William aprovechó que estaba cerca de la casa de Susan y fue para despedirse de ella. Él había planeado darle la noticia uno o dos días antes de su viaje para poder despedirse, pero con la fecha adelantada no había tenido tiempo. —¿Cómo así que te irás? ¿Cuándo lo decidiste? —Preguntó su amiga algo molesta. —Perdona por no decirte antes, pero tenía trabajo acumulado y debía dejarlo listo. —¿Estás seguro de que eso es lo que quieres? Has tenido mucho éxito aquí y… —Lo sé, pero también allá me iba bien. —¿Fue idea de Mónica? —William se preguntó de donde había sacado esa idea. —Para nada, yo se lo propuse y ella aceptó. —Entiendo. Me habría gustado despedirme de ti… de ustedes. —Dijo ella tratando de no rodar los ojos. —Estaremos en contacto de todas formas. —Por supuesto. —Ella acortó la distancia con él. Lo abrazó y luego besó sus mejillas. Susan gritó de frustración luego de que él se fuera de su casa. Estaba furiosa qué de ser posible consumiría a ceniza a todo aquel que s
Años atrás. —No sé ni porqué carajos te ruego tanto, tienes una piel muy rara y no me gustas en lo más mínimo y no creo que a alguien vayas a agradarle así. —Había dicho su ex novio hace años cuando ella intentaba dejarlo. Él la estaba chantajeando para que siguiera acostándose con él, pero ella solo quería escapar y deseó no haberlo conocido jamás. Mónica levantó su mano y le propinó una bofetada, estaba furiosa. —Entonces, déjame en paz. No vuelvas a llamarme, ni a enviarme mensajes y mucho menos a buscarme. —Le grito antes de dar media vuelta e irse. Esa fue la última vez que lo vio. Quiso evitar que sus palabras le afectaran, pero en ese entonces no era tan fuerte como le habría gustado ser. La caricia de William sobre su mejilla la volvió al presente. Él la observaba con curiosidad, pero también había preocupación en su rostro. —No me veas —dijo mientras volvía a cubrirse con las sábanas. —Eso jamás sucederá. No verte sería como dejar de respirar. —Sus palabras provocaron u
Sus dos sobrinos corrían de un lado a otro sin descanso. Había extrañado tanto sus risas, travesuras y el que la llamaran tía. Los observó con cariño y lista para socorrerlos en caso de que alguno necesitara de su ayuda. La visita a casa de sus padres había ido mejor de lo que imaginó. Pero había pasado un poco de vergüenza, cuando William devoró casi todo el pan que su madre había horneado esa mañana. Sí Mónica no lo hubiera detenido no habría quedado nada para los demás. Aun así, su madre parecía contenta con eso. William había congeniado bastante bien con toda su familia, en especial con su cuñado, el esposo de su hermana. Se olvidaron del resto mientras conversaban sobre caballos, definitivamente hablaban el mismo idioma. Lo dejó que siguiera con su conversación mientras ella, su hermana y su madre se podían al corriente. La noche estaba un poco fría y cuando se llegó la hora de dormir, ella lo llevó a su antigua habitación. La cama era pequeña que apenas cabían los dos. Para n
William decidió darle un tiempo a solas, solo un momento. Luego le exigiría qué hablara con él. Eso es lo que hacen las parejas cuando hay algo molestándolas ¿no? Pasado una hora entró en silencio a la habitación. Esperó verla acostada en la cama, pero ella estaba de pie observando por la ventana. Recién se había dado un baño, tenía el cabello mojado y estaba envuelta en un albornoz. Segundos después ella sintió su presencia, lo miró sobre su hombro y dijo: —¿Piensas quedarte ahí? —No es mala idea, desde aquí tengo una hermosa vista —respondió mientras llegaba hasta ella y la abrazaba por detrás— Uhm, debiste decirme que tomarías un baño, te habría ayudado a... —No estoy segura de que si «ayudar» sea la palabra correcta. —Sabes muy bien que siempre termino bañándonos a ambos— Él la tomó de la cintura y la giró para estar frente a ella. Mónica bajó su mirada, pero él ya había visto sus ojos rojos, como si hubiera estado llorando. Tomó entre sus dedos su barbilla e hijo que lo mir
