Mónica estaba recostada sobre la camilla. William a su lado sostenía su mano y con suavidad acariciaba el dorso. Podía sentir que él también estaba nervioso, pero era seguro que no tanto como ella. A penas y podía controlarse, esa sería la primera vez que verían, por decirlo de alguna manera, a su hijo o hija. Y estaba profundamente agradecida de que William estuviera con ella en ese momento. En los exámenes que le hicieron esa mañana habían confirmado su estado, aunque ya no tenía dudas, se sintió como si fuera la primera vez que le daban la noticia. Y por supuesto que también había derramado algunas lágrimas, igual que lo hacía en ese momento que las imágenes comenzaron a aparecer en el monitor del ecógrafo y luego el sonido constante y rápido del corazoncito de su bebé. —Este de acá es vuestro bebé —Indicó la doctora Kelly apuntando una mancha negra en la pantalla. Era tan pequeño— Su corazón está sano y fuerte —Esas eran las palabras que ansiaba escuchar. Mónica no podía aparta
—Hijo, me acompañas a mi despacho —Dijo su padre colocándose de pie. William se inclinó y le dijo a Mónica que regresaría en seguida. Ella solo asintió sin prestarle mucha atención, seguramente porque su conversación con Lara y Ariadna le interesaba más en ese momento. —¿Quieres algo de tomar? —ofreció su padre. Y el aceptó un vaso con whisky. No era común que tomarán alcohol porque a su madre no le agradaba, pero eso no significaba que no lo hicieran. A veces lo hacían sin que ella lo supiera o al menos eso creían. —¿Ocurre algo? —cuestionó. Conocía bien a su papá. —No estoy seguro. Pero tu madre y yo nos quedamos preocupados la noche que Susan vino a vitarnos. —William guardó silencio, planeaba contarles todo a sus padres luego de que sacara a Susan de su vida. —Dígame que hizo o que les dijo —Musitó manteniéndose sereno. —Veo que no estás nada sorprendido por lo que dije. —Tengo mis motivos, ¿entonces? —Acusó a tu novia de querer aprovecharse de ti para sacarte dinero —Dijo
A William le pareció una eternidad llegar al fin de semana. Y lo más difícil había sido seguir su propio plan. Estaba demasiado ansioso y su novia no tardaría en darse cuenta. —¿Seguro que quieres que te acompañe? —había pregunta Mónica cuando él la invitó a ir a Christchurch a reunirse con un cliente. —No tengo ninguna duda. Te prometo que no tardaremos demasiado y luego podremos ir a dar un paseo antes de volver a Tauranga. —Está bien —aceptó ella. William dejó salir un suspiro de alivio. Después de eso se dedicó a coordinar el viaje y prepararse para uno de los momentos más importantes de su vida. Aterrizaron en Christchurch cerca del medio. William prefirió contratar un vuelo primado para evitar que Mónica se agotara con la espera en los vuelos comerciales. —No sabía que vendríamos al Parque Riccarton —dijo ella cuando el auto en el que iban estacionó. —¿No te lo dije? —No, no lo hiciste. — Él no respondió nada y ella lo dejó pasar, otra vez. En todo el viaje le había par
Mónica le dio un vistazo a su reloj antes de tomar sus libros, guardarlos en su bolso y salir de la universidad. Esa mañana había hablado por teléfono con Jasmine y acordaron reunirse en la tarde después de que Mónica terminara su clase. Jasmine haría un espacio en su ahora apretada agenda para ver a su amiga. Se subió a su auto y condujo hasta una cafetería no tan lejos de donde se encontraba. Jasmine ya estaba esperándola en el sitio. Le dedicó una sonrisa mientras se acercaba hasta ella. Su amiga también sonrió al verla llegar. Aunque Jasmine se miraba diferente, lucía hermosa en su traje de oficina y se había cortado el cabello, ahora le llegaba hasta los hombros. Jasmine se colocó de pie para darle un abrazo y un beso en su mejilla. —¿Cómo has estado? —Preguntó su amiga mientras tomaban asiento. —Muy bien. William se ha convertido en mi sombra luego de enterarnos de que seríamos padres. Es un milagro que no haya decidido venir conmigo. Supongo que adivinó que no lo dejaría es
