Después de mucho pensarlo y de una charla con mi hermano, Dorian. He decidió aceptar asistir a la entrevista con el señor Baker’s.
Mi madre tiene razón. Debo comenzar a dar pequeños pasos y así salir adelante.
Jamás me repondré de tal perdida. Pero debo aceptar que la vida sigue y ni Jeremy ni Mike querrían verme escondida del mundo y dejando pasar mi vida, cuando puedo hacer algo mejor con ella.
Cuando el GPS me indica que he llegado a mi destino. Miro con asombro una valla enorme.
¡Es una m*****a finca!
Digo mi nombre al guardia que está apostado en la entrada y con nerviosismos espero.
—El señor Baker’s la está esperando —dice sin cambiar su gesto.
—Gracias —murmuro.
La verja se abre y subo mi coche por el sendero arbolado. La vista es hermosa y majestuosa. Sin duda una de las mansiones más hermosas que he visto.
Estaciono junto a un todoterreno y Después de respirar profundo tomo mi bolso y el dosier.
Repaso mi atuendo.
Un vestido a la altura de las rodillas, en color gris con zaparos negros de tacón. Mi cabello lo he domado en una coleta apretada y mi maquillaje es mínimo. Avanzo hasta llegar a las puertas y, me encuentro con una mujer de mediana edad llevando un conjunto de falda y camisa blanca.
Sus ojos negros me escudriñan y sus labios se transforman en una fina línea.
—Buenas tardes —digo a la mujer cuando llego a su lado.
—¿Usted es la que viene por el puesto de tutora?
—Así es.
—Sígame por aquí—. Sin esperar a que diga algo más. Se aleja, miro hacia atrás antes de seguirla.
—Aquí vamos, Davina—. Susurro.
El lugar es enorme, con un estilo muy limpio y moderno. Los techos altos y los grandes ventanales dejan entrar mucha luz. Sigo a la mujer que toma un pasillo junto a las escaleras principales.
El único ruido que se escucha es el de mis zapatos sobre el piso pulido.
La mujer se detiene frente a una puerta. Da dos ligeros golpes a la pesada puerta.
—Adelante —escucho la voz detrás de la puerta.
—Suerte—. Me mira la mujer llamada Lola —Si se queda, la va a necesitar.
Con esas palabras, se aleja dejándome con la boca abierta. Pero, reacciono rápido y tomo el pomo de la puerta.
La abro y entro.
El lugar está lleno de luz y es casi estéril. Las repisas están llenas de libros y una pared llena de reconocimientos me llama la atención. Sobre una repisa hay varios objetos que parecen más reconocimientos.
El sonido de alguien aclarándose la garganta me hace voltear y ver a un hombre de pie detrás de un escritorio. Es alto y lleva una camisa blanca doblada a la altura de sus codos y su cabello castaño está bien peinado. Este me observa con atención y algo de curiosidad.
Sus ojos grises me atrapan un momento. Desvió la mirada antes de enderezarme en mi lugar.
—¿Señor Baker’s?
—¿Señora Thompson? —replica.
—Sí. Lo siento, es que es impresionante —señalo la pared mientras me acerco.
Su mirada se desvía hasta la misma y mira de manera ausente antes de volver sus ojos a mí.
—Lo siento, Soy Roman Baker’s. —me tiende la mano y la tomo dándole un ligero apretón.
—Davina Thompson, pero eso usted ya lo sabía —digo con media sonrisa.
—Sí. Eres la hermana de Dorian—. Deja mi mano y hace un ligero movimiento a una de la silla para tomar asiento en la propia. —Lo siento, es que pensé que eras…
—¿Mayor?
Asiente, apenado.
—De hecho, soy la hermana menor de Dorian.
—¿Le contó lo que necesito?
—Sí. Por supuesto, me ha contado que tiene una hija que necesita una tutora de planta—. Le tiendo mi dosier —Fui la mejor de la promoción y tengo una especialidad en psicología infantil.
Él revisa la información.
—Verá. Mi posición es algo difícil en este momento —dice frunciendo el ceño —Mi hija está pasando por un momento difícil.
—¿Puedo saber qué sucedió?
—Su madre se fue de esta casa y ahora tiene una vida lejos de nosotros.
¿Qué madre abandona a su hijo?
—¿Su esposa…?
—Exesposa —me corta.
—Su exesposa, ¿No mantiene contacto con ella?
Niega con evidente frustración.
—No. Y eso es lo que más me molesta del asunto. Y, la situación ha sumido a mi hija en un espiral de emociones. Ha ido a terapia, pero solo son paños de agua tibia para mi hija.
Suspira y deja el dosier sobre el escritorio.
—Paloma tiene nueve años —anuncia y me quedo estática en mi lugar por un momento.
Nueve años.
La misma edad que tendría mi Jeremy si estuviera con vida.
