Con una ternura infinita, Alejandro deslizó sus manos por los hombros de Elena, retirando con delicadeza el cabestrillo. Al percibir que ella no ponía ningún tipo de resistencia, sus dedos recorrieron su brazo herido con suavidad, acariciando cada centímetro como si quisiera aliviar cualquier dolor que ella pudiera sentir. —Si te lastimo, dímelo por favor —susurró, dejando un beso suave y cálido sobre la cicatriz en su frente. —No me duele… —respondió ella en un hilo de voz, sintiendo que su corazón latía frenéticamente. Lo único que sentía era la urgencia de estar con él. Su cuerpo temblaba, pero no de miedo, sino de deseo y pasión… Alejandro la tomó de la mano, guiándola hacia la amplia cama que parecía invitarlos a dejarse llevar por lo que ambos estaban sintiendo y anhelando. Cuando llegaron al borde, la miró fijamente de nuevo, como pidiendo permiso una vez más. Elena, incapaz de resistirse, llevó una de sus manos temblorosas al rostro de él y lo atrajo con suavidad hacia sí,
El silencio cálido que envolvía la habitación estaba cargado de una intimidad palpable. Alejandro seguía sosteniendo a Elena contra su pecho, como si quisiera fundirse con ella para siempre. Acarició su cabello con ternura, disfrutando la calidez de su cuerpo aún entrelazado con el suyo. Ninguno de los dos quería que ese momento terminara. Sentían que solo existían ellos, su pasión y su deseo ahora más ardiente que antes por el otro. Estaban totalmente extasiados.—No quisiera que éste momento terminara jamás…quiero seguir aquí, justo así, atrapada entre tus brazos.—Tú me has atrapado Elena. —le dijo abrazándola un poco más fuerte pero con ternura. —Quiero que sepas que he organizado algunas cosas para mañana—continuó de pronto Alejandro con una seguridad tranquila—. Sobre todo la instalación de los equipos médicos de Valeria acá en tu nueva casa. También la enfermera se está encargando de empacar tus cosas personales y las de tu hermana. No necesitas preocuparte por nada, Elena. Tod
Atrapada en la mirada penetrante de Alejandro, Elena sintió que la rabia empezaba a subirle por el rostro. No estaba acostumbrada a dar explicaciones y a que intentaran controlar su vida. En ese momento de levantó de la cama y se paró frente a él con una expresión tensa y mirándolo directo a los ojos. Intento calmarse un poco antes de hablar.—Alejandro, no puedes reaccionar así cada vez que Iván llame o envíe un mensaje —dijo Elena, cruzando los brazos mientras lo miraba con una mezcla de exasperación y confusión—. Es solo un amigo.—No es "solo un amigo", Elena —replicó él, su voz firme pero contenida—. Conozco a Iván muy bien desde hace años, sé cómo piensa, y te aseguro que no está interesado en una simple amistad. No con una mujer como tú.Elena frunció el ceño. Una punzada de incomodidad se instaló en su pecho. No le gustaba para nada que Alejandro dudara de su criterio, y mucho menos que su actitud rozara en lo posesivo.—¿Y qué quieres que haga? —preguntó en un tono más agudo
A la mañana siguiente, el sonido del motor de un camión de mudanza llegó temprano al edificio. Ya Elena estaba lista desde temprano al igual que Valeria, y con la ayuda de la enfermera empacaron todo lo necesario. Muchas cosas decidió dejarlas, no le habían ya falta para su nueva vida, y le traían recuerdos tristes que prefiere dejar también en el pasado. En comparación con el apartamento donde vivía con su hermana, la nueva casa era enorme. Quedaría mucho espacio por llenar después.Cuando llegaron al conjunto nuevo Valeria estaba emocionada y no podía disimularlo. Tenía una enorme sonrisa dibujada en el rostro. Junto al camión de mudanza, los acompañó también otro vehículo más pequeño con los equipos médicos de Valeria y el personal encargado de instalarlo en la casa. Alejandro no descuidó el mínimo detalle.Elena estuvo al pendiente de todo lo relacionado con Valeria, y que quedara todo listo en su habitación. Al asomarse por la ventana, vio a varios hombres uniformados descargando
