El teléfono de la oficina me sacó de mis pensamientos y de esa sensación de dolor, de impotencia. Dios por favor, que no le pase nada, soy el culpable, castígame a mí, no a ella.—Dime Teresa.—Señor, tiene una llamada un tanto extraña.—Pásamela. —El corazón latió a mil. Puede que sea David—. Diga.—¿César? —espero tenga buenas noticias. Había mucha interferencia—. Ya tengo las coordenadas del lugar donde tienen a Maju. —contuve las ganas de llorar, me quedé mudo por un segundo con mil sentimientos encontrados—. ¿Me escuchaste, César?—¡Sí! ¡Gracias! Nunca pensé deberte tanto.—Después hablamos, como en los viejos tiempos. No puedo llegar en helicóptero porque somos muchos. Ayer desplegué a cien hombres y quedamos de vernos a mitad de camino. Voy camino a encontrarme con ellos, desde ahí toca caminar varias horas. De cuatro a cinco días estaremos de regreso. —No pude contenerlo. Un par de lágrimas salieron.—No me dejarás acompañarte, ¿cierto?—No, César, puede haber intercambio de
Uno de los hombres que había obligado a Regina grababa mi castigo. La piel me ardía, sentía una quemazón cada latigazo impactó mi piel, era el décimo y sentí cómo la piel comenzó a abrirse, sentía el líquido tibio recorrer la espalda, una descompensación en mi cuerpo empezó. «Dime Dios, ¿esto era necesario?». La voz tranquilizadora del padre Rafael llegó a mí un fragmento de sus palabras de aquella tarde cuando lo visité. Jesús se sacrificó por nosotros... Tu hijo Padre pasó por esto… un sentimiento extraño me invadió, el viento trajo un extraño olor a rosas. El grito de Santos hizo que girara mi cabeza, algo mágico pasaba. —Santos… El niño tenía los ojos húmedos, él había recibido un latigazo por mí. Aurelio salió corriendo al interior de la casa de Garriga. —¡Quita a ese niño de ahí, me faltan siete latigazos más! Y ve por el viejo que dejaste escapar. —Resiste, Maju. Se quitó la camiseta e intentó cubrirme con ella como puso, un niño de catorce años consolándome, me encuentro
Seguía escuchando su conversación. —No sé qué es peor, lo vivido anoche, me decía a mí misma que era una desgracia, pero miro lo ocurrido con Maju y digo, me fue mejor a mí. —Regina gritó cuando el doctor me dio la vuelta—. ¡Jesús! —Necesitará puntos en algunas partes. —Fue un susurro, la voz del doctor. —¡Es una m*****a loca! ¿Cómo pudo hacerle esto? —Mira si en lo que nos entregaron hay antibiótico. Si reacciono dejo salir el dolor. Dios, Sigo esperando tu respuesta, ¿Por qué mi hijo y yo salimos perjudicados? —Sí, mira este. —Regina deja unas tabletas para darle a tomar cada seis horas hasta encontrarnos en clínica, dale una y el resto sacas y con un poco del líquido de la destroza has una pasta, luego se la pones directamente en las heridas, luego que le coja los puntos. Toca a lo antiguo, voy a desinfectar, luego a suturar. —El tiempo pasaba muy lento. —Me dices cuando le aplique la pasta del antibiótico, ya la tengo lista. —Mientras lleguemos a mi clínica, debemos dejárs
La señora se enojó e iba a refutar, su hijo alzó un dedo.—¿Qué te dijo Regina cuando se fue?—¿Quién es Regina?Dijo la actual novia. Soy el chismoso número uno, pero de aquí no me voy hasta que consiga otra demanda más contra Rocío.—Esa mujerzuela, empacó su ropa en compañía de su amante, dijo que nunca más quería verte, estaba cansada y aburrida de ti. Te lo dije, esa gentuza saldría con algo como eso.—Regina llega mañana. —La señora se puso pálida—. Fíjate madre, acaban de darme una versión, la cual creo mucho a la tuya. —Se puso nerviosa.—No debemos hablar de esa vagabunda y fácil mujerzuela.—¡Cállate! Nunca te he permitido hablar mal de ella, Regina puede que sea de familia humilde, pero es una excelente y buena mujer.—Gus. —susurró la novia.—Arelis, no voy a dejar a mi hijo sin apellido, sabes que he sido muy honesto contigo. Pero eso no quiere decir que no me preocuparé, no voy a descansar hasta saber la verdad. ¿Te quedó claro, madre? —La señora se puso blanca.» ¿Cómo
