Decía Van Dyke: "El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan, demasiado rápido para los que temen, demasiado largo para aquellos que sufren, demasiado corto para aquellos que se regocijan, pero para aquellos que aman, el tiempo es la eternidad".Y Morgan Reed ya no sabía cuál de “aquellos” era.Un año, había pasado un año desde la última vez que había visto a Stela. Un día estaba dándole espacio para que se recuperara, al otro había estado desesperándose por verla y luego ella simplemente se había evaporado, como si jamás hubiera existido.Morgan ni siquiera había tenido oportunidad de decirle que Gabo no había muerto, se lo habían encontrado en una prisión en Jordania.La verdad era que por más que la había buscado, Stela no quería ser encontrada y Lucio había desaparecido también.Al cabo de unos meses, Morgan había empezado a pensar que quizá era mejor así. Al fin y al cabo, ella nunca había querido más que ser otra aventura casual, Stela había sido clara y sincera desde
Stela jamás había imaginado que sería tan difícil para ella regresar, y Marianne podía darse cuenta de que su amiga estaba nerviosa por volver a ver a Reed.—¿Lo dejaste por mí, verdad? ¿Por cuidarme? —preguntó mientras tomaban un taxi hasta su consultorio—. Sé que te gustaba mucho...—No pasa nada, Marianne —la interrumpió Stela—, lo nuestro nunca fue serio. Y él... bueno, él tiene a otra persona ahora. Sí... lo estuve siguiendo por las redes... —dijo antes de su amiga se burlara.—¿Y no te dio coraje?—Más bien tristeza, envidia… ya sabes. Pero Reed es libre de hacer lo que quiera. Y la verdad, no me arrepiento de nada. —Mientras lo decía intentaba convencerse a sí misma, pero las dos sabían que estaba mintiendo descaradamente.Morgan Reed significaba más para ella de lo que jamás confesaría ante nadie.Al llegar al consultorio, se anunciaron con la secretaria de Reed y en un segundo la mujer las hizo pasar a ambas.Reed escuchó el nombre de las dos desde dentro, sabía a lo que iba
Stela sentía como si su pecho fuera a estallar en cualquier momento. Volver a sentir los labios de Morgan, solo para perderlos de nuevo, era una maldita tortura.Ni siquiera sabía cómo iba a mirarlo después, y por desgracia la vorágine que eran las vidas de sus mejores amigos no los dejaría estar separados.Así que dos días después Stela y Marianne se arreglaban en el departamento de Morgan mientras él y Gabo las esperaban. Iban a irrumpir nada menos que en una gala del hermanastro de Marianne, para anunciar que ella no estaba muerta, así que tenían la adrenalina corriendo a tope.En cierto momento su amiga se fijó en ella y se acercó, haciéndole una caricia suave en el cabello. Los ojos de Stela estaban fijos en algunos productos de belleza femenina que había en el baño de Reed.—Son de ella, supongo... de la chica... —murmuró Stela—. Es raro, yo también viví aquí, pero jamás dejaba los míos a la vista.—Pero eso no tenía que ver con Morgan, nena —la reconvino Marianne—. Nunca dejast
Colapso era poco. Stela sentía que le daría algo mientras Morgan soltaba su mano y se alejaba de ella como si lo que acababa de pasar en aquel maldito cuartito no hubiera sucedido jamás.La piel le ardía y no quería ni imaginar cómo sería el resto de su noche. Lo que no sabía era que sería exactamente igual que la de Morgan, sin poder pegar los ojos, pensando, recordando, reviviendo el mar de sensaciones que era de repente tenerse el uno al otro de nuevo. Más de una vez Morgan se levantó y estuvo tentado a ir a buscarla, pero finalmente desistió.Al día siguiente, sin embargo, las cosas no amanecieron mejor para Gabo y Marianne. Su amiga estaba de nuevo en peligro, su hermanastro estaba acusándola de fingir su propia muerte y la respuesta parecía estar en el lago Tahoe, en la cabaña que Morgan tenía allá, así que pocas horas después estaban subidos en un avión y persiguiendo pistas.Para acelerar la investigación, Gabriel había decidido que se separaran, así que a Stela no le quedó má
