El restaurante en el último piso del hotel era un exquisito refugio de lujo y discreción. El ventanal de cristal ofrecía una vista impresionante de la ciudad, con sus edificios imponentes y calles vibrantes extendiéndose hasta el horizonte. La atmósfera era serena, con un murmullo bajo de conversaciones y el tenue tintineo de copas chocando entre sí.Alejandro y Elena fueron conducidos a una mesa privada, apartada del resto del salón, donde la luz del sol al mediodía bañaba sutilmente la mantelería de un blanco impecable. Elena, aún con la tensión de la conversación previa en la oficina, pero sobre todo con el fugaz episodio cálida familiaridad en el ascensor, tomó asiento con un aire de determinación. Aunque la verdad estaba aún bastante tocada por la cercanía de Alejandro, internamente estaba vuelta un mar de nervios y emociones encontradas. Para su sorpresa se tranquilizó al pensar que el almuerzo no era solo un respiro antes de la misión que estaba a punto de emprender sino que e
Alejandro y Elena salieron del Hotel, la brisa de la tarde acariciando sus rostros mientras descendían por la elegante escalera de mármol. Afuera, los esperaba un automóvil de lujo, negro y de líneas impecables. Alejandro, con su habitual formalidad pero ésta vez dejando claro su caballerosa galantería, se adelantó para abrir la puerta del copiloto y esperó a que Elena tomara asiento antes de cerrarla nuevamente con suavidad. Luego, rodeó el vehículo y se acomodó en el asiento del conductor. En todo momento mantuvo una expresión seria en su rostro.Encendió el motor con un leve rugido contenido y maniobró el automóvil con precisión para incorporarse a la carretera. Conducía con una mezcla de control y naturalidad, como si el vehículo fuera una extensión de su cuerpo. Durante el trayecto, seguía manteniendo su expresión seria y formal, pero cada tanto, dirigía algunas miradas fugaces hacia Elena, quien observaba el paisaje por la ventanilla con una expresión pensativa. Se le notaba la
Elena tomó aire lentamente, tratando de contener el torbellino de emociones que la invadía. Sabía que debía mantener la compostura, pero su piel hormigueaba bajo la intensa mirada del hombre frente a ella, sumado al escrutinio del cual estaba siendo objeto por parte de Leticia abrazando el brazo de Alejandro como dejando claro que era de su propiedad. Ese halo de arrogancia con el que la había recibido no hacía más que reafirmar que Leticia Villalba no era una mujer fácil de tratar.—Bien —murmuró él, esbozando una leve sonrisa que no llegó a sus ojos—. La madre de Leticia te está esperando. Estoy seguro que podrás manejarla y sobretodo que serás de gran ayuda en su recuperación.—Vaya, pero veo que le tienes mucha confianza a…¿Elena es tu nombre verdad? Eso me tranquiliza un poco pero me obliga a esperar la excelencia de tu parte. Había decidido internar a mi madre en la mejor clínica para iniciar tratamiento neurológico, pero Alejandro me habló de ti. Tendrás el apoyo de un cuerpo m
Elena arqueó una ceja, detectando una nota de resentimiento en la voz de la mujer. ¿Sería cierto lo que le había dicho Alejandro? ¿Acaso la esposa de Rodrigo Villalba, su compañera de tantos años sentía rencor hacia él?La mujer la miró con un destello de lucidez en los ojos.-Mamá me alegra verte hoy un poco más despierta y con ánimo. Eso es excelente, así podrá conocerte mejor Elena y tú a ella. Viene recomendada por Alejandro. –Le dijo en tono suave y cariñoso. Definitivamente Leticia amaba a su madre. Su tono y mirada cambiaban cuando se dirigía a ella. La miraba con un toque de ternura y preocupación genuina en sus ojos.-¿Alejandro está en la casa? ¿Y por qué no ha venido a saludarme? Ese hombre es todo un caballero. No veo la hora que por fin se casen. Mis nietos serán hermosos…-Le dijo Camila Villalba a su hija, mientras le estrechaba las manos con cariño, seguía lúcida. Era claro que la relación entre madre e hija era muy estrecha.Leticia miró hacia el marco de la puerta en
