La cena definitivamente estaba deliciosa, pero los besos de Lucio lo eran mucho más. Vieron aquella magnífica puesta de sol mientras disfrutaban de un buen vino y conversaban sobre miles de cosas que los dos querían hacer.—Las vamos a hacer todas, amor —le aseguró Lucio mientras caminaban de regreso a la casa.Puso música suave y bailó con ella en la terraza, aquellas primeras horas de la noche eran perfectas, solo quedaban ellos en la enorme casona y entre la música y el vino, el romance definitivamente solo podía crecer.—¿Quieres que bajemos? —susurró Lucio en su oído.—¿A la bodega? —preguntó Maya sin comprender.—No, al infierno... pero sí, primero a la bodega —respondió él, guiándola hasta una escalera de caracol que conducía a una puerta de madera gruesa.La ayudó a bajar y pronto se encontraron en la bodega, rodeados de barricas y botellas de vino. La cava parecía excavada en la misma pared, así que era una vista impresionante ver las botellas en sus pequeños nidos.—¿Qué te
La noche pasó inusualmente rápido mientras Lucio le hacía el amor a Maya con toda su alma, sin imaginar que el día siguiente llegaría lleno de problemas. Ni siquiera había amanecido cuando su teléfono comenzó a sonar con insistencia.Aturdido y confuso, Lucio fijó la mirada en el teléfono que había sonado, cogió a tientas celular y miró sin comprender la pantalla. Cuando vio que la llamada era de su empresa, toda la alegría que había sentido la noche anterior se desvaneció rápidamente."¿Qué puede pasar?", pensó. Su corazón se aceleró al contestar la llamada y cuando escuchó los rumores alarmantes que corrían por el otro lado del teléfono, sintió que se le congelaba el corazón.—¡Maldición! —gruñó levantándose al escuchar lo que había sucedido. Su empresa estaba en peligro de quiebra, alguien había hackeado el fondo de inversiones y había robado el dinero de más de seis cuentas importantes—. ¿Pero cómo diablos pudo pasar? —gritó, haciendo que Maya se levantara de un tirón, asustada.—
—Te lo voy a explicar de esta forma... —siseó Vlad mientras Maya miraba horrorizada a los dos hombres y retrocedía contra la pared—. Voy a tener tu puesto en la Filarmónica de cualquier forma. Tienes razón en algo: me gustaba tu dinero y la comodidad, pero ahora puedo conseguirlo por mí mismo, ¡sin importar lo que tenga que hacer! porque es lo que merezco.Maya sintió un miedo abrumador cuando vio la expresión cruel en los ojos de Vlad y comprendió lo que estaba planeando. Se trataba de un plan siniestro para arrebatarle todo aquello por lo que luchaba desde niña: su futuro profesional como violinista en la Filarmónica.—Ya veo —murmuró Maya, horrorizada—. ¡Así que te aliaste con esta escoria! —gritó señalando a Finn—. ¿Acaso eres estúpido? ¿No sabes que es un asesino?Vlad rio con una confianza que desconcertó a la muchacha, y entonces se dio cuenta de que sí, ¡Vlad sí lo sabía!—¡Lo sabes! —exclamó azorada—. ¡Sabes que Finn es un asesino! ¡Envenenó al chico de las flores en el teatr
—Tienes que entender algo: el veneno es el arma de los cobardes —le había dicho el detective a cargo del caso.—¿A qué se refiere?Cuatro días antes, Maya se había quedado sentada en aquella oficina del precinto mientras Lucio salía detrás del policía para hablar con él.—Mire, señor Harper, Finneas Garbiner ha estado lo bastante cerca como para dispararle a la señorita Di Sávallo varias veces, pero...—¿Pero qué? —preguntó Lucio impaciente.—Prefirió el veneno. Tomó la decisión de envenenarla. ¿Por qué iba a hacer eso? Hay muchas razones, desde lógicas hasta absurdas —continuó el detective encogiéndose de hombros—, pero al final todo se reduce a una cosa: para los cobardes, es más fácil matar a alguien a traición que enfrentarse a ellos cara a cara. Dicen que el veneno es el arma de las mujeres porque físicamente pueden llegar a ser más débiles a la hora de enfrentarse a un hombre. Pero si se trata de un hombre que evidente le saca ventaja en fuerza a su víctima, solo podemos deducir
