Recordé la expresión preocupada de mi padre la última vez, y me sentí sumamente por no haber considerado sus sentimientos cuando desaparecí. ¿Había creído que yo había muerto? ¿Había llorado mucho por mí? —Mi papá, ¿Dónde está ahora? Makya sonrió, girándose en el asiento para poder verme directamente. —Seguramente muy lejos de aquí. Después de todo, el Alfa no le permitió siquiera poder reunirse con su única hija. Mis dedos se tornaron fríos. ¿Tarren lo había echado? —¿Por qué haría algo así? Solo es mi papá... —¿Piensas realmente que te mantuvo encerrada en ese hotel, prohibiéndote siquiera dejar la habitación, solo por el asunto de esos asesinos? ¡Qué tonta! Torció los labios, burlándose. —En realidad, lo hizo porque no quería que tu padre te encontrará. El pobre te buscó por todo el pueblo, fue a la fortaleza de Alfa, pero su hija no estaba por ningún lado. Se marchó destrozado. Se me estrujo el corazón y sin pensarlo bajé del coche, dispuesta a ir a enfrentar a Tarren y
¿Cómo había podido pasarme? ¡Se suponía que era imposible! ¡Un hombre lobo y un humano jamás podrían...! El pensamiento se cortó en seco y yo alcé la cabeza. Pero sí a Diane Dane le había ocurrido 3 siglos atrás, ¿qué me hacía creer que a mí no me había sucedido? Cerré los puños sobre la alfombra, negándome a procesar esa posibilidad, resistiéndome a creer que el sueño del Alfa se había hecho realidad y que mis deseos se huir habían muerto. —No pudo pasar... ¿Cómo pasó? ¡¿Cómo fui tan estúpida?! —me dije, enfadada conmigo misma. Atraído por mi voz, escuché a alguien aproximándose a la habitación. Cuando la puerta se abrió bruscamente, quién me miró fue Tarren. Su preocupación se transformó en sorpresa al verme sentada en el suelo, a los pies de la cama. —Cya, ¿qué te ocurre? —inquirió acercándose y arrodillándose frente a mí. Pero, al contrario de él, yo solo pude ver en Tarren la razón de mi miseria. De que todos mis planes se hubiesen ido por la borda. —¿Qué haces sentada en
Esa misma noche, luego de que Makya y Noé terminaran sus asuntos con el Alfa, Tarren llamó a su loba Omega a nuestra habitación. Ella nos vio con recelo, antes de que Tarren le contará mis sospechas de embarazo y le pidiera revisarme para confirmarlo, ya que ella era lo más parecido a un médico allí. Al escuchar todo, Makya me miró sin creerlo. —¿Realmente piensas que esperas un hijo? Sabes bien que es imposible. Apreté los labios desde la cama. Ella no sabía sobre Diane y su embarazo, un embarazo del cual yo descendía. —Solo revísame y dime sí lo estoy. Ella se acercó y Tarren hizo lo mismo. Mientras Makya tocaba mi pulso, mi esposo me besó la mano con vehemencia, más enamorado que nunca, ilusionado. —Les daré privacidad. Estaré esperando tras la puerta. Le sonreí y nos despedimos. En cuanto se fue, Makya exhaló y comenzó su trabajo. —Es increíble las mentiras que inventas para cegarlo —dijo meneando la cabeza. Yo me recosté en la cama y entrelacé los dedos, sintiendo sus ma
Lo hice. Esperé pacientemente a que Makya me buscará y me llevará con mi padre, mientras tanto, la noticia sobre mi embarazo se esparció por el pueblo y creó mucha emoción. Nadie había creído que el Alfa llegaría a tener la descendencia que todos esperaban, y mucho menos habían imaginado que ese heredero de linaje nacería de una humana. Y tal cual había dicho Makya ese día en el Consulado, Tarren se volvió más territorial y opresivo que nunca. Pasó de estar ausente todos los días, a estar en casa a mi lado de mañana a noche, las 24 horas del día. —No podría irme en paz y dejarte sola aquí, en riesgo de que te suceda algo —me decía siempre que yo le reprochaba su actitud intensa. También contrató más personal, a fin de tener más ojos vigilándome durante las pocas veces que se ausentaba. Esa vida asfixiante duró dos semanas, hasta la noche en que Makya me buscó. Esa noche llegó, como sí ella supiera que Tarren me había salido de urgencia, dejándome sola. Apenas la empleada abrió la
