Y mientras Lu, gozaba de esos momentos de felicidad que bien merecidos se los tenía, en Ecuador: Emiliano y Max., pusieron en marcha su arriesgado plan. Ambos vestidos de civiles, como si fueran dos sujetos comunes y corrientes, llegaron a aquel burdel en donde había estado días antes Luciana. Ambos entraron y de inmediato fueron interceptados por un par de damas de la noche, había demasiado humo rojo en el ambiente, en la pista otras chicas bailaban el tubo, captando la atención de los caballeros.Los dos se sentaron en la barra, y notaron que el sitio estaba lleno de caballeros elegantes, se notaba un sitio exclusivo, pero bastante alejado de la ciudad. Una mujer mayor, con un maquillaje bastante recargado, se aproximó a ellos. —Tengo un par de chicas esperando por ustedes dos —habló con voz ronca, les sonrió. —Gracias, por ahora vinimos a ver bailar a las chicas, y tomarnos unos tragos —respondió Emiliano. —Está bien, pero si desean un servicio completo, solo me avisan. Emil
Majo observaba por todo lado aquella lujosa casa, que más que una residencia parecía una fortaleza. Ella no sabía en donde se encontraba, el hombre de confianza de Salvador aceptó llevarla hasta allá, con los ojos vendados; viajaron en auto, y luego en un helicóptero; sin embargo, desde los amplios ventanales de aquel salón, tenía una vista impresionante a las montañas, y aquel bosque que rodeaba esa mansión. Los ojos de Majo se clavaron en un estante de madera de roble, en donde reposaban varios libros. —Un buen abogado jamás abandona la lectura —susurró. De pronto un carraspeo femenino captó su atención. —Salvador se reunirá con usted en unos minutos. —La mujer de alta estatura, de piel bronceada y ojos oscuros habló y la miró con seriedad. —¿Desea tomar algo, o comer alguna cosa? —indagó en un tono que no le agradó a Majo—, mi jefe me pidió tratarla como a una reina —musitó sintiendo que la sangre le ardía. María Joaquina plantó su gélida mirada en aquella misteriosa mujer. —
Emiliano salió de casa rumbo a la empresa, debían seguir como siempre, él trabajando de gerente en el consorcio cafetero, subió al auto y antes de encenderlo, agarró su móvil, ladeó los labios, digitó un mensaje. «¿Amaneciste de buen humor, o te hace falta algo de acción?» Se mordió los labios esperando respuesta de Karla, pero eso no llegó, se dio cuenta de que el mensaje fue enviado, recibido, pero no visto. Frunció el ceño y pensó que se encontraba ocupada, pero no imaginó en qué, él estaba lejos de imaginar que Karla, había tomado la decisión de no tener al bebé que esperaba de él, Emiliano desconocía de ese embarazo.El hombre resopló, desanimado, decidió pasar antes por la casa de Esmeralda, y averiguar en dónde estaba viviendo. Condujo hacia uno de los barrios más alejados de la ciudad, y llegó a esa sencilla vivienda, descendió del vehículo y enseguida tocó a la puerta. Una mujer de apariencia severa, de mirada profunda, abrió. —¿A quién busca? —cuestionó con voz seca.
