Después de confesar que había amenazado con matarme, a Tarren se le oscureció la mirada y pareció decepcionado y a la vez furioso. Creí que lastimaría a Makya por mi culpa. Pero se contuvo y solo miró a Noel. —Apártala de mi vista. No quiero verla por ahora... Makya lo miró con arrepentimiento, mientras Noel se acercaba a ella y la tomaba del brazo, dispuesto a sacarla. —Tarren, lo siento, es que yo... —Sabes bien que amenazar su vida, es poner el riesgo la mía. Y, aun así, tú lo haces. Vete por ahora, Makya. Ella apretó los labios y sus ojos brillaron en lágrimas. Miró a su Alfa, dolida. —¿Por qué haces esto? Sé que no somos iguales, pero he dedicado toda mi vida a la manada, y no solo a ella. Tarren tensó la mandíbula, sosteniéndole la mirada con rostro implacable. —Hablaremos luego. No digas más. A ella se le escapó una lágrima. —Tarren, te conozco desde niña, he crecido en la manada, a tu lado, admirándote todo el tiempo. Sabes que daría mi vida entera para proteger la
Sentí sus labios explorar mi sexo, lamiendo mi piel y succionando mi clítoris. Jadeé con las mejillas sonrojadas, arqueando la espalda y respirando con rapidez. Apreté su rostro entre mis muslos. Con Tarren, a pesar de todo, me sentía plena, más de lo que nunca me sentí con Zaid. Más de lo que nunca me sentí con nadie. —¡Dios...! —gemí, tirando de su cabello y cerrando los ojos. El placer comenzaba a hacer estragos en mi interior, a remover todo, sensaciones y emociones, miedos y deseos. Quería más de eso, que nunca acabará. —¿Te gusta? —me preguntó, lamiendo mi sexo, pasándome la lengua con tormentosa lentitud. Apreté los dientes, tensando las piernas. Mi corazón latía deprisa, a la par del suyo. —Aunque seamos tan distintos, a los dos nos gusta coger juntos, Cyra. Chupó mi clítoris con fuerza, torturándome bajo una ola de arrebatador placer. Sin pensarlo, abrí los ojos y lo miré. Entre mis muslos, ese hombre apuesto me sonrió con sorna, tentándome. —¿O miento? —avent
Durante la noche, soñé estar de vuelta en casa, con mi padre y Zaid. Me vi con ambos, los dos sonriéndome antes de que yo besará a mi padre en la frente, lista para irme a de viaje por carretera con mi novio. Era un recuerdo en forma de sueño. Era la última vez que lo vi. —Cuídate, hija —me pidió él, algo preocupado. En su rostro ya maduro, había ya algunas arrugas, y en sus ojos, una inquietud que me pareció absurda. —Solo iremos por el fin de semana. Volveré pronto para la universidad. Apoyó una mano en mi hombro, aun preocupado. —Vuelve a casa para el lunes, estaré esperándote. Y, Cyra, si tienes problemas, llámame sin dudarlo. Asentí y sin prestarle demasiada atención, subí al coche junto a Zaid. —No se preocupe, señor Dane —le dijo Zaid con una confiada sonrisa, sujetando mi mano—. Cuidaré de Cyra con mi vida si es necesario. Al ponernos en marcha, vi a mi padre quedarse cada vez más y más atrás, mirando como nos alejábamos, mientras él permanecía inmóvil a un
El apellido de mi familia estaba escrito en letras doradas bajo la pintura de Diane, el amor eterno del Alfa. ¿Cómo podía ser? ¿Era una coincidencia? —¿Crees que ella y yo seamos... parientes lejanos? —aventuré, mirando a la chica en el cuadro. Entonces, como una luz, noté de nuevo esa familiaridad. Pero, por primera vez, noté que era porque físicamente me resultaba conocida. —No lo sé. Pero, Cyra, no creo en las coincidencias. Mirando a la mujer, vi que teníamos rasgos similares, no iguales, pero si muy parecidos. —¿Tarren lo sabía? —inquirí. Arawn negó enseguida. —Él nunca supo el apellido de Diane. Ella nunca se lo dijo, y cuando se volvió Luna, adoptó el apellido de él. Por algún motivo, eso me hizo sentir mejor. —Aunque, ya lo sabe. Yo ayer se lo dije, pues quería averiguar que tanto sabía de ti. Lo miré. Y de pronto todo comenzó a encajar. Desde su visita a Tarren en prisión, Tarren había cambiado conmigo, su carácter e incluso su forma de hablarme eran otras.
