Alessandro y Ava estaban sentados en el gran sofá de la sala, hablando y bromeando. Habían llegado de su improvisado picnic media hora atrás. El viaje de regreso había sido relajado. Él la había mantenido cerca durante todo el camino, asegurándose de que estuviera cómoda y robándole algunos besos. La conversación entre los dos fluía con naturalidad. Eran momentos como esos los que siempre valoraría, más que cenas lujosas y regalos costosos. Estaban empezando una nueva etapa y necesitaban conocerse sin barreras de por medio. Ellos habían pasado tanto tiempo juntos, pero era la primera vez que Alessandro parecía estar abriendo su alma por completo. No era el único. Ava también estaba entregando su confianza sin reservas. No estaba a la expectativa de que pronto todo se acabaría. Alessandro había cometido bastantes errores la primera vez, pero ella también lo había hecho. Nunca había confiado del todo en él. Siempre estaba esperando que él se cansara de ella y cuando finalmente pasó
Ava estaba alistándose cuando Alessandro tocó la puerta de su habitación y abrió la puerta. Ella había decidido mantener el cuarto que él le había dado. Él no se había mostrado muy feliz por su decisión y trató de convencerla de mudarse con él nuevamente, pero ella se mantuvo firme. Esta vez necesitaban tomarse algunas cosas con calma. Ya no solo se trataba de ellos dos. Apenas el día anterior habían llegado al acuerdo de intentarlo de nuevo y no sería prudente dar saltos en lugar de pasos. Regresar a compartir habitación era definitivamente un gran salto. Además, Ava quería vivir un noviazgo común, por decirlo de alguna manera. Quería vivir el típico cortejo. La primera vez, todo había ido demasiado rápido que ninguno de los dos tuvo tiempo de darse cuenta de cuánto realmente se estaban involucrando. —¿Estás lista? —preguntó Alessandro y cerró la puerta al entrar. En breve se reunirían con sus amigos. Ellos la habían apoyado bastante y para Ava era importante contarles la decis
Ava estaba sentada en la cocina observando a su mamá y a Beatrice conversar amigablemente. Las dos habían congeniado muy bien en poco tiempo, tanto que parecían amigas de toda la vida. Ava estaba picando verduras para la ensalada, eso era lo único que le habían permitido hacer. Ambas mujeres se estaban haciendo cargo de la cena para esta noche y la habían relegado a una silla. En cualquier otro momento se hubiera quejado, pero no en ese. Sus padres habían llegado hace casi una semana atrás y todo ese tiempo habían aprovechado para hacer turismo. Como Alessandro no estaba en casa durante la mañanas, ella los acompañaba casi siempre, sus pies aún se sentían cansados por la caminata de esa mañana. Habían ido a recorrer tiendas para comprar regalos para sus amigos en casa. Mason había tenido que regresar a Estados Unidos hace dos días. Sus negocios no le permitían quedarse más tiempo. Además, con sus padres allí, él se sentía más seguro de dejarla. Le había dicho que si necesitaba cu
Ava despertó con los primeros rayos del sol acariciando su rostro. Sentía sus ojos hinchados y su cabeza le dolía un poco. Los recuerdos del día anterior llenaron su mente y sintió una opresión en el pecho. Extrañamente, pese a la tristeza, también se sentía protegida. Al tratar de moverse, fue consciente de los brazos que la tenía envuelta en un abrazo firme. Hasta donde recordaba ella se había ido sola a la cama. Giró su cabeza todo lo que su posición le permitió para ver quien estaba a su lado, aunque se hacía una idea, podría reconocer a Alessandro aun con los ojos vendados. Y lo confirmó al verlo. Él tenía los ojos cerrados y respiraba acompasadamente. Durante un instante solo lo observó sin hacer ningún ruido. Él se veía tan sereno e inofensivo cuando estaba dormido. Trató de ignorar la sensación de tranquilidad que le producía estar en sus brazos y se concentró en la furia que aun sentía hacia él por lo de la noche anterior. Todavía no podía creer que él no hubiera