—La señora lo perdonará don César.Las palabras de Jenaro me trajeron de regreso, estaba sumergido en los recuerdos de lo que había hablado con el padre Castro.—Eso espero Jenaro, si me pongo en su lugar, a mí me costaría hacerlo.—La señora lo ama, es una mujer muy noble, ella no tiene rencor en su corazón. Lo que me tiene pensando es el caso del doctor Benjamín.—Dímelo a mí. Nefasta mujer.Después de la reunión con Gustavo Leal, y la suegra de Alejandro ya tenía competencia en postularse al trofeo de personas miserables, no conozco a Regina, pero ya la veía como una santa, aguantarse a esa suegra por amor. En fin.La mundial fue la señora Margarita, la esposa de Benjamín. Hablar con ella fue ponerla sobre aviso, espero no se escape, al menos la fiscalía emitió orden de captura contra ella y no podrá salir del país sin ser detenida. Recuerdo cuando fui a su apartamento.—Pasen, los estaba esperando.Era una mujer muy atractiva, nos dejó pasar, cuando llegamos a la sala llegaron dos
Seguía esperando la respuesta de David por teléfono.—César, sabes que no puedo estar dando visaje, yo salí hace rato de la clínica, el personal quedó recibiendo órdenes del doctor al que todos lo recibieron con alegría, yo le dije que tú ibas en camino, él quedó en buscarte, apenas ponga a sus compañeros bajo chequeo médico.—¿Cómo se encuentra María Joaquina? ¡Por favor, dime!—No esperes besos ni abrazos, hace unos días perdió al bebé y hoy en la mañana fue castigada, por eso movilicé los helicópteros para sacarla.Ahogué un grito. Era lo último que faltaba, no pude hablar, no pude decir nada. Fue Jenaro quien me quitó el celular y continuó la conversación.—Entiendo, señor. El señor Carlos ya viene en camino. Estaremos pendiente del envío de las pruebas que usted encuentre. Gracias, señor David. —Me entregó el celular—. Lo siento, señor.—Los pecados se pagan aquí mismo, Jenaro.—No lo vea de esa manera. Podrán tener otro bebé más adelante.—María Joaquina debe estar odiándome.—N
Mi corazón se quería salir del cuerpo, los oídos se me taparon, y el pulso se disparó, el pecho subía y bajaba. —Rocío la amarró a un árbol ayer y esta mañana le dio diez latigazos causando marcas severas en su espalda, eso ocasionó el desgarre de su piel, le cogí muchos puntos y ahora se le ha dado antibiótico para que no se le infecte.Los oídos seguían pitándome, el doctor se levantó por un vaso con agua, no, no, no. Todo eso era mi culpa.—Yo fui quien falló doctor, no ella.Se me quebró la voz, respiré, no iba a llorar frente a él, quebré ante mi familia cuando Julián me desarmó esa noche.» Ella no tenía por qué pagar mis errores.—Maju diría, Dios sabe por qué hace sus cosas. —El doctor sonrió—. Sin embargo, en este momento está en una gran confusión. Yo no creía en Dios y su esposa me hizo comprender su existencia. Su problema es porque siente que Él la abandonó.—¿Puedo verla? —afirmó.—Quiero ver cómo reacciona al verlo. Hasta ahora se ha mantenido callada, demasiado trist
No sé qué tiempo pasó, me quedé en el mismo lugar y en la misma posición, torturándome con las cicatrices de mi mujer en su espalda, pensando, que diferente hubiera sido si yo le hubiera preguntado una vez recibí las primeras fotos.Si le hubiera preguntado si se había acostado con David en esa fiesta, mejor aún, si hubiese cumplido mi palabra de perder la virginidad juntos… «No te merezco Bonita». Era consciente que las lágrimas salían y salían silenciosas, los médicos pasaban por mi lado y dejaban hundirme en la miseria.Era un hecho, María Joaquina llevaría las cicatrices por fuera, pero a mí la culpa me acababa de marcar por dentro, acaban de formarse en el alma. Yo y solo yo busqué esto. Era muy jodido no tener cómo descargar la rabia contra nadie, ya que eres el verdugo de tu propia vida.Por mi culpa murió mi bebé, el hermanito de mis hijos, ¿cómo voy a mirarlos? Y deciles que se murió, ellos lo esperan con ilusión. Le estoy causando dolor a los seres que más amo, por quien doy