Arrastré los pies fuera del cuarto y escuché el televisor de la sala encendido. Suspiré profundo. Los chicos estaban abajo y ahora que no había adrenalina en mi cuerpo, solo vergüenza y humillación, estaba famélica. Bajé las escaleras tratando de hacer el menor ruido posible, sabía que era una tontería porque vivía en la misma casa que ellos, pero de verdad, no quería encontrármelos, la sola idea me llenaba de vergüenza.—Vaya, aquí viene nuestra gatica fiera—anunció Gabriel y Rámses explotó en carcajadas a su lado mientras una ridícula canción sonaba de fondo. ¿Cuánto tiempo perdieron preparando esto?. Les saqué la lengua y seguí de largo hasta la cocina mientras escuché sus pasos y risas detrás de mí.Mi cena estaba tapada sobre el mesón de la cocina. Esto solo hacía que me enamorará más de Rámses, son sus detalles los que me encantaban día a día. Me senté en frente al plato pero él lo retiró, lo calentó en el microondas y lo volvió a servir. Los hermanos permanecían en absoluto sil
Intenté, de verdad que sí, mantenerme impasible a todos los comentarios que circulaban sobre mí, que me perseguían incluso en el baño. Mi violación, el que supuestamente yo hubiese seducido a Stuart y el que estuviese con dos chicos era lo único que se comentaba a cada momento y en cada lugar. No importaba si las personas sabían quién era yo o no, estaba en bocas de todos y eso solo me hacía enojarme cada vez más con Marypaz. Más de una vez regresaron mis ganas de arrancarle cada uno de sus cabellos con pinzas de cejas calientes y oxidadas, pero no pasaba de ser solos fantasías explicitas de venganza.Ella por otro lado, evitaba cualquier contacto conmigo, tanto como yo con ella, y lograba a la perfección actuar como si nada hubiese pasado nunca, ni siquiera nuestra amistad de años.Pero cuando llegó el miércoles y los murmullos solo aumentaron en vez de disminuir y más de una se atrevió a preguntarme directamente si me molestaba que alguna de ellas saliera con alguno de mis O'Pherer,
Como lo imaginé, los días siguientes fueron peores. Los rumores no paraban, incluso algunos aseguraban haberme visto en situaciones muy comprometedoras con ambos hermanos, pero algo si había sido cierto aunque odiase reconocerlo, ahora tenía dos novios celosos y se limitaban a hablar cuando pensaban que nadie -y con nadie me refiero a los O'Pherer y yo- escucháramos. Los comentarios hacía mí también dejaron de empezar y terminar con la palabra zorra, ahora solo empezaban con "suertuda" y terminaban con "qué envidia".Pero era algo que jamás les reconocería a los hermanos, porque bastante tuvieron que convencerme para que los disculpara.Mi teléfono comenzó a sonar en medio del salón y traté de silenciarlo. Rámses me preguntó de quien se trataba y cuando volvió a sonar le mostré la pantalla: "Mike". Apenas terminó la clase salí corriendo a la salida con los hermanos siguiéndome los pasos mientras marcaba su número.—Muñeca—que difícil es hablar contigo—me dijo a modo de saludo. Tenía l
Comencé a retroceder mientras el avanzó en mi dirección, sus puños apretados a cada lado de su cuerpo, sus zancadas, grandes, fuertes y violentas lo acercaban más rápido a mí de lo que yo podía retroceder.En un segundo me encontré corriendo. Primero con torpeza, mirando cada cierto tiempo detrás de mí. Algunos estudiantes caminaban hacia la salida, hablando de la celebración a la que iríamos mañana, para festejar que estábamos graduados. Me tropecé con algunos, que no entendían mi estado de pánico y solo me retrasaban en mi huida.Volví a girarme y lo vi caminando entre los estudiantes, sus ojos negros nadaban dentro de su mirada enrojecida.Lucía diabólico, él era el diablo mismo.Los apartaba con violentos empujones, que me dejaron más que claro que no estaba aquí para dialogar, que mis respuestas audaces no me salvarían de esta.Pensé en Rámses y Gabriel, tenían que salir de aquí tanto como yo. Cometí el error de correr dentro del Instituto, atrayéndolo hasta lo que más apreciaba,
