Todo pasando

Era viernes. La actitud de Stefano , sumado a las hormonas del embarazo me mataban. Ya había pasado casi una semana desde que me enteré de todo y por lo mismo no lograba pegar un ojo en toda la noche. No podía dejar de sentirme mal con toda esta situación.

Estos últimos días, las conversaciones —o mejor dicho, el intercambio de palabras con él— se había vuelto tan monótono y tan vacío, que no aguanté más, había tomado la decisión final: al día siguiente le diría del bebé.

Sabía que no era la manera correcta de hacerlo, pero la semana próxima entraría en mi semana doce y ya era hora de avisar en mis trabajos, sin olvidar que mi pancita ya se empezaría a notar más. Todavía podía ocultarla con algunas blusas sueltas, pero no lograría mantener este secreto por mucho tiempo.

Después de dejar a Mía en la guardería, me dirigí a la reserva a dar mis clases, luego —como siempre— comería con Milton.

Ya estábamos llegando a nuestro lugar especial en la playa, tardábamos más de lo habitual, ya qu
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