Horas antes. Emiliano, luego de que todos se durmieron, y cuando se aseguró de que Luciana estuviera profunda, sacó el auto y salió con rumbo al lugar donde solía sacar todas sus frustraciones. Las luces rojas de aquel sitio se enfocaban en los cuerpos semidesnudos de las mujeres, unas bailaban el tubo con atrevidos trajes, otras acompañaban a los clientes. —Bienvenido —dijo con voz aguardentosa la encargada, una mujer ya madura, de vestido brillante, y maquillaje muy resaltado. —Buenas noches, quiero a la mejor chica. —Hoy tengo una nueva adquisición, está un poco torpe, lista para ser estrenada. La mirada de Emiliano se iluminó por completo. —Pagaré lo que sea. —Perfecto —contestó la mujer, sonrió—, solo un favor, si no sirve me avisas para despedirla, no me puedo dar el lujo de tener chicas que no complacen a los clientes, algunas llegan aquí solo por techo y comida. —Comprendo —musitó Emiliano. —Ven por aquí. El humo del tabaco se coló por las fosas nasales de
Luciana caminaba pensativa, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, esperando que su amiga Paula, llegara a su encuentro. En la mañana cuando había vuelto a casa, ya Emiliano estaba ahí, se había bañado, y no le dirigió la palabra, ella tampoco hizo nada por crear una conversación, sin embargo, no dejaba de sentirse mal por haber sido sincera. De pronto el sonido de la bocina de un automóvil interrumpió su trance, giró ceñuda, pensando que se trataba de algún morboso, pero abrió sus ojos al ver que era Paula, quién conducía. —¡Paula! —exclamó sorprendida. —La misma. —Sonrió ella—, ven sube. Luciana parpadeó, subió con rapidez antes que el semáforo cambiara de luz, y los conductores de los vehículos de atrás, tocaran el claxon como locos. —¿Sabes conducir? —cuestionó Luciana, y miró a su amiga, vestida de forma sencilla, pero con ropa de marca, ya no era la misma Paula del pasado. —Con cuatro hijos, tuve que aprender —mencionó sonriente—, hay veces que Juan Andrés por su t
Luciana se sobresaltó, giró para comprobar si era Juan Miguel o su hermano gemelo, entonces lo reconoció, el corazón le latió con fuerza descomunal. —Hola Miguel —saludó Paula, besó en la mejilla a su cuñado—, lo logré susurró bajito. —Hola Paula —contestó Miguel—, gracias —susurró, le guiñó un ojo con discreción.Y entonces miró a Lu, tenía un atuendo sencillo, unos jeans rotos, una camiseta gris, y una chaqueta blanca, calzaba zapatos deportivos. No estaba maquillada, pero se veía igual de hermosa al natural.—¿Todo en orden Luciana? —le preguntó con seriedad—, no esperaba verte por aquí. —La miró a los ojos conteniendo las ganas de abrazarla y besarla. Luciana sintió un ligero estremecimiento, le dolía su indiferencia, pero ella misma se lo había buscado. —Paula me trajo, teníamos muchas cosas de qué hablar, pero no te preocupes, ya me voy —indicó en un tono de voz entre molesta y triste. A Miguel le dolía el alma tratarla de esa forma, pero era la única forma de comprobar si
Luciana suspiró profundo, observó a sus hijos con ternura. —Su papá está afuera, vino conmigo, pero recuerden que Emiliano está algo delicado, por eso yo no puedo volver con su papá, aún. Dafne dibujó en sus labios una mueca de desagrado, pero lo comprendía. Mike no dijo nada, él tenía los sentimientos encontrados. Luciana los agarró de la mano, y salieron de la escuela. Miguel los contempló desde lejos, cada que veía a sus hijos y a Lu, el corazón le palpitaba fuerte, imaginaba una vida juntos. —Hola, papi. —Dafne fue la primera en saltar sobre él. Miguel la acogió en sus brazos, la abrazó, besó su frente. —¿Cómo les fue hoy? —indagó. Observó a Mike, el pequeño le dio un ligero abrazo, pero eso fue más que suficiente para Juan Miguel. —Aburrido, en esa escuela enseñan cosas básicas, nosotros ya sabemos leer, sumar, restar, y hasta multiplicar, y la profe nos tienen haciendo palitos, y pegando bolitas —rebatió Dafne. Miguel pasó la saliva con dificultad, pensó en cuanta
