QUIEREME MÁS

Bostecé y me giré en la cama con dificultad, apresada por un asfixiante abrazo caliente. Como pude desenredé mis piernas de las suyas y de una patada me quité las sábanas de encima.

Medio somnolienta y acalorada, miré la iluminada habitación del hotel. El techo era de vigas y ladrillos rojos, pero las paredes eran blancas y espaciosas, y los muebles eran rústicos pero bonitos. El lugar era acogedor, igual que un pintoresco destino turístico para parejas en luna de miel.

A mi lado, Tarren exhaló y me pasó un brazo por la cintura. Sus ojos seguían cerrados.

—¿Qué haces despierta? —inquirió arrastrando las palabras—. Duerme conmigo.

Medio sonreí, mirando su apuesto rostro medio dormido. Su cabello rizado era una maraña desastrosa, mucho peor que el mío.

—Ya es tarde y creo que tú tienes asuntos que tratar, ¿o no?

Gruñó a medias, apretando los párpados y frunciendo el ceño.

—No debiste recordármelo.

Negué con suavidad y salí de la cama, mientras él abría los ojos y estiraba los br
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