La luz del día de me despertó y me reincorporé de inmediato en la pequeña cama. No recordaba en que momento me había quedado dormida, pero amanecí – gracias a Dios- con mis manos y pies desatados y arropada con otra cobija. Me la quité de encima, molesta y asqueada con el solo hecho de saber que había sido Stuart quien me arropó.El descanso me ayudó, aunque haya sido contra mi voluntad, porque me sentía más despierta, centrada y con más fuerzas que antes. La habitación era pequeña, su única ventana también estaba entablillada. Un gran bolso con alguna de mis pertenencias estaba en una esquina de la habitación, otro, con las pertenencias de Stuart, al otro lado. Me apresuré al mío y lo registré con rapidez sin conseguir nada que me sirviese para algo. El bolso de Stuart estaba cerrado con un pequeño candado. En él debería haber cualquier cosa que pudiese usar, de lo contrario no se hubiese molestado en cerrarlo de tal manera.Stuart estaba en la cocina, preparando algo que para mí mol
Conduje en silencio, concentrándome en el camino. Stuart parloteaba sin cesar, poniéndome al día, como si me importase, sobre su trabajo, el negocio de mi mamá y por supuesto, mi mamá. Intentaba hacerme reír y participar en la charla, pero yo permanecí inmutable. La sangre me hirvió y aún así no quise reaccionar de ninguna forma cuando me contó como si fuese su mejor gracia, que mi mamá creía que él estaba en un viaje de negocios; y apreté con fuerza mis manos y dientes cuando me contó que la abandonaría para estar conmigo.Llevaba poco más de una hora y media de recorrido, aturdida por su incesante charla, cuando me sentí confiada de que Rámses y Gabriel se encontraban fuera de peligro, y eso me permitió tensar la cuerda delicada del secuestro que estaba viviendo.Es que hay que llamar cada cosa por su nombre y lo que está haciendo Stuart conmigo es secuestrarme.—Necesito ir al baño—anuncié.—¿Puedes aguantar?—preguntó evidentemente molesto, afirmé con la cabeza pero queriendo lucir
POV Fernando O'Pherer.—Por favor prepara cinco legajos de este documento y envía los digitales de los mismos a penas se marchen. La reunión debería comenzar a las diez, así que también solicita un pequeño desayuno, nada pesado para no tener que alargar la reunión.—Si, señor O'Pherer. Hasta los momentos tengo tres delegados confirmados.—Vendrán, así que cuenta con todos ellos.Johana se retiró de la oficina y continué con la firma de los últimos documentos, eran algunas respuestas rutinarias de la embajada.—Señor O'Pherer, llegó su reunión de las 11, ¿los hago pasar?—preguntó Martha por el intercomunicador.—Si, muchas gracias.Me levanté para estrecharle las manos a los representantes sindicales del gremio automotriz. Querían comenzar a importar algunas piezas para vehículos y apelaban a la intervención de la embajada para conseguir descuentos en los aranceles de la importación. Siempre estaba presto en ayudar a los comerciantes, pero estos eran bastante capaces de pagar los aranc
—Iremos detrás de ti.Mi papá me tendió su teléfono personal y me mostró que en su otra mano estaba el teléfono de su trabajo. Asentí en dirección a mi padre y Gabriel. Los vi trotar hasta la camioneta, donde el chofer esperaba para servirnos de escolta.Fue solo en ese momento, cuando la ambulancia arrancó y Diego comenzó a administrar algunos medicamentos, que me permití ver el estado de Amelia.Diego rasgó sus jeans con una tijera y dejó al descubierto sus piernas, esas que tanto adoraba y que ahora tenían varios hematomas en distintas tonalidades. Sus brazos tenían múltiples cortadas, que como me explicó Diego, eran de los vidrios que estallaron, los rescatistas tuvieron que cortar las bridas que mantuvieron sus manos unidas, las marcas en sus muñecas eran profundas y no paraban de sangrar, su carne al rojo vivo, incluso con algunos jirones de piel.Diego las limpió con delicadeza, pero me moría por hacerlo yo. Su mano izquierda estaba fracturada, el hueso sobresalía de una forma