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—Dígalo, Alfa. Acepte que solo eligió a esta humana como Luna para poder sacrificar su vida y al fin tener la muerte que tanto desea. ¡Diga que desea morir y seguir a la zorra traidora que no ha podido olvidar, aunque fue ella quién lo maldijo con esta existencia eterna! Los dedos de Tarren se clavaron en mis piernas, con una ira creciente, equiparable a su dolor. Un dolor que se reflejaba en mí, haciéndome palidecer y pensar que moriría. —Tarren... —musité, apretándome el pecho. —La verdad, Alfa Lex, es que convertiste a esta chica en Luna para eventualmente matarla. ¡Esperas que su muerte te lleve a morir también, para así ir tras esa perra...! —¡Cállate de una vez, maldita sea! —estalló Tarren, pálido de ira y dolor. Mirándolo con una expresión homicida, descendió las escalinatas y se acercó a Arawn. Lo miró a un paso, con imponencia y un palpable aire autoritario. —¿Te atreves a decir calumnias en mi propia casa? —su voz fue agría y baja, llena de peligro—. ¡¿Cómo carajos te
¿Por qué me había dado la impresión de ser alguien peligroso? Ciertamente, ahora que conocía a Arawn, era claro que el único peligro para mí era el mismo Alfa. Así que después de dormir unas horas y tener pesadillas donde un enorme lobo gris saltaba sobre mí, desperté de golpe con el corazón acelerado. En las penumbras de la habitación, yo estaba sola, sin Arawn cuidándome. Tenía la piel sudada, y un miedo corriendo por mi sangre. ¿Tarren planeaba matarme, solo para poder morir al fin? ¿Me había trasformado en su Luna por ese motivo? Mi muerte, iba a ser la suya. —Cyra, ¿estás despierta? —escuché decir a Tarren, desde fuera de la habitación. Su voz era seria y algo preocupada—. Debemos hablar sobre... lo que dijo Arawn. Sin pensarlo, bajé de la cama y con piernas débiles, apresuradamente me tambaleé hacia la puerta y la cerré con seguro. Me encerré dentro de la alcoba, rogando encontrar una forma de vivir. Al escucharme correr el pestillo para que él no entrara, Tarren trató de g
Intenté mantenerme impasible, no reaccionar y limitarme a mirar al cielo, soportando todo lo mejor posible. Traté de no olvidar lo que había dicho Arawn sobre que el Alfa planeaba matarme... Pero ¿por qué parecía ser tan difícil? —Cumplirás tu deber como Luna, Cyra, y yo dejaré que tu padre viva bien... —jadeó, aplastándome con su cuerpo. ¿Cumplir mi deber? ¿Se refería a ... lo que le había prometido al Consulado? Me puse roja hasta el cuello. Quería detenerlo, empujarlo lejos de mí y huir, pero mi cuerpo no respondía. Sentía sus manos acariciando mis piernas, y su sexo presionando mi pelvis con un deseo incontenido. Notaba la calidez de su lengua en la mía, escuchaba cómo su respiración se volvía más y más rápida. Y, sobre todo, era incapaz de reprimir lo que yo misma sentía, lo que me provocaba. Sus labios descendieron por mi mandíbula, hasta alcanzar mi cuello. Succionó y mordió mi piel, haciendo que yo me retorciera bajo su cuerpo, exhalando despacio. —Si quieres que él
Abracé mis piernas en la bañera, cerrando los ojos con fuerza y hundiendo la cabeza entre las rodillas, mientras recordaba todos los eventos de esa noche... Maldije entre dientes, mirando el agua clara en la bañera. Pues a pesar de negarlo, en realidad me había gustado; me gustó que me tocara, que me besara, que fuéramos más lejos... Pero estaba mal, yo acababa de perder a mi novio en ese accidente. Y a pesar de eso, yo me había acostado con otro hombre, si es que era hombre. —¿Cyra? —preguntó Tarren desde el otro lado de la puerta. Su voz inquieta contrajo mi corazón, y me llevó a recordar cada sensación, momento e instante... Me levanté y salí de la bañera. Y luego de cubrirme con una toalla, abrí la puerta. Su ceño fruncido de relajo. —Pensaste que había vuelto a escapar —aventuré, algo sonrojada. Él me quitó algunos cabellos mojados del rostro, haciéndome sonrojar y apretar la toalla contra mi pecho. En realidad, llevaba días evitándolo, escondiendo mi vergüenza lejos de é
