El auto sigue hasta su cabaña, donde se detiene, antes de bajar mira por el espejo retrovisor y a los lados.
—¿Por qué nos detenemos aquí? Mis niños están en esa casa —señala la mansión Barreto.—Si Valentino está aquí, no estará esperando, así que debemos estar preparados.—Entiendo.—Cuando te los diga bajas conmigo ¡Entendido!Mayra asiste con la cabeza. Unos segundos después, él da la señal y bajan a prisa. Al ingresar la lleva hasta la recámara, donde busca bajo la cama un maletín y al abrirlo se muestran muchas armas.—¡Trajiste contigo esas armas?—No, es un pequeño regalo del jefe.Se colocó un pequeño chaleco donde puso un par de armas más, guardo balas y luego toma una de las pequeñas armas qu—No, no, no —Grita desesperada, moviéndose entre el agarre, pero solo logra que el hombre corpulento la sujetase con más fuerza.—¡Ya basta! —le grita el hombre — es hora de ir con su esposo.La arrastra fuera mientras ella grita y se aferra al marco de la puerta con todas sus fuerzas, su cuerpo tiembla al poner más resistencia, su corazón se parte y un dolor insoportable la invade, como sintiendo que una parte de su ser era arrancada.Sus ojos dejan salir gruesas lágrimas mirando el cuerpo de su amado en el piso con un gran puñal en el pecho. El hombre que lo había apuñalado les pide a los otros salir.—El espectáculo ha terminado. El trabajo está hecho. Lleven a la mujer con el jefe. —pide apartando sus manos del marco de la puerta.—¡Maldito infeliz, miserable! —grita ella mientras era llevada fuera.El h
Catalina y Valentino seguían pegados como chicle, besándose y abrazándose como si no existiera nadie más a su alrededor. Y aunque los niños mantenían los ojos cerrados no era difícil imaginar lo que pasaba con ellos ante estos gemidos y suspiros entrecortados.—Malditos degenerados, podrían tener un poco más de decencia y respetar a mis hijos. Dejen sus deseos sexuales para después cuando estén tras las rejas —les gritaMayra.Valentino se aparta de la loca de Catalina y sonríe viendo como los niños en efecto mantenían los ojos cerrados. Pero la mujer demente no tenía ganas de quedarse callada. Se acerca aMayray tirando de sus cabellos con rabia, lleva su cabeza hacia atrás con tanta violencia que parecía querer arrancársela.—Deja de meterte en nuestras vidas, ¿hasta cuando vas a segu
Había mucho de Valentino, queMayraa un no conocía, y al verlo ahora, lo comprobaba, ese hombre no era ni la pisca del supuesto esposo amoroso que estuvo a su lado por diez años. Ese sujeto de enfrente que la miraba con burla y besaba a esa loca, no era el Valentino obsesivo que estuvo a su lado y que creía conocer, muy a su manera. Pues, si bien es cierto, siempre fue un enigma, conocía su bipolaridad y se adaptaba, creyendo que era ella la del problema del no poder amarlo, como un día lo hizo.¿Quién era en realidad Valentino Figueroa?Solo un inescrupuloso traficante de droga al igual que OctavioBarretoy que en esos momentos planean como escapar del país usándolos a ella y a sus propios hijos como póliza de seguro. Se veían inquietos a pesar de hacerle creer que tenían todo controlado. La policía ya estaba a fuera rodeándolos a punto de entrar
Catalina se toma la molestia de contar todo lo que sabe, quizás porque piensa queMayramorirá pronto y ella escapara para vivir esa vida de gozo que tanta ansia junto a su aun esposo.Para empezar, desde que Esteban, haciéndose pasar por Oliver se presentó ante valentino, este le pareció conocido, tenía la impresión de haberlo visto antes y eso lo llevó a tomar sus precauciones. Si bien, el socio de Octavio,KristoffVernaccihabía organizado un torneo para encontrar al candidato perfecto para proteger sus intereses en tierras colombianas, pues OctavioBarretono era un hombre de fiar.Sin embargo, un hábil y escurridizo agente de la DEA se había infiltrado en su convocatoria y terminó ganando dicha competencia. Demostrando gran habilidad en la lucha cuerpo a cuerpo y en manejo de armas. Fue despiadado, rudo, intimidante y tan frío que al mismo&nbs
