Ava llegó a la clínica media hora antes de su cita programada. El lugar no estaba tan lleno, había un par de parejas y una que otra mujer sola, sentadas en la sala de espera. Todos parecían concentrados en sus propios asuntos. Ella estaba sola, se suponía que Alessandro iba a llegar pronto. Los dos habían acordado que el conductor de Alessandro la llevaría de la casa a la clínica y él la alcanzaría allí. Él tenía un par de reuniones programadas durante la mañana, pero había despejado su agenda para la hora de su cita. Con calma se acercó hasta la recepcionista para registrar su llegada. Después que la amable mujer la atendiera, se sentó en una de las sillas y espero que el tiempo pasará. Ni siquiera se molestó en agarrar una de esas revistas sobre maternidad. Casi siempre terminaba un poco asustada después de leerlas. Sacó su kindle que, como casi siempre, llevaba consigo y retomó su última lectura. Se dejó absorber por las letras y sonrió cuando leyó unas líneas graciosas. Definiti
Ava se detuvo frente a las puertas de vidrio y miró el edificio frente a ella. Era hermoso y uno de los más altos de la zona. No era su estilo, demasiado lujo para su gusto, pero debía reconocer que era increíble. No estaba tan segura de que fuera una gran idea estar allí, pero tenía que intentarlo. Muchas cosas estaban en juego. Ingresó en el lugar antes de tener oportunidad de volverlo a pensar. Si no se apuraba lo más probable es que se terminara arrepintiendo. Al entrar encontró a un hombre sentado detrás de lo que parecía una especie de recepción. Igual que el diseño exterior, el del interior también era elegante. —Buenos días —saludó acercándose al hombre. Por costumbre le habló en su idioma y cuando se dio cuenta ya era tarde para echarse atrás. —Buenos días señorita ¿cómo puedo ayudarla? —respondió él con un marcado acento. —Estoy buscando a la señorita Salerno. Averiguar el apellido de Marena no había sido tan difícil. Solo había tenido que preguntarles a los niñ
Ava y Alessandro terminaron de arropar a los niños y luego ambos salieron de la habitación. Tomados de la mano caminaron hasta llegar a la habitación de él, que ahora compartían. No tenía mucho sentido seguir teniendo habitaciones separadas cuando él se colaba en la de ella cada noche. Mientras se alistaban para ir a la cama, Alessandro le compartió cosas sobre su día. Ambos habían desarrollado una rutina. A veces Ava pensaba que ya parecían una pareja de recién casados. Al terminar los dos fueron hasta la cama. Una sola lámpara alumbraba la habitación y le permitió ver a Alessandro recostarse a la altura de su vientre y estirar una mano para acariciarlo con cariño. —¿Así que tu madre te llevó a una aventura hoy? —Él guardó silencio un rato como si esperara que la bebé respondiera—. No te preocupes, no es usual que ella actúe así. Me alegra que todo saliera bien. Ahora descansa, no te preocupes que yo hablaré con mami para que no haga más locuras. Alessandro se acomodó esta vez
Alessandro y Ava se pararon frente al restaurante tomados de la mano. Un hombre les abrió la puerta y, luego de saludarlos, les recibió sus abrigos. Eran las siete de la noche y afuera el clima se tornaba fresco, pero dentro la calefacción mantenía tibio el local. Habían dejado a los niños en casa a cargo de su niñera. Debido a que tenían que salir ellos habían adelantado la hora del cuento. Además, durante la tarde ella había pasado tiempo con ellos antes de comenzar a alistarse para su cita. El restaurante estaba lleno.Una deliciosa fragancia estaba por todo el lugar y la elegancia era algo a destacar. Eso sí, no era demasiado ostentoso. Seguro que para venir a comer a un lugar parecido a ese uno debía hacer reservaciones con antelación. Una mujer se acercó a ellos. Traía un uniforme que, en comparación con otros que había visto anteriormente, parecía ser más cómodo. Además combinaba perfectamente con la apariencia del lugar. La mujer se presentó como la persona que los atender
