—Maldición —murmuró Reed, y se levantó de un salto—. Stela...Era evidente que se había ido de la cama desde hacía rato, pero él había estado demasiado cansado para darse cuenta."¡Tenías que ser tan bruto, Morgan!" se recriminó mientras se ponía el primer pantalón de pijama que tenía a mano. "¡No sé para qué coñ0 estudiaste si al final vas a perder el control como si fueras un crío!"Salió de la habitación apurado, listo para salir a buscarla a donde hiciera falta, pero apenas llegó al salón la encontró dormida en el sofá. Estaba acurrucada como una niña y cuando la vio allí, tan tranquila y dulce, no pudo evitar sonreír. Aunque si era sincero no sabía si sentirse aliviado o preocupado. El psiquiatra dentro de él comprendía lo que eso significaba, pero saber que ella prefería dormir lejos de él después de tener sexo solo lo confirmaba. El postsexo era algo demasiado íntimo que ninguno estaba listo para compartir.Los dos sabían que no querían nada serio, así que ¿por qué iba a moles
Morgan aceleró, intentando distanciarse de aquella camioneta que lo estaba persiguiendo."¿Cómo diablos se dieron cuenta de dónde vivo?", pensó mientras giraba a la derecha, esquivando un coche que casi lo embistió.No podía llamar a la policía, tendría que dar demasiadas explicaciones que involucrarían a sus amigos y no quería meterlos en más problemas.Solo tenía una opción: enfrentarlos.Metió el auto en el estacionamiento de un edificio, se detuvo entre un montón de coches en el segundo piso y silenció el motor. Esperó un par de minutos, tratando de controlar su respiración y cuando oyó que la camioneta estaba cerca, pisó el acelerador a fondo.Las ventanas de la camioneta bajaron de golpe y él ni siquiera se molestó en mirar quién era, solo vio el arma y aceleró más."¡Mierda! ¡No puedo creer que me estén haciendo esto!", pensó mientras su auto embestía a la camioneta por un costado al tiempo que escuchaba un par de disparos.Oyó el grito de un hombre cuando la camioneta chocó co
Morgan abrió mucho los ojos, pero entre correr detrás de Stela y ver quién demonios se había metido a su casa, no le quedó más remedio que meterse a la habitación.—¿Clarice? —gruñó cuando vio a la rubia despampanante tratando de cubrirse con las sábanas.—¿Y esa quién demonios es, Reed? —gritó la mujer y Morgan se pasó las dos manos por la cara mientras la frustración lo invadía.Clarice era azafata, venía a la ciudad una o dos veces al mes y se quedaba una noche hasta su siguiente vuelo; y Reed tenía suficiente confianza con ella como para dejarle el código de entrada a su departamento para que pudiera entrar.No tenían algo ni mucho menos parecido a una relación, solo follaban un par de veces al mes y seguían con sus vidas, pero por desgracia esta vez Clarice no le había avisado que llegaba.—Lo siento, Clari —dijo desde la puerta—, pero necesito que te vayas.—¿Es una maldita broma? ¿Estás saliendo con alguien, Reed? —le espetó la mujer saliendo de la cama—. ¡Me dijiste que tú no
Stela se miró en el espejo y se alisó el vestido de coctel. Morgan parecía ensimismado y pensativo desde que habían llegado al departamento, pero ella prefería darle su espacio y que él le dijera lo que debía decirle en su propio tiempo.El restaurante de verdad era un lugar especial y agradable, pero Reed estaba demasiado nervioso por lo que quería decirle.—Oye, super doc, ya me estás asustando —le confesó—. ¿Puedes decirme qué pasa de una vez?Sin embargo antes de que Morgan pudiera armarse de valor y abrir la boca, una voz diferente los interrumpió.—¡Doctor Reed!—Doctor Pemberton —saludó él con educación y Stela hizo lo mismo, poniéndose de pie con cortesía.—¡Vaya, Reed, me habías dicho que tu novia era linda, pero "linda" no le hace justicia! —rio el otro doctor con sinceridad, estrechando su mano—. Tú debes ser la señorita Stela.Si Pemberton hubiera dicho cualquier otro nombre de mujer en lugar del suyo, a Stela le habría sentado mejor.El hombre y Morgan intercambiaron algu
