Elena se inclinó sobre la cama de su hermana y le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. Valeria la miraba con el ceño fruncido, claramente molesta por la noticia de su partida.— ¿De verdad tienes que salir hoy? Es tu único día libre —protestó con un ligero puchero.Elena sonrió con ternura y le apretó la mano.—Lo sé, Val. Créeme, también me gustaría quedarme todo el día contigo, pero es algo importante. Te lo compensaré, lo prometo.— ¿Con qué? —preguntó Valeria con un brillo travieso en los ojos.—Con pizza, por supuesto —respondió Elena—. De la que tiene todos tus ingredientes favoritos. Y cuando regrese, haremos un maratón de películas hasta que nos quedemos dormidas.Valeria la miró fijamente por un momento antes de suspirar.—Está bien… pero quiero extra queso y doble peperoni.—Hecho —dijo Elena, inclinándose para darle un beso en la frente—. No hagas travesuras mientras no estoy.—Lo intentaré —bromeó su hermana antes de taparse con la manta.Elena se quedó mirándo
—¿Estás seguro de esto? ¿Crees que será fácil que puedas lograr mi ingreso en la casa de la familia Villalba?—preguntó Elena, su voz reflejaba asombro e incredulidad al mismo tiempo. Su vaso de agua descansaba sobre el escritorio, lo tomó y bebió un largo sorbo. Necesitaba refrescar la oleada de calor que empezaba a invadirla al solo pensar que estaría en la intimidad del hogar Rodrigo Villalba. Se le secaba nuevamente la boca de solo imaginarlo.—Tan seguro como que respiro —respondió Alejandro, con una intensidad que hizo que Elena apartara la vista. No quería que él viera lo mucho que la afectaba su plan, aunque tampoco quería que viera lo que provocaba en ella su mirada, penetrante como si estudiara minuciosamente cada una de sus reacciones por mínima que fuera, parecía desnudarla más allá de la piel.—Es demasiado arriesgado —murmuró ella, tomando nuevamente el vaso de agua y bebiendo otro sorbo un poco más largo que el anterior.—No lo será si juegas bien tus cartas. Yo me encar
La elegante y sobria oficina estaba bañada por la luz de mediodía que se filtraba a través de los amplios ventanales de cristal. Elena se removió en su asiento, incómoda. Tomó aire profundamente y exhaló lentamente sintiendo que se le revolvía un poco el estómago.Sabía que ya había tomado su decisión. Pero actuar de manera cínica con un paciente, ganarse su confianza para fines distintos a su trabajo, con motivaciones ocultas, ajenas a su propio bienestar y recuperación, era algo que nunca había hecho antes. Nuevamente sintió rebotar su estómago de solo penarlo.—Esto no está bien, Santoro —dijo finalmente, dejando entrever algo de conflicto en su voz—. Estoy violando todo principio ético de mi profesión. Mi trabajo es cuidar a los pacientes, no usarlos para obtener información.Alejandro la miró con intensidad, sus ojos oscuros reflejaban emociones profundas y sombrías.—Esa mujer tiene muchos secretos que debe sacar a la luz antes de perder la mente por completo. Además está la pos
El restaurante en el último piso del hotel era un exquisito refugio de lujo y discreción. El ventanal de cristal ofrecía una vista impresionante de la ciudad, con sus edificios imponentes y calles vibrantes extendiéndose hasta el horizonte. La atmósfera era serena, con un murmullo bajo de conversaciones y el tenue tintineo de copas chocando entre sí.Alejandro y Elena fueron conducidos a una mesa privada, apartada del resto del salón, donde la luz del sol al mediodía bañaba sutilmente la mantelería de un blanco impecable. Elena, aún con la tensión de la conversación previa en la oficina, pero sobre todo con el fugaz episodio cálida familiaridad en el ascensor, tomó asiento con un aire de determinación. Aunque la verdad estaba aún bastante tocada por la cercanía de Alejandro, internamente estaba vuelta un mar de nervios y emociones encontradas. Para su sorpresa se tranquilizó al pensar que el almuerzo no era solo un respiro antes de la misión que estaba a punto de emprender sino que e
