Ava sentía que estaba vomitando hasta sus entrañas. Cada vez que creía que ya estaba pasando, las arcadas volvían a comenzar. Había intentado respirar profundamente, pero no había hecho ninguna diferencia. Nunca se había sentido tan mal en toda su vida. Esta vez no estaba segura de que lo había provocado. Se había deshecho de varias cosas durante la semana. Cosas que con tan solo verlas, u olerlas, le causaban náuseas. Aunque nunca nada de eso la había puesto en el estado en el que se encontraba en ese momento. —¿Todo bien allí, cariño? —preguntó su madre tocando la puerta del baño. —Sí, ma. —Segura que no necesitas algo. —No, creo que ya estoy mejor. —Mason está aquí —le avisó. —Saldré pronto. Ava esperó un poco más para ver si las ganas de vomitar volvían, pero por fin parecían haberse detenido. Se puso de pie y se cepilló los dientes con rapidez. Levantó su camiseta y miró el reflejo de su barriga. Aunque el abultamiento aún no era muy notorio sabía que su hijo estaba
Ava apenas mantuvo los ojos abiertos mientras ella y Mason viajaban en el taxi rumbo al hotel donde se hospedarían. Estaba demasiado cansada y todo el cuerpo le dolía. La próxima vez lo pensaría dos veces antes de rechazar una oferta de viajar en primera clase. El cansancio estaba a punto de vencerla cuando el taxi se detuvo. —Llegamos —informó el taxista regresándola a la realidad. El viaje en taxi había tomado media hora. Era pasada la media noche, así que no había mucho tráfico. Un hombre salió del hotel para ayudarlos con su equipaje. Él los condujo hasta la recepción para que se registraran y se marchó con sus maletas mientras lo hacían. Ava se enamoró a primera vista del hotel. Era hermoso por dentro y por fuera. El interior tenía un estilo minimalista y conservaba parte de su estructura original que de seguro databa de cientos de años atrás. Unas escaleras en forma de caracol y con barandas de madera estaban a un rincón. Unas pequeñas luces colgaban del techo y unos sill
La tranquilidad del día anterior se había evaporado mientras más se acercaba al restaurante donde se iba a encontrar con Alessandro. Estaba nerviosa y se sentía muy tentada a dar la vuelta. Dentro de nada tendría que confesarle porque había regresado y no se sentía precisamente emocionada por ello. Mason le había ofrecido ir con ella, pero ella se había negado. Aunque agradecía todo su apoyo, eso era algo que tenía que hacer sola. Entró al restaurante y buscó un lugar vacío para esperar. Llegaba diez minutos antes, pero vio a Alessandro esperándola en una mesa al fondo. El lugar era él más privado del lugar. Ella se detuvo un instante para recobrar valor y luego continuó caminando. Se sentía como si caminara hacia la guillotina. Alessandro la miró fijamente en todo momento. Su expresión no revelaba que estaba sintiendo y eso la ponía más tensa. Las náuseas comenzaron a aparecer. Y tuvo que recordarse respirar profundo para que no empeoraran. —No podía ser más oportuno —susurró
Tuvieron que esperar a Fabrizio y Piero durante quince minutos. Para Ava esos fueron los minutos más largos de toda su vida. La tensión era casi palpable entre ellos. Cualquier intento de conversación moría rápidamente. Cada vez que Alessandro le decía algo, ella se limitaba a responder con monosílabos. No lo hacía para castigarlo, simplemente no estaba de humor. Su vida no había dejado de correr desde que conoció a Alessandro. Sentía como si hubiera tomado un tren que aún no llegaba a su destino por muy rápido que viajaba. Estaba tan ansiosa por pisar tierra y a la vez quería que el viaje continuara porque la emoción que sentía al estar junto a Alessandro era incomparable. Jamás había considerado su vida monótona y aburrida hasta que lo conoció. Él le había demostrado que había mucho más que solo conformarse. Pero también le había enseñado el dolor que podía costar. Era por eso que no quería creer que su casi propuesta de matrimonio era real porque si lo hacía, se estaba volviendo