—¿Pasa algo?
Levanto la vista y lo miro.
—Lo siento. No, solo escuchaba.
Parece no creerme, pero continua.
—Me encantaría que Paloma se pusiera al corriente de sus actividades. Conmigo no avanza. Además, de que en ocasiones me debo ausentar a los laboratorios.
—Lo entiendo.
—No hace falta que le diga que tendrá buenas prestaciones económicas —señala mi mano— ¿No tendrá problemas con su esposo para trabajar toda la semana aquí?
Miro mi mano donde aún descansa mi alianza.
—No. Soy viuda —anuncio y él parece arrepentido.
—Lo siento.
—Está bien —respiro profundo —Me gustaría conocer a Paloma —digo, en cambio.
—Por supuesto —se pone de pie y lo imito. —Está en su habitación y debería estar haciendo los deberes del colegio.
Lo sigo de cerca y mi mirada se queda prendado de una escultura griega de tamaño mediano.
En un momento estoy mirando la estatua y al siguiente choco con algo duro.
Y trastabillo.
¡Joder!
Sin embargo, unos brazos me sostienen y me encuentro mirando los ojos grises del mi jefe.
—Lo siento —digo mientras el hombre que me está contratando, me sostiene de la cintura evitando una estúpida caída.
—¿Está bien?
—Si—. Balbuceo —Solo me distraje.
Mira la escultura.
—Es Asclepio, dios griego de la medicina —murmura —era el hijo de Apolo y Coronis—. Regresa su mirada sobre mí y no puedo evitar tragar grueso ante la intensidad de la misma —Una hermosa mortal de Tesalia que se entregó al dios Sol.
—Una historia de cuento —murmuro.
El hombre me saca altura. Y sus manos son grandes.
¡¿Qué coño?!
Detengo los pensamientos absurdos. Y doy un paso atrás.
Él parece notar que aún me sostiene y me libera despacio.
Se aclara la garganta.
—De hecho, tiene un trágico final —arqueo la ceja —Aun embarazada de Apolo, Coronis se casó con Ischis. Apolo, sintiéndose agraviado por la infidelidad, mató a Ischis, y Artemisa, la hermana de Apolo, mató a Coronis—. Abro los ojos ante sus palabras.
—Antes de que Coronis ardiera en la pila funeraria, Apolo saco de su vientre a Asclepio y se lo entregó a uno de los centauros, quien se encargó del niño y le enseñó todo lo referente a las artes curativas —Continúa —especialmente lo relativo a plantas medicinales.
—Sí. Una historia con un trágico final para la pobre Coronis—. Digo con ironía.
Este se ríe entre dientes.
—Vamos —dice dándose la vuelta y lo sigo por el lugar.
Luego de subir las escaleras y avanzar por un pasillo y llegar al final donde hay dos lados, tomamos el izquierdo y nos detenemos fuera de una puerta blanca.
Roman abre la puerta.
—¿Paloma? —escucho que dice. Me quedo fuera de su visión y espero. —Se supone que debes de estar haciendo la tarea.
—No quiero —abro los ojos ante las palabras de la niña.
—Paloma —el tono su padre denota cansancio—Ya hablamos respecto a tu comportamiento.
—No voy a hacer la tarea, ¡La maestra me odia!
Su tono desdeñoso me deja sin aliento y me es imposible comprender que una niña de esa edad, pueda expresarse con tal amargura.
—No me importa si te odia. Debes cumplir con tus responsabilidades —el tono de este es duro —Ahora, quiero presentarte a alguien.
Doy un paso al frente y entro a la habitación. La misma es rosa con tonos blancos. A un lado un escritorio blanco elegante donde hay esparcidos algunos cuadernos y lápices.
Miro hacia la ventana y dentada en una especie de banco, junto a esta se encuentra una niña de cabello castaño delgada y de ojos verdes que me mira con los ojos entrecerrados.
Viste un short de jean, camiseta celeste, lleva calcetines y su cabello está en una coleta.
La niña es igual a su padre. La única diferencia es el color de ojos.
—Hola, Paloma —digo posicionándome junto a su padre —Mi nombre es Davina y seré tu tutora.
—Quiero que te comportes y le des una bienvenida como se debe a Davina —me mira —Disculpa, la señora…
—Davina está bien —hago un gesto con la mano.
—Gracias. Me siento extraño diciéndole señora a alguien tan joven.
—No hay problema —espeto.
—Por favor, llámame Roman—. Pide.
—Está bien —asiento —Me gustaría quedarme y hablar con ella si no te importa.
—Estaré en la oficina si me necesitan — dice y se va, no sin antes darle una mirada extraña a su hija.
Una vez a solas me acerco y me siento a su lado en el banco.
—Dime, Paloma, ¿Qué te gusta hacer?
No responde. En cambio, mira a través de la ventana.
