Sus dos sobrinos corrían de un lado a otro sin descanso. Había extrañado tanto sus risas, travesuras y el que la llamaran tía. Los observó con cariño y lista para socorrerlos en caso de que alguno necesitara de su ayuda. La visita a casa de sus padres había ido mejor de lo que imaginó. Pero había pasado un poco de vergüenza, cuando William devoró casi todo el pan que su madre había horneado esa mañana. Sí Mónica no lo hubiera detenido no habría quedado nada para los demás. Aun así, su madre parecía contenta con eso. William había congeniado bastante bien con toda su familia, en especial con su cuñado, el esposo de su hermana. Se olvidaron del resto mientras conversaban sobre caballos, definitivamente hablaban el mismo idioma. Lo dejó que siguiera con su conversación mientras ella, su hermana y su madre se podían al corriente. La noche estaba un poco fría y cuando se llegó la hora de dormir, ella lo llevó a su antigua habitación. La cama era pequeña que apenas cabían los dos. Para n
William decidió darle un tiempo a solas, solo un momento. Luego le exigiría qué hablara con él. Eso es lo que hacen las parejas cuando hay algo molestándolas ¿no? Pasado una hora entró en silencio a la habitación. Esperó verla acostada en la cama, pero ella estaba de pie observando por la ventana. Recién se había dado un baño, tenía el cabello mojado y estaba envuelta en un albornoz. Segundos después ella sintió su presencia, lo miró sobre su hombro y dijo: —¿Piensas quedarte ahí? —No es mala idea, desde aquí tengo una hermosa vista —respondió mientras llegaba hasta ella y la abrazaba por detrás— Uhm, debiste decirme que tomarías un baño, te habría ayudado a... —No estoy segura de que si «ayudar» sea la palabra correcta. —Sabes muy bien que siempre termino bañándonos a ambos— Él la tomó de la cintura y la giró para estar frente a ella. Mónica bajó su mirada, pero él ya había visto sus ojos rojos, como si hubiera estado llorando. Tomó entre sus dedos su barbilla e hijo que lo mir
Mónica siguió con lo suyo sin decir una palabra. Tomó una servilleta y secó sus manos tomándose su tiempo. No estaba segura de cómo actuar, aunque William le dijera que Kiani era una buena persona, no podía confiar por el simple hecho de que William pensaba lo mismo de Susan y era obvio que él estaba equivocado con respecto a ella, pero él no lo sabía. No podía culparlo, nadie era perfecto y Susan era buena fingiendo. —Lamento lo del otro día. —Dijo Kiani cuando no obtuvo una respuesta de su parte— Debí presentarme antes. —Sí, debiste. Pero eso ya no importa. Ahora si me disculpas... —Espera... —No sé qué es lo que pretendes, pero estoy segura de que no es hacer una amiga. —En otras circunstancias jamás habría sido así de descortés con alguien, pero no podía simplemente confiarse después de como la había tratado Susan. —¿Y porque no? —Porque pensé lo mismo de Susan y resultó ser que solo fingía ser amable conmigo. —Precisamente de ella es de quien quiero hablarte. —Creo que no
El día había estado muy lluvioso, era viernes por la tarde. Mónica salió de su trabajo y antes de volver a casa decidió pasar a comprar algunas cosas que necesitaba. Debido a que ese día William no podía ir a recogerla decidió llevarse el auto qué él había puesto a su disposición. Habría tomado un taxi, pero esta vez quería conducir y acostumbrarse a eso. Entró a una zapatería qué sabía no era nada barata. Pero pronto sería el cumpleaños de William. Jessica y Ariadna estaban organizando una gran fiesta para celebrarlo y ellas le habían pedido que les ayudara a organizarlo. Y aceptó gustosa. Necesitaba encontrar unos zapatos que combinaran con el vestido que ya tenía. Jessica se lo había obsequiado y quería usarlo para esa ocasión especial. «Ha llegado la hora de usar esta tarjeta», se dijo a sí misma cuando llegó el momento de pagar por su compra. Tomó la tarjeta que William le había dado hace un tiempo y se la entregó a la cajera. Sonrió y agradeció cuando le entregaron la bolsa.
