Alessandro y Ava se pararon frente al restaurante tomados de la mano. Un hombre les abrió la puerta y, luego de saludarlos, les recibió sus abrigos. Eran las siete de la noche y afuera el clima se tornaba fresco, pero dentro la calefacción mantenía tibio el local. Habían dejado a los niños en casa a cargo de su niñera. Debido a que tenían que salir ellos habían adelantado la hora del cuento. Además, durante la tarde ella había pasado tiempo con ellos antes de comenzar a alistarse para su cita. El restaurante estaba lleno.Una deliciosa fragancia estaba por todo el lugar y la elegancia era algo a destacar. Eso sí, no era demasiado ostentoso. Seguro que para venir a comer a un lugar parecido a ese uno debía hacer reservaciones con antelación. Una mujer se acercó a ellos. Traía un uniforme que, en comparación con otros que había visto anteriormente, parecía ser más cómodo. Además combinaba perfectamente con la apariencia del lugar. La mujer se presentó como la persona que los atender
La burbuja de felicidad no duró demasiado. Al día siguiente de su cita con Alessandro, el sonido insistente de su celular retumbó en la habitación. Eran casi las cinco de la mañana y Ava tuvo un mal presentimiento. Las llamadas a esa hora, por lo general, no significaban nada bueno. Alessandro respondió de inmediato, no dijo mucho al principio, nada que le diera una pista de lo que estaba sucediendo. De pronto, el rostro de Alessandro pasó de la completa calma a la preocupación e incluso miedo. Él se controló lo más rápido que pudo, pero era tarde, ella ya lo había visto y dedujo que algo malo había sucedido. Trató de mantenerse en calma antes de sacar conclusiones precipitadas, pero de poco o nada sirvió. No tendría seguridad de nada hasta escucharlo de los labios de Alessandro. Estaba segura que la noticia que estaba recibiendo no tenía nada que ver con sus hijos porque ellos estaban sanos y salvos bajo el mismo techo. Aunque eso le dio un poco de tranquilidad, las posibilidad
Los minutos se hicieron eternos mientras esperaban que Matteo despertara para poder verlo. Cada vez que miraba la hora apenas habían transcurrido algunos minutos cuando en realidad se habían sentido como horas. Alessandro y ella se habían acomodado en uno de los sofás mientras esperaban. Ella tenía la cabeza recostada sobre las piernas de él. Sus esfuerzos por entablar una conversación con él habían sido inútiles. Ava miró el empaque de galletas que él había conseguido para ella junto con un zumo de frutas y que luego le había hecho acabar. Incluso en momentos como ese, él no se olvidaba de velar por ella. Cuando no supo qué más decir o preguntar había prendido la tele solo para llenar el silencio de la habitación. En realidad no tenía mucho interés en lo que se estaba transmitiendo. La tele apenas llevaba un par de minutos encendida cuando pasaron el accidente de Matteo por las noticias. Ava no podía entender cómo se habían enterado de ello con tanta rapidez y más aún en un p
La alarma sonó cuando el sol iluminaba toda la habitación de hotel. Eran cerca de las doce del mediodía y, después del corto descanso que había tomado, Ava se sentía renovada. Estiró la mano hasta alcanzar el celular de Alessandro que estaba sonando sobre el buró y presionó el botón para apagar la alarma, luego se giró hacia Alessandro.Él aún tenía los ojos cerrados y su rostro se veía tan pacífico. A Ava le alegró verlo más relajado después de la mañana de preocupación que habían tenido. —Despierta dormilón —dijo, sacudiéndolo con suavidad. —Llevo despierto mucho antes que la alarma sonara —le respondió él aun con los ojos cerrados—. Solo estaba disfrutando del momento y de cómo tu cuerpo se acomoda al mío. Es como si estuviéramos hechos a medida. —Quién iba a decir que podías ser tan cursi —bromeó aunque no podía negar que sus palabras le gustaron. —¿Así que cursi? —preguntó él, en el mismo tono burlón, mientras se abalanzaba sobre ella y comenzaba a hacerle cosquillas. Ava
Ava despertó al sentir un cosquilleo a lo largo de su espalda. Sonrió al darse cuenta que eran besos. —Podría acostumbrarme a despertar así. —Es hora de levantarse —anunció Alessandro depositando un último beso en su espalda. —¿Qué hora es? —preguntó ella, reacia a moverse. Ava estaba perfecta donde se encontraba. Se acomodó mejor y sonrió aun sin abrir los ojos. —Cerca de las siete de la mañana. No entendía porque la despertaba tan temprano. Aunque él se escuchaba tranquilo por un segundo pensó que tal vez algo había pasado con su hermano. —¿Todo bien con Matteo? —Sí, hablé con él hace un rato. —Ava recuperó la calma—. No paró de quejarse sobre lo mucho que odia quedarse en cama. Ambos se rieron. No le sorprendería que Matteo ya estuviera trabajando desde su cama en la clínica. Si en algo eran muy parecidos los hermanos De Luca, era respecto a los negocios, no sabían cuándo parar. Matteo necesitaba una mujer que le enseñara a parar. Ava giró su cabeza hacia Alessandro.