Como si se tratara de una película de romance, cuando Luciana llegó con Mafer luego de haber pasado en el spa y comprar su ajuar y vestido de novia, miró que los jardines de la Momposina, prácticamente ya estaban listos para su boda. —No lo puedo creer, en verdad me voy a casar con Miguel —expresó, sin poder entender que ese sueño por fin se iba a hacer realidad. —Pues solo es cuestión de maquillarte, y que te pongas el vestido, ah, pero Miguel no puede verte —comunicó Mafer. Luciana no quiso tentar a la mala suerte, y accedió a lo que propuso su futura cuñada, enseguida se metió a su alcoba, su suegra le avisó que Miguel ya había sacado sus cosas y se iba a alistar en casa de su hermano.—¿Y quién va a cuidar y alistar a mis hijos? —cuestionó. María Paz la observó sonriente. —Nosotras, entre las abuelas nos haremos cargo, tú dedicate a ti. —Sonrió y salió de la habitación. —No debe tardar en llegar la estilista —le dijo Mafer. En otras de las habitaciones ambas abuelas se enca
Miguel finalizaba de arreglarse el frac para la boda, entonces escuchó el rugido de un motor, pensó que era Paula, pero no, el que había llegado era su papá, escuchó la voz del señor Duque y sonrió, imaginó a lo que había ido. —¿Estás listo? —preguntó Joaquín ingresando a la alcoba. —Bueno, estoy muy nervioso, espero que nada dañe la ceremonia —comunicó. Joaquín lo miró con calidez. —Tranquilo, que he tomado medidas de seguridad, no te preocupes. —Colocó su mano sobre el hombro de él—, solo vine a decirte que te deseo toda la felicidad del mundo, que veas en Lu, a una compañera, que siempre la ames y respetes. Miguel suspiró profundo, miró a su papá con admiración. —Tranquilo, tengo de ejemplo al mejor.Joaquín sonrió. —Intento ser un buen esposo. —¿Cuál ha sido la clave para durar tanto tiempo junto a mamá?—La obediencia —respondió, sonriente.Padre e hijo carcajearon. —No bromees, aunque todos sabemos qué mamá es la que manda —expuso sonriente. —Las mujeres siempre tienen
Karla no reaccionaba y se veía muy pálida, Emiliano enseguida la cargó y la recostó en el sofá, sin perder el tiempo llamó al 911 pidiendo de inmediato una ambulancia. Mientras llegaba la ayuda, corrió a enviar los documentos que eran urgentes. Cuando los paramédicos subieron ya Karla estaba empezando a recuperar el conocimiento, pero se veía muy débil y mareada. —Ya estoy bien, no es necesario llevarme a ningún hospital —insistió. Los paramédicos le tomaron los signos vitales, notaron que tenía la presión muy baja, y posiblemente también la glucosa. —¿Tomó algún medicamento? —cuestionó uno de los paramédicos. Karla negó con la cabeza, se sentía muy mareada, a pesar de sus intentos de no ser llevada a la clínica, Emiliano insistió, él fue con ella y no se despegó de su lado hasta que la ingresaron a emergencia. —Necesitamos que registre a la paciente —informó una enfermera, requerían sus datos personales. Emiliano buscó en el bolso de Karla su identificación, y encontró aquello
Las risotadas de todos en la hacienda no se hicieron esperar, las burlas en contra de Joaquín fueron de inmediato. —¡Una lombriz! —carcajeó Carlos Duque. —Y pequeñita —dijo Jairo, el amigo del señor Duque. Y volvieron a reírse. Joaquín rodó los ojos, bufó. —¡Idiotas! Seguramente así es la de ustedes —mencionó, y luego observó a su esposa—, no cambias, te gusta que la gente se ría a mis espaldas. —Duquecito, es que, si no fuera tan divertido mofarse de ti, mi vida sería tan aburrida, además, no te hagas, que estás a punto de reírte también —mencionó—, y para que no te enojes, me volveré a casar contigo. —Ahora yo no quiero casarme de nuevo contigo —expresó fingiendo estar molesto, frunció los labios, y giró su rostro hacia otro lado—, seguramente en el asilo, me van a adorar, hay habrá muchas viejecitas que estarán felices con mi compañía. María Paz se acercó a él, lo miró con seriedad. —Me meteré al mismo asilo, y te tendré vigilado, ¿aún no has aprendido la lección, luego de
Luciana y Miguel llegaron a uno de los lujosos hoteles del grupo Vidal - Espinoza. Él había reservado la suite presidencial, solo introdujo la tarjeta, y abrió la puerta: —Llegó el momento de cargar a mi esposa —susurró, y la alzó entre sus fuertes brazos.—Mi sueño hecho realidad —murmuró Lu, sonrió, con la mirada iluminada se prendió del cuello de su esposo. Entonces la feliz pareja entró a la suite. Los ojos de Lu brillaron al ver la hermosa decoración, pétalos de rosas, velas, un exquisito aroma a lavanda. Miguel la depositó en el piso. —¿Qué te parece? —Hermoso —mencionó sintiendo que su pecho se inflaba de dicha. —Voy a preparar la bañera —comentó Miguel. —Y yo alistarme para ti —susurró ella, le guiñó un ojo. Al cabo de unos minutos cuando Miguel volvió a la recámara, Luciana había apagado las luces, y solo las de velas quedaron encendidas, como si lo hubiera pedido, había en el medio de la habitación un tubo para pool dance. Las suaves notas de una melodía sonaron, el