Salieron de la mansión en silencio. Alejandro abrió la puerta del automóvil para ella, tal como lo había hecho la primera vez que la llevó allí. Cuando se acomodó en el asiento del copiloto y él tomó su lugar frente al volante, Elena soltó un suspiro.—No tienes por qué hacer esto —murmuró, sin mirarlo.—No suelo hacer cosas que no quiero hacer —respondió él con tranquilidad, encendiendo el motor.Elena giró el rostro para mirarlo, pero Alejandro ya tenía la vista fija en la carretera, conduciendo con esa misma precisión calculada que parecía definirlo en todo momento.El viaje transcurrió en un silencio tenso. A medida que avanzaban, Elena sintió cómo sus pensamientos se arremolinaban. Alejandro Santoro era un enigma. Un hombre con más capas de las que estaba dispuesta a descubrir.El trayecto hasta el apartamento de Elena transcurrió en un silencio que no era incómodo, pero sí cargado de pensamientos no expresados. Alejandro conducía con la misma precisión controlada de siempre, y E
El primer roce fue suave, casi como una pregunta silenciosa, pero cuando ella no se apartó, Alejandro profundizó el contacto. Su boca era cálida y exigente, con una mezcla perfecta de urgencia contenida y control absoluto.Elena soltó un suspiro ahogado contra sus labios, sintiendo cómo la fuerza de su beso la envolvía por completo. Sus manos, que habían estado firmemente apoyadas en su pecho con la intención de apartarlo, se aferraron a su camisa casi sin darse cuenta.Alejandro la atrajo más hacia él, una de sus manos rodeándola por la cintura con firmeza mientras la otra se deslizaba lentamente por la espalda, sosteniéndola como si temiera que ella desapareciera en cualquier momento.Elena sintió su piel arder bajo su toque, cada terminación nerviosa alerta, cada sentido demasiado consciente de la sensación de su cuerpo presionándose contra el de él. Se dejó llevar por la profundidad y la exigencia de los labios de Alejandro con la misma intensidad.Era un beso peligroso pero subli
Leticia Villalba estaba iluminada por la brillante lámpara de cristal que colgaba del techo en el centro de la sala principal de la casa.Alta, elegante, con un vestido color vino que se ajustaba a su figura perfecta. Su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus labios, pintados de rojo intenso, se curvaron en una sonrisa que no reflejaba felicidad de verlos.Tenía una mirada afilada que se posó primero en Alejandro, con un brillo de posesión, y luego en Elena, con una estudiada indiferencia que apenas disfrazaba el escrutinio.El silencio en la estancia se volvió espeso.—Alejandro —murmuró Leticia, con una dulzura calculada.Avanzó con pasos lentos pero seguros, dejando que el eco de sus tacones resonara en el suelo de mármol pulido.Elena sintió que cada uno de esos pasos era una declaración silenciosa: "Este es mi territorio. Y Él es mío también".Alejandro, por su parte, se mantuvo imperturbable.—Leticia —respondió con una sonrisa controlada.Ella no se detuvo hasta
Elena despertó con un sobresalto, la respiración agitada y con la frente sudada. Tuvo la misma pesadilla que la perseguía por años. Ese recuerdo que le aprisionaba el pecho y no la dejaba en paz ni siquiera dormida… un pensamiento le vino a la mente, sintió en lo más profundo de su ser que ni ella ni sus propios padres podrían descansar en paz hasta que lograra obtener su venganza… hasta que se lograra hacer justicia, se corrigió mentalmente. Miró su reloj en la mesa de noche junto a la cama. Marcaba las 4:30 de la madrugada. Se levantó y se dirigió al cuarto de baño. Necesitaba una ducha, despertarse del todo antes de iniciar su doble trabajo en esa casa.A las 5:00 AM ya estaba vestida con su uniforme, que aún sin proponérselo la hacía lucir esbelta, se recogió el cabello en una cola alta lo que resaltaba sus facciones, un pequeño y delicado mechón de cabello le caía al lado de la frente enmarcándole el rostro. Contempló el amplio jardín desde la ventana de su habitación antes de sa