Capítulo 3

Estoy en un momento en el cual no sé cómo sentirme, en el momento que crees poder, pero hay una fuerza que quiere mantenerte en el piso. La vida parece querer deshacerse de mí, pero día por día lucho para que no sea así. El padre de Sebastián cayó en coma después de caerse por las escaleras ayer. Siento en verdad que el mundo conspira contra mí, contra mi felicidad. Sebastián no para de caminar en círculos, yo solo miro como lo hace. Estamos en la sala de espera del hospital esperando un diagnóstico que tienen más de dos horas por entregar y no se dignan a decir si estará o no bien.

—Sebastián, ya para. Me estas estresando más. —lo tomé de las manos.

—No puedo, Ally. Los nervios no me dejan.

—Te entiendo ¿Okey? Sé que es duro, entiendo por lo que estas pasando, pero haciendo esto dañaras tu propia salud y no podrás cuidar de tu padre.

—No entiendes, si él se muere no sé qué será de mí.

—Serás el mismo chico fuerte que salió adelante solo una y mil veces.

—No podré, Allyson. No puedo solo. Si él me deja estaré solo en el mundo, no sabré que hacer con mi vida si mi padre me falta ¿Es que no lo entiendes?

—¿Quién te dijo que estarás solo?

—Siempre lo estuve y él fue mi motor.

—No estás solo, estoy yo. Quizás no de la manera que lo quieras, pero sí de la que yo puedo estar. Si no le dan de alta hoy nos quedamos acá y — trató de interrumpirme, pero no lo dejé. — y no, no digas nada. Odio cuando me agradeces por cosas que no debes hacerlo. Esto lo hago porque eres especial, porque solo contigo siento... Siento esto, Sebas, no sé lo que es, pero es lindo y no pretendo dejarte solo nunca. Pase lo que pase siempre seremos tu y yo por encima de todo ¿Te quedó claro?  Que conste, no acepto un "No" por respuesta.

—Eres única, Ally. En serio le agradezco al destino por a verte puesto en mi camino. Allyson, eres lo mejor que me ha pasado. — sonreí y él me tomó de las manos. — y sobre eso que sientes yo también lo siento, pero todavía no sé qué es. No puedo decirte lo que es porque empecé a sentirlo hace poco. Esa sensación de necesidad hacía ti, esas ganas de besarte de repente, ese deseo de no dejarte ir nunca; esas ganas de hacerte mía. — mi respiración agitada frente a él delataba mis nervios, delataba todo lo que sentía cuando estaba con él.

—Sebas, no es momento d-de h-hablar eso— dije con respiración agitada, estábamos tan cerca que podía sentir su respiración, tan cerca que podía besarlo como había deseado tanto, pero este no era el momento y debíamos entenderlo.

—Prométeme que en algún futuro no muy lejano continuaremos con esta conversación. — asentí y él tomó la iniciativa; me besó. Un beso dulce y tranquilo, uno de esos que te hacen llegar a la luna en tan solo segundos, de esos que te dicen todo lo que con palabras no puedes decir. Nos separamos y besó mi frente, iba a decir algo, pero nos interrumpió el doctor.

—Disculpen, jóvenes. ¿Ustedes son los familiares del señor Rodrigo Lerrie?

—S-si yo soy su hijo— tomé su mano y la apreté en forma de fortaleza. Él la besó y se paró junto al doctor. Se alejaron a hablar sobre lo que tenía el padre de Sebas y yo me quedé sentada esperando la respuesta de ellos; mientras me puse a pensar en todo lo que me había dicho él, no sé lo que somos ahora mismo, pero lo que sea que seamos me siento muy bien al serlo. Después de unos minutos pensando Sebastián regresó, pero ahora se le veía más feliz.

—Oiga ¿Por qué tan feliz, jovencito?

—Primeramente, porque—tomó mi mano— tengo a la chica más hermosa de toda la galaxia a mi lado. —sonreí y temo pensar que hasta me sonroje— y también porque mi papá está bien, solo fue el impacto del golpe que lo dejó inconsciente, pero ya para el lunes a la tarde puede regresar a casa. — al escuchar eso lo abracé y el hizo lo mismo, nos quedamos un buen rato así hasta que decidimos soltarnos, pero no por completo. Miró mis ojos y me besó nuevamente, sus besos eran como droga, era como un vicio. Un vicio que podía tener por el resto de mi vida. —Tus besos son adictivos. Una adición que no dejaría por nada ni nadie.

—No sé lo que siento, pero no pretendo sentir esto por nadie más; nunca.

—¿Por qué tan segura? —preguntó mirándome a los ojos.

—Porque creo en el destino mas no en las casualidades. Si las cosas pasan, pasan por algo. Ya sea porque el destino así lo quiere o porque Dios lo permite, pero nunca te llamaría casualidad. Las casualidades en mi mundo no existen; si llegaste a mi vida fue con un propósito: amarme o destruirme.

—Nunca te destruiría, siempre te amaré. No de la manera que ambos queremos por el momento, pero sí de la manera que lo mereces.

—¿Qué pasa si tu "siempre" se convierte en un "Nunca"?

—Me encargaré de no ser tan estúpido para dejarte ir. Y si un día me voy, no me atajes déjame ir. Porque regresaré, regresaré a recuperarte. Por encima de todos, pase lo que pase, Allyson.

—El que se enamora pierde, Sebas.

—Ya perdí, Allyson.

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