Alejandro y Elena salieron del Hotel, la brisa de la tarde acariciando sus rostros mientras descendían por la elegante escalera de mármol. Afuera, los esperaba un automóvil de lujo, negro y de líneas impecables. Alejandro, con su habitual formalidad pero ésta vez dejando claro su caballerosa galantería, se adelantó para abrir la puerta del copiloto y esperó a que Elena tomara asiento antes de cerrarla nuevamente con suavidad. Luego, rodeó el vehículo y se acomodó en el asiento del conductor. En todo momento mantuvo una expresión seria en su rostro.Encendió el motor con un leve rugido contenido y maniobró el automóvil con precisión para incorporarse a la carretera. Conducía con una mezcla de control y naturalidad, como si el vehículo fuera una extensión de su cuerpo. Durante el trayecto, seguía manteniendo su expresión seria y formal, pero cada tanto, dirigía algunas miradas fugaces hacia Elena, quien observaba el paisaje por la ventanilla con una expresión pensativa. Se le notaba la
Elena tomó aire lentamente, tratando de contener el torbellino de emociones que la invadía. Sabía que debía mantener la compostura, pero su piel hormigueaba bajo la intensa mirada del hombre frente a ella, sumado al escrutinio del cual estaba siendo objeto por parte de Leticia abrazando el brazo de Alejandro como dejando claro que era de su propiedad. Ese halo de arrogancia con el que la había recibido no hacía más que reafirmar que Leticia Villalba no era una mujer fácil de tratar.—Bien —murmuró él, esbozando una leve sonrisa que no llegó a sus ojos—. La madre de Leticia te está esperando. Estoy seguro que podrás manejarla y sobretodo que serás de gran ayuda en su recuperación.—Vaya, pero veo que le tienes mucha confianza a…¿Elena es tu nombre verdad? Eso me tranquiliza un poco pero me obliga a esperar la excelencia de tu parte. Había decidido internar a mi madre en la mejor clínica para iniciar tratamiento neurológico, pero Alejandro me habló de ti. Tendrás el apoyo de un cuerpo m
Elena arqueó una ceja, detectando una nota de resentimiento en la voz de la mujer. ¿Sería cierto lo que le había dicho Alejandro? ¿Acaso la esposa de Rodrigo Villalba, su compañera de tantos años sentía rencor hacia él?La mujer la miró con un destello de lucidez en los ojos.-Mamá me alegra verte hoy un poco más despierta y con ánimo. Eso es excelente, así podrá conocerte mejor Elena y tú a ella. Viene recomendada por Alejandro. –Le dijo en tono suave y cariñoso. Definitivamente Leticia amaba a su madre. Su tono y mirada cambiaban cuando se dirigía a ella. La miraba con un toque de ternura y preocupación genuina en sus ojos.-¿Alejandro está en la casa? ¿Y por qué no ha venido a saludarme? Ese hombre es todo un caballero. No veo la hora que por fin se casen. Mis nietos serán hermosos…-Le dijo Camila Villalba a su hija, mientras le estrechaba las manos con cariño, seguía lúcida. Era claro que la relación entre madre e hija era muy estrecha.Leticia miró hacia el marco de la puerta en
Salieron de la mansión en silencio. Alejandro abrió la puerta del automóvil para ella, tal como lo había hecho la primera vez que la llevó allí. Cuando se acomodó en el asiento del copiloto y él tomó su lugar frente al volante, Elena soltó un suspiro.—No tienes por qué hacer esto —murmuró, sin mirarlo.—No suelo hacer cosas que no quiero hacer —respondió él con tranquilidad, encendiendo el motor.Elena giró el rostro para mirarlo, pero Alejandro ya tenía la vista fija en la carretera, conduciendo con esa misma precisión calculada que parecía definirlo en todo momento.El viaje transcurrió en un silencio tenso. A medida que avanzaban, Elena sintió cómo sus pensamientos se arremolinaban. Alejandro Santoro era un enigma. Un hombre con más capas de las que estaba dispuesta a descubrir.El trayecto hasta el apartamento de Elena transcurrió en un silencio que no era incómodo, pero sí cargado de pensamientos no expresados. Alejandro conducía con la misma precisión controlada de siempre, y E