La luz del día de me despertó y me reincorporé de inmediato en la pequeña cama. No recordaba en que momento me había quedado dormida, pero amanecí – gracias a Dios- con mis manos y pies desatados y arropada con otra cobija. Me la quité de encima, molesta y asqueada con el solo hecho de saber que había sido Stuart quien me arropó.El descanso me ayudó, aunque haya sido contra mi voluntad, porque me sentía más despierta, centrada y con más fuerzas que antes. La habitación era pequeña, su única ventana también estaba entablillada. Un gran bolso con alguna de mis pertenencias estaba en una esquina de la habitación, otro, con las pertenencias de Stuart, al otro lado. Me apresuré al mío y lo registré con rapidez sin conseguir nada que me sirviese para algo. El bolso de Stuart estaba cerrado con un pequeño candado. En él debería haber cualquier cosa que pudiese usar, de lo contrario no se hubiese molestado en cerrarlo de tal manera.Stuart estaba en la cocina, preparando algo que para mí mol
Conduje en silencio, concentrándome en el camino. Stuart parloteaba sin cesar, poniéndome al día, como si me importase, sobre su trabajo, el negocio de mi mamá y por supuesto, mi mamá. Intentaba hacerme reír y participar en la charla, pero yo permanecí inmutable. La sangre me hirvió y aún así no quise reaccionar de ninguna forma cuando me contó como si fuese su mejor gracia, que mi mamá creía que él estaba en un viaje de negocios; y apreté con fuerza mis manos y dientes cuando me contó que la abandonaría para estar conmigo.Llevaba poco más de una hora y media de recorrido, aturdida por su incesante charla, cuando me sentí confiada de que Rámses y Gabriel se encontraban fuera de peligro, y eso me permitió tensar la cuerda delicada del secuestro que estaba viviendo.Es que hay que llamar cada cosa por su nombre y lo que está haciendo Stuart conmigo es secuestrarme.—Necesito ir al baño—anuncié.—¿Puedes aguantar?—preguntó evidentemente molesto, afirmé con la cabeza pero queriendo lucir
POV Fernando O'Pherer.—Por favor prepara cinco legajos de este documento y envía los digitales de los mismos a penas se marchen. La reunión debería comenzar a las diez, así que también solicita un pequeño desayuno, nada pesado para no tener que alargar la reunión.—Si, señor O'Pherer. Hasta los momentos tengo tres delegados confirmados.—Vendrán, así que cuenta con todos ellos.Johana se retiró de la oficina y continué con la firma de los últimos documentos, eran algunas respuestas rutinarias de la embajada.—Señor O'Pherer, llegó su reunión de las 11, ¿los hago pasar?—preguntó Martha por el intercomunicador.—Si, muchas gracias.Me levanté para estrecharle las manos a los representantes sindicales del gremio automotriz. Querían comenzar a importar algunas piezas para vehículos y apelaban a la intervención de la embajada para conseguir descuentos en los aranceles de la importación. Siempre estaba presto en ayudar a los comerciantes, pero estos eran bastante capaces de pagar los aranc
—Iremos detrás de ti.Mi papá me tendió su teléfono personal y me mostró que en su otra mano estaba el teléfono de su trabajo. Asentí en dirección a mi padre y Gabriel. Los vi trotar hasta la camioneta, donde el chofer esperaba para servirnos de escolta.Fue solo en ese momento, cuando la ambulancia arrancó y Diego comenzó a administrar algunos medicamentos, que me permití ver el estado de Amelia.Diego rasgó sus jeans con una tijera y dejó al descubierto sus piernas, esas que tanto adoraba y que ahora tenían varios hematomas en distintas tonalidades. Sus brazos tenían múltiples cortadas, que como me explicó Diego, eran de los vidrios que estallaron, los rescatistas tuvieron que cortar las bridas que mantuvieron sus manos unidas, las marcas en sus muñecas eran profundas y no paraban de sangrar, su carne al rojo vivo, incluso con algunos jirones de piel.Diego las limpió con delicadeza, pero me moría por hacerlo yo. Su mano izquierda estaba fracturada, el hueso sobresalía de una forma
