Durante la fiebre y la noche, soñé con mi novio muerto. Miré a Zaid en nuestros primeros días de novios, cuando era dulce y estaba totalmente enamorado de mí, como yo de él. En mi sueño, él usaba su uniforme de preparatoria y con mi mano en la suya, me sonreía entre miradas repletas de felicidad, contagiándome su ánimo y llevándome a creer que ese sentimiento nos uniría toda la vida. Que siempre nos gustaríamos, y que nada cambiaría. Pero luego, ese sueño se volvió un remolino grisáceo y se trasformó en algo más, en nuestros últimos momentos juntos, instantes antes del accidente, cuando ya no había nada entre los dos, solo rutina y traición. En sueños, volví a revivir ese trauma, cuando todo se desmoronó y cambió: “Había sido humillante, más que humillante, algo denigrante. Pero a él no le importaba. —Vamos, Cyra, no exageres. Solo fue un juego, nada más. Toqué la etiqueta de la botella de vino con los dedos, a la vez que mis labios se fruncían en una mueca. Entre las piernas
Abrí los ojos bajos las sábanas, mirando la luz del día traspasar la tela. Suspiré despacio, llevando ambas manos a mi pecho desnudo, notando todo mi cuerpo expuesto, solo cubierto por las finas sábanas. ¿Qué había sucedido durante la noche? Con pesar me recordé despertando de golpe a mitad de la noche, y a Tarren entrando a la habitación apresuradamente, solo para verme sentada sobre la cama, ardiendo en fiebre y desnuda... Apreté los muslos y cerré los parpados. El resto de la historia vino con facilidad a mi cabeza, y me hizo sentir demasiado avergonzada. Nos habíamos besado, le había dejado tocarme, colocarse sobre mí... Y seguramente... —No te hice nada —dijo su voz repentinamente, sobresaltándome—. Nunca me atrevería a acostarme con una mujer enferma, como tú lo estabas anoche. Me ruboricé un poco, mientras me asomaba más allá de las sábanas y miraba en torno, solo para encontrarlo sentado al borde de la cama. Tarren exhaló, mirándome con el ceño fruncido. —¿Creíste que
“... ¡¿Te atreves a amenazar la vida de tu Alfa?! ¡Agudiza tus sentidos, Makya! ¡Ella tiene mi sangre, es mi Luna, y su vida es la mía! …” Abrí los parpados levemente y expiré lento, aturdida. A mi lado Makya tenía una aguja en la mano y una mascarilla en el rostro. Al verme despertar, apareció Tarren y se inclinó sobre mí con expresión angustiada. —¿Cómo te sientes, Cyra? Te desmayaste un momento y... perdiste un poco de sangre —dijo tomando mi mano entre las suyas—. Makya cambió los puntos de sutura y ya estás bien. Sin abrir los labios, me limité a mirar a la chica detrás de él. Tras su mascarilla, ella me lanzó una mirada casi amenazante y seria. Lo que había dicho en el salón, ¿era verdad? Todo eso sobre el pacto de sangre y la muerte de Tarren, ¿era real? ¿Realmente su vida dependía de la mía? Sí, debía ser verdad. La misma Makya a mi llegada lo había insinuado, pero yo no lo había visto: “... ¡¿Cómo pudo anclar su vida a la de una mujer humana?! ¡Ella nunca podrá corr
—Dígalo, Alfa. Acepte que solo eligió a esta humana como Luna para poder sacrificar su vida y al fin tener la muerte que tanto desea. ¡Diga que desea morir y seguir a la zorra traidora que no ha podido olvidar, aunque fue ella quién lo maldijo con esta existencia eterna! Los dedos de Tarren se clavaron en mis piernas, con una ira creciente, equiparable a su dolor. Un dolor que se reflejaba en mí, haciéndome palidecer y pensar que moriría. —Tarren... —musité, apretándome el pecho. —La verdad, Alfa Lex, es que convertiste a esta chica en Luna para eventualmente matarla. ¡Esperas que su muerte te lleve a morir también, para así ir tras esa perra...! —¡Cállate de una vez, maldita sea! —estalló Tarren, pálido de ira y dolor. Mirándolo con una expresión homicida, descendió las escalinatas y se acercó a Arawn. Lo miró a un paso, con imponencia y un palpable aire autoritario. —¿Te atreves a decir calumnias en mi propia casa? —su voz fue agría y baja, llena de peligro—. ¡¿Cómo carajos te