—Mónica —gritó una vez más. Observó la sala o lo que quedaba de ella y se dio cuenta de que no podría salir por la puerta principal. Solo quedaba una salida, detrás de él, al final del pasillo podía llegar hasta el gimnasio y salir por la puerta trasera. En dirección a la cocina ya no se podía avanzar, se alejó de ahí y buscó hacia el otro lado. Entonces vio a Susan inclinada sobre un cuerpo tendido en el suelo. Su corazón se detuvo cuando vio el rostro de su prometida, quería evitar pensar en lo peor, pero era muy difícil, viendo aquella escena. —¡Mónica! —Gritó. Susan ni siquiera se sorprendió al verlo— ¿Qué haces aquí? ¿Tú…? —preguntó viéndola solo un segundo, para luego volver su atención a Mónica y caminó en su dirección. Solo fue capaz de dar algunos pasos porque Susan sacó un arma y le apuntó. —Detente —Demandó. Pero William no se inmutó y eso no iba a impedir que llegara hasta ella. —¿Qué crees que haces? ¿Perdiste la cabeza? —No necesitaba que le explicara, estaba claro q
El señor Green había despertado con la necesidad de tomar un poco de agua. Se aseguró de no despertar a su esposa mientras se levantaba de la cama. Y bajó hasta la cocina. Se sirvió agua en un vaso y se lo llevó a la boca. Antes de tomarlo una luz brillante que se reflejaba en el vidrio de la ventana de la cocina llamó su atención. La casa de su hijo no estaba tan cerca, pero era imposible no verla desde ahí cuando las luces estaban encendidas, pero esta vez no solo eran las luces sino las llamas que la estaban consumiendo. —¿Pero qué rayos? —dijo antes de dejar el vaso con agua en el fregadero— ¡Maldición! no puede ser. —corrió a tomar el teléfono fijo de la casa y llamó a su hermano. Este contestó después de varios timbrazos. —¿Qué… —Ve a casa de Will —Dijo en cuanto su hermano respondió— Y dile a Aria que venga con su madre, pero que no la despierte. —¿Pero… —Ahora —dijo evitando gritar para no despertar a su esposa. Pero dejando muy claro que más que una orden era una emerge
Jasmine se levantó muy temprano en la mañana. Ese día tenía un par de reuniones. Y su padre le había avisado que llegaría a buscarla a su oficina para ir a almorzar juntos. Pese a su frialdad desde que murió su madre, él, a veces hacía estas cosas. No hablaban mucho, pero cuando él tenía algo que decir, lo decía sin tantos rodeos. Quizás en eso se parecía mucho a él. Recién se había bañado cuando su celular le notificó que tenía una llamada. Al ver el identificador, se sintió tentada a ignorar esa llamada. Era Livvie Hazlett, la chica no le desagradaba. Pero no eran amigas y quizás nunca lo serían después de su último encuentro. La última vez que la vio fue en Wellington en un restaurante, antes de que se mudara a Tauranga. Jasmine pasaba por su mesa cuando la escuchó mencionar el nombre de Mónica. —Esa tal Mónica Goodwin no está mal, pero es una simple mesera —Había dicho Livvie. —No puedo creer que William Green tenga esa clase de gustos —dijo la persona que la acompañaba. Jasmi
—¿Hasta cuándo tendré que quedarme en esta habitación? —preguntó Mónica a la doctora luego de examinarla. Le había dicho que todo estaba bien con ella y el bebé. El señor William había usado su influencia para que dejaran a Mónica bajo revisión. Aunque ella ya podía dejar el hospital, no tenía ni que intentar decirle que la llevaría a casa para saber que ella no se iría de ahí. —Aunque no hay ninguna razón para preocuparnos —respondió la doctora— Recomiendo que te quedes esta noche aquí. Regresaré mañana temprano para darte el alta. —Está bien —dijo. No es como si tuviera otra opción. La doctora se despidió de ella y de su madre. Catherine fue la única que se había quedado. Cuando la doctora llegó los había sacado a todos y solo le permitió a su madre quedarse con ella. Jasmine y Ariadna ingresaron en cuanto la doctora se fue. —Ya que están aquí, aprovecharé para ir por una taza de café —anunció su madre. —Por supuesto —Dijo Jasmine. —Voy con usted —Se ofreció Ariadna, pero en