Capítulo 4

Después de mucho pensarlo y de una charla con mi hermano, Dorian. He decidió aceptar asistir a la entrevista con el señor Baker’s.

Mi madre tiene razón. Debo comenzar a dar pequeños pasos y así salir adelante.

Jamás me repondré de tal perdida. Pero debo aceptar que la vida sigue y ni Jeremy ni Mike querrían verme escondida del mundo y dejando pasar mi vida, cuando puedo hacer algo mejor con ella.

Cuando el GPS me indica que he llegado a mi destino. Miro con asombro una valla enorme.

¡Es una m*****a finca!

Digo mi nombre al guardia que está apostado en la entrada y con nerviosismos espero.

—El señor Baker’s la está esperando —dice sin cambiar su gesto.

—Gracias —murmuro.

La verja se abre y subo mi coche por el sendero arbolado. La vista es hermosa y majestuosa. Sin duda una de las mansiones más hermosas que he visto.

Estaciono junto a un todoterreno y Después de respirar profundo tomo mi bolso y el dosier.

Repaso mi atuendo.

Un vestido a la altura de las rodillas, en color gris con zaparos negros de tacón. Mi cabello lo he domado en una coleta apretada y mi maquillaje es mínimo. Avanzo hasta llegar a las puertas y, me encuentro con una mujer de mediana edad llevando un conjunto de falda y camisa blanca.

Sus ojos negros me escudriñan y sus labios se transforman en una fina línea.

—Buenas tardes —digo a la mujer cuando llego a su lado.

—¿Usted es la que viene por el puesto de tutora?

—Así es.

—Sígame por aquí—. Sin esperar a que diga algo más. Se aleja, miro hacia atrás antes de seguirla.

—Aquí vamos, Davina—. Susurro.

El lugar es enorme, con un estilo muy limpio y moderno. Los techos altos y los grandes ventanales dejan entrar mucha luz. Sigo a la mujer que toma un pasillo junto a las escaleras principales.

El único ruido que se escucha es el de mis zapatos sobre el piso pulido.

La mujer se detiene frente a una puerta. Da dos ligeros golpes a la pesada puerta.

—Adelante —escucho la voz detrás de la puerta.

—Suerte—. Me mira la mujer llamada Lola —Si se queda, la va a necesitar.

Con esas palabras, se aleja dejándome con la boca abierta. Pero, reacciono rápido y tomo el pomo de la puerta.

La abro y entro.

El lugar está lleno de luz y es casi estéril. Las repisas están llenas de libros y una pared llena de reconocimientos me llama la atención. Sobre una repisa hay varios objetos que parecen más reconocimientos.

El sonido de alguien aclarándose la garganta me hace voltear y ver a un hombre de pie detrás de un escritorio. Es alto y lleva una camisa blanca doblada a la altura de sus codos y su cabello castaño está bien peinado. Este me observa con atención y algo de curiosidad.

Sus ojos grises me atrapan un momento. Desvió la mirada antes de enderezarme en mi lugar.

—¿Señor Baker’s?

—¿Señora Thompson? —replica.

—Sí. Lo siento, es que es impresionante —señalo la pared mientras me acerco.

Su mirada se desvía hasta la misma y mira de manera ausente antes de volver sus ojos a mí.  

—Lo siento, Soy Roman Baker’s. —me tiende la mano y la tomo dándole un ligero apretón.

—Davina Thompson, pero eso usted ya lo sabía —digo con media sonrisa.

—Sí. Eres la hermana de Dorian—. Deja mi mano y hace un ligero movimiento a una de la silla para tomar asiento en la propia. —Lo siento, es que pensé que eras…

—¿Mayor?

Asiente, apenado.

—De hecho, soy la hermana menor de Dorian.  

—¿Le contó lo que necesito?

—Sí. Por supuesto, me ha contado que tiene una hija que necesita una tutora de planta—. Le tiendo mi dosier —Fui la mejor de la promoción y tengo una especialidad en psicología infantil.

Él revisa la información.

—Verá. Mi posición es algo difícil en este momento —dice frunciendo el ceño —Mi hija está pasando por un momento difícil.

—¿Puedo saber qué sucedió?

—Su madre se fue de esta casa y ahora tiene una vida lejos de nosotros.

¿Qué madre abandona a su hijo?

—¿Su esposa…?

—Exesposa —me corta.

—Su exesposa, ¿No mantiene contacto con ella?

Niega con evidente frustración.

—No. Y eso es lo que más me molesta del asunto. Y, la situación ha sumido a mi hija en un espiral de emociones. Ha ido a terapia, pero solo son paños de agua tibia para mi hija.

Suspira y deja el dosier sobre el escritorio.

—Paloma tiene nueve años —anuncia y me quedo estática en mi lugar por un momento.

Nueve años.

La misma edad que tendría mi Jeremy si estuviera con vida.

—¿Pasa algo?

Levanto la vista y lo miro.

—Lo siento. No, solo escuchaba.

Parece no creerme, pero continua.

—Me encantaría que Paloma se pusiera al corriente de sus actividades. Conmigo no avanza. Además, de que en ocasiones me debo ausentar a los laboratorios.

—Lo entiendo.

—No hace falta que le diga que tendrá buenas prestaciones económicas —señala mi mano— ¿No tendrá problemas con su esposo para trabajar toda la semana aquí?

