Ya en el ascensor, los zapatos de Maximiliano se salieron de sus pies cayendo al piso y la manta casi que se cae también, odiaba la idea de pedirle ayuda a Alessandro para que me fuera a decir incompetente, pero, dada las circunstancias. Me tocó. Antes de pedirle ayuda este se volteo y me vio en aquel enredo, su expresión se volvió fría que creo me congelé en mi lugar. Sentí la necesidad de renegar por su mirada, pero la verdad era que si que me había vuelto un ocho. — ¿No puede completar bien un trabajo señorita Di Santis?— El de asistente sí, le recuerdo que no me desempeño en el área de niñera. — Y vuelvo a recalcar que una asistente debe estar preparada para todo— Se agachó y recogió del piso el par de mocasines negros en miniatura y también parte de la manta que se encontraba más en el piso que cubriendo a Maximiliano —. Esto señorita— dijo alzando los zapatos frente a mis ojos—, a esto se le atan los cordones para evitar que el niño se caiga o que pase esto. En cuanto a la m
Quise gritarle, exigirle a qué me dijera qué era eso de que sabían igual, la calentura me tenía la mente podridamente nublada, pero justo antes de que pudiese siquiera preguntarle a qué se refería o al menos tener los ovarios para hacerlo, una voz chillona, fastidiosa e inolvidable resonó en toda la casa. Estoy segura como esa burbuja de cristal que se había formado entre nosotros, entre este momento se quebró, pude en mi mente escuchar como caían los trocitos. — Ale ¿Que haces? ¿Qué significa esto? — preguntó el intento de actriz proveniente del plástico, su voz sonaba afectada. Ciertamente no puedo evitar sentirme una intrusa, una inmoral por estar en esta posición con Alessandro, me siento sucia al hacer esto. Todo el cuerpo del susodicho tramador primero se tensó y luego soltó un resoplido de frustración y su cara se fue a un lado de la mía, a mi oído para ser exacta. Primero suspiro antes de decir aquello que cayó como miles de dagas en mi cuerpo.— No creas que te has salvado
Oficinas de Asociaciones CoppoSan. Era muy tempranito por la mañana cuando Alessandro fundido en un traje azul marino y sus caros mocasines negros, llegó a las oficinas de CoppoSan con Maximiliano en brazos dormido. Aunque su máxima intensión era encontrarse con la mujer que lo volvía loco, también debía conversar temas importantes con Lucca Di Santori, acerca de su nueva colaboración. Lucca era tan formal que al saber que el magnate de los Fiore ya se encontraba camino a la empresa, decidió esperarlo en la recepción, por supuesto no sin antes llamar a su socia para que se presentará. Quizás ella lo mataría por llamarle tan temprano, pero después lo entendería y obviamente le agradecería ese excelente gesto.Krista, quien no había podido conciliar el sueño en toda la noche, cuando por la mañana medio había podido pegar el ojo cuándo sonó su teléfono casi pega tres mil brincos y a la velocidad de la luz, rezó tres ave María y cinco padrenuestros por el reverendo susto. Se arregló
— Bueno peque, hoy nos toca a las de Dios. Debo confesarte algo… Maximiliano me miró con su carita adormilada totalmente confundida. — ¿De qué se trata Cris? Mi corazón se infla de felicidad al escucharlo llamarme con el diminutivo de mi nombre con tanto cariño. — Mis habilidades culinarias no son las mejores peque. Él se echó a reír estruendosamente. — No creo que sea peor que la de mi padre. Suspire y como le había mencionado antes, a las de Dios. Ingresé en el inmenso salón abierto, habían unas separaciones que solo contaban con vidrios por todos lados.Lo más hermoso era la cocina, su embaldosado era negro en su totalidad y en cambio los gabinetes eran de un color arena muy bonito. La isla estaba también muy al compás con la decoración y sus altos banquitos también. Me sentí en paz así que comencé a familiarizarme y ver dónde estaban las cosas que iba a utilizar. El ascensor sonó y de este salió un hombre inmenso con unas cuantas bolsas en sus manos. — Señorita, aquí mi
