinos.
La verdad es que ese había sido el momento más vergonzoso en mi vida, y lo peor es que Daniel tenía razón, nunca llegué a defenderme, nunca regresé los insultos, nunca dije nada, todo lo contrario, terminó defendiéndome Livie, como siempre.
Que patético era, esta mujer siempre me sacaba de los peores apuros; de verdad era su perra.
―Marky, no les hagas caso por favor yo de verdad...
―Livie―la corté antes de que siguiera hablando.
―Dime.
―Ayúdame―le pedí deteniéndome.
Ella se paró frente a mí, mirándome con cara de preocupación.
― ¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal? ¿Te vas a desmayar? Ya estamos cerca de auto Marky, no te preocup...
― ¡NO! ―dije sobresaltándola―perdón, no es nada de eso es solo que... necesito tu ayuda para otra cosa―completé mirando al suelo.
―Marky―dijo Livie tomando mi cara entre sus manos― ¿Qué pasa? Me estas preocupando.
―Quiero bajar de peso, Livie―respondí avergonzado aun sin levantar la mirada del suelo.
―Mírame― me exigió y no tuve más remedio que levantar la vista esperando encontrar lastima en su mirada, pero lo que encontré fue... ¿rabia? ― ¿Por qué lo quieres hacer, Marcus?
Tragué saliva nerviosa, sabía que cuando me llamaba por mi nombre y no por mi diminutivo era porque de verdad estaba molesta.
―Ya estoy cansado de verme igual, ¿bien?
―No me estás mirando a la cara y con eso sé que mientes.
―Quiero bajar de peso para verme distinto, Olivia Matin― le respondí mirándola directamente a los ojos, aunque la verdad era otra muy distinta a esa, quería dejar de sentirme avergonzado o juzgado a su lado, en vez de eso, quería sentirme dichoso, feliz, privilegiado, merecedor de su cariño…
Tal vez siendo delgado, ella podría llegar a sentir algo más por mí y no solo una simple amistad ¿cierto?
―Está bien―dijo ella sacándome de mis pensamientos viéndose aún no muy convencida―empezaremos el sábado a las nueve de la mañana y no quiero excusas―completó con una sonrisa.
―Gracias Livie. ―dije abrazándola y dándole un beso en la cabeza―eres la mejor.
― ¡Mark, no! ―dijo alejándose― sabes que acabo de terminar las prácticas y no debo oler muy bien que digamos―explicó roja por la vergüenza.
―Pero, ¿Que hablas? ― dije acercándola de nuevo a mí y abrazándola aun con más fuerza― tú eres la única persona que aun sin ducharse por una semana, seguiría oliendo a fresas con crema―y sin pensarlo, enterré la nariz en su cabello, al poco sentí que ella se relajaba y me rodeaba con sus brazos.
―Eres el mejor ¿sabes? ―murmuró viéndome fijamente― Dios, ¡me encantan tus ojos! ―empezó a reírse― ¡Hey! ¿Tu si me puedes abrazar oliendo a cría de caballo y yo no te puedo decir que tienes los ojos más impresionantes que he visto en mi vida? ¡No es justo!
―Mejor vayámonos ¿Sí? ―contesté abriéndole la puerta, ¡Dios! me sentía completamente rojo―ya en el camino hablaremos de tu plan de fusilamiento hacia mí.
***
― ¡Hey! ¡Flojo! Deja de soñar despierto y haz las flexiones que te faltan―y con eso Livie me trajo de vuelta a la azotea del edificio donde habíamos acondicionado una zona para ejercitarse― ¡me dejaste hablando sola! ¡No es justo! Es más, debería subirte el castigo y ponerte a hacer sentadillas después de saltar la cuerda.
― ¡No por favor! ―gemí quejumbroso― Ni siquiera puedo completar las flexiones y ya me quieres matar.
―No exageres, Marky, tú fuiste quien me pidió ayuda, no pensarás que iba a ser condescendiente contigo ¿o sí?
― ¿Tu? ¿Condescendiente con alguien? No me hagas reír Livie― dije viéndola a los ojos.
Ese era el momento.