Fin se miró el pecho, en donde comenzaba a crecer una mancha rojiza que en un instante se extendió hasta su abdomen. Un grito ahogado brotó de sus labios cuando cayó al suelo, y todos supieron que era demasiado tarde para pedir ayuda.—No… no… tú no… —balbuceó con su último aliento.Su vista se fue enturbiando mientras la habitación giraba a su alrededor, y antes de que cualquier pudiera acercarse a restañar la sangre que salía de su pecho, sus ojos se pusieron vidriosos y su mirada se quedó vacía.Estaba en el suelo, muerto, mientras aquella pistola en las manos de Maya ni siquiera temblaba. Se quedó mirando el cuerpo inerte de Finn, comprendiendo lo que había hecho. Había visto aquel movimiento antes que nadie y ni siquiera lo había pensado antes de sacar la pistola que Lucio llevaba en el cinturón y disparar.Apretó los labios y Lucio le quitó el arma en un segundo, dándosela al detective.—Hey, nena, tranquila —le dijo él en voz baja, en un intento por calmarla mientras la abrazab
Con el silencio tan profundo que había en aquel teatro, Maya juraba que podía sentir el corazón traidor de Vlad desbocado por el miedo, mientras la mirada como si fuera un fantasma o una alucinación.—¡Tú...!—Sí —dijo Maya inclinándose hacia él con una vocecilla fría—. ¡Yo misma!—¡Pero tú estás... deberías... deberías estar...! —exclamó él, aun sin atreverse a creer que estuviera frente a él.—¿Muerta? Eso fue lo que creíste, ¿cierto? —dijo ella, acercándose más a él—. ¿Crees que te vas a librar de mí así tan fácilmente? —siseó Maya, mirando el rostro pálido de Vlad. Él intentaba mantener la compostura, pero estaba visiblemente nervioso—. Pensaste que todo tu plan con Finn funcionaría, que él haría lo que tú no tenías huevos para hacer y que me sacaría de tu camino, ¿eh? Pensaste que sería tan fácil conseguir mi puesto luego, que no dudaste en correr hacia aquí en cuanto el director te llamó...Vlad miró tras ella, la figura imponente de Lucio Harper se levantaba a su derecha, mient
"Quédate". Era una palabra simple que ni siquiera llevaba esfuerzo, pero Lucio ni siquiera había podido pronunciarla. Mientras estaba sentado en aquella butaca de su palco especial en el teatro, presenciando el último concierto de Maya, su corazón y su mente libraban una batalla muy difícil. Los dos querían exactamente lo mismo, pero no estaba seguro de que para Maya fuera igual. Trató de concentrarse en la música, pero no podía sacar a Maya de su mente. Ella tocaba tan bien, con tanta maestría y pasión, que era imposible no sentirse cautivado por cada nota que salía de sus dedos. A medida que el concierto avanzaba, Lucio se dio cuenta de que el corazón con que había iniciado aquella aventura había cambiado mucho en siete semanas. Sabía que aquella no sería la última vez que vería a Maya, probablemente ella lo esperaría en alguno de sus conciertos, pero estaba seguro de que no le pediría que formalizaran su relación. Ninguno de los dos lo haría. Después de todo, ella era un genio de
Paris era indudablemente la ciudad del amor, pero aquel espíritu de romance solo había logrado que Maya sintiera una nostalgia infinita por Lucio. Era imposible no pensar en él en cada rincón, en cada esquina, en cada momento… y era aún más difícil no extrañarlo.El concierto de aquella noche no fue una excepción. El auditorio estaba lleno de gente, todos los asientos ocupados por expectantes admiradores que ansiaban ver a la famosa violinista italiana. Desde su posición en el camerino, Maya podía escuchar los gritos y aplausos que la recibirían al salir al escenario, pero no se sentía con ánimos para tocar. Su corazón estaba demasiado lejos de allí.Cuando salió al escenario, no pudo evitar que sus ojos se humedecieran, pero igualmente dio todo de ella para hacer de aquel concierto tan único como todos los demás. El público se puso de pie para ovacionarla cuando terminó, y después de agradecer y saludar, Maya se retiró a su camerino.—Señorita Di Sávallo, hay un admirador que quiere