Para Stela, volver a ver a Marianne fue lo mejor que podía pasarle a su corazón en mucho tiempo. No solo era su mejor amiga, era como si fuera su hermana, y la había cuidado durante tantos años que verla ser más independiente y más fuerte solo le producía una enorme felicidad. Marianne le contó cómo iban las cosas con su capitán, sin embargo la confianza era una calle de dos sentidos, así que a Stela no le quedó más remedio que contarle lo que había pasado con Morgan.—Tengo ganas de pegarte, ¡y Dios es testigo de que ahora lo puedo hacer! —rezongó Marianne—. ¿Cómo pudiste hacer eso, Stela? Reed es un hombre increíble, y no puedes negar que sabe gobernarte...—¡Marianne!—¡Es verdad! Ese corazón desbocado tuyo jamás se había enamorado —replicó su amiga.—¡Yo no estoy...!—¿Babeando por él? ¿Pensado en él cada minuto del día? ¿Luchando para no arrastrarte de regreso a su cama? —replicó Marianne con sarcasmo—. Por favor, puedes engañarte a ti misma, pero no puedes engañarme a mí.Stela
—Eres una cobarde —murmuró Reed en su oído, un par de horas después, mientras miraban la luna acostados sobre la proa del bote.—Lo sé... —murmuró Stela y él sonrió quedamente.—No quiero que seas mi novia —apuntó Morgan—. Nunca serás mi novia, pero solo vas a acostarte conmigo, y yo solo me acostaré contigo, te voy a llamar seis o siete veces por día, te llevaré a cenar un par de veces por semana, y el resto pediremos comida en mi casa o en la tuya...—Ninguno de los dos cocinará —acordó Stela.—Excepto el desayuno —advirtió él sonriendo— ...porque te voy a follar tan duro que luego tendré que hacerte el desayuno de la culpabilidad.Stela trató de aguantar la risa y solo se acurrucó contra él.Estuvieron algunos días perdidos en el lago, y cuando regresaron a Washington, Morgan cumplió cabalmente su palabra. Ya no vivían juntos, pero la mitad de la semana dormían en el departamento de Stela y la otra mitad en el suyo. Llevaban vidas separadas en el día, ella en la universidad y él en
Morgan miró el nombre en su pantalla.—Es el sheriff del Lago Tahoe… —murmuró y Stela de inmediato apretó el ícono de contestar.—¡Ponlo en altavoz! Ponlo…—Ya, ya… —A Reed le temblaron las manos y la voz cuando contestó aquella llamada.—Sheriff Preston. ¿En qué puedo ayudarlo?—Doctor Reed —la voz del hombre del otro lado era inquieta y cansada—. Lamento molestarlo, pero tenemos una situación y necesitamos que venga al lago lo más pronto posible.—¿Qué… qué situación? —lo increpó Reed.Sintió la duda en el silencio del Sheriff pero finalmente le habló.—Hace unas horas reportaron disparos en su propiedad en el lago… una de las patrullas llegó lo más rápido que pudo… pero ya no había nada que hacer, solo encontramos dos cuerpos.Reed vio cómo Stela se ponía lívida y se tambaleaba, y corrió a sostenerla. Tenía terror de hacer aquella pregunta pero necesitaba la respuesta.Después de eso la información le llegó a retazos: El ex prometido de Marianne la había atacado.—...la señorita Ma
Morgan trabajó sin descanso durante los siguientes días, intentando sobrellevar lo que había pasado. No dejaba de pensar en Stela ni en su dolor, era imposible no hacerlo. Aún podía verla ante él, con esos ojos llenos de lágrimas y su corazón destrozado.Había estado a punto de hablarle muchas veces, pero se detenía. Era evidente que necesitaba tiempo para procesar todo lo que había pasado.Al cabo de una semana, Reed no pudo aguantar más y decidió ir a ver a Stela. Sabía que no quería verlo, pero necesitaba saber que estaba bien y no podía dejar de preocuparse por ella.Llamó a la puerta de su departamento y esperó unos segundos, pero nadie respondió. Llamó un poco más fuerte, pero nada. Estaba a punto de irse cuando oyó un ruido dentro del departamento. Alguien estaba allí, seguro. Golpeó la puerta con los nudillos y llamó de nuevo:—¡Stela! ¡Sé que estás ahí, por favor abre la puerta! —suplicó—. Solo quiero hablar contigo, necesito saber que estás bien...No hubo respuesta, así que