—¿Quieres contarme sobre tu maestra? —sus labios se fruncen.
Es obvio que tengo un trabajo largo por delante.
—¿Algo que quieras compartir conmigo? —inquiero.
Ella parece pensarlo unos segundos, antes de que una ligera sonrisa aparezca en sus pequeños labios.
—¿Quieres ver lo que me quedo de mi última niñera?
Abro los ojos con interés.
—Me encantaría.
Con agilidad, la veo levantarse y tomar de la repisa una caja de madera.
Me la tiende.
Ella me mira expectante y con curiosidad levanto la tapa solo para ahogar un grito y ponerme de pie de un salto.
¡Mierda!
La risa de Paloma es estridente mientras la araña cae al piso y me doy cuenta de que es falsa.
Resoplo.
—Eso no es gracioso —espeto en tono serio sintiendo que el corazón me late desbocado.
Odio los insectos.
—Es solo una pequeña broma, Davina —dice antes de volver a su lugar sin perder su sonrisa descarada.
Lo dicho. Esto no será fácil.
—¿Va a llevar esto? Las palabras vienen de mi madre, que me está ayudando con el equipaje que llevaré a la casa de los Baker’s. Ayer, luego del incidente con Paloma me fue imposible que se abriera conmigo. Pero, es normal y sé que tengo un duro trabajo por delante. Miro la camiseta que mi madre me tiende y la tomo. —¿Crees que llevo mucho equipaje? —murmuro mirando alrededor. —No —sonríe —Solo que hace mucho no haces un equipaje. Asiento. Me acerco hasta la comoda junto a mi cama y la abro. Dentro está la manta preferida de mi hijo, la cual se quedó conmigo. Huele a él y es lo más preciado que tengo del mismo. Una sonrisa se desliza por mi rostro al recordar lo que amaba el trozo de tela. Tomo una fotografía familiar de Mike, Jeremy y yo de su último cumpleaños. Y las llevo a la maleta. —Creo que es todo —susurro. —Vas a estar bien. Asiento. El timbre de la puerta principal suena. —Debe ser tu hermano para despedirse. Sonrío. Cierro mi maleta y segundos después mi herma
Bajo las escaleras y escucho la risa de Paloma que proviene del salón.Sé que debí ser más tajante, pero no quiero problemas con la mujer y no sé qué tan permisivo en Román en cuento a su cuñada.Me dirijo a la cocina donde Lola y la otra chica de servicio, Gail, están. Lola se encuentra sentada en la mesa del rincón con una taza de café y un poco de pastel de arándanos.Gail está preparando una bandeja con leche, café y pastel que llevara al salón.Me acerco a la cafetera y me preparo un expreso antes de sentarme junto a Lola que me ignora.La miro en silencio unos segundos antes de suspirar.—¿Le caigo mal? — inquiero.Los ojos oscuros de Lola se levantan de su café y me clava la mirada en silencio.—¿Qué la hace pensar eso?—Tal vez la forma en que me mira—. Hablo— Como si fuera la m****a en sus zapatos.Escucho la risa de Gail que cesa cuando Lola la mira mal.—¿Quiere que le diga la verdad, señorita…?—Davina. Por favor, soy Davina— la corto.—Verás, Davina. Es simple, no veo la n
La expresión de Paloma me dejo claro que no estaba feliz con el castigo impuesto por su padre.Roman le exigió una disculpa para mí. Lo hizo a regañadientes antes de desaparecer.El resto de la tarde la paso en su habitación luego del incidente. Irina, la tía de Paloma, se fue después del intercambio que tuvo con Roman. Es la hora de la cena y estoy sentada en el taburete de la cocina comiendo mi cena.Siento la mirada de Lola sobre mí, pero decido ignorarla.Si ella no quiere ser amable, yo tampoco lo seré. En cambio, Gail se sentó conmigo y hemos estado hablando sobre ella.—¿Has ido alguna vez a una noche de karaoke? — Inquiere antes de tomar un bocado de su fettuccine.Me rio.—No. Nunca he ido a un lugar así.—Vente conmigo este sábado por la noche —susurra —el domingo es mi día libre. Así que lo aprovecho para ir por unos tragos.—No lo sé —miro mi plato.—¡Venga! La vamos a pasar genial. —Insiste— Te prometo que vas a regresar a tu casa, sana y salvo.—Lo voy a pensar y te avis
No sé qué hago aquí. Por más que me negué. Sabía que debía acompañarlos. Así que me vestí cómoda para la ocasión y los seguí. Ahora estoy de pie mientras veo a Paloma reír en el carrusel mientras come de su algodón de azúcar. Le doy un sorbo a mi gaseosa y tomo asiento en uno de los bancos mientras Roman la mira de cerca. Su expresión es feliz. Ver a su hija divertirse debe ser un alivio para él. Cuando la atracción para. Paloma se baja con una enorme sonrisa antes de llegar a su padre y este la recibe con gusto. La escena me estruja un poco el corazón. Y por inercia me llevo la mano a la cadena donde descansa el anillo de Mike. —Te extraño —susurro como si él pudiera escucharme. —¿Podemos comer un hot dog? —inquiere Paloma mientras se acerca terminando su algodón de azúcar. —Claro y una indigesta estomacal —replica Roman. Reprimo mi carcajada. Y paloma hace una mueca de asco. —¿Por qué mejor no subimos a la montaña rusa? —¿No es muy chica? Roman niega. —Hay una en la que e
