Mónica se alejó de repente de él. —William, aún tengo una pregunta. Respóndeme con sinceridad. —Siempre. —musitó con seguridad. —¿Si deseas terminar lo nuestro, me dirás antes de comenzar a salir con alguien más, o cuando decidas irte de Wellington? —¿Qué? —William frunció el ceño. Su pregunta lo había tomado por sorpresa. Pero estaba seguro de su respuesta— En primer lugar, no existe posibilidad de que yo quiera terminar contigo. —él negó con la cabeza— ¿De dónde sacaste eso? —Por supuesto que existe. Llevamos acostándonos un mes. Podrías aburrirte de mí en cualquier momento. —¿Es eso para ti nuestra relación? ¿Solo acostarnos? —preguntó. Quería ser compresivo con ella. Pero no le estaba gustando ni un poco por donde había llevado la conversación. No es que él fuera un santo, pero hasta ese momento le había demostrado que de verdad le importaba. —No, claro que no —musitó ella. —Para mí tampoco lo es. Es más que eso. Él hizo el amago de abrazarla. Pero ella retrocedió. No ten
—Es una lástima que tengas que irte —dijo la señora mientras recibía las llaves del departamento— ¿Segura que no quieres quedarte? Puedo esperar un poco a que encuentres otro trabajo. No tienes que preocuparte por… —Se lo agradezco mucho —respondió Mónica—, pero volveré a mi región, cerca de mi familia. De verdad gracias por todo. —En ese caso, te deseo lo mejor. —Se despidió de la señora que había sido su inquilina por casi dos años. El día anterior William le había ayudado a trasladar todas sus pertenencias a su casa. Habían planeado viajar a Tauranga en unos días. William tenía algunas cosas que arreglar antes de eso. Mientras tanto ella se dedicaba a investigar en internet algunos lugares en los que podría trabajar. Ese día su amiga Jasmine la visitó. —No puedo creer que te vayas —se quejó ella como una niña—. Ese idiota —dijo cambiando en un segundo su expresión—, sabía desde que te vi con él que iba a robar a mí amiga, debí haberme desecho de él. Mónica se rio. Jasmine era
—“Mónica”, es un lindo nombre. —dijo la señora volviendo a llamar su atención. —Muchas gracias, señora. —Oh, por cierto. Mi nombre es Jessica y él es mi esposo William Green. —No pudo evitar quedar impresionada por el parecido qué su novio tenía con su padre. En lo único que se parecía a su madre era en el color de sus ojos y en su cabello ondulado. —Es un gusto conocerlos —Ella se acercó para estrechar sus manos— Mi nombre completo es Mónica Goodwin. La pareja compartió una mirada y también sonrieron. Tomó eso como una buena señal. —También nos complace conocerte. Will no sabe que vendríamos hoy. «Eso lo explicaba todo». De haberlo sabido, sin duda William la habría puesto al tanto. —Entiendo. —¿Qué estabas cocinando? Huele delicioso. —preguntó la madre de William. —Oh, sí. Son unas anzac biscuit. ¿Desean probar? —Por supuesto —dijo el señor Green. Ella fue a la cocina y la pareja la siguió. Mónica le sirvió a cada uno y luego de probar las galletas la halagaron. Ella no pu
Mónica se aferró al brazo de William mientras observaba a Susan saludar a sus padres. La noche habría sido perfecta si no fuera por ella. No, se dijo, no iba a dejar que su presencia le afectara y arruinara su noche. Sonrió cuando sus ojos se encontraron con los de Jessica, esperaba que ella no se hubiera dado cuenta de su incomodidad. Le devolvió la sonrisa, pero no parecía tan entusiasmada como hace un momento, o quizás eran ideas suyas. Luego de que Susan estirara su cuello para saludar a William con un beso en la mejilla, la miró a ella y le sonrió como si fueran amigas. Se preguntó si ella sabía que pronto se irían de la ciudad. Si no era así, por ella no lo iba a saber. —Mónica, que gusto verte de nuevo. —Lo mismo digo —Trató de no sonar sarcástica. —¡Oye! —Susan dejó de prestarle atención y se dirigió a William— ¿Por qué no me dijiste de la visita de tus padres? —reclamó. —Fue algo repentino —intervino Jessica. —¿Hay algún problema con la familia? —intentó averiguar. No
