Dejé de sentir el suelo en mis pies, el flujo de la sangre, los sentidos, incluso dejé de respirar. Diane Dane había sido una mujer lobo, la pareja del Alfa, y después una traidora que le había condenado a una vida que aún no terminaba. Pero, sobre todo, ella había vivido hacia más de 300 años. 3 siglos, varias décadas antes que yo. Ella estaba muerta. Sin embargo, junto con ese remolino de negación, me vino a la mente la cambiada actitud de Tarren. Sí él creía que yo era Diane, eso justificaba su amoroso trato hacía mí, tan distinto al de antes. Para él, yo era la conexión más estrecha que tenía con su gran amor. Yo era el puente que lo unía a ella. —No puedo... ser igual que ella. Le dirigí una mirada suplicante a Arawn, rogándole negar lo que acababa de decirme. Pero él apretó los labios y se mantuvo callado. —Es imposible que yo sea como ella —repetí con la garganta contraída. Arawn acercó una mano a rostro y lo acarició. —Sé que es sorprendente. Yo tampoco lo creí al inici
Arawn me llevó hasta el hotel y tras el silencio incomodo que siguió luego del beso, me quise despedir rápidamente y volver a la habitación para maldecirme por haber cedido a besarlo. —Gracias por decirme sobre Zaid y... Diane —dije apenas mirándolo. Él sonrió, nada afectado por el beso. —Somos aliados, Cyra. No iba a callármelo todo como hace Tarren. Acercó una mano a mi cabeza con la intención de acariciarme, pero yo me eché atrás y le sonreí con incomodidad. —Deberías irte ya. Tarren volverá en cualquier momento —le dije, viendo que el sol comenzaba a ponerse. Arawn asintió, dándose cuenta de mi lejanía. Le había devuelto el beso por impulso, sin embargo, tenía claro que había sido un error. Y ya comenzaba a sentirme mal por ello. En cuanto se dio la vuelta y se alejó por la calle, yo suspiré y entré al hotel rápidamente. La recepcionista sonrió al verme llegar, pero no fue una sonrisa amigable. Seguro me había visto despedirme de Arawn. —Su marido el Alfa, la busca. Mi
Recorrió mi brazo con las yemas de los dedos, electrizándome la piel, haciendome contener el aliento, amenazando con detener mi corazón. —Quería que creyeras en la muerte del bastardo de tu novio, Cyra —suspiró contra mi cabello—. Por eso te mentí, y no me arrepiento de ello. Esperaba que vivieras toda tu vida pensando que él había muerto. Sus dedos acariciaron mis hombros, provocándome un visible estremecimiento. —Esa es la razón por la que callé, Cyra. Por la que lo ignoré esa noche. No quería que... sobreviviera. Exhalé lentamente, pero incapaz de moverme. Estaba paralizaba bajo su mirada, totalmente a su merced. Tarren Lex me gusta, me descubrí aceptando en el fondo de mis pensamientos. De lo contrario, ya me habría alejado de él luego de todo lo que ha dicho. —Ahora, ¿qué harás, Cyra Dane? ¿Intentaras buscarlo? —preguntó con su respiración en mi mejilla—. ¿O te quedarás y me odiaras más que nunca? Mantuve los ojos lejos de él, tratando de encontrar el valor para dejarlo a
Lo miraba desde arriba, respirando con agitación, sintiendo todo mi interior contraerse y explorar. Lo miraba tendido en la cama, bajo mi cuerpo, mientras yo brincaba sobre él, moviendo las caderas contra su pelvis y con ambas manos apoyadas en su pecho. —Me gustas, Cyra —gruñó con voz contenida, mirando mis senos saltar conmigo. No le contesté, pero mis uñas arañaron su pecho. Él jadeo y una de sus manos me sujetó de la cintura, impulsándome sobre su cuerpo. —He comenzado a adorarte —agregó, respirando tan agitadamente como yo. Quise sonreír, pero en su lugar solté un profundo gemido y fijé la vista en el techo. Me moví sobre él, bailando sensualmente sobre su sexo, dejándome caer repetidas veces, sintiéndome cada vez más cerca el éxtasis. Cuando noté su otra mano raptar hasta mis senos y estrujarlos, volví a mirarlo a los ojos. —¿Te gusto realmente? —jadeé, moviendo las caderas en lentos círculos, hasta sentir su miembro por completo. Me mordí el labio cuando él se alzó sobre
