Con Tarren interponiéndose entre mi papá y yo, solo pude sentir el temor de mi padre y la furia que ardía dentro del Alfa. —Te advertí que no volvieras a mis tierras, Samuel. Pero, parece que mis ordenes fueron rotas por mi propia gente... —dijo, lanzándoles una asesina mirada de reojo a los dos lobos conmigo—. Me traicionaron, desafiaron mis desiciones... Makya se adelantó. —Tarren, no es así... —Será mejor que te calles —la cortó sin más. Y solo instantes después de que él la mirará, tanto Arawn como Makya terminaron rodeados por otros tipos, hombres y mujeres pertenecientes a la manada. Por mi parte, me quedé quieta, conteniendo el aliento, notando en mi interior las feroces emociones dominantes de Tarren. —Cyra es mi hija, y no importa qué haga usted... El Alfa devolvió su atención hacia mi padre. —Ella ya no es tu hija, Samuel. Es mi Luna, y no es nada de ti. Ya te lo había dicho. Eso resultó doloroso, y no solo para mi papá. Rompí la barrera de mi temor hacía Tarren y
Le había prometido a Makya que me haría responsable de todo si Tarren se enteraba, le había dicho que ella no correría ningún riesgo, que yo respondería frente al Alfa. Sin embargo, ella estaba a punto de ser expulsada de la manada donde había crecido, y yo aun no hacía nada por ayudarla... Ni siquiera podía ayudar a Arawn. Esa noche dejé a Tarren dormir solo. Yo me encerré en otra habitación y me quedé pensando en una solución durante toda la noche. Estaba feliz sabiendo que el Alfa no había tocado a mi padre, pero tampoco le perdonaba castigar a Arawn y Makya. Además, estaban las últimas palabras que mi padre me había dirigido. No quería pensar en ellas, pero era inevitable. ¿Qué secreto me guardaba el Alfa? ¿Por qué mi padre me había dicho que Tarren no me amaba como me hacía creer? Al amanecer, salí sigilosamente de la habitación, esperando poder salir e ir a visitar a mis amigos a la prisión. No obstante, apenas me acerqué a la salida, me topé con Tarren de frente. —¿Aun no
Arawn me acompañó hasta el coche, y allí nos despedimos. —Supongo que, ahora que tendrás un hijo con él, esa petición de ayudarte a dejar este lugar... se ha esfumado —me dijo desde la ventanilla. Esbocé una tensa sonrisa y con algo de culpa, negué una vez. —Así es, ya no puedo irme. Aun así, gracias por todo el apoyo, Arawn. Él asintió lentamente y se alejó dos pasos del coche, me despidió con un gesto y se alejó caminando por la calle. Yo me quedé sentada, inmóvil durante un minuto, luego encendí el coche y conduje de regreso a la fortaleza del Alfa. Él, claro, ya esperaba por mí a las puertas de esa gran construcción. Esperó pacientemente a que bajara del coche antes de acercarse despacio. —¿Y bien? —preguntó a escasos pasos de mí—. ¿Qué te parece mi elección? Fue difícil. Expiré profundo, mirando su rostro tranquilo. Después le sonreí y me aproximé a él. —Gracias, Tarren. Gracias por dejarlos ir, a pesar de todos los problemas que te he dado. Él me devolvió la sonrisa y
Durante los próximos dos meses, mi vida al lado del Alfa fue más de lo que hubiese imaginado. Viví feliz, mi embarazo avanzó y nos trajo una plena alegría a los dos. Todo mundo estaba contento ante la llegada del primer hijo del Alfa, pero Tarren y yo éramos los más felices. Él me procuraba hasta la exageración y yo no podía sentirme más emocionada. Nunca antes pensé en un hijo para mi vida, pero pronto me descubrí deseando su nacimiento, emocionándome al imaginarme a mi pequeña familia, a mi pequeño bebé. Todas las mañanas me despertaba y saludaba con cariño a mi pequeño vientre, casi plano del todo. Y Tarren no podía ser más dulce y atento conmigo. Cuidaba de mí día y noche. Pero mientras por un lado todo era felicidad, por el otro, había un lado que no quería mirar. Makya había sido enviada lejos temporalmente como castigo y de Arawn no sabía nada. Se había ido luego de ser liberado, había desaparecido. Su larga ausencia me inquietaba sobremanera. —No te preocupes por él. Es su