Mónica comenzó a sentir como sus ojos se cerraban involuntariamente. En cualquier momento el cansancio la vencería. Había intentado mantenerse despierta solo para seguir sintiendo la suave caricia en su espalda. Ella y William recién había hecho el amor. No era esto lo que tenía en mente esa noche, pero luego de que él la llevó a su habitación y comenzó a besarla, todo su plan de hablar con él y decirle la verdad quedó en segundo plano. —¿Ya te dormiste? —preguntó él. —¿Uhm? —contestó ella. Él esbozó una sonrisa sin dejar de acariciarla, la estrechó más a su cuerpo y depositó un beso en su frente. —Descansa, prometo que estaré aquí cuando despiertes. —Pronto él también se quedó dormido. No debió pasar mucho tiempo después de que ambos se durmieran cuando el sonido del celular de William los despertó a eso de las diez de la noche. Fue William quien se movió de su lugar para tomarlo. Ella ni siquiera abrió los ojos. Lo que más quería en ese momento era que aquel molesto sonido termi
William inhaló profundo y luego dejó escapar el aire por la boca, como si hubiera aceptado la ruptura. Pensó que al fin se daría por vencido y la dejaría ir. Pero sucedió todo lo contrario a lo que esperaba. Él le quitó el equipaje y con su otra mano la llevó de vuelta a la habitación en contra de su voluntad. —¡William detente! ¡Suéltame! —Intentó liberarse de su agarre, pero fue inútil. Era como si él no la escuchara. William tiró la maleta a un costado, lo más lejos posible. Luego se haría cargo de ella. —Cuando te lo propones eres demasiado testaruda. —Claramente su novia estaba igual o más molesta que antes. Pero ya no estaba tan sorprendido como hace un rato, ahora podía entender sus cambios de humor y el porqué estaba más sensible. —¿Qué demonios es lo que quieres? —Demandó. Él reprimió el deseo de soltarse a reír, estaba seguro de que eso la habría enfurecido aún más. —Explícame a qué decisión te refieres porque no entiendo. —¿Es en serio? ¿No lo entiendes? No te import
«Embarazada» Esa palabra resonó una y otra vez en su cabeza durante toda la noche que fue imposible conciliar el sueño. Mientras William la abrazaba le había dicho que todo estaría bien. La había tranquilizado un poco saber que a él le agradaba la idea de ser padre. Pero ella no quería hacerse falsas esperanzas hasta tener una prueba que no dejara dudas de su estado. Si el resultado es negativo no podría evitar la decepción. En algún momento de la madrugada el cansancio debió vencerla y se quedó profundamente dormida. Cuando William despertó temprano decidió dejarla dormir un poco más, sabía que ella lo necesitaba. Se levantó con mucho cuidado, tomó su celular. Anoche lo había dejado en silencio. Al revisarlo se dio cuenta de que tenía un par de llamadas perdidas de Susan y un mensaje de Ariadna. Ignoró por completo las llamadas perdidas y leyó el mensaje. En él decía que; Susan estaba muy bien de salud. Solo había sufrido un par de rasguños, pero nada que amenazara su vida. Se que
Mónica estaba recostada sobre la camilla. William a su lado sostenía su mano y con suavidad acariciaba el dorso. Podía sentir que él también estaba nervioso, pero era seguro que no tanto como ella. A penas y podía controlarse, esa sería la primera vez que verían, por decirlo de alguna manera, a su hijo o hija. Y estaba profundamente agradecida de que William estuviera con ella en ese momento. En los exámenes que le hicieron esa mañana habían confirmado su estado, aunque ya no tenía dudas, se sintió como si fuera la primera vez que le daban la noticia. Y por supuesto que también había derramado algunas lágrimas, igual que lo hacía en ese momento que las imágenes comenzaron a aparecer en el monitor del ecógrafo y luego el sonido constante y rápido del corazoncito de su bebé. —Este de acá es vuestro bebé —Indicó la doctora Kelly apuntando una mancha negra en la pantalla. Era tan pequeño— Su corazón está sano y fuerte —Esas eran las palabras que ansiaba escuchar. Mónica no podía aparta