Ava llegó a la clínica media hora antes de su cita programada. El lugar no estaba tan lleno, había un par de parejas y una que otra mujer sola, sentadas en la sala de espera. Todos parecían concentrados en sus propios asuntos. Ella estaba sola, se suponía que Alessandro iba a llegar pronto. Los dos habían acordado que el conductor de Alessandro la llevaría de la casa a la clínica y él la alcanzaría allí. Él tenía un par de reuniones programadas durante la mañana, pero había despejado su agenda para la hora de su cita. Con calma se acercó hasta la recepcionista para registrar su llegada. Después que la amable mujer la atendiera, se sentó en una de las sillas y espero que el tiempo pasará. Ni siquiera se molestó en agarrar una de esas revistas sobre maternidad. Casi siempre terminaba un poco asustada después de leerlas. Sacó su kindle que, como casi siempre, llevaba consigo y retomó su última lectura. Se dejó absorber por las letras y sonrió cuando leyó unas líneas graciosas. Definiti
Ava se detuvo frente a las puertas de vidrio y miró el edificio frente a ella. Era hermoso y uno de los más altos de la zona. No era su estilo, demasiado lujo para su gusto, pero debía reconocer que era increíble. No estaba tan segura de que fuera una gran idea estar allí, pero tenía que intentarlo. Muchas cosas estaban en juego. Ingresó en el lugar antes de tener oportunidad de volverlo a pensar. Si no se apuraba lo más probable es que se terminara arrepintiendo. Al entrar encontró a un hombre sentado detrás de lo que parecía una especie de recepción. Igual que el diseño exterior, el del interior también era elegante. —Buenos días —saludó acercándose al hombre. Por costumbre le habló en su idioma y cuando se dio cuenta ya era tarde para echarse atrás. —Buenos días señorita ¿cómo puedo ayudarla? —respondió él con un marcado acento. —Estoy buscando a la señorita Salerno. Averiguar el apellido de Marena no había sido tan difícil. Solo había tenido que preguntarles a los niñ
Ava y Alessandro terminaron de arropar a los niños y luego ambos salieron de la habitación. Tomados de la mano caminaron hasta llegar a la habitación de él, que ahora compartían. No tenía mucho sentido seguir teniendo habitaciones separadas cuando él se colaba en la de ella cada noche. Mientras se alistaban para ir a la cama, Alessandro le compartió cosas sobre su día. Ambos habían desarrollado una rutina. A veces Ava pensaba que ya parecían una pareja de recién casados. Al terminar los dos fueron hasta la cama. Una sola lámpara alumbraba la habitación y le permitió ver a Alessandro recostarse a la altura de su vientre y estirar una mano para acariciarlo con cariño. —¿Así que tu madre te llevó a una aventura hoy? —Él guardó silencio un rato como si esperara que la bebé respondiera—. No te preocupes, no es usual que ella actúe así. Me alegra que todo saliera bien. Ahora descansa, no te preocupes que yo hablaré con mami para que no haga más locuras. Alessandro se acomodó esta vez
Alessandro y Ava se pararon frente al restaurante tomados de la mano. Un hombre les abrió la puerta y, luego de saludarlos, les recibió sus abrigos. Eran las siete de la noche y afuera el clima se tornaba fresco, pero dentro la calefacción mantenía tibio el local. Habían dejado a los niños en casa a cargo de su niñera. Debido a que tenían que salir ellos habían adelantado la hora del cuento. Además, durante la tarde ella había pasado tiempo con ellos antes de comenzar a alistarse para su cita. El restaurante estaba lleno.Una deliciosa fragancia estaba por todo el lugar y la elegancia era algo a destacar. Eso sí, no era demasiado ostentoso. Seguro que para venir a comer a un lugar parecido a ese uno debía hacer reservaciones con antelación. Una mujer se acercó a ellos. Traía un uniforme que, en comparación con otros que había visto anteriormente, parecía ser más cómodo. Además combinaba perfectamente con la apariencia del lugar. La mujer se presentó como la persona que los atender