Luciana se estremeció al escucharlo, y tuvo que morderse la lengua para no responder todo lo que estaba pensando, porque en ese preciso momento, las recomendaciones del neurólogo aparecieron en su mente. «Es mejor no contradecirlo» «Su comportamiento será distinto, en ocasiones violento, ten cuidado» «Tendrá lagunas mentales, y las contrariedades y emociones fuertes lo pueden llevar a los ataques de epilepsia» Lu, resopló. —Por favor cálmate —suavizó el tono de voz, lo agarró de la mano con la dulzura propia de ella, y lo llevó a la sala—, yo estoy muy agradecida por todo lo que hiciste por mí, y sabes que en mi corazón ocupas un lugar especial, pero esta relación, nos lastima a los dos, y por ende a los niños, si sigues aferrado a un imposible, jamás vas a conocer el verdadero amor. —Varias lágrimas recorrieron las mejillas de Luciana—, tú no tienes idea de cuánto te admiro, eres un hombre incomparable, pero el padre de mis hijos también lo es. —Suspiró pensando en Miguel—, es
—Quizás desea hablar con nosotros sobre los niños —murmuró Lu, intentando mostrarse serena. —Puede ser —respondió Emiliano, descendió del vehículo, ayudó a Luciana y a los niños a bajar. Los pequeños estaban por correr a saludar a su propio padre, y Lu sintiendo que el corazón se le fragmentaba, los agarró de las manos. —Tranquilos. —Vaya, nunca los había visto tan contentos por ir a la escuela —murmuró Emiliano, bromeando, de inmediato tomó de la mano a Mike, él a Dafne, y la niña a su madre, y los cuatro caminaron como una familia hasta llegar al sitio donde se encontraba Juan Miguel. Miguel por unos instantes sintió deseos que la tierra lo tragara, ver esa escena, le rompió el corazón, apretó sus puños, lleno de impotencia. «Yo debería estar disfrutando de ellos, no él» pensó con gran amargura, miró a los niños con melancolía. Luciana también deseo morir en ese instante, notó como el semblante de Miguel cambió por completo, y sus ojos brillantes, se apagaron, el corazó
—No sabía que estabas acompañado. —Se disculpó Emiliano, y observó con atención al hermano de Miguel, y de pronto se le iluminó más la mente, ya no tenía dudas, uno de los dos era el padre de los hijos de Luciana, los niños eran mellizos, era lógico, si su padre tenía un gemelo idéntico. —Tranquilo, te presento a mi hermano: Juan Andrés. —Mucho gusto, doctor Duque —dijo Emiliano con seriedad. Juan Andrés, aunque físicamente era idéntico a Miguel, su personalidad era muy distinta. —De igual manera —respondió en un tono cortante, miró con seriedad a Emiliano. Ese gesto de desdén, y esa forma de saludarlo tan hostil, se le hizo muy sospechoso a Emiliano, así que ahora tenía en la mira a ambos, porque no descartaba a Miguel, tampoco. —Te traje el presupuesto del hospital, para que lo firmes —dijo Emiliano, colocó el folder en el escritorio—, me avisas cuando esté listo para llevarlo a contabilidad. Miguel sacudió la cabeza, enseguida tomó el folder, lo revisó y firmó. —Está listo
Luciana inspiró profundo, entrecerró los ojos, asintió. —Bueno Luciana, tengo entendido que debo llamarte Lucía —empezó diciendo María Paz, ocupó su lugar detrás del reluciente escritorio tallado en madera de roble—, bien voy a explicarte tus funciones, eres una chica inteligente y aprendes rápido, lo qué si requiero es que te inscribas a la brevedad en un curso de inglés es importante para que te puedas comunicar con nuestros clientes extranjeros, y por el dinero no te preocupes, el hotel pagará tu capacitación. —Gracias —contestó Luciana, sacó de su bolso una libreta y empezó a anotar todo lo que su suegra le decía, ponía mucha atención, no quería quedar mal, ansiaba superarse, por ella misma para que sus hijos estuvieran orgullosos. Luego de casi una hora de escuchar las indicaciones de María Paz, empezaron a recorrer el hotel, las suites más importantes, y demás dependencias. —¿Cómo van las cosas con mi hijo? —indagó Paz. Luciana suspiró. —No es tan sencillo, quizás muc