Cuatro días. Tan solo cuatro días. Ese era el tiempo que Matteo había aguantado hospitalizado antes de pedir su alta. De hecho habían sido dos días, pero Ava le había lanzado una mirada mortal que él no había tenido más remedio que callar. Pero al cuarto día, mientras Alessandro y ella aún estaban en el hotel, Matteo había aprovechado para hacer que el doctor firmara su alta. Cuando llegaron al hospital, él ya estaba esperándolos cambiado con una muda de ropa diferente a la bata de hospital y una sonrisa presumida. —¿Qué se supone que estás haciendo cambiado? —preguntó Ava. —El doctor acaba de firmar mi alta. Dijo que estaba lo suficientemente bien para irme a casa. Ella ni siquiera lograba entender cómo había logrado que eso sucediera un día domingo, pero no le sorprendería saber que Matteo había utilizado alguna de sus influencias y que probablemente había sobornado a algunas personas. —¿De dónde sacaste esa ropa? —Del equipo de seguridad, se los pedí y me lo trajeron de inme
Giovanni abrió la puerta del auto y la mantuvo sujeta mientras los niños y Ava bajaban del auto. Ella se arrastró por el asiento y miró hacia afuera. Ese era el próximo paso. Quería decir que se sentía segura, pero no era del todo cierto. Esa sería la forma de confirmar todos los rumores o al menos los más importantes. Hace una más de una semana habían llegado de Francia y al día siguiente de su llegada muchas de las revistas habían mostrado fotos de ella y Alessandro caminando por Jardin des Tuileries. Para ser sincera Ava no había pensado que alguien los podía seguir en otro país, pero tal vez debería haberlo supuesto. No se habían alejado demasiado de casa, todavía podían reconocerlos. Ahora su posible embarazo era el titular de muchas revistas de chismes. Eso junto a algunas suposiciones de que Alessandro no se quería hacer cargo del bebé. Si supieran que ella había rechazado casarse con él, tal vez el tono de las noticias hubiera sido diferente. Ava sonrió ante sus propios
Decir que Ava estaba feliz sería un eufemismo. Todo estaba saliendo a la perfección. Alessandro estaba haciendo lo posible por darle la boda de sus sueños. Además de asegurarse que no se esforzara demasiado. A veces exageraba un poco. Bastaba que ella mostrara signos de estar cansada y la sacaría de cualquier lugar sin importarle lo demás. Lo cual no era del todo productivo porque se iban a casar dentro de una semana y según la organizadora aún había varios detalles por pulir. La mujer era la mejor en su trabajo, pero necesitaba relajarse un poco. La de la boda era ella, pero la más estresada era su organizadora de bodas. No entendía como la mujer se sometía a eventos de esa magnitud una y otra vez voluntariamente. Lo bueno es que cada vez estaban más cerca del gran día. Cuando Alessandro le dijo que quería casarse dentro de un mes, ella no pensó que fuera mala idea. Era claro que no estaba en mejor momento. Una boda requería demasiada organización. Ni siquiera con todo un batallón