Luciana suspiró profundo, observó a sus hijos con ternura. —Su papá está afuera, vino conmigo, pero recuerden que Emiliano está algo delicado, por eso yo no puedo volver con su papá, aún. Dafne dibujó en sus labios una mueca de desagrado, pero lo comprendía. Mike no dijo nada, él tenía los sentimientos encontrados. Luciana los agarró de la mano, y salieron de la escuela. Miguel los contempló desde lejos, cada que veía a sus hijos y a Lu, el corazón le palpitaba fuerte, imaginaba una vida juntos. —Hola, papi. —Dafne fue la primera en saltar sobre él. Miguel la acogió en sus brazos, la abrazó, besó su frente. —¿Cómo les fue hoy? —indagó. Observó a Mike, el pequeño le dio un ligero abrazo, pero eso fue más que suficiente para Juan Miguel. —Aburrido, en esa escuela enseñan cosas básicas, nosotros ya sabemos leer, sumar, restar, y hasta multiplicar, y la profe nos tienen haciendo palitos, y pegando bolitas —rebatió Dafne. Miguel pasó la saliva con dificultad, pensó en cuanta
Luciana se estremeció al escucharlo, y tuvo que morderse la lengua para no responder todo lo que estaba pensando, porque en ese preciso momento, las recomendaciones del neurólogo aparecieron en su mente. «Es mejor no contradecirlo» «Su comportamiento será distinto, en ocasiones violento, ten cuidado» «Tendrá lagunas mentales, y las contrariedades y emociones fuertes lo pueden llevar a los ataques de epilepsia» Lu, resopló. —Por favor cálmate —suavizó el tono de voz, lo agarró de la mano con la dulzura propia de ella, y lo llevó a la sala—, yo estoy muy agradecida por todo lo que hiciste por mí, y sabes que en mi corazón ocupas un lugar especial, pero esta relación, nos lastima a los dos, y por ende a los niños, si sigues aferrado a un imposible, jamás vas a conocer el verdadero amor. —Varias lágrimas recorrieron las mejillas de Luciana—, tú no tienes idea de cuánto te admiro, eres un hombre incomparable, pero el padre de mis hijos también lo es. —Suspiró pensando en Miguel—, es
—Quizás desea hablar con nosotros sobre los niños —murmuró Lu, intentando mostrarse serena. —Puede ser —respondió Emiliano, descendió del vehículo, ayudó a Luciana y a los niños a bajar. Los pequeños estaban por correr a saludar a su propio padre, y Lu sintiendo que el corazón se le fragmentaba, los agarró de las manos. —Tranquilos. —Vaya, nunca los había visto tan contentos por ir a la escuela —murmuró Emiliano, bromeando, de inmediato tomó de la mano a Mike, él a Dafne, y la niña a su madre, y los cuatro caminaron como una familia hasta llegar al sitio donde se encontraba Juan Miguel. Miguel por unos instantes sintió deseos que la tierra lo tragara, ver esa escena, le rompió el corazón, apretó sus puños, lleno de impotencia. «Yo debería estar disfrutando de ellos, no él» pensó con gran amargura, miró a los niños con melancolía. Luciana también deseo morir en ese instante, notó como el semblante de Miguel cambió por completo, y sus ojos brillantes, se apagaron, el corazó
—No sabía que estabas acompañado. —Se disculpó Emiliano, y observó con atención al hermano de Miguel, y de pronto se le iluminó más la mente, ya no tenía dudas, uno de los dos era el padre de los hijos de Luciana, los niños eran mellizos, era lógico, si su padre tenía un gemelo idéntico. —Tranquilo, te presento a mi hermano: Juan Andrés. —Mucho gusto, doctor Duque —dijo Emiliano con seriedad. Juan Andrés, aunque físicamente era idéntico a Miguel, su personalidad era muy distinta. —De igual manera —respondió en un tono cortante, miró con seriedad a Emiliano. Ese gesto de desdén, y esa forma de saludarlo tan hostil, se le hizo muy sospechoso a Emiliano, así que ahora tenía en la mira a ambos, porque no descartaba a Miguel, tampoco. —Te traje el presupuesto del hospital, para que lo firmes —dijo Emiliano, colocó el folder en el escritorio—, me avisas cuando esté listo para llevarlo a contabilidad. Miguel sacudió la cabeza, enseguida tomó el folder, lo revisó y firmó. —Está listo