―Livie...―comencé diciendo― ¿te puedo preguntar algo?
―Claro, pero después harás las flexiones―dijo ella sentándose a mi lado antes de quitarme los lentes para limpiarlos y volver a ponérmelos.
―Claro―Tragué saliva nerviosa antes de señalar a mi cara―y gracias―ella simplemente me regaló una la sonrisa.
― ¿Cuál era la pregunta? ―me cuestionó después de unos segundos.
―Esto... pues...yo quería preguntarte que sentiste tú cuando...
― ¿Cuándo...?
―Cuando tu...―Me aclaré la garganta a la vez que hablaba.
― ¿Qué? ―preguntó sonriendo.
― ¿Qué sentiste la primera vez que te besaron? – terminé preguntando atropelladamente y sintiendo que transpiraba aún más que antes.
Al ver que pasaban los segundos e imaginándome escenarios de los más penosos en donde Livie se burlaba de miles de formas distintas, levanté la cabeza para reformular la pregunta y me encontré con todo lo contrario, mis ojos no podían creer lo que veían, ante mí estaba una Livie completamente roja viéndose las manos las cuales las tenía entrelazadas en su regazo.
― ¿Livie? ¿Estás bien? ― inquirí preocupado y tratando de agarrarle una mano, pero ella se resistió― perdóname por favor, no era mi intensión incomodarte, era solamente simple curiosidad, fui un estúpido al preguntarte algo así yo...
―No sé―me interrumpió ella.
― ¿No sabes? ¿No sabes qué? No comprendo―dije confundido.
―Que no... no lo sé Marky―Y entonces lo comprendí, estaba asombrado.
― ¿Quieres decir que tú nunca has...?
―Nunca he sido besada, Marcus.
¡Oh! Genial, ahora no solo me encontraba delante de una Livie avergonzada, roja, y sin ser besada, pues también estaba la super enojada Livie.
¿Para qué abrí la boca?
―Pero... ¿Cómo? ―demás estaba decir que estaba sorprendido― te he visto salir con varios chicos, Livie. ―Sí, tienes razón―coincidió ella― pero nunca... he llegado a más de salir, Mark. ―No entiendo―dije aun dentro de mi confusión― los chicos con los que has salido no son adefesios, todo lo contrario, son guapos. ― ¿Daniel tenía razón al decirte gay, Mark? ―preguntó ella con una mueca divertida―me estas asustando―se puso seria― a ver, ¿por qué tanta preguntadera? ―Bien, primero―comencé a decir― no, no soy gay, me encantan las mujeres―una en particular, pero ella no lo sabe― es solo que me parece extraño que una mujer tan bella como tú a punto de cumplir tus dieciocho años nunca haya sido besada antes. ―Lo mismo se podría decir de ti, Marky―contraataco ella― tú nunca has sido besado tampoco. ―A diferencia de ti―proseguí yo― yo no me considero guapo, y nunca he salido en una cita con una chica. ―Te he dicho que no eres feo ¡por Di
Después de que Livie me abandonara a mi suerte en la azotea, me dispuse a arreglar su cámara de tortura particular, la cual contaba con un variado espacio de diferentes suplicios para que yo, aparentemente, eligiera mi propia causa de muerte.Con el permiso de la presidenta de condominio, una viejita de unos setenta años, ambos habíamos acondicionado una clase de gimnasio en la azotea del edificio; y, cuando decía “clase”, era eso, ya que apenas contaba con unas cuantas mancuernas, una bicicleta estacionaria que uno de los vecinos nos había donado y una caminadora que el padre de Livie iba a vender pero que, gracias a su hija, ahora adornaría un espacio específico para hacerme sudar, literalmente, la gota gorda.Según el horario que me había hecho Livie, ahora debía levantarme todos los días a las seis de la mañana (sí, claro) y comenzar con aquel yugo
