El aullido de un lobo en la distancia se pierde entre los árboles mientras el viento sacude las copas. Dentro de la cabaña, Gema Mayers se amarra apresuradamente sus botas y echa un vistazo al reloj. Un suspiro escapa de sus labios. Como siempre, Lía se está tardando.
—¡Lía! ¡Apresúrate, vamos a llegar tarde otra vez! —grita desde la puerta, impaciente. —¡Ya voy! —responde su hermana, bajando las escaleras de dos en dos, con el cabello aún alborotado y la mochila mal cerrada. Gema sonríe con resignación. Su hermana adoptiva siempre iba con prisas, pero esa era solo una de las muchas cosas que la hacían especial. Lía, con su energía inagotable y su forma despreocupada de ver la vida, iluminaba la casa en la que habían crecido juntas. Aunque compartían el mismo techo y la misma familia, sus diferencias eran evidentes. Gema era humana en una manada de lobos. A veces, se preguntaba si en verdad pertenecía ahí. Desde que Astrid la encontró en el bosque siendo apenas un bebé, su madre adoptiva no había hecho otra cosa que amarla, protegerla y cuidarla. Pero no todos en la manada compartían ese mismo sentimiento. Para muchos, Gema era solo una humana frágil, alguien que no debería estar entre ellos. Pero Astrid y Sebastián, sus padres adoptivos, jamás le habían permitido dudar de su valor. Y Lía… Lía la defendería con uñas y dientes si fuera necesario. —Vamos, hermana humana, o nos van a castigar otra vez —bromea Lía, dándole un leve empujón. Gema sacude la cabeza, sonriendo, y ambas se encaminan a la preparatoria de la manada. La escuela es un hervidero de energía. Al llegar, Gema se despide de Lía y entra a su salón, donde sus amigos la reciben con sonrisas y bromas. Se sienta junto a ellos y, en cuanto el profesor entra, las horas comienzan a pasar entre clases y ejercicios tediosos. Cuando finalmente suena la campana del almuerzo, todos salen apresurados hacia la cafetería. El lugar está dividido en grupos bien definidos. La mesa de los guerreros, donde los futuros líderes de la manada se sientan con orgullo; la de los intelectuales, que hablan en voz baja mientras revisan libros y anotaciones; y, por supuesto, la mesa de las porristas, donde reina Megan Amber Smith, la capitana del equipo. Gema siempre ha tratado de evitar problemas con ella, pero Megan parece disfrutar haciéndole la vida imposible. Cuando pasa cerca de su mesa, un pie aparece de la nada y, antes de que pueda reaccionar, tropieza y cae de bruces contra el suelo. Las carcajadas resuenan en la cafetería. —¡Uy, disculpa, humanita! No te vi. ¿No te rompiste nada, cierto? —dice Megan con una sonrisa cínica, mientras sus amigas se ríen a coro. Gema aprieta los dientes. Lía se tensa a su lado y está a punto de lanzarse sobre Megan, pero ella la detiene. —Estoy bien. Vamos, no vale la pena —susurra, ignorando las miradas burlonas mientras se levanta con dignidad. Sabe que enfrentarse a Megan solo le traerá más problemas, y la verdad es que ya se ha acostumbrado a ese tipo de trato. Sin embargo, en su interior, algo arde con fuerza. Un deseo de demostrar que no es tan débil como todos creen. Sentadas en su mesa, Gema y sus amigas hablan de todo un poco, tratando de aligerar el mal rato. No es hasta que uno de ellos menciona la gran noticia del día que la conversación toma otro giro. —Mañana vienen Alfas, Betas y Deltas de otras manadas —dice uno de los chicos con emoción—. Habrá una reunión para formar alianzas… y para encontrar a sus mates. Lía deja escapar una risita emocionada. —¡Oh, qué bueno! A lo mejor mañana me voy con mi mate y soy su Luna —dice, dramatizando su tono antes de soltar una carcajada. Pero Gema no puede compartir su entusiasmo. Solo la idea de que su hermana pueda encontrar a su compañero destinado y dejarla atrás le provoca un nudo en la garganta. No quiere ser egoísta, pero… ¿qué pasaría si Lía se iba? Lía, al notar su expresión, se ríe de nuevo y le da un leve empujón. —Solo bromeo, hermanita. No te preocupes, no te voy a dejar. Gema intenta sonreír, pero la preocupación sigue ahí. Al llegar a casa esa noche, el aroma de la cena casera inunda la cocina. Astrid las recibe con una cálida sonrisa. —¿Cómo les fue hoy, mis niñas? Vayan a cambiarse y bajen a cenar. Después de un rato, todos se sientan alrededor de la mesa, disfrutando de la comida y de la conversación. Lía no tarda en mencionar el evento de mañana. —Papá, mañana vienen los Alfas y sus círculos a la prepa. Puede que encuentre a mi mate —dice con entusiasmo. Sebastián la mira con diversión. —Entonces prepárate, hija, puede que mañana nos dejes —bromea. Pero Gema no encuentra gracia en la idea. Baja la cabeza, sintiendo ese nudo regresar a su garganta. Su madre lo nota y le dedica una mirada comprensiva. —No te pongas así, amor. Si algo así sucediera, nunca estarías sola. Nosotros estamos aquí para ti. —O puede que seas tú quien nos deje —añade su padre con una sonrisa. Gema suelta una carcajada. —Eso es imposible. Soy humana. ¿Quién me querría de mate? —No estés tan segura —dice Astrid con cariño—. Son raros, pero hay casos en los que los humanos son compañeros de lobos. Y cualquiera estaría premiado de tenerte como mate, eres valiosa, Gema. —Gracias, mamá, pero la mayoría de las veces los humanos son rechazados… porque somos débiles. Como yo. Sebastián frunce el ceño. —No eres débil. Tienes más fuerza de la que crees. Solo