—Lamento ser yo quién deba decírtelo. El eco de su voz siguió repitiéndose en mi cabeza sin cesar, lastimándome los tímpanos: “Ese maldito te usa. Te lleva utilizando desde el inicio, porque tú, Cyra, tú estás rompiendo su maldición”. —Lo siento mucho, Cyra. Lamento que todo haya sido falso. Un hombre que, por amar incondicionalmente, había masacrado a los suyos y roto un sinfín de leyes, todo con tal de proteger a la mujer que amaba y verla vivir feliz al lado de su amado y el hijo de ambos; obteniendo como castigo lo que a muchos les parecería una bendición, pero no para él, para él fue la peor condena que el cielo pudo darle. Ese era Tarren Lex, el Alfa, cuya vida se había alargado 3 siglos como consecuencia de amar y darle la espalda a los suyos. Él estaba maldito con una vida que no se extinguía, que lo había obligado a ver generaciones y generaciones de su familia morir, todo mientras él era forzado a vivir. Sin duda, él sufría, llevaba 300 años sufriendo. Y Arawn veía a dec
—Nunca vuelvas a buscarme. Y yo espero nunca tener que verte de nuevo —le dije tragándome mi dolor, sonando tan fría como él era por dentro. En la mirada de Tarren, apareció un dolor tan similar al mío. Pero supe que no era por mí, por perderme, sino por Diane, por perder si único lazo con ella y la única persona que podía salvarlo de su maldición. —Cyra, no todo es como piensas. Yo no te quise engañar, no quise mentirte, pero no sabía cómo decirte... Negué con vehemencia, harta de sus engaños, de que me utilizara sin el menor remordimiento. —No quiero oír nada de ti. Ni saber nada de ti de aquí en adelante. Y alejando la mirada de la suya, me volví hacia Arawn. Al ver sus ojos, tan parecidos a los de mi esposo, casi me suelto a llorar así. Todo comenzaba a sobrepasarme, a abrumarme. —Arawn, ¿puedo... irme contigo? Él asintió, pero casi de inmediato Tarren lo sujetó del hombro y lo apartó de mi con extrema rudeza. —¡No se te ocurra llevártela a ningún lado! —le advirtió, con l
Me sentí terrible por aceptar a Arawn, por hacer lo que hacía e irme a vivir con él, pero no quería afrontar todo eso sola, vivir sin nadie. No pude ver a mi papá, porque Arawn dijo que ese sería el primer que Tarren visitaría cuando me buscará. Así que solo lo llamé y le conté que me había ido, y él me apoyó, prometió no decir nada. —Cuando el Alfa venga, no sabrá nada de ti, hija, te lo juro. Evité llorar y solo miré a Arawn, al otro lado de la calle, saliendo de un banco con una pequeña maleta en la mano. Arawn era hábil en ambos mundos, era confiable. —Gracias, papá. —Pronto te visitaré, Cyra. Quiero conocer a mi nieto. Seguramente será extraordinario. Llevé una mano a mi vientre pequeño y sonreí. Era verdad, aún tenía a mi bebé, él estaba conmigo, crecería a mi lado. Yo no estaba sola. —Por cierto, me gustaría saber qué hablaste con el Alfa, papá —le dije, observando a Arawn sacar un móvil y hacer una llamada—. Quiero saber por qué me utilizó, ¿por qué aseguran todos que yo
—Cyra, ¿estás viva y vas a ser mamá? Su pregunta fue totalmente incrédula, más bien escéptica. Yo solo me llevé una mano al pequeño vientre y lo miré, aun sin creer que estuviese frente a mí, vivo y respirando. —Bebé, ¿quién es ella? —la chica a su lado lo miró, algo recelosa de mí. Y yo al fin la miré a detalle; era bonita y baja, de cabellos castaños y rostro ovalado. Era la actual novia de Zaid, lo supe enseguida. Me alegró ver que había avanzado, que había seguido con su vida. —¿Ella? Zaid le sonrió a la chica con nerviosismo. Era claro que no esperaba verme de nuevo y, a decir verdad, yo tampoco esperaba encontrármelo en esa vida. —Nena, ella es solo una... conocida —le mintió con voz insegura, mirándome de rojo, como sí él tampoco me creyera real—. Es alguien a quién conocí en mis días de preparatoria. Entonces su novia se relajó un poco, volteó a verme y extendió una mano hacía mí. —Mucho gusto, yo soy Clara, la novia de Zaid. Tomé su mano y la estreché una v