Contuve el aliento, mirando su impecable perfil. Mientras tanto, Makya alargó una mano y acarició el anillo de luna en mi dedo. —¿El Alfa te dijo que este anillo es exclusivo de Lunas? En realidad, debió hablarte de su primera dueña, por quién Tarren hace 300 años ordenó a hacer esta joya, solo para su Beta. Con clara intención de afectarme, Makya siguió los contornos del anillo en mi dedo. Luego suspiró y me miró a los ojos. —El Alfa seguro te dijo que era una reliquia exclusiva de Lunas y olvidó decirte que en realidad perteneció a su primera mujer. Bajé la vista y observé el oro de la sortija, la piedra color azul en su centro, rodeada por dos medias lunas. Entonces, las dos medias lunas a cada costado de la piedra azul en forma de estrella debían significar... —La amó tanto que personificó su romance en ese anillo. Dicen que el mismo Alfa lo hizo para Diane, su adorada Luna, hace más de 300 años. De ser así, las dos lunas eran una clara referencia a ellos dos, a Tarren
Después de confesar que había amenazado con matarme, a Tarren se le oscureció la mirada y pareció decepcionado y a la vez furioso. Creí que lastimaría a Makya por mi culpa. Pero se contuvo y solo miró a Noel. —Apártala de mi vista. No quiero verla por ahora... Makya lo miró con arrepentimiento, mientras Noel se acercaba a ella y la tomaba del brazo, dispuesto a sacarla. —Tarren, lo siento, es que yo... —Sabes bien que amenazar su vida, es poner el riesgo la mía. Y, aun así, tú lo haces. Vete por ahora, Makya. Ella apretó los labios y sus ojos brillaron en lágrimas. Miró a su Alfa, dolida. —¿Por qué haces esto? Sé que no somos iguales, pero he dedicado toda mi vida a la manada, y no solo a ella. Tarren tensó la mandíbula, sosteniéndole la mirada con rostro implacable. —Hablaremos luego. No digas más. A ella se le escapó una lágrima. —Tarren, te conozco desde niña, he crecido en la manada, a tu lado, admirándote todo el tiempo. Sabes que daría mi vida entera para proteger la
Sentí sus labios explorar mi sexo, lamiendo mi piel y succionando mi clítoris. Jadeé con las mejillas sonrojadas, arqueando la espalda y respirando con rapidez. Apreté su rostro entre mis muslos. Con Tarren, a pesar de todo, me sentía plena, más de lo que nunca me sentí con Zaid. Más de lo que nunca me sentí con nadie. —¡Dios...! —gemí, tirando de su cabello y cerrando los ojos. El placer comenzaba a hacer estragos en mi interior, a remover todo, sensaciones y emociones, miedos y deseos. Quería más de eso, que nunca acabará. —¿Te gusta? —me preguntó, lamiendo mi sexo, pasándome la lengua con tormentosa lentitud. Apreté los dientes, tensando las piernas. Mi corazón latía deprisa, a la par del suyo. —Aunque seamos tan distintos, a los dos nos gusta coger juntos, Cyra. Chupó mi clítoris con fuerza, torturándome bajo una ola de arrebatador placer. Sin pensarlo, abrí los ojos y lo miré. Entre mis muslos, ese hombre apuesto me sonrió con sorna, tentándome. —¿O miento? —avent
Durante la noche, soñé estar de vuelta en casa, con mi padre y Zaid. Me vi con ambos, los dos sonriéndome antes de que yo besará a mi padre en la frente, lista para irme a de viaje por carretera con mi novio. Era un recuerdo en forma de sueño. Era la última vez que lo vi. —Cuídate, hija —me pidió él, algo preocupado. En su rostro ya maduro, había ya algunas arrugas, y en sus ojos, una inquietud que me pareció absurda. —Solo iremos por el fin de semana. Volveré pronto para la universidad. Apoyó una mano en mi hombro, aun preocupado. —Vuelve a casa para el lunes, estaré esperándote. Y, Cyra, si tienes problemas, llámame sin dudarlo. Asentí y sin prestarle demasiada atención, subí al coche junto a Zaid. —No se preocupe, señor Dane —le dijo Zaid con una confiada sonrisa, sujetando mi mano—. Cuidaré de Cyra con mi vida si es necesario. Al ponernos en marcha, vi a mi padre quedarse cada vez más y más atrás, mirando como nos alejábamos, mientras él permanecía inmóvil a un