Mónica siguió con lo suyo sin decir una palabra. Tomó una servilleta y secó sus manos tomándose su tiempo. No estaba segura de cómo actuar, aunque William le dijera que Kiani era una buena persona, no podía confiar por el simple hecho de que William pensaba lo mismo de Susan y era obvio que él estaba equivocado con respecto a ella, pero él no lo sabía. No podía culparlo, nadie era perfecto y Susan era buena fingiendo. —Lamento lo del otro día. —Dijo Kiani cuando no obtuvo una respuesta de su parte— Debí presentarme antes. —Sí, debiste. Pero eso ya no importa. Ahora si me disculpas... —Espera... —No sé qué es lo que pretendes, pero estoy segura de que no es hacer una amiga. —En otras circunstancias jamás habría sido así de descortés con alguien, pero no podía simplemente confiarse después de como la había tratado Susan. —¿Y porque no? —Porque pensé lo mismo de Susan y resultó ser que solo fingía ser amable conmigo. —Precisamente de ella es de quien quiero hablarte. —Creo que no
El día había estado muy lluvioso, era viernes por la tarde. Mónica salió de su trabajo y antes de volver a casa decidió pasar a comprar algunas cosas que necesitaba. Debido a que ese día William no podía ir a recogerla decidió llevarse el auto qué él había puesto a su disposición. Habría tomado un taxi, pero esta vez quería conducir y acostumbrarse a eso. Entró a una zapatería qué sabía no era nada barata. Pero pronto sería el cumpleaños de William. Jessica y Ariadna estaban organizando una gran fiesta para celebrarlo y ellas le habían pedido que les ayudara a organizarlo. Y aceptó gustosa. Necesitaba encontrar unos zapatos que combinaran con el vestido que ya tenía. Jessica se lo había obsequiado y quería usarlo para esa ocasión especial. «Ha llegado la hora de usar esta tarjeta», se dijo a sí misma cuando llegó el momento de pagar por su compra. Tomó la tarjeta que William le había dado hace un tiempo y se la entregó a la cajera. Sonrió y agradeció cuando le entregaron la bolsa.
Mónica comenzó a sentir como sus ojos se cerraban involuntariamente. En cualquier momento el cansancio la vencería. Había intentado mantenerse despierta solo para seguir sintiendo la suave caricia en su espalda. Ella y William recién había hecho el amor. No era esto lo que tenía en mente esa noche, pero luego de que él la llevó a su habitación y comenzó a besarla, todo su plan de hablar con él y decirle la verdad quedó en segundo plano. —¿Ya te dormiste? —preguntó él. —¿Uhm? —contestó ella. Él esbozó una sonrisa sin dejar de acariciarla, la estrechó más a su cuerpo y depositó un beso en su frente. —Descansa, prometo que estaré aquí cuando despiertes. —Pronto él también se quedó dormido. No debió pasar mucho tiempo después de que ambos se durmieran cuando el sonido del celular de William los despertó a eso de las diez de la noche. Fue William quien se movió de su lugar para tomarlo. Ella ni siquiera abrió los ojos. Lo que más quería en ese momento era que aquel molesto sonido termi
William inhaló profundo y luego dejó escapar el aire por la boca, como si hubiera aceptado la ruptura. Pensó que al fin se daría por vencido y la dejaría ir. Pero sucedió todo lo contrario a lo que esperaba. Él le quitó el equipaje y con su otra mano la llevó de vuelta a la habitación en contra de su voluntad. —¡William detente! ¡Suéltame! —Intentó liberarse de su agarre, pero fue inútil. Era como si él no la escuchara. William tiró la maleta a un costado, lo más lejos posible. Luego se haría cargo de ella. —Cuando te lo propones eres demasiado testaruda. —Claramente su novia estaba igual o más molesta que antes. Pero ya no estaba tan sorprendido como hace un rato, ahora podía entender sus cambios de humor y el porqué estaba más sensible. —¿Qué demonios es lo que quieres? —Demandó. Él reprimió el deseo de soltarse a reír, estaba seguro de que eso la habría enfurecido aún más. —Explícame a qué decisión te refieres porque no entiendo. —¿Es en serio? ¿No lo entiendes? No te import