―Tu silencio ya me asusta ¿sabes?Pero aun seguí sin obtener respuesta.―Vamos, Livie, hace veinte minutos que no me diriges la palabra― seguí insistiendo.Livie había llegado unos cuarenta minutos atrás, de los cuales ya llevaba la mitad en silencio después de que le contara lo sucedido.Ella solo se había quedado acostada en su cama y desde entonces solo se había dedicado a mirarme, acción que me tenía los pelos de puntas por lo que me había movido lejos de ella hasta terminar con la espalda apoyada contra la pared frente a la cama, esperando que dictaran una orden de ejecución en mi contra.―Bueno―proseguí diciendo al no obtener respuesta― iré a preparar algo para cenar―Me encaminé a la puerta.―Si te llegas a mover―pronunció Livie por fin―te juro que te lanzo el zapato, Richard Marcus Sanders.―Vamos, Livie, sabes que no
Era jueves por la tarde y yo estaba terriblemente aburrido.Hacía más de dos horas que estaba en el trabajo y solo había vendido un disco, un solo e inútil disco de ocho dólares a una fanática loca de Britney Spears el cual había sido pagado con monedas de un centavo. Si la chica no hubiese dicho que había reunido por más de dos meses para poder comprarlo, jamás, ni en un millón de años, habría aceptado aquella absurdez, pero la pobre chica de seguro y hasta había llorado al romper el cochinito.En esos momentos me encontraba en el mostrador viendo al Sr. Fitcher con cierta mueca de asco. El tipo se estaba peinando una vez más, el único mechón de cabello que le quedaba en el reflejo que daba el vidrio de la tienda, de seguro por eso es que no entraba nadie al lugar.De repente, mi celular, que había costado casi tres meses de sueldo y del
― ¿Cuándo le dirás lo que sientes por ella? ―me preguntó Nick nada más verme entrar a la tienda.― ¿De qué hablas? ―dije tratando de hacerme el desentendido.―Vamos, hombre― insistió Nick con un pequeño empujón― no te hagas el loco, bien sabes que te hablo de Livie.Solo atiné a fruncir el ceño. Nick soltó un silbido nada más entramos en mi habitación.―Bonito―dijo lanzándose a mi cama doble, desarreglándola en el proceso.―Gracias― Contesté aun desde la puerta, pues no sabía qué hacer ahora.Aparte de Livie, más nadie había estado en mi habitación antes, bueno, exceptuando a mis padres claro está, pero la noción de contar ahora con un amigo de mí mismo género todavía no era digerido por mi cerebro.―Bueno, a lo que vinimos―dijo Nick sacándome de mis pensamientos, este se levantó de la cama con una de mis almohadas en mano y me la tendió― ten, esto será el cuerpo de tu chica.―Está bien...―pronuncié extrañado viendo como Nick tomaba la otra almohada y se colocaba a mi lado.―Bien, lo primero que tienes que saber ―comenzó Nick con mirada picara― es que tienes queCAPITULO 7
Recuerdos perfectos, realidades dolorosas... Me encontraba extasiado, y aunque mi cuerpo se encontraba en la tienda de discos, mi mente estaba volando muy lejos recordando la noche anterior. Una vez le entregué los boletos a Livie, esta se había quedado hasta la una de la madrugada cuando nos acordamos que yo debía trabajar al día siguiente, de lo contrario se hubiese quedado a dormir como hacia algunos viernes de películas. Livie me había estado regañando toda la noche por haber
Me encontraba en la azotea del edificio, pero esta vez no estaba en el suelo sudando como un cochino esquizofrénico, esta vez estaba creando el ambiente digno de la realeza, o en este caso, para Livie. Había colocado una gran sabana color arena en la parte que se dividía entre el súper gimnasio y el lavandero. Había sacado la pequeña mesa que había en casa y que no se usaba porque siempre comían en el mesón de la cocina y colocado un mantel blanco con dos copas altas y dos juegos de platos con su cubertería, todo un lujo. Lo había arreglado todo para que tuviéramos como vista el pequeño parque que había frente al edificio y como esto era Burbank, a lo lejos se podían ver los Estudios Warner y su emblemático tanque de agua con su logo. También había colocado velas por todos lados cubiertas con vasos para que la briza no las apagara. Si, había pensado en todo, esa era la cena de un enamorado perdido. Antes de salir del trabajo, había recibido un