Paloma e Irina están en la habitación de la primera. Así que, después de una ducha rápida, ahora me siento mejor. Llevo puesto un vestido negro, a la altura de mis rodillas y encima, el apron.Me calzo unas bailarinas negras, me miro al espejo y no puedo evitar pensar en las palabras de Roman.—¿De verdad, Davina?Niego.Alejo mis pensamientos de mi jefe, el hombre que en definitiva no puedo pensar. Además, yo no estoy aquí para otra cosa que no sea ayudarlo con su hija.Sin embargo, no puedo negar que siento algo de curiosidad de saber quién es la invitada de Roman que ha hecho que Irina ponga cara de asco.Salgo de la habitación y no escucho algo fuera de lo común. El silencio predomina en esta enorme casa.Lo que me indica, que Roman debe de estar trabajando en su oficina o en el laboratorio.Esta mañana me sorprendí al enterarme de que, el hombre, si bien maneja una clínica de genética, lleva sus proyectos en un laboratorio privado que posee dentro de esta propiedad. Por eso la se
Han sido un par de días largos.Paloma ha cambiado su actitud serena y ha vuelto a su habitual rebeldía. Es como si las visitas de Irina marcaran un antes y un Después en el comportamiento de su sobrina.Sé que Roman lo nota y por más que hable con ella del asunto Paloma está en una actitud muy hostil. Yo intento ser paciente solo por el hecho de que Hoy comenzó la terapia con Roman y la nueva psicóloga.Espero que todo esto le ayude a poner límites y a Paloma mejorar su comportamiento.Miro la hora y mi día ha terminado. Así que, me voy por una ducha y quitarme el cansancio del día. Me relajo bajo el agua y Después de lavarme el cabello me siento relajada. Como aún es temprano decido bajar por una taza de té y leer un poco aquí arriba.Con mis pantalones y camiseta de franela como pijama y el cabello húmedo bajo a la cocina donde ya Gail y Lola no están. Mi relación con esta última es mínima. La mujer aún piensa que no voy a durar mucho aquí.Enciendo la luz de la cocina y enciendo l
La mañana siguiente me arreglo el cabello lo mejor que puedo. Cuando Paloma se vaya al colegio voy a poder salir y arreglar este desastre.Tengo mechones tintados y otros oscuros. Las raíces se ven muy claras.—Es un maldito desastre.Respiro profundo antes de salir lista para afrontar el día que espero sea mejor que ayer.No fue hasta pasadas las dos de la mañana que pude conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en el beso de Roman. Aún podía sentir la calidez de sus labios sobre los míos.—Deja de pensar en él —digo deteniéndome fuera de la habitación de Paloma.Pongo la mano sobre la manilla y abro.—Buenos días, Paloma. Es hora de levantarte e ir al colegio —digo mirándola que está acostada en la cama mientras se remueve.Abre los ojos y cuando enfoca la mirada en mí, veo como abre los ojos sorprendidos ante mi aspecto.—Supongo que te pareció gracioso —murmuro antes de caminar hasta las cortinas y abrirlas.—Davina.—Se te hace tarde, Paloma.Ella me mira en silencio y asient
—Quedaste hermosa —dice Jerry, el estilista del centro comercial que visite echando mi cabello al frente para que vea el resultado.—Muchas gracias —sonrío satisfecha por el resultado.—Te sorprenderías lo que he visto en mis años como estilista —espeta —Ya sé cómo tratar con los desastres.Suspiro.—Te has ganado otra cliente más —espeto.Jerry no solo ha cubierto el desastre, sino que, me ha hecho un corte de cabello a la altura de mis hombros, ha dejado mis rizos muy definidos y brillantes.Jerry comienza a recoger todo dando tiempo a solas de admirar de nuevo el trabajo.Sencillamente, lo amo y ya quiero salir mañana y lucirlo.Me encuentro sonriendo ante la posibilidad.—Sí. Un día a la vez —susurro para mí.Pago la cuenta en el salón de belleza y mientras camino me topo con un bonito vestido coctel, color rojo, manga larga, de encaje.Es delicado y no sé, porque lo hago. Pero entro en la tienda y lo compro. Hace años no comprobada nada para mí así de hermoso.Son pequeñas cosas