Sentir los reconfortantes brazos de mi padre en torno a mí, me hizo consciente de lo mucho que había evitado pensar en él, de lo mucho que me había obligado a no extrañarlo por miedo a extrañarlo más. —Mi querida hija, te extrañé tanto —me dijo, conmovido y emocionado por verme. Yo me apreté contra él, dejando salir un mar de lágrimas. —Papá, gracias por esperar todo este tiempo, por buscarme... Estuvimos abrazados un rato más, hasta que la emoción se calmó y yo dejé de llorar. Entonces él me sonrió y luego se volvió hacía Arawn y Makya, quienes esperaban cerca. —Gracias por traerme a mi hija. Arawn asintió con una sonrisa, pero Makya lo miró con cierta dureza. —Recuerde que tiene poco tiempo, ni piense en llevársela. El Alfa los encontraría. La advertencia de la chica hizo que la expresión de mi papá se volviera algo triste, pero aun así estuvo de acuerdo. Yo también me sentí mal, ¿acaso era impensable para Tarren permitirme tener contacto con mi única familia de sangre? —C
Con Tarren interponiéndose entre mi papá y yo, solo pude sentir el temor de mi padre y la furia que ardía dentro del Alfa. —Te advertí que no volvieras a mis tierras, Samuel. Pero, parece que mis ordenes fueron rotas por mi propia gente... —dijo, lanzándoles una asesina mirada de reojo a los dos lobos conmigo—. Me traicionaron, desafiaron mis desiciones... Makya se adelantó. —Tarren, no es así... —Será mejor que te calles —la cortó sin más. Y solo instantes después de que él la mirará, tanto Arawn como Makya terminaron rodeados por otros tipos, hombres y mujeres pertenecientes a la manada. Por mi parte, me quedé quieta, conteniendo el aliento, notando en mi interior las feroces emociones dominantes de Tarren. —Cyra es mi hija, y no importa qué haga usted... El Alfa devolvió su atención hacia mi padre. —Ella ya no es tu hija, Samuel. Es mi Luna, y no es nada de ti. Ya te lo había dicho. Eso resultó doloroso, y no solo para mi papá. Rompí la barrera de mi temor hacía Tarren y
Le había prometido a Makya que me haría responsable de todo si Tarren se enteraba, le había dicho que ella no correría ningún riesgo, que yo respondería frente al Alfa. Sin embargo, ella estaba a punto de ser expulsada de la manada donde había crecido, y yo aun no hacía nada por ayudarla... Ni siquiera podía ayudar a Arawn. Esa noche dejé a Tarren dormir solo. Yo me encerré en otra habitación y me quedé pensando en una solución durante toda la noche. Estaba feliz sabiendo que el Alfa no había tocado a mi padre, pero tampoco le perdonaba castigar a Arawn y Makya. Además, estaban las últimas palabras que mi padre me había dirigido. No quería pensar en ellas, pero era inevitable. ¿Qué secreto me guardaba el Alfa? ¿Por qué mi padre me había dicho que Tarren no me amaba como me hacía creer? Al amanecer, salí sigilosamente de la habitación, esperando poder salir e ir a visitar a mis amigos a la prisión. No obstante, apenas me acerqué a la salida, me topé con Tarren de frente. —¿Aun no
Arawn me acompañó hasta el coche, y allí nos despedimos. —Supongo que, ahora que tendrás un hijo con él, esa petición de ayudarte a dejar este lugar... se ha esfumado —me dijo desde la ventanilla. Esbocé una tensa sonrisa y con algo de culpa, negué una vez. —Así es, ya no puedo irme. Aun así, gracias por todo el apoyo, Arawn. Él asintió lentamente y se alejó dos pasos del coche, me despidió con un gesto y se alejó caminando por la calle. Yo me quedé sentada, inmóvil durante un minuto, luego encendí el coche y conduje de regreso a la fortaleza del Alfa. Él, claro, ya esperaba por mí a las puertas de esa gran construcción. Esperó pacientemente a que bajara del coche antes de acercarse despacio. —¿Y bien? —preguntó a escasos pasos de mí—. ¿Qué te parece mi elección? Fue difícil. Expiré profundo, mirando su rostro tranquilo. Después le sonreí y me aproximé a él. —Gracias, Tarren. Gracias por dejarlos ir, a pesar de todos los problemas que te he dado. Él me devolvió la sonrisa y