Esa noche, tal cual ya esperaba, Tarren no volvió para cenar. Y tampoco vino al día siguiente. Al tercer día sola en esa fortaleza vacía, rompí su orden y tras vestirme con discreción, salí de allí y fui al pueblo en busca de Makya. Arawn se había marchado prometiendo ayudarme, pero yo también debía hacer algo. Sí el Alfa estaba averiguando sobre mi origen y el de mi apellido, yo averiguaría sobre el suyo y sobre su bella dama muerta. Y ya veríamos quien daba el jaque mate. —Makya —la saludé entrando a su pequeña clínica. Ella se giró y, como siempre, en cuanto me vio entrecerró los ojos. Se quitó los guantes de látex y la mascarilla. —¿Qué haces aquí? Todos saben que el Alfa mantiene a su Luna encerrada en su fortaleza por temor a que escape otra vez. Corrí el seguro de la puerta para que nadie nos interrumpiera, luego le solté todo: —Sé bien que antes de mi llegada, tú y el Alfa mantenían... encuentros casuales. Ella abrió ligeramente la mirada, pero no enrojeció. Y pas
Un humano y un lobo no podían tener descendencia juntos, era imposible, antinatural... Pero ¿qué había de Diane Dane, la primera Luna del Alfa, quien se enamoró de un humano y traicionó a su manada por él? Sí el rumor de que ella había logrado embarazarse de ese chico resultaba ser verdad, eso lo cambiaría todo. Cambiaría mi vida, mi pasado y mi destino por completo. Aunque, ¿cómo saber sí fue real o solo era parte de una vieja historia? Todas esas preguntas inundaron mi cabeza por los próximos días. Sola en esa enorme fortaleza parecida a un castillo, solo pude pensar en Diane y en mí. En esa Luna. En la maldición que había caído sobre el Alfa por proteger y amar a una traidora... Un ruido fuerte y repentino me hizo abrir los ojos. Y sin pensarlo demasiado me senté en la cama, miré en torno. La habitación estaba vacía y a oscuras, como era habitual. El silencio era absoluto, no había más ruido que mi propia respiración nerviosa. Con una mano en el pecho, después de medio m
—¡Perra! ¡Sal de una vez o te mataré! —gritó el hombre, sonando cada vez más cerca—. ¡Vamos zorra, ven aquí! Entre estremecimientos me apreté contra Tarren. —Debemos irnos —dije en voz baja, aun asustada de ese tipo—. Él no está solo. Vino a … matarme. Es el hombre del accidente... Pero tranquilamente Tarren deshizo nuestro abrazo y me besó en la coronilla. —Todo está bien ahora, Cyra —dijo con calma—. Ya estoy aquí, no dejaré que él se te acerque. Lo miré, aun ansiosa por irme de allí. —Tarren, por favor... Sin dejarme acabar, me empujó detrás suyo, a resguardo en su espalda. Luego tomó del suelo la navaja que yo le había arrebatado al hombre. Empuñó el arma con habilidad, escuchando con atención los pesados pasos de ese tipo acercándose. Frunció el ceño y una mirada helada se apropió de sus rasgos. —Quédate aquí y cúbrete los oídos. Terminaré rápido. Antes de poder detenerlo, dobló la esquina y me dejó sola. Lo escuché alejarse, caminar en la oscuridad con andar
Más allá de los árboles realmente había un rio. Corría pacifico entre las rocas, reflejando la gran luna el cielo, rompiendo solo por poco el silencio de la noche. Me paré a la orilla, observando mi reflejo en el agua clara. Tarren posó una mano en mi cintura y desde atrás apoyó su mentón en mi hombro. Ignoré el olor a sangre que emanaba de sus ropas. —Entra al agua conmigo, Cyra —me pidió en un tono suave. Recorrí nuestro entorno con la mirada, pero Tarren negó y sonrió. —No te preocupes, nadie nos vera. Estamos a solas. Llevó su brazo a mi cuello y me abrazó, pegándose a mí como si de repente estuviese feliz conmigo. Pero yo sabía por qué lo hacía, por Diane. Me lo quité de encima con brusquedad, girándome para poder verlo. —¿Qué crees que haces? —le pregunté a su confusa expresión. Estaba más molesta de lo que debería, pero ¿cómo no estarlo? Mi vida había peligrado y acababa de verlo matar a un hombre. —¿Realmente quieres que me bañe contigo para cerciorarte de qu