Luciana se estremeció al oír esa voz, ya no era la misma del niño que ella dejó, y por quién se sacrificó y entró a aquel mundo. Despegó su cuerpo del de su madre, y lo miró. —¡No lo puedo creer! —expresó la mirada acuosa se le iluminó, se acercó a él, lo abrazó muy fuerte—. Estás tan alto, y muy guapo, te pareces tanto a papá —balbuceó sollozando. El adolescente la abrazó, lloró en brazos de su hermana. —Gracias Lu, nunca tuve la oportunidad de agradecerte todo lo que hiciste por mí. —La voz de Felipe se entrecortó—, te debo la vida. Luciana no pudo contener su llanto, su corazón se estremeció al escuchar a su hermano. —No me debes nada, lo volvería hacer, una y mil veces con tal de verte sano. —Pero… esos infelices te arruinaron la vida —reclamó. Lu apretó los labios, sintió una quemazón en el pecho. —Me lastimaron mucho, no te lo voy a negar, pero tengo conmigo mi mayor recompensa. —La mirada se le iluminó, se acercó a los mellizos, los tomó de las manos—. Ellos son
—¿¡Quién está embarazada!? La voz de Malú sobresalto a Majo y Karla, las miró a ambas con seriedad. —¿No van a responder?Majo miró a su prima, apretó sus labios, no dijo nada. Karla irguió su barbilla, miró a los ojos a Malú. —Yo, pero no pienso tener a este bebé —declaró con la seguridad que la caracterizaba. Malú la miró con una expresión de enojo, ira, y lástima. —¡No puedo creer que pienses así! ¡Ese bebé no tiene la culpa de tu irresponsabilidad! —vociferó. —¿Sabes cuantas mujeres en el mundo anhelan tener un hijo y no pueden? —La voz se le cortó, recordó sus pérdidas, y como padeció para lograr embarazarse y que sus mellizos nacieran. —¡Es mi vida, mi cuerpo, y mi decisión! —argumentó Karla. —Pues eso debiste pensar antes de tener relaciones sin protección —bufó Malu—, qué bonito, tener sexo desmedido, de manera irresponsable y luego asesinar a un bebé que no pidió venir al mundo —gritó—, tienes todas las posibilidades para sacar adelante a ese bebé, posees una profesió
Y mientras Lu, gozaba de esos momentos de felicidad que bien merecidos se los tenía, en Ecuador: Emiliano y Max., pusieron en marcha su arriesgado plan. Ambos vestidos de civiles, como si fueran dos sujetos comunes y corrientes, llegaron a aquel burdel en donde había estado días antes Luciana. Ambos entraron y de inmediato fueron interceptados por un par de damas de la noche, había demasiado humo rojo en el ambiente, en la pista otras chicas bailaban el tubo, captando la atención de los caballeros.Los dos se sentaron en la barra, y notaron que el sitio estaba lleno de caballeros elegantes, se notaba un sitio exclusivo, pero bastante alejado de la ciudad. Una mujer mayor, con un maquillaje bastante recargado, se aproximó a ellos. —Tengo un par de chicas esperando por ustedes dos —habló con voz ronca, les sonrió. —Gracias, por ahora vinimos a ver bailar a las chicas, y tomarnos unos tragos —respondió Emiliano. —Está bien, pero si desean un servicio completo, solo me avisan. Emil
Majo observaba por todo lado aquella lujosa casa, que más que una residencia parecía una fortaleza. Ella no sabía en donde se encontraba, el hombre de confianza de Salvador aceptó llevarla hasta allá, con los ojos vendados; viajaron en auto, y luego en un helicóptero; sin embargo, desde los amplios ventanales de aquel salón, tenía una vista impresionante a las montañas, y aquel bosque que rodeaba esa mansión. Los ojos de Majo se clavaron en un estante de madera de roble, en donde reposaban varios libros. —Un buen abogado jamás abandona la lectura —susurró. De pronto un carraspeo femenino captó su atención. —Salvador se reunirá con usted en unos minutos. —La mujer de alta estatura, de piel bronceada y ojos oscuros habló y la miró con seriedad. —¿Desea tomar algo, o comer alguna cosa? —indagó en un tono que no le agradó a Majo—, mi jefe me pidió tratarla como a una reina —musitó sintiendo que la sangre le ardía. María Joaquina plantó su gélida mirada en aquella misteriosa mujer. —
Emiliano salió de casa rumbo a la empresa, debían seguir como siempre, él trabajando de gerente en el consorcio cafetero, subió al auto y antes de encenderlo, agarró su móvil, ladeó los labios, digitó un mensaje. «¿Amaneciste de buen humor, o te hace falta algo de acción?» Se mordió los labios esperando respuesta de Karla, pero eso no llegó, se dio cuenta de que el mensaje fue enviado, recibido, pero no visto. Frunció el ceño y pensó que se encontraba ocupada, pero no imaginó en qué, él estaba lejos de imaginar que Karla, había tomado la decisión de no tener al bebé que esperaba de él, Emiliano desconocía de ese embarazo.El hombre resopló, desanimado, decidió pasar antes por la casa de Esmeralda, y averiguar en dónde estaba viviendo. Condujo hacia uno de los barrios más alejados de la ciudad, y llegó a esa sencilla vivienda, descendió del vehículo y enseguida tocó a la puerta. Una mujer de apariencia severa, de mirada profunda, abrió. —¿A quién busca? —cuestionó con voz seca.