Ava llevaba mirando el techo por alrededor de una hora. Se le estaba haciendo una costumbre dar vueltas en la cama sin poder dormir. Estaba a nada de ponerse a practicar algunas de esas técnicas inservibles para dormir rápido. Habían pasado una tarde interesante con Alessandro, Mason y los niños. Piero y Fabrizio le habían mostrado a Mason todos sus juegos, pero no le habían quitado el ojo de encima. Era como si todavía tuvieran miedo de que ella desapareciera repentinamente. Eso le dijo cuanto los había afectado con su partida a los niños. Sabía que no había sido su culpa, pero eso no la hacía sentir del todo mejor. Luego de los juegos, habían ido a cenar fuera. Mason no había desaprovechado cualquier oportunidad para irritar a Alessandro. Si él no había matado a Mason durante todo ese tiempo era solo porque sus hijos estaban presentes en todo momento. Incluso ella admiraba su autocontrol. Mason lo había estado provocando una y otra vez solo por el placer de hacerlo. Ava le había
Error tras error era así cómo Ava podía definir su relación con Alessandro. Él ejercía un poder sobre ella que la hacía actuar sin detenerse a pensar en las consecuencias ¿Si no porque había tenido sexo con él sin haber aclarado las cosas? Eso solo lo complicaba todo. Pero no le podía cargar toda la responsabilidad a él. Ella era lo suficientemente adulta para saber lo que hacía. Eran las ocho de la mañana y aún seguía en su habitación. Había escuchado a los niños marcharse hace poco. Seguro su padre les había dicho que la dejaran descansar y solo por eso no habían venido a despertarla. Esta mañana le había costado mucho levantarse. No solo porque estaba agotada por la noche anterior, sino también porque no se sentía capaz de enfrentarse a la realidad que le esperaba más allá de la puerta. Era cobarde de su parte seguir alargando las cosas. Cuanto antes se enfrentará a Alessandro, antes acabaría con el estrés que le causaba toda esa situación. Salió de su habitación con temor. Ca
Alessandro y Ava estaban sentados en el gran sofá de la sala, hablando y bromeando. Habían llegado de su improvisado picnic media hora atrás. El viaje de regreso había sido relajado. Él la había mantenido cerca durante todo el camino, asegurándose de que estuviera cómoda y robándole algunos besos. La conversación entre los dos fluía con naturalidad. Eran momentos como esos los que siempre valoraría, más que cenas lujosas y regalos costosos. Estaban empezando una nueva etapa y necesitaban conocerse sin barreras de por medio. Ellos habían pasado tanto tiempo juntos, pero era la primera vez que Alessandro parecía estar abriendo su alma por completo. No era el único. Ava también estaba entregando su confianza sin reservas. No estaba a la expectativa de que pronto todo se acabaría. Alessandro había cometido bastantes errores la primera vez, pero ella también lo había hecho. Nunca había confiado del todo en él. Siempre estaba esperando que él se cansara de ella y cuando finalmente pasó
Ava estaba alistándose cuando Alessandro tocó la puerta de su habitación y abrió la puerta. Ella había decidido mantener el cuarto que él le había dado. Él no se había mostrado muy feliz por su decisión y trató de convencerla de mudarse con él nuevamente, pero ella se mantuvo firme. Esta vez necesitaban tomarse algunas cosas con calma. Ya no solo se trataba de ellos dos. Apenas el día anterior habían llegado al acuerdo de intentarlo de nuevo y no sería prudente dar saltos en lugar de pasos. Regresar a compartir habitación era definitivamente un gran salto. Además, Ava quería vivir un noviazgo común, por decirlo de alguna manera. Quería vivir el típico cortejo. La primera vez, todo había ido demasiado rápido que ninguno de los dos tuvo tiempo de darse cuenta de cuánto realmente se estaban involucrando. —¿Estás lista? —preguntó Alessandro y cerró la puerta al entrar. En breve se reunirían con sus amigos. Ellos la habían apoyado bastante y para Ava era importante contarles la decis