La burbuja de felicidad no duró demasiado. Al día siguiente de su cita con Alessandro, el sonido insistente de su celular retumbó en la habitación. Eran casi las cinco de la mañana y Ava tuvo un mal presentimiento. Las llamadas a esa hora, por lo general, no significaban nada bueno. Alessandro respondió de inmediato, no dijo mucho al principio, nada que le diera una pista de lo que estaba sucediendo. De pronto, el rostro de Alessandro pasó de la completa calma a la preocupación e incluso miedo. Él se controló lo más rápido que pudo, pero era tarde, ella ya lo había visto y dedujo que algo malo había sucedido. Trató de mantenerse en calma antes de sacar conclusiones precipitadas, pero de poco o nada sirvió. No tendría seguridad de nada hasta escucharlo de los labios de Alessandro. Estaba segura que la noticia que estaba recibiendo no tenía nada que ver con sus hijos porque ellos estaban sanos y salvos bajo el mismo techo. Aunque eso le dio un poco de tranquilidad, las posibilidad
Los minutos se hicieron eternos mientras esperaban que Matteo despertara para poder verlo. Cada vez que miraba la hora apenas habían transcurrido algunos minutos cuando en realidad se habían sentido como horas. Alessandro y ella se habían acomodado en uno de los sofás mientras esperaban. Ella tenía la cabeza recostada sobre las piernas de él. Sus esfuerzos por entablar una conversación con él habían sido inútiles. Ava miró el empaque de galletas que él había conseguido para ella junto con un zumo de frutas y que luego le había hecho acabar. Incluso en momentos como ese, él no se olvidaba de velar por ella. Cuando no supo qué más decir o preguntar había prendido la tele solo para llenar el silencio de la habitación. En realidad no tenía mucho interés en lo que se estaba transmitiendo. La tele apenas llevaba un par de minutos encendida cuando pasaron el accidente de Matteo por las noticias. Ava no podía entender cómo se habían enterado de ello con tanta rapidez y más aún en un p
La alarma sonó cuando el sol iluminaba toda la habitación de hotel. Eran cerca de las doce del mediodía y, después del corto descanso que había tomado, Ava se sentía renovada. Estiró la mano hasta alcanzar el celular de Alessandro que estaba sonando sobre el buró y presionó el botón para apagar la alarma, luego se giró hacia Alessandro.Él aún tenía los ojos cerrados y su rostro se veía tan pacífico. A Ava le alegró verlo más relajado después de la mañana de preocupación que habían tenido. —Despierta dormilón —dijo, sacudiéndolo con suavidad. —Llevo despierto mucho antes que la alarma sonara —le respondió él aun con los ojos cerrados—. Solo estaba disfrutando del momento y de cómo tu cuerpo se acomoda al mío. Es como si estuviéramos hechos a medida. —Quién iba a decir que podías ser tan cursi —bromeó aunque no podía negar que sus palabras le gustaron. —¿Así que cursi? —preguntó él, en el mismo tono burlón, mientras se abalanzaba sobre ella y comenzaba a hacerle cosquillas. Ava
Ava despertó al sentir un cosquilleo a lo largo de su espalda. Sonrió al darse cuenta que eran besos. —Podría acostumbrarme a despertar así. —Es hora de levantarse —anunció Alessandro depositando un último beso en su espalda. —¿Qué hora es? —preguntó ella, reacia a moverse. Ava estaba perfecta donde se encontraba. Se acomodó mejor y sonrió aun sin abrir los ojos. —Cerca de las siete de la mañana. No entendía porque la despertaba tan temprano. Aunque él se escuchaba tranquilo por un segundo pensó que tal vez algo había pasado con su hermano. —¿Todo bien con Matteo? —Sí, hablé con él hace un rato. —Ava recuperó la calma—. No paró de quejarse sobre lo mucho que odia quedarse en cama. Ambos se rieron. No le sorprendería que Matteo ya estuviera trabajando desde su cama en la clínica. Si en algo eran muy parecidos los hermanos De Luca, era respecto a los negocios, no sabían cuándo parar. Matteo necesitaba una mujer que le enseñara a parar. Ava giró su cabeza hacia Alessandro.