Por información de Carlos en la mañana fueron congeladas las cuentas de Rocío, no sabemos dónde se escondió y eso me preocupaba un poco. Tocaron la puerta del despacho.—¡Adelante! —Alejandro ingresó con su cara sonriente.—Buenos días.—¿Qué te trae tan temprano?—El café de Teresa. —Me senté detrás del escritorio—. Toma, este es el primer bosquejo de los condominios. —alcé la ceja. Me entregó una memoria.—Alejandro, ¿tú te encuentras bien?—Claro amigo, solo me siento emocionado por ese mega proyecto, mi cabeza vuela, míralo y dime, según tu experiencia y lógica, ¿se puede hacer algunas de las nuevas ideas que puse?—Ya me imagino tu derroche de creatividad. Pero me refiero al hecho de que tenemos cinco meses para presentar la primera parte, ¿acaso no tienes vida familiar? —Su mirada lo dijo todo—. Eres mi mejor amigo. No hables conmigo, hazlo con el padre Rafael Castro, el párroco de la parroquia de nuestro barrio.—Gracias, luego te cuento. Sobre lo del padre lo tendré presente.
Se hizo un silencio inusual en esa sala, donde nos podían ver.—Si no me la mamas, te voy a castigar. —dijo el imbécil. De reojo vi a Vladímir encogerse de hombros.—Ya sé que vamos a hacer con ella para doblegarla cariño. ¡Tú quítate, solo me has pasado mordiendo!Le gritó a Vladímir y al mirarlo él sonreía. Se había liberado de ella. Los tres tipos se habían llevado a Regina, quien sabe a dónde. Rocío me agarró por el cabello.» Cariño, por favor grava lo que le voy a hacer, es momento de llevarle una prueba de supervivencia a su marido. —El hombre me miraba—. Va a dejar de amarte cuando te vea lo fea que te verá si es que sales con vida.Me sacaron de la cabaña, a Vladímir lo esposaron a uno de los barrotes de la jaula, lejos de mí, pero podía presenciar en primera plana lo que me harían. No tenía fuerzas para enfrentarla.» ¿Vas a mamársela?—Chúpasela tú, es tu marido, aunque él no piensa lo mismo.—¿A qué te refieres?—Es evidente, tú no le importas nada, te puedo apostar, él si
El teléfono de la oficina me sacó de mis pensamientos y de esa sensación de dolor, de impotencia. Dios por favor, que no le pase nada, soy el culpable, castígame a mí, no a ella.—Dime Teresa.—Señor, tiene una llamada un tanto extraña.—Pásamela. —El corazón latió a mil. Puede que sea David—. Diga.—¿César? —espero tenga buenas noticias. Había mucha interferencia—. Ya tengo las coordenadas del lugar donde tienen a Maju. —contuve las ganas de llorar, me quedé mudo por un segundo con mil sentimientos encontrados—. ¿Me escuchaste, César?—¡Sí! ¡Gracias! Nunca pensé deberte tanto.—Después hablamos, como en los viejos tiempos. No puedo llegar en helicóptero porque somos muchos. Ayer desplegué a cien hombres y quedamos de vernos a mitad de camino. Voy camino a encontrarme con ellos, desde ahí toca caminar varias horas. De cuatro a cinco días estaremos de regreso. —No pude contenerlo. Un par de lágrimas salieron.—No me dejarás acompañarte, ¿cierto?—No, César, puede haber intercambio de
Uno de los hombres que había obligado a Regina grababa mi castigo. La piel me ardía, sentía una quemazón cada latigazo impactó mi piel, era el décimo y sentí cómo la piel comenzó a abrirse, sentía el líquido tibio recorrer la espalda, una descompensación en mi cuerpo empezó. «Dime Dios, ¿esto era necesario?». La voz tranquilizadora del padre Rafael llegó a mí un fragmento de sus palabras de aquella tarde cuando lo visité. Jesús se sacrificó por nosotros... Tu hijo Padre pasó por esto… un sentimiento extraño me invadió, el viento trajo un extraño olor a rosas. El grito de Santos hizo que girara mi cabeza, algo mágico pasaba. —Santos… El niño tenía los ojos húmedos, él había recibido un latigazo por mí. Aurelio salió corriendo al interior de la casa de Garriga. —¡Quita a ese niño de ahí, me faltan siete latigazos más! Y ve por el viejo que dejaste escapar. —Resiste, Maju. Se quitó la camiseta e intentó cubrirme con ella como puso, un niño de catorce años consolándome, me encuentro
