El día había estado muy lluvioso, era viernes por la tarde. Mónica salió de su trabajo y antes de volver a casa decidió pasar a comprar algunas cosas que necesitaba. Debido a que ese día William no podía ir a recogerla decidió llevarse el auto qué él había puesto a su disposición. Habría tomado un taxi, pero esta vez quería conducir y acostumbrarse a eso. Entró a una zapatería qué sabía no era nada barata. Pero pronto sería el cumpleaños de William. Jessica y Ariadna estaban organizando una gran fiesta para celebrarlo y ellas le habían pedido que les ayudara a organizarlo. Y aceptó gustosa. Necesitaba encontrar unos zapatos que combinaran con el vestido que ya tenía. Jessica se lo había obsequiado y quería usarlo para esa ocasión especial. «Ha llegado la hora de usar esta tarjeta», se dijo a sí misma cuando llegó el momento de pagar por su compra. Tomó la tarjeta que William le había dado hace un tiempo y se la entregó a la cajera. Sonrió y agradeció cuando le entregaron la bolsa.
Mónica comenzó a sentir como sus ojos se cerraban involuntariamente. En cualquier momento el cansancio la vencería. Había intentado mantenerse despierta solo para seguir sintiendo la suave caricia en su espalda. Ella y William recién había hecho el amor. No era esto lo que tenía en mente esa noche, pero luego de que él la llevó a su habitación y comenzó a besarla, todo su plan de hablar con él y decirle la verdad quedó en segundo plano. —¿Ya te dormiste? —preguntó él. —¿Uhm? —contestó ella. Él esbozó una sonrisa sin dejar de acariciarla, la estrechó más a su cuerpo y depositó un beso en su frente. —Descansa, prometo que estaré aquí cuando despiertes. —Pronto él también se quedó dormido. No debió pasar mucho tiempo después de que ambos se durmieran cuando el sonido del celular de William los despertó a eso de las diez de la noche. Fue William quien se movió de su lugar para tomarlo. Ella ni siquiera abrió los ojos. Lo que más quería en ese momento era que aquel molesto sonido termi
William inhaló profundo y luego dejó escapar el aire por la boca, como si hubiera aceptado la ruptura. Pensó que al fin se daría por vencido y la dejaría ir. Pero sucedió todo lo contrario a lo que esperaba. Él le quitó el equipaje y con su otra mano la llevó de vuelta a la habitación en contra de su voluntad. —¡William detente! ¡Suéltame! —Intentó liberarse de su agarre, pero fue inútil. Era como si él no la escuchara. William tiró la maleta a un costado, lo más lejos posible. Luego se haría cargo de ella. —Cuando te lo propones eres demasiado testaruda. —Claramente su novia estaba igual o más molesta que antes. Pero ya no estaba tan sorprendido como hace un rato, ahora podía entender sus cambios de humor y el porqué estaba más sensible. —¿Qué demonios es lo que quieres? —Demandó. Él reprimió el deseo de soltarse a reír, estaba seguro de que eso la habría enfurecido aún más. —Explícame a qué decisión te refieres porque no entiendo. —¿Es en serio? ¿No lo entiendes? No te import
«Embarazada» Esa palabra resonó una y otra vez en su cabeza durante toda la noche que fue imposible conciliar el sueño. Mientras William la abrazaba le había dicho que todo estaría bien. La había tranquilizado un poco saber que a él le agradaba la idea de ser padre. Pero ella no quería hacerse falsas esperanzas hasta tener una prueba que no dejara dudas de su estado. Si el resultado es negativo no podría evitar la decepción. En algún momento de la madrugada el cansancio debió vencerla y se quedó profundamente dormida. Cuando William despertó temprano decidió dejarla dormir un poco más, sabía que ella lo necesitaba. Se levantó con mucho cuidado, tomó su celular. Anoche lo había dejado en silencio. Al revisarlo se dio cuenta de que tenía un par de llamadas perdidas de Susan y un mensaje de Ariadna. Ignoró por completo las llamadas perdidas y leyó el mensaje. En él decía que; Susan estaba muy bien de salud. Solo había sufrido un par de rasguños, pero nada que amenazara su vida. Se que