William aprovechó que estaba cerca de la casa de Susan y fue para despedirse de ella. Él había planeado darle la noticia uno o dos días antes de su viaje para poder despedirse, pero con la fecha adelantada no había tenido tiempo. —¿Cómo así que te irás? ¿Cuándo lo decidiste? —Preguntó su amiga algo molesta. —Perdona por no decirte antes, pero tenía trabajo acumulado y debía dejarlo listo. —¿Estás seguro de que eso es lo que quieres? Has tenido mucho éxito aquí y… —Lo sé, pero también allá me iba bien. —¿Fue idea de Mónica? —William se preguntó de donde había sacado esa idea. —Para nada, yo se lo propuse y ella aceptó. —Entiendo. Me habría gustado despedirme de ti… de ustedes. —Dijo ella tratando de no rodar los ojos. —Estaremos en contacto de todas formas. —Por supuesto. —Ella acortó la distancia con él. Lo abrazó y luego besó sus mejillas. Susan gritó de frustración luego de que él se fuera de su casa. Estaba furiosa qué de ser posible consumiría a ceniza a todo aquel que s
Años atrás. —No sé ni porqué carajos te ruego tanto, tienes una piel muy rara y no me gustas en lo más mínimo y no creo que a alguien vayas a agradarle así. —Había dicho su ex novio hace años cuando ella intentaba dejarlo. Él la estaba chantajeando para que siguiera acostándose con él, pero ella solo quería escapar y deseó no haberlo conocido jamás. Mónica levantó su mano y le propinó una bofetada, estaba furiosa. —Entonces, déjame en paz. No vuelvas a llamarme, ni a enviarme mensajes y mucho menos a buscarme. —Le grito antes de dar media vuelta e irse. Esa fue la última vez que lo vio. Quiso evitar que sus palabras le afectaran, pero en ese entonces no era tan fuerte como le habría gustado ser. La caricia de William sobre su mejilla la volvió al presente. Él la observaba con curiosidad, pero también había preocupación en su rostro. —No me veas —dijo mientras volvía a cubrirse con las sábanas. —Eso jamás sucederá. No verte sería como dejar de respirar. —Sus palabras provocaron u
Sus dos sobrinos corrían de un lado a otro sin descanso. Había extrañado tanto sus risas, travesuras y el que la llamaran tía. Los observó con cariño y lista para socorrerlos en caso de que alguno necesitara de su ayuda. La visita a casa de sus padres había ido mejor de lo que imaginó. Pero había pasado un poco de vergüenza, cuando William devoró casi todo el pan que su madre había horneado esa mañana. Sí Mónica no lo hubiera detenido no habría quedado nada para los demás. Aun así, su madre parecía contenta con eso. William había congeniado bastante bien con toda su familia, en especial con su cuñado, el esposo de su hermana. Se olvidaron del resto mientras conversaban sobre caballos, definitivamente hablaban el mismo idioma. Lo dejó que siguiera con su conversación mientras ella, su hermana y su madre se podían al corriente. La noche estaba un poco fría y cuando se llegó la hora de dormir, ella lo llevó a su antigua habitación. La cama era pequeña que apenas cabían los dos. Para n
William decidió darle un tiempo a solas, solo un momento. Luego le exigiría qué hablara con él. Eso es lo que hacen las parejas cuando hay algo molestándolas ¿no? Pasado una hora entró en silencio a la habitación. Esperó verla acostada en la cama, pero ella estaba de pie observando por la ventana. Recién se había dado un baño, tenía el cabello mojado y estaba envuelta en un albornoz. Segundos después ella sintió su presencia, lo miró sobre su hombro y dijo: —¿Piensas quedarte ahí? —No es mala idea, desde aquí tengo una hermosa vista —respondió mientras llegaba hasta ella y la abrazaba por detrás— Uhm, debiste decirme que tomarías un baño, te habría ayudado a... —No estoy segura de que si «ayudar» sea la palabra correcta. —Sabes muy bien que siempre termino bañándonos a ambos— Él la tomó de la cintura y la giró para estar frente a ella. Mónica bajó su mirada, pero él ya había visto sus ojos rojos, como si hubiera estado llorando. Tomó entre sus dedos su barbilla e hijo que lo mir