—¿Por qué no puedo verla antes de que ingrese a pabellón?—insistí comenzando a molestarme—. Ya he estado en pabellón antes. Puedo incluso estar allí, lo sabes.Intenté razones, intenté rogar, incluso intenté dar lastima y Hayden seguía diciendo que no. No podía ver a Amelia sino hasta después de la operación y la recuperación de 24 horas que tendría en cuidados intensivos.Una putada, tal como se lo dije.—Normalmente accedo a lo que me pides ahijado, pero no hoy. No entrarás, no estarás en galería, nada. Te quedarás aquí y esperarás. Y es definitivo.Quería verla, necesitaba verla, que supiera que no estaba sola. Lo primero que agarré fue una almohada y la lancé al otro extremo de la habitación, le siguieron las sabanas, la cobija, una jarra con agua, los vasos, un bolso, todo lo hice volar por la habitación.—Oh no, está en modo melocotón—Mike se apartó de mi camino.—Vamos Rámses, cálmate—mi papá quitó de mi mano el control del televisor antes de que terminara estrellado en alguna
POV Amelia Maggio Gatica—¡Sorpresa!—gritaron todo en cuanto crucé la puerta con Rámses.No tenía idea de que había una fiesta, porque de haberlo sabido no hubiese estado con él en el garaje, donde cualquiera pudo habernos encontrado. Con mis mejillas a punto de explotar me giré para darle un golpe en el pecho y él explotó en carcajadas a pesar de que estaba intentando asesinarlo con mi mirada.—Estoy tan feliz de que hayas salido del hospital. ¿Qué te pasó en el cabello?—mi abuela fue la primera en abrazarme y en tratar de peinarme mi cabello post sexo.—Déjala vieja, no ves lo rozagante que está, hasta tiene las mejillas rojitas—mi abuelo me envolvió en un abrazo y Rámses trataba de calmar su ataque de risas.Mike, Hayden y Fernando también me recibieron con mucho cariño y finalmente Gabriel, cuyo abrazo duró un poco más que los anteriores.—Me gusta tu look despeinado ahijado—estábamos sentados todos en la mesa, donde una suculenta cena estaba siendo servida por mi abuela con ayuda
—¿Y qué opinas de este?—me preguntó Gabriel, acercándome las fotos de un departamento en su recién comprada Tablet.—Si tendremos un solo baño por lo menos que sea más grande que eso—respondí.Keithan Zegers, el agente inmobiliario de la familia, el mismo que siempre los ayudaba a buscar casa cuando les tocaba mudarse a cada uno, es decir a los O'Pherer, Michia y Oytar; nos envió algunas fotos de los departamentos más idóneos para nosotros, y esa era las fotos que junto a los hermanos estaba revisando. Los primeros meses solo viviríamos allí Gabriel y yo, y luego, cuando terminara su curso, Rámses se nos uniría.—Pero el que tiene el baño más grande, las habitaciones son más pequeñas.—Me gustó mucho el que tenía dos baños pequeños, porque los armarios son amplios. Tú y tu hermano tienen mucha ropa.—Ese también me gustó bastante. ¿Qué opinas, Rámses?.Su hermano revisó las fotos una vez más.—Prefiero que cada uno tenga su baño, no quisiera tener que follar rapidito porque tú necesit
Nunca hablábamos de su mamá salvo algún que otro comentario, frases sueltas, recuerdos pasajeros. Fue un momento muy doloroso para la familia O'Pherer, del cual aún les costaba hablar a pesar del tiempo que había pasado. Así que nunca pregunté, nunca indagué y nunca curioseé más allá de las pequeñas piezas que me dieron; esperaría a que se sintieran cómodos para hablarlo, tendría toda la paciencia tanto como la tuvieron conmigo.Por eso fue una terrible sorpresa para mí enterarme que en escasos días se cumplía un año más de la muerte de su mamá. Me sentí mala novia, mala amiga, mala hija adoptiva incluso, aunque sabía muy bien que no tenía forma de enterarme, pero quizás si debí tratar de obtener más información al respecto. Quizás así supiera como ayudarlos ahora, qué hacer, cómo comportarme. Pero no sé nada, así que aquí estoy, sentada en la sala, supuestamente viendo televisión, mientras Gabriel no deja de devorar lo que sea que se tope a su paso, Rámses hace ejercicios como si la