Miro mi mano donde aún descansa mi alianza.

—No. Soy viuda —anuncio y él parece arrepentido.

—Lo siento.

—Está bien —respiro profundo —Me gustaría conocer a Paloma —digo, en cambio.

—Por supuesto —se pone de pie y lo imito. —Está en su habitación y debería estar haciendo los deberes del colegio.

Lo sigo de cerca y mi mirada se queda prendado de una escultura griega de tamaño mediano.

En un momento estoy mirando la estatua y al siguiente choco con algo duro.

Y trastabillo.

¡Joder!

Sin embargo, unos brazos me sostienen y me encuentro mirando los ojos grises del mi jefe.

—Lo siento —digo mientras el hombre que me está contratando, me sostiene de la cintura evitando una estúpida caída.

—¿Está bien?

—Si—. Balbuceo —Solo me distraje.

Mira la escultura.

—Es Asclepio, dios griego de la medicina —murmura —era el hijo de Apolo y Coronis—. Regresa su mirada sobre mí y no puedo evitar tragar grueso ante la intensidad de la misma —Una hermosa mortal de Tesalia que se entregó al dios Sol.

—Una historia de cuento —murmuro.

El hombre me saca altura. Y sus manos son grandes.

¡¿Qué coño?!

Detengo los pensamientos absurdos. Y doy un paso atrás.

Él parece notar que aún me sostiene y me libera despacio.

Se aclara la garganta.

—De hecho, tiene un trágico final —arqueo la ceja —Aun embarazada de Apolo, Coronis se casó con Ischis. Apolo, sintiéndose agraviado por la infidelidad, mató a Ischis, y Artemisa, la hermana de Apolo, mató a Coronis—. Abro los ojos ante sus palabras.

—Antes de que Coronis ardiera en la pila funeraria, Apolo saco de su vientre a Asclepio y se lo entregó a uno de los centauros, quien se encargó del niño y le enseñó todo lo referente a las artes curativas —Continúa —especialmente lo relativo a plantas medicinales.

—Sí. Una historia con un trágico final para la pobre Coronis—. Digo con ironía.

Este se ríe entre dientes.

—Vamos —dice dándose la vuelta y lo sigo por el lugar.

Luego de subir las escaleras y avanzar por un pasillo y llegar al final donde hay dos lados, tomamos el izquierdo y nos detenemos fuera de una puerta blanca.

Roman abre la puerta.

—¿Paloma? escucho que dice. Me quedo fuera de su visión y espero. Se supone que debes de estar haciendo la tarea.

No quiero abro los ojos ante las palabras de la niña.

Paloma el tono su padre denota cansancioYa hablamos respecto a tu comportamiento.

No voy a hacer la tarea, ¡La maestra me odia!

Su tono desdeñoso me deja sin aliento y me es imposible comprender que una niña de esa edad, pueda expresarse con tal amargura.

No me importa si te odia. Debes cumplir con tus responsabilidades el tono de este es duro Ahora, quiero presentarte a alguien.

Doy un paso al frente y entro a la habitación. La misma es rosa con tonos blancos. A un lado un escritorio blanco elegante donde hay esparcidos algunos cuadernos y lápices.

Miro hacia la ventana y dentada en una especie de banco, junto a esta se encuentra una niña de cabello castaño delgada y de ojos verdes que me mira con los ojos entrecerrados.

Viste un short de jean, camiseta celeste, lleva calcetines y su cabello está en una coleta.

La niña es igual a su padre. La única diferencia es el color de ojos.

Hola, Paloma digo posicionándome junto a su padre Mi nombre es Davina y seré tu tutora.

Quiero que te comportes y le des una bienvenida como se debe a Davina me mira —Disculpa, la señora…

Davina está bien hago un gesto con la mano.

Gracias. Me siento extraño diciéndole señora a alguien tan joven.

No hay problema espeto.

Por favor, llámame Roman. Pide.

Está bien asiento Me gustaría quedarme y hablar con ella si no te importa.

Estaré en la oficina si me necesitan — dice y se va, no sin antes darle una mirada extraña a su hija.

Una vez a solas me acerco y me siento a su lado en el banco.

Dime, Paloma, ¿Qué te gusta hacer?

No responde. En cambio, mira a través de la ventana.

—¿Quieres contarme sobre tu maestra? sus labios se fruncen.

Es obvio que tengo un trabajo largo por delante.

—¿Algo que quieras compartir conmigo? inquiero.

Ella parece pensarlo unos segundos, antes de que una ligera sonrisa aparezca en sus pequeños labios.

—¿Quieres ver lo que me quedo de mi última niñera?

Abro los ojos con interés.

Me encantaría.

Con agilidad, la veo levantarse y tomar de la repisa una caja de madera.

Me la tiende.

Ella me mira expectante y con curiosidad levanto la tapa solo para ahogar un grito y ponerme de pie de un salto.

¡Mierda!

La risa de Paloma es estridente mientras la araña cae al piso y me doy cuenta de que es falsa.

Resoplo.

Eso no es gracioso espeto en tono serio sintiendo que el corazón me late desbocado.

Odio los insectos.

Es solo una pequeña broma, Davina dice antes de volver a su lugar sin perder su sonrisa descarada.

Lo dicho. Esto no será fácil.

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