¿Por qué me había dado la impresión de ser alguien peligroso? Ciertamente, ahora que conocía a Arawn, era claro que el único peligro para mí era el mismo Alfa. Así que después de dormir unas horas y tener pesadillas donde un enorme lobo gris saltaba sobre mí, desperté de golpe con el corazón acelerado. En las penumbras de la habitación, yo estaba sola, sin Arawn cuidándome. Tenía la piel sudada, y un miedo corriendo por mi sangre. ¿Tarren planeaba matarme, solo para poder morir al fin? ¿Me había trasformado en su Luna por ese motivo? Mi muerte, iba a ser la suya. —Cyra, ¿estás despierta? —escuché decir a Tarren, desde fuera de la habitación. Su voz era seria y algo preocupada—. Debemos hablar sobre... lo que dijo Arawn. Sin pensarlo, bajé de la cama y con piernas débiles, apresuradamente me tambaleé hacia la puerta y la cerré con seguro. Me encerré dentro de la alcoba, rogando encontrar una forma de vivir. Al escucharme correr el pestillo para que él no entrara, Tarren trató de g
Intenté mantenerme impasible, no reaccionar y limitarme a mirar al cielo, soportando todo lo mejor posible. Traté de no olvidar lo que había dicho Arawn sobre que el Alfa planeaba matarme... Pero ¿por qué parecía ser tan difícil? —Cumplirás tu deber como Luna, Cyra, y yo dejaré que tu padre viva bien... —jadeó, aplastándome con su cuerpo. ¿Cumplir mi deber? ¿Se refería a ... lo que le había prometido al Consulado? Me puse roja hasta el cuello. Quería detenerlo, empujarlo lejos de mí y huir, pero mi cuerpo no respondía. Sentía sus manos acariciando mis piernas, y su sexo presionando mi pelvis con un deseo incontenido. Notaba la calidez de su lengua en la mía, escuchaba cómo su respiración se volvía más y más rápida. Y, sobre todo, era incapaz de reprimir lo que yo misma sentía, lo que me provocaba. Sus labios descendieron por mi mandíbula, hasta alcanzar mi cuello. Succionó y mordió mi piel, haciendo que yo me retorciera bajo su cuerpo, exhalando despacio. —Si quieres que él
Abracé mis piernas en la bañera, cerrando los ojos con fuerza y hundiendo la cabeza entre las rodillas, mientras recordaba todos los eventos de esa noche... Maldije entre dientes, mirando el agua clara en la bañera. Pues a pesar de negarlo, en realidad me había gustado; me gustó que me tocara, que me besara, que fuéramos más lejos... Pero estaba mal, yo acababa de perder a mi novio en ese accidente. Y a pesar de eso, yo me había acostado con otro hombre, si es que era hombre. —¿Cyra? —preguntó Tarren desde el otro lado de la puerta. Su voz inquieta contrajo mi corazón, y me llevó a recordar cada sensación, momento e instante... Me levanté y salí de la bañera. Y luego de cubrirme con una toalla, abrí la puerta. Su ceño fruncido de relajo. —Pensaste que había vuelto a escapar —aventuré, algo sonrojada. Él me quitó algunos cabellos mojados del rostro, haciéndome sonrojar y apretar la toalla contra mi pecho. En realidad, llevaba días evitándolo, escondiendo mi vergüenza lejos de é
Contuve el aliento, mirando su impecable perfil. Mientras tanto, Makya alargó una mano y acarició el anillo de luna en mi dedo. —¿El Alfa te dijo que este anillo es exclusivo de Lunas? En realidad, debió hablarte de su primera dueña, por quién Tarren hace 300 años ordenó a hacer esta joya, solo para su Beta. Con clara intención de afectarme, Makya siguió los contornos del anillo en mi dedo. Luego suspiró y me miró a los ojos. —El Alfa seguro te dijo que era una reliquia exclusiva de Lunas y olvidó decirte que en realidad perteneció a su primera mujer. Bajé la vista y observé el oro de la sortija, la piedra color azul en su centro, rodeada por dos medias lunas. Entonces, las dos medias lunas a cada costado de la piedra azul en forma de estrella debían significar... —La amó tanto que personificó su romance en ese anillo. Dicen que el mismo Alfa lo hizo para Diane, su adorada Luna, hace más de 300 años. De ser así, las dos lunas eran una clara referencia a ellos dos, a Tarren