Seguía escuchando su conversación. —No sé qué es peor, lo vivido anoche, me decía a mí misma que era una desgracia, pero miro lo ocurrido con Maju y digo, me fue mejor a mí. —Regina gritó cuando el doctor me dio la vuelta—. ¡Jesús! —Necesitará puntos en algunas partes. —Fue un susurro, la voz del doctor. —¡Es una m*****a loca! ¿Cómo pudo hacerle esto? —Mira si en lo que nos entregaron hay antibiótico. Si reacciono dejo salir el dolor. Dios, Sigo esperando tu respuesta, ¿Por qué mi hijo y yo salimos perjudicados? —Sí, mira este. —Regina deja unas tabletas para darle a tomar cada seis horas hasta encontrarnos en clínica, dale una y el resto sacas y con un poco del líquido de la destroza has una pasta, luego se la pones directamente en las heridas, luego que le coja los puntos. Toca a lo antiguo, voy a desinfectar, luego a suturar. —El tiempo pasaba muy lento. —Me dices cuando le aplique la pasta del antibiótico, ya la tengo lista. —Mientras lleguemos a mi clínica, debemos dejárs
La señora se enojó e iba a refutar, su hijo alzó un dedo.—¿Qué te dijo Regina cuando se fue?—¿Quién es Regina?Dijo la actual novia. Soy el chismoso número uno, pero de aquí no me voy hasta que consiga otra demanda más contra Rocío.—Esa mujerzuela, empacó su ropa en compañía de su amante, dijo que nunca más quería verte, estaba cansada y aburrida de ti. Te lo dije, esa gentuza saldría con algo como eso.—Regina llega mañana. —La señora se puso pálida—. Fíjate madre, acaban de darme una versión, la cual creo mucho a la tuya. —Se puso nerviosa.—No debemos hablar de esa vagabunda y fácil mujerzuela.—¡Cállate! Nunca te he permitido hablar mal de ella, Regina puede que sea de familia humilde, pero es una excelente y buena mujer.—Gus. —susurró la novia.—Arelis, no voy a dejar a mi hijo sin apellido, sabes que he sido muy honesto contigo. Pero eso no quiere decir que no me preocuparé, no voy a descansar hasta saber la verdad. ¿Te quedó claro, madre? —La señora se puso blanca.» ¿Cómo
—La señora lo perdonará don César.Las palabras de Jenaro me trajeron de regreso, estaba sumergido en los recuerdos de lo que había hablado con el padre Castro.—Eso espero Jenaro, si me pongo en su lugar, a mí me costaría hacerlo.—La señora lo ama, es una mujer muy noble, ella no tiene rencor en su corazón. Lo que me tiene pensando es el caso del doctor Benjamín.—Dímelo a mí. Nefasta mujer.Después de la reunión con Gustavo Leal, y la suegra de Alejandro ya tenía competencia en postularse al trofeo de personas miserables, no conozco a Regina, pero ya la veía como una santa, aguantarse a esa suegra por amor. En fin.La mundial fue la señora Margarita, la esposa de Benjamín. Hablar con ella fue ponerla sobre aviso, espero no se escape, al menos la fiscalía emitió orden de captura contra ella y no podrá salir del país sin ser detenida. Recuerdo cuando fui a su apartamento.—Pasen, los estaba esperando.Era una mujer muy atractiva, nos dejó pasar, cuando llegamos a la sala llegaron dos
Seguía esperando la respuesta de David por teléfono.—César, sabes que no puedo estar dando visaje, yo salí hace rato de la clínica, el personal quedó recibiendo órdenes del doctor al que todos lo recibieron con alegría, yo le dije que tú ibas en camino, él quedó en buscarte, apenas ponga a sus compañeros bajo chequeo médico.—¿Cómo se encuentra María Joaquina? ¡Por favor, dime!—No esperes besos ni abrazos, hace unos días perdió al bebé y hoy en la mañana fue castigada, por eso movilicé los helicópteros para sacarla.Ahogué un grito. Era lo último que faltaba, no pude hablar, no pude decir nada. Fue Jenaro quien me quitó el celular y continuó la conversación.—Entiendo, señor. El señor Carlos ya viene en camino. Estaremos pendiente del envío de las pruebas que usted encuentre. Gracias, señor David. —Me entregó el celular—. Lo siento, señor.—Los pecados se pagan aquí mismo, Jenaro.—No lo vea de esa manera. Podrán tener otro bebé más adelante.—María Joaquina debe estar odiándome.—N