Luciana inspiró profundo, entrecerró los ojos, asintió. —Bueno Luciana, tengo entendido que debo llamarte Lucía —empezó diciendo María Paz, ocupó su lugar detrás del reluciente escritorio tallado en madera de roble—, bien voy a explicarte tus funciones, eres una chica inteligente y aprendes rápido, lo qué si requiero es que te inscribas a la brevedad en un curso de inglés es importante para que te puedas comunicar con nuestros clientes extranjeros, y por el dinero no te preocupes, el hotel pagará tu capacitación. —Gracias —contestó Luciana, sacó de su bolso una libreta y empezó a anotar todo lo que su suegra le decía, ponía mucha atención, no quería quedar mal, ansiaba superarse, por ella misma para que sus hijos estuvieran orgullosos. Luego de casi una hora de escuchar las indicaciones de María Paz, empezaron a recorrer el hotel, las suites más importantes, y demás dependencias. —¿Cómo van las cosas con mi hijo? —indagó Paz. Luciana suspiró. —No es tan sencillo, quizás muc
Luciana y Miguel luego de haber compartido el almuerzo, y charlar de los niños, fueron por ellos a la escuela. Los pequeños salieron sonrientes, el corazón de Lu, dio brincos de felicidad, era la primera vez que los veía salir tan contentos de clase. Los mellizos al ver a sus padres corrieron a saludarlos. Dafne se abalanzó al cuerpo de su papá, y de inmediato Miguel la cargó entre sus fuertes brazos. —Hola mi princesa, ¿cómo estuvo el día hoy? —indagó la miró a los ojos con infinita ternura. —Divertidísimo papi, aprendimos tantas cosas, ya no nos ponen a hacer bolitas, ni palitos. —Sonrió. Por otro lado, Mike abrazó las piernas de Lu, y ella lo alzó en sus brazos. —Y a ti mi bello príncipe: ¿Cómo te fue? —De maravilla mamá, aprendimos cosas super interesantes, además nuestros compañeros son como nosotros, nos entendemos bien. Luciana sintió una gran tranquilidad, observó a Juan Miguel, expresando con su mirada todo el amor que sentía por él, y lo agradecida que estaba po
Juan Miguel plantó su vista llena de seriedad, en Emiliano, apretó sus puños. —Porque fue ella, la propia Luciana la que me dijo que no me amaba, que no la buscara, que se iba con su amante. ¿Qué podía hacer yo? —cuestionó respirando agitado—, y sí la busqué, meses después, y me enteré de que había muerto, y el dolor que sentí ese día fue tan grande, que hubiera preferido ser yo, y no ella. —Sollozó, su pecho subía y bajaba agitado—, y cuando volvía a casa, me accidenté, estuve en coma más de un año, cuando desperté no la recordaba, mi mente la había bloqueado, volvía a nacer, aprendí de nuevo a hablar, a caminar, aún tengo secuelas —comunicó. Emiliano se quedó helado, se aclaró la garganta, ambos habían tenido terribles accidentes a causa de la misma mujer, aunque ella no fuera la culpable directa. —¿Renunciarías de nuevo a ella? —No —contestó Miguel con firmeza—, no ahora que la encontré y sé que tenemos dos hijos, no es justo que me aleje de su vida, ni la de mis pequeños, yo n
La piel de Lu se erizó, sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, al escuchar los pasos de Emiliano, el corazón le palpitó con violencia. —Hola, Lu —saludó él, notó un profundo silencio, frunció el ceño. —¿Y los niños? Luciana no se atrevía a girar, ni menos verlo a los ojos, escuchó como las llaves del auto cayeron sobre la mesa, pasó la saliva con dificultad. —Quisieron quedarse con doña Caridad un rato, espero no te moleste. —Giró y lo miró por segundos, y volvió a sus quehaceres en la cocina. Emiliano suspiró profundo, había aprendido a conocerla, supuso que Miguel la alertó, y ella no se atrevía a darle la cara, a Luciana no le gustaba mentir, es más le costaba hacerlo, era una mujer sincera, y por eso la amaba. Y entonces recordó las palabras de Miguel: «Cuando se ama de verdad, se busca la felicidad de la persona amada» —Lu. —Carraspeó Emiliano—, necesito hablar contigo. Luciana cerró los ojos, apretó los labios, su pecho se agitó, temía lo peor, pero era m