El celular vibró de nuevo. Elena lo tomó y al ver el nombre en la pantalla, sus labios se entreabrieron por la sorpresa de su insistencia y decidió responder.—¡Hola Iván! —exclamó con una mezcla de sorpresa y precaución.—Hola, preciosa —respondió él con su voz cálida y seductora—. Me enteré que te mudaste porque estuve en tu edificio, quería verte e invitarte a almorzar. ¿cómo sigues?—Estoy mucho mejor, gracias por preguntar —respondió ella con una sonrisa suave, aunque un ligero nerviosismo la invadió.—Me alegra escucharte decir eso —su tono se volvió más íntimo—. Quisiera verte Elena. ¿Qué te parece si en lugar de almorzar mejor cenamos juntos esta noche? Prometo que será algo relajado, no te asustes.Elena titubeó por un instante, buscando las palabras adecuadas para rechazar la invitación sin sonar grosera y sin herir sus sentimientos.—Iván, me encantaría aceptar tu invitación, pero... quiero pasar el mayor tiempo posible con mi hermana. El lunes debo regresar a la casa Villa
El sonido del motor del auto de Alejandro aún resonaba en el aire cuando Elena terminó de bajar las escaleras. Las miradas de Valeria y de Clara que estaban en ese momento en la sala fueron de total admiración por lo hermosa que se veía. Valeria le dijo algunos halagos a su hermana llenos de ternura y amor, mientras que Clara le dijo literalmente que ese pobre hombre quedaría matado de tanta belleza. Elena se ruborizó un poco. Ninguna de las dos estaba acostumbrada a ver a Elena tan elegante, ni tan nerviosa por una cita. Y ella misma mucho menos, nunca antes se había puesto un vestido de diseñador y realmente se sentía feliz y emocionada. Como nunca antes.Cuando escucho sus pasos avanzar hacia la puerta respiró profundamente. Cuando el timbre sonó, pasaron unos segundos y por fin la figura de Elena apareció en el umbral de la puerta. La mirada de Alejandro se quedó atrapada en ella, su respiración entrecortada por la imagen que tenía ante sí. Estaba espectacular. El vestido de diseñ
Después de aquel momento de pasión desmedida, Alejandro acomodó a Elena suavemente sobre la cama, deslizándose a su lado con una sonrisa satisfecha en su rostro. La miró con intensidad, los ojos oscuros brillando con clara admiración y deseo.—Debo decirte algo Elena…Siempre supe que llevabas una leona dentro —murmuró con un tono pícaro, rozando con la yema de los dedos su mejilla sonrojada.Elena sonrió suavemente, sin fuerzas siquiera para replicar. Se sentía extasiada, como si cada fibra de su ser aún vibrara por la intensidad del momento compartido. Alejandro deslizó una mano por su cintura, atrayéndola más hacia él, y con la voz cargada de ternura y devoción, le susurró al oído:—Me encantas. Toda tú… completa. De pies a cabeza. Por fuera y por dentro.Elena suspiró, embriagada por su perfume y por la calidez de su abrazo. Sus párpados se hicieron demasiado pesados mientras sus labios dibujaban una sonrisa adormilada. Se dejó llevar por la sensación de seguridad y calor que él le
Elena sintió que su pecho se llenaba de gratitud y algo más profundo, algo que le costaba aceptar, pero que era imposible ignorar. Sus sentimientos por Alejandro crecían con cada instante que pasaban juntos. La calidez de su presencia, su forma de mirarla, de hacerla sentir segura...de estar pendiente de cada detalle aún en la intimidad… todo en él la envolvía de una manera que jamás imaginó.Pensando en ello, se dio cuenta de que se había despertado con un buen apetito, algo que no le ocurría con frecuencia. Decidió ir a la cocina y preparar el desayuno. Caminó con cuidado para no despertarlo y, al pasar junto a la cama, confirmó que Alejandro seguía profundamente dormido, su respiración pausada y su expresión serena.La cocina de la casa de playa era espaciosa y luminosa. Los muebles de madera clara y las encimeras de mármol daban un aire elegante pero acogedor. Una gran ventana permitía que la brisa marina se colara, trayendo consigo el aroma salino del océano. En el centro, una is