Como si se tratara de una película de romance, cuando Luciana llegó con Mafer luego de haber pasado en el spa y comprar su ajuar y vestido de novia, miró que los jardines de la Momposina, prácticamente ya estaban listos para su boda. —No lo puedo creer, en verdad me voy a casar con Miguel —expresó, sin poder entender que ese sueño por fin se iba a hacer realidad. —Pues solo es cuestión de maquillarte, y que te pongas el vestido, ah, pero Miguel no puede verte —comunicó Mafer. Luciana no quiso tentar a la mala suerte, y accedió a lo que propuso su futura cuñada, enseguida se metió a su alcoba, su suegra le avisó que Miguel ya había sacado sus cosas y se iba a alistar en casa de su hermano.—¿Y quién va a cuidar y alistar a mis hijos? —cuestionó. María Paz la observó sonriente. —Nosotras, entre las abuelas nos haremos cargo, tú dedicate a ti. —Sonrió y salió de la habitación. —No debe tardar en llegar la estilista —le dijo Mafer. En otras de las habitaciones ambas abuelas se enca
Miguel finalizaba de arreglarse el frac para la boda, entonces escuchó el rugido de un motor, pensó que era Paula, pero no, el que había llegado era su papá, escuchó la voz del señor Duque y sonrió, imaginó a lo que había ido. —¿Estás listo? —preguntó Joaquín ingresando a la alcoba. —Bueno, estoy muy nervioso, espero que nada dañe la ceremonia —comunicó. Joaquín lo miró con calidez. —Tranquilo, que he tomado medidas de seguridad, no te preocupes. —Colocó su mano sobre el hombro de él—, solo vine a decirte que te deseo toda la felicidad del mundo, que veas en Lu, a una compañera, que siempre la ames y respetes. Miguel suspiró profundo, miró a su papá con admiración. —Tranquilo, tengo de ejemplo al mejor.Joaquín sonrió. —Intento ser un buen esposo. —¿Cuál ha sido la clave para durar tanto tiempo junto a mamá?—La obediencia —respondió, sonriente.Padre e hijo carcajearon. —No bromees, aunque todos sabemos qué mamá es la que manda —expuso sonriente. —Las mujeres siempre tienen
Karla no reaccionaba y se veía muy pálida, Emiliano enseguida la cargó y la recostó en el sofá, sin perder el tiempo llamó al 911 pidiendo de inmediato una ambulancia. Mientras llegaba la ayuda, corrió a enviar los documentos que eran urgentes. Cuando los paramédicos subieron ya Karla estaba empezando a recuperar el conocimiento, pero se veía muy débil y mareada. —Ya estoy bien, no es necesario llevarme a ningún hospital —insistió. Los paramédicos le tomaron los signos vitales, notaron que tenía la presión muy baja, y posiblemente también la glucosa. —¿Tomó algún medicamento? —cuestionó uno de los paramédicos. Karla negó con la cabeza, se sentía muy mareada, a pesar de sus intentos de no ser llevada a la clínica, Emiliano insistió, él fue con ella y no se despegó de su lado hasta que la ingresaron a emergencia. —Necesitamos que registre a la paciente —informó una enfermera, requerían sus datos personales. Emiliano buscó en el bolso de Karla su identificación, y encontró aquello