Después del tierno desayuno que tuvimos los tres Alessandro se fue a una de las separaciones que tenía este piso, en realidad los vidrios reflejaban muy poco, adentro había de todo. Un escritorio, un mueble tipo sofá cama y un montón de cosas de oficina.— ¡Señorita Di Santis! — La voz gruesa de Alessandro llamándome desde la que ahora sé que es su oficina me hizo pegar un brinco. Aún ese tono burlesco cuando me llamaba por mi nombre encubierto me daba cierta rabia, en realidad no es del todo un mal nombre. Es hasta legal, para poder escapar de mi familia lo adopte durante estos cinco años y al igual que mi nombre de nacimiento este también, tengo cierto apego a el. Fui hasta la oficina a ver qué quería la mariposita. >> Hoy debes preparar el almuerzo y cena de Maximiliano, yo estaré muy ocupado. — Pero señor, ya usted vio…— mis palabras quedaron a medio terminar ya qué él me interrumpió.— Busca las formas. Bajo su vista de nuevo a los papeles que tenía en sus manos. Maldije por
Me coloque mis audífonos inalámbricos pero no los conecte al teléfono, solo los dejé ahí mientras secretamente escuchaba lo que el intento de actriz tenía por decirme.— Eres una estúpida e insignificante secretaria que se cree con el poder de rebajarme a mi, yo seré muy pronto la dueña de todo esto que vez y tendrás que doblegarte ante mi o me encargaré de sacarte de aquí. Alessandro me ama, pregúntale. Muy pronto nos casaremos y haremos realidad nuestros sueños.Culminó su sarta de insultos que si bien fueron duros y crueles, desagradables para mis oídos ya que escucharla decir que armara una vida de ensueño con el mismo hombre que yo anhele crear una igual me daba en la madre. Saber de nuevo que él tiene planes así y que a mí me los negó y no contento con eso ahora me pone en situaciones incómodas es algo duro de asimilar. Por su culpa siempre terminó cayendo en ese carrusel de preguntas en la que mayor fuerza tiene es la de: " ¿Porque con otros sí y conmigo definitivamente no?"
Después del mal rato con el intento de actriz mi cuerpo entró en una especie de reposo que me hizo darme cuenta del hambre voraz que tenía. Mi estómago está gruñendo como una bestia furiosa y ya comienza a doler un poco. — Peque, ¿Me acompañas abajo? Él asintió y ambos tomados de la mano nos fuimos al piso de abajo donde seguramente encontraría a Lucca. Llegamos y solo me encontré con Marco, su asistente. Maximiliano se veía cansado y no querría tener que sacarlo fuera de la compañía. — Hola Marco, ¿puedes hacerme un favor? Pensé que me encontraría con Lucca aquí, pero, no está. — Sí claro señorita, el señor Di Santori me ordenó que cualquier cosa que usted me pidiera la hiciera. Él sonrió amable así que lo guíe a la oficina de Lucca. — ¡Muchas gracias! Bueno ya sabes, estoy ahorita muy ocupada y ni tiempo me ha dado de almorzar, por favor ¿puedes cuidar de Maximiliano unos minutos mientras salgo por unas cosas? — Me pones en una situación difícil, nunca he cuidado de un niño.
Gracias a que no había nadie puedo ver y pensar con claridad. El cuarto de vigilancia se encontraba apartado de todo, pero estaba abierto así que entre en este y volví a ver el vídeo donde podía ver a mi pequeño Maximiliano buscarme desesperado. Antes de ponerme a llorar, ví unos portaplanos acomodados sobre un archivero, los tomé y cuando los saqué casi se me escapa un grito de alegría. Este descubrimiento era como encontrar agua en un desierto. ¿Cómo no pensaron en esto antes? Se trataba de los planos del edificio. Estaban actualizados por lo que marcaba cada lugar que tenía cámaras y por supuesto los que no, sin esperar mucho les tome fotos y se las envié a Alessandro y a Lucca. No recibí respuesta inmediata de ninguno y el sol ya se estaba poniendo, justamente ahora no puedo quedarme a esperarlos. Habían muchos puntos ciegos pero comenzaré con el último dónde se vio a Maximiliano por última vez.Tengo una pista y debo seguirla antes de que sea tarde. Pronto se pondrá totalmen