Mónica estaba recostada sobre la camilla. William a su lado sostenía su mano y con suavidad acariciaba el dorso. Podía sentir que él también estaba nervioso, pero era seguro que no tanto como ella. A penas y podía controlarse, esa sería la primera vez que verían, por decirlo de alguna manera, a su hijo o hija. Y estaba profundamente agradecida de que William estuviera con ella en ese momento. En los exámenes que le hicieron esa mañana habían confirmado su estado, aunque ya no tenía dudas, se sintió como si fuera la primera vez que le daban la noticia. Y por supuesto que también había derramado algunas lágrimas, igual que lo hacía en ese momento que las imágenes comenzaron a aparecer en el monitor del ecógrafo y luego el sonido constante y rápido del corazoncito de su bebé. —Este de acá es vuestro bebé —Indicó la doctora Kelly apuntando una mancha negra en la pantalla. Era tan pequeño— Su corazón está sano y fuerte —Esas eran las palabras que ansiaba escuchar. Mónica no podía aparta
—Hijo, me acompañas a mi despacho —Dijo su padre colocándose de pie. William se inclinó y le dijo a Mónica que regresaría en seguida. Ella solo asintió sin prestarle mucha atención, seguramente porque su conversación con Lara y Ariadna le interesaba más en ese momento. —¿Quieres algo de tomar? —ofreció su padre. Y el aceptó un vaso con whisky. No era común que tomarán alcohol porque a su madre no le agradaba, pero eso no significaba que no lo hicieran. A veces lo hacían sin que ella lo supiera o al menos eso creían. —¿Ocurre algo? —cuestionó. Conocía bien a su papá. —No estoy seguro. Pero tu madre y yo nos quedamos preocupados la noche que Susan vino a vitarnos. —William guardó silencio, planeaba contarles todo a sus padres luego de que sacara a Susan de su vida. —Dígame que hizo o que les dijo —Musitó manteniéndose sereno. —Veo que no estás nada sorprendido por lo que dije. —Tengo mis motivos, ¿entonces? —Acusó a tu novia de querer aprovecharse de ti para sacarte dinero —Dijo
A William le pareció una eternidad llegar al fin de semana. Y lo más difícil había sido seguir su propio plan. Estaba demasiado ansioso y su novia no tardaría en darse cuenta. —¿Seguro que quieres que te acompañe? —había pregunta Mónica cuando él la invitó a ir a Christchurch a reunirse con un cliente. —No tengo ninguna duda. Te prometo que no tardaremos demasiado y luego podremos ir a dar un paseo antes de volver a Tauranga. —Está bien —aceptó ella. William dejó salir un suspiro de alivio. Después de eso se dedicó a coordinar el viaje y prepararse para uno de los momentos más importantes de su vida. Aterrizaron en Christchurch cerca del medio. William prefirió contratar un vuelo primado para evitar que Mónica se agotara con la espera en los vuelos comerciales. —No sabía que vendríamos al Parque Riccarton —dijo ella cuando el auto en el que iban estacionó. —¿No te lo dije? —No, no lo hiciste. — Él no respondió nada y ella lo dejó pasar, otra vez. En todo el viaje le había par
Mónica le dio un vistazo a su reloj antes de tomar sus libros, guardarlos en su bolso y salir de la universidad. Esa mañana había hablado por teléfono con Jasmine y acordaron reunirse en la tarde después de que Mónica terminara su clase. Jasmine haría un espacio en su ahora apretada agenda para ver a su amiga. Se subió a su auto y condujo hasta una cafetería no tan lejos de donde se encontraba. Jasmine ya estaba esperándola en el sitio. Le dedicó una sonrisa mientras se acercaba hasta ella. Su amiga también sonrió al verla llegar. Aunque Jasmine se miraba diferente, lucía hermosa en su traje de oficina y se había cortado el cabello, ahora le llegaba hasta los hombros. Jasmine se colocó de pie para darle un abrazo y un beso en su mejilla. —¿Cómo has estado? —Preguntó su amiga mientras tomaban asiento. —Muy bien. William se ha convertido en mi sombra luego de enterarnos de que seríamos padres. Es un milagro que no haya decidido venir conmigo. Supongo que adivinó que no lo dejaría es