Los conducen fuera de la habitación, encañonados, llorosos y con ese gran miedo de la muerte, vuelve a recorrer ese largo pasillo secreto tan escalofriante,Mayrano sabe cuántas horas a pasado, pero debe de ser muchas, esta sedienta, pero ahora es lo de menos, solo quiere poner a salvo a sus hijos. Al llegar la puerta de salida los hombres abren la puerta y ella es puesta de escudo, los niños a los lados para salir, el lugar muestra un sol brillante que se refleja sobre las lunas rotas de los autos, hay hombres muertos por todas partes, efectivos policiales y gente deBarreto, destrucción por todos lados, una verdadera guerra que desde donde estuvo no pudo escuchar.Tresautos aparecieron desde el portón de la hacienda, los encañonaron a un más, hasta que su gente se asoma y pide que suban.Tomandolas precauciones son arrastrados al vehículo.Antesde ingresar al auto los ni
“¡Ay, madre mía!” PiensaMayraen tanto observa atónita, el panorama que está viviendo.Eso de ser agente encubierto era todo un rollo. Resulta que el fortachón ese, cooperaba con ellos para salvar su vida, juntos armaron esa farsa de la muerte, pues ya estaba planeado su asesinato. Cuando Octavio estuvo seguro de que había muerto sintió que tenía el camino libre para salir de su fortaleza y se echó a las redes él solo.En este momento, luego de tanto fuego cruzado y trampas puestas, están frente a frente, Valentino yBarretoya no tenían más salida que la muerte si ponían resistencia, afuera sus hombres estaban muertos y los sobrevivientes siendo reducidos.—Ya no hay escapatoria, Valentino, déjala ir —Le dice Esteban acercándose.—Será mejor que te quedes donde estás. —Le advierte su
Con un nuevo abrazoMayradejó que el miedo que le producía esos recuerdos se desvanecieran entre esos cálidos brazos.—Ya todo ha terminado, te prometo que lo que él hizo no se quedará impune,terminará pudriéndose en la cárcel.—Lo único que quiero es volver a casa, ver a mis padres. Recuperar el tiempo que él nos arrebató.El resto del camino solo hubo silencio, algunas lágrimas y mucha nostalgia. La noche había llegado y los niños dormían plácidamente en los asientos, habían estado despiertos desde la noche anterior.—¡Pobre de nuestros pequeños! Ese maldito les ha hecho tanto daño. Quiero tenerlo en frente para poder matarlo con mis propias manos.—No te preocupes por eso.Instantes después, Esteban recibe una llamada.—Me temo que tengo
Bajo la regadera, ambos tomaban un relajante baño, acariciándose y sonriéndose mientras se pierden en esas miradas profundan que les acortaban la respiración. Disfrutando de esas sensaciones únicas que provocaba el sentirse cerca, se desconectaron del exterior para volver a besarse y fundirse en esos ardientes abrazos que parecían acariciarles el alma. Sin contar que esos suspiros los envolvían en una esfera indestructible de amor. Aunque el tiempo haya pasado, ellos seguían sintiendo la misma pasión y deseo de aquellos años, cuando eran una sola alma. El amor no se había perdido, solo estaba detenido y ahora brotaba con tanta intensidad.—No puedo creer que al fin pueda decir que, esta pesadillahaterminado—dice Esteban acariciando sus labios.—Hasta que no salgamos de aquí, no puedes asegurarlo.—Desecha el pesimismo, mi amor. —la estrec