Morgan gruñó con impotencia, pero antes de que Stela pudiera siquiera imaginarlo, echó atrás su asiento con un movimiento furioso y tiró de ella hasta dejarla sentada a horcajadas sobre él. La besó como si no la hubiera besado jamás, como si su vida dependiera de eso, y Stela sintió que todo su cuerpo se derretía. Sus manos se movieron instintivamente para agarrar su cabello y ella gimió en su boca cuando Morgan la atrajo aún más contra sí, ahora con una necesidad tan apremiante que Stela se sintió atrapada en un torbellino de sensaciones. Sus manos se agarraron a los hombros de Morgan mientras sus labios se abrían para recibir su lengua, saboreándola y retorciéndose contra él como si sus cuerpos pudieran fundirse en uno solo.—Para tu suerte, esto no va a tener nada de romántico... —siseó él mientras besaba su cuello y ella gimió de nuevo cuando sus manos se deslizaron por debajo de su camiseta para tocarla. Sus pezones se endurecieron al instante ante el contacto de sus dedos y Stel
¿Por qué era tan condenadamente difícil volver a ponerse la ropa cuando Morgan Reed se la quitaba?Stela no podía explicarlo pero así era.Regresaron a la casa del lago y Morgan solo soltó su mano cuando bajaron del auto para reunirse con Marianne y Gabriel.Estuvieron ahí solo poco tiempo y luego decidieron regresar a Washington.Gabo y Marianne se fueron a la cabaña de Mount Rainier mientras Morgan se llevaba a Stela.—¿Tienes hambre? —le preguntó de pronto y ella asintió, porque era muy obvio que estaba buscando una justificación para que se quedaran juntos—. OK, entonces te llevo a comer. Solo vamos a pasar por mi departamento, nos cambiamos por algo de ropa que no huela a aeropuerto y nos vamos. ¿Vale?Stela hizo un mudo gesto de afirmación y pasaron al departamento de Reed, pero antes siquiera de que él alcanzara a teclear el código, aquella puerta se abrió y Stela se quedó paralizada por la figura que los esperaba dentro.—¿Clarice...? —murmuró Morgan, sorprendido.No había pen
Stela sintió que el corazón se le detenía en ese momento.—¿De qué estás hablando? —preguntó con la mirada completamente perdida.—Estoy esperando un bebé de él —dijo Clarice, lanzándole una mirada venenosa—. Y no vas a quedarte aquí para arrebatarle a su padre.—¿Él... él... lo sabe...? —musitó Stela sin poder asimilar todavía lo que estaba pasando.—No, por eso quería sorprenderlo, ¡pero tú lo arruinaste todo! —siseó la mujer—. Así que ahora entiendes por qué tienes que irte y no volver jamás.—Sal de mi departamento —repitió Stela, con más determinación esta vez—. No tienes ningún derecho a estar aquí. Las cosas las resuelves con Morgan, yo no tengo nada que ver contigo ni con tu hijo.Se dirigió a la puerta, pero justo junto a su cabeza se estrelló uno de los adornos de la casa.—¿Te volviste loca? —gritó Stela, intentando controlar su rabia.—¡Tú no eres nadie para él! —chilló Clarice de repente y Stela sintió como si la hubieran golpeado en el estómago—. No eres más que una aven
Los días que siguieron a aquella noticia fueron tan hermosos como difíciles, hasta que finalmente salió el anuncio de la condena de Astor Grey, el hermanastro de Marianne. Stela estaba segura de que eso lo cambiaría todo, y apenas entró en la cabaña ese día y vio las maletas abiertas sobre la cama, se dio cuenta.—¿Se van? —preguntó sorprendida.—Por eso te llamé —dijo Marianne sentándose con ella en el sofá—. ¿Te enteraste de lo de Astor?Su amiga asintió con preocupación.—¿Cadena perpetua, ah? Y sin posibilidad de apelación —murmuró Stela—. Esto va a ser un golpe duro para los Grey.Marianne miró a los ojos de Stela y su amiga vio el miedo que había en ellos.—Por eso tengo que irme. Gabriel solo fue a renunciar a la organización. Vamos a volver a Suiza —le contó Marianne.—¿Pero qué pasa con la familia Grey, y con el exministro Moore? —preguntó Stela. Todavía les quedaban muchos enemigos en Estados Unidos.—No lo sé... supongo que todo eso quedará en pausa a partir de ahora. Pero