Recordé la expresión preocupada de mi padre la última vez, y me sentí sumamente por no haber considerado sus sentimientos cuando desaparecí. ¿Había creído que yo había muerto? ¿Había llorado mucho por mí? —Mi papá, ¿Dónde está ahora? Makya sonrió, girándose en el asiento para poder verme directamente. —Seguramente muy lejos de aquí. Después de todo, el Alfa no le permitió siquiera poder reunirse con su única hija. Mis dedos se tornaron fríos. ¿Tarren lo había echado? —¿Por qué haría algo así? Solo es mi papá... —¿Piensas realmente que te mantuvo encerrada en ese hotel, prohibiéndote siquiera dejar la habitación, solo por el asunto de esos asesinos? ¡Qué tonta! Torció los labios, burlándose. —En realidad, lo hizo porque no quería que tu padre te encontrará. El pobre te buscó por todo el pueblo, fue a la fortaleza de Alfa, pero su hija no estaba por ningún lado. Se marchó destrozado. Se me estrujo el corazón y sin pensarlo bajé del coche, dispuesta a ir a enfrentar a Tarren y
¿Cómo había podido pasarme? ¡Se suponía que era imposible! ¡Un hombre lobo y un humano jamás podrían...! El pensamiento se cortó en seco y yo alcé la cabeza. Pero sí a Diane Dane le había ocurrido 3 siglos atrás, ¿qué me hacía creer que a mí no me había sucedido? Cerré los puños sobre la alfombra, negándome a procesar esa posibilidad, resistiéndome a creer que el sueño del Alfa se había hecho realidad y que mis deseos se huir habían muerto. —No pudo pasar... ¿Cómo pasó? ¡¿Cómo fui tan estúpida?! —me dije, enfadada conmigo misma. Atraído por mi voz, escuché a alguien aproximándose a la habitación. Cuando la puerta se abrió bruscamente, quién me miró fue Tarren. Su preocupación se transformó en sorpresa al verme sentada en el suelo, a los pies de la cama. —Cya, ¿qué te ocurre? —inquirió acercándose y arrodillándose frente a mí. Pero, al contrario de él, yo solo pude ver en Tarren la razón de mi miseria. De que todos mis planes se hubiesen ido por la borda. —¿Qué haces sentada en
Esa misma noche, luego de que Makya y Noé terminaran sus asuntos con el Alfa, Tarren llamó a su loba Omega a nuestra habitación. Ella nos vio con recelo, antes de que Tarren le contará mis sospechas de embarazo y le pidiera revisarme para confirmarlo, ya que ella era lo más parecido a un médico allí. Al escuchar todo, Makya me miró sin creerlo. —¿Realmente piensas que esperas un hijo? Sabes bien que es imposible. Apreté los labios desde la cama. Ella no sabía sobre Diane y su embarazo, un embarazo del cual yo descendía. —Solo revísame y dime sí lo estoy. Ella se acercó y Tarren hizo lo mismo. Mientras Makya tocaba mi pulso, mi esposo me besó la mano con vehemencia, más enamorado que nunca, ilusionado. —Les daré privacidad. Estaré esperando tras la puerta. Le sonreí y nos despedimos. En cuanto se fue, Makya exhaló y comenzó su trabajo. —Es increíble las mentiras que inventas para cegarlo —dijo meneando la cabeza. Yo me recosté en la cama y entrelacé los dedos, sintiendo sus ma
Lo hice. Esperé pacientemente a que Makya me buscará y me llevará con mi padre, mientras tanto, la noticia sobre mi embarazo se esparció por el pueblo y creó mucha emoción. Nadie había creído que el Alfa llegaría a tener la descendencia que todos esperaban, y mucho menos habían imaginado que ese heredero de linaje nacería de una humana. Y tal cual había dicho Makya ese día en el Consulado, Tarren se volvió más territorial y opresivo que nunca. Pasó de estar ausente todos los días, a estar en casa a mi lado de mañana a noche, las 24 horas del día. —No podría irme en paz y dejarte sola aquí, en riesgo de que te suceda algo —me decía siempre que yo le reprochaba su actitud intensa. También contrató más personal, a fin de tener más ojos vigilándome durante las pocas veces que se ausentaba. Esa vida asfixiante duró dos semanas, hasta la noche en que Makya me buscó. Esa noche llegó, como sí ella supiera que Tarren me había salido de urgencia, dejándome sola. Apenas la empleada abrió la