tienes que creer en ti, y nunca dejes que nadie te haga sentir menos. Gema asiente, sintiendo el calor del amor de su familia envolverla. A pesar de sus miedos, al menos sabe que siempre contará con ellos. Esa noche, una pesadilla la despierta de golpe. Está en el bosque. Algo la persigue. Sus pies tropiezan con las raíces, el miedo se apodera de su cuerpo. Una sombra la acorrala, y una voz fría susurra: —Tonta humana. No mereces ese regalo. Cuando la figura se lanza sobre ella, un instinto primitivo se enciende en su interior. Antes de entender lo que hace, empuja con fuerza al atacante y lo estrella contra un árbol. La sensación es extraña. Casi… irreal. Despierta con el corazón latiendo con fuerza. Mira a su alrededor, intentando convencerse de que solo fue una pesadilla. Pero el frío que recorre su espalda es demasiado real, como si algo invisible la estuviera rozando. Su pecho le duele y su respiración es agitada, se sienta en la cama, envuelta por la oscuridad de su habitación, y por un momento, jura escuchar aquella voz otra vez, como un eco lejano: "Tonta humana. No mereces ese regalo." Se estremece. Esa voz… la misma del sueño. Pero hay algo más. Su pecho arde, no de miedo, sino de algo nuevo. Desconocido. Salvaje. Siente un mal presentimiento. como si algo estuviera despertando en lo más profundo de su alma. Y en ese instante, lo comprende: Nada volverá a ser igual.Era un día más en la preparatoria, pero para ella, todo parecía demasiado rutinario, aunque Gema sentía un pequeño susto en su pecho, como si algo pasara hoy.—Mamá, papá, los amo demasiado —dijo durante el desayuno.—También te amamos, amor —respondieron sus padres a una sola voz.Después de un desayuno ameno, ella y Lía se dirigieron a la escuela, como siempre. El padre de ambas las dejó en la entrada con un breve gesto de despedida antes de seguir hacia el gran salón, donde tendría una reunión importante.—Adiós, mis niñas, nos vemos en casa, las amo. Ellas se despidieron para ir a comenzar su día.Las chicas no prestaron atención al alboroto que reinaba en el lugar. Al parecer, todos los estudiantes hablaban sobre la llegada de un grupo de alfas y betas, todos ellos increíblemente atractivos, pero Gema no se sintió impresionada. Para ella, todo eso era solo un tema pasajero, como cualquier rumor que solía escucharse en los pasillos.El mundo de los lobos nunca le había importado.
El Alfa la miraba fijamente, pero ella no podía entender lo que ocurría. Sentía que algo estaba terriblemente mal, como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar. Las palabras del Alfa la sorprendieron, y aunque su mente no lograba procesar todo lo que estaba sucediendo, algo en su interior le decía que no podía ser real. —Debe ser un error —susurró con la voz temblorosa, intentando negar lo que veía. Él no respondió con palabras, solo siguió llevándola del brazo con firmeza, guiándola hacia el auto. —Camina. No perdamos tiempo —dijo sin darle oportunidad de nada. Su tono era tan decidido que cualquier intento de resistirse se sintió inútil. Su cuerpo permaneció inmóvil, paralizado por el miedo. Todo lo que pudo hacer fue pensar en sus padres, en su hermana Lía, en sus amigos. ¿Qué sucedería con ellos? ¿Por qué tenía que ser ella quien pagara por algo que no entendía? Miró hacia atrás una vez más, buscando alguna respuesta en las caras de sus seres queri
Gema se encontraba en su habitación, observando la hermosa vista a través de la ventana. Su espacio era grande y acogedor, y las vistas desde allí eran simplemente impresionantes. De repente, la puerta de su habitación se abrió y una joven muy hermosa entró. La chica sonrió y la saludó.— Hola, ¿mucho, se puede? Soy Danna, la hermana del imbécil… —dijo entre risas—. Digo, del Gran Alfa.Gema, al escuchar el comentario, no pudo evitar reír también. Había algo en Danna que la hacía sentir cómoda, como si la chica comprendiera la situación en la que estaba sin necesidad de decirlo.— Me cae bien esta chica —pensó Gema, al instante, aunque ya había llegado a esa conclusión en las salidas con ella.Danna, viendo que Gema no decía nada, continuó hablando con confianza.— No estoy contenta con la decisión de mi hermano, y no puedo soportar a Megan.Gema asintió, sorprendida de que alguien se atreviera a hablar tan abiertamente sobre el Alfa y su futura luna. La situación era incómoda, pero e
Pasada la madrugada, cuando el reloj marcaba las cuatro y media, Nick esperaba en las escaleras con los brazos cruzados y el ceño fruncido. La espera lo mataba. «¿Por qué se tardaban tanto?» Su mente trabajaba a máquina con cada escenario, y ninguno le gustaba.Habían tardado demasiado en regresar, y la impaciencia lo seguía carcomiendo por dentro. Apenas la puerta se abrió, su expresión se endureció aún más. No podía creer lo que veían sus ojos: Luck traía a Gema en brazos. Se veía vulnerable, pero hermosa, y le reventaba la idea de que él la tuviese cargada.—¿Se puede saber qué demonios hacen a esta hora? —soltó con voz baja, fría y autoritaria—. Esto no es correcto. No quiero que se vuelva a repetir.Mack, sin discutir, llevó a Danna a su habitación. Luck intentó hacer lo mismo con Gema, y Nick no lo permitió. Lo fulminó con la mirada y se acercó hasta quedar frente a él, su aura imponente chocando una contra otra.—Dámela. Fue una orden directa.Luck lo miró con cautela, pero ter