A la mañana siguiente, el sonido del motor de un camión de mudanza llegó temprano al edificio. Ya Elena estaba lista desde temprano al igual que Valeria, y con la ayuda de la enfermera empacaron todo lo necesario. Muchas cosas decidió dejarlas, no le habían ya falta para su nueva vida, y le traían recuerdos tristes que prefiere dejar también en el pasado. En comparación con el apartamento donde vivía con su hermana, la nueva casa era enorme. Quedaría mucho espacio por llenar después.Cuando llegaron al conjunto nuevo Valeria estaba emocionada y no podía disimularlo. Tenía una enorme sonrisa dibujada en el rostro. Junto al camión de mudanza, los acompañó también otro vehículo más pequeño con los equipos médicos de Valeria y el personal encargado de instalarlo en la casa. Alejandro no descuidó el mínimo detalle.Elena estuvo al pendiente de todo lo relacionado con Valeria, y que quedara todo listo en su habitación. Al asomarse por la ventana, vio a varios hombres uniformados descargando
El celular vibró de nuevo. Elena lo tomó y al ver el nombre en la pantalla, sus labios se entreabrieron por la sorpresa de su insistencia y decidió responder.—¡Hola Iván! —exclamó con una mezcla de sorpresa y precaución.—Hola, preciosa —respondió él con su voz cálida y seductora—. Me enteré que te mudaste porque estuve en tu edificio, quería verte e invitarte a almorzar. ¿cómo sigues?—Estoy mucho mejor, gracias por preguntar —respondió ella con una sonrisa suave, aunque un ligero nerviosismo la invadió.—Me alegra escucharte decir eso —su tono se volvió más íntimo—. Quisiera verte Elena. ¿Qué te parece si en lugar de almorzar mejor cenamos juntos esta noche? Prometo que será algo relajado, no te asustes.Elena titubeó por un instante, buscando las palabras adecuadas para rechazar la invitación sin sonar grosera y sin herir sus sentimientos.—Iván, me encantaría aceptar tu invitación, pero... quiero pasar el mayor tiempo posible con mi hermana. El lunes debo regresar a la casa Villa
El sonido del motor del auto de Alejandro aún resonaba en el aire cuando Elena terminó de bajar las escaleras. Las miradas de Valeria y de Clara que estaban en ese momento en la sala fueron de total admiración por lo hermosa que se veía. Valeria le dijo algunos halagos a su hermana llenos de ternura y amor, mientras que Clara le dijo literalmente que ese pobre hombre quedaría matado de tanta belleza. Elena se ruborizó un poco. Ninguna de las dos estaba acostumbrada a ver a Elena tan elegante, ni tan nerviosa por una cita. Y ella misma mucho menos, nunca antes se había puesto un vestido de diseñador y realmente se sentía feliz y emocionada. Como nunca antes.Cuando escucho sus pasos avanzar hacia la puerta respiró profundamente. Cuando el timbre sonó, pasaron unos segundos y por fin la figura de Elena apareció en el umbral de la puerta. La mirada de Alejandro se quedó atrapada en ella, su respiración entrecortada por la imagen que tenía ante sí. Estaba espectacular. El vestido de diseñ
Después de aquel momento de pasión desmedida, Alejandro acomodó a Elena suavemente sobre la cama, deslizándose a su lado con una sonrisa satisfecha en su rostro. La miró con intensidad, los ojos oscuros brillando con clara admiración y deseo.—Debo decirte algo Elena…Siempre supe que llevabas una leona dentro —murmuró con un tono pícaro, rozando con la yema de los dedos su mejilla sonrojada.Elena sonrió suavemente, sin fuerzas siquiera para replicar. Se sentía extasiada, como si cada fibra de su ser aún vibrara por la intensidad del momento compartido. Alejandro deslizó una mano por su cintura, atrayéndola más hacia él, y con la voz cargada de ternura y devoción, le susurró al oído:—Me encantas. Toda tú… completa. De pies a cabeza. Por fuera y por dentro.Elena suspiró, embriagada por su perfume y por la calidez de su abrazo. Sus párpados se hicieron demasiado pesados mientras sus labios dibujaban una sonrisa adormilada. Se dejó llevar por la sensación de seguridad y calor que él le
Elena sintió que su pecho se llenaba de gratitud y algo más profundo, algo que le costaba aceptar, pero que era imposible ignorar. Sus sentimientos por Alejandro crecían con cada instante que pasaban juntos. La calidez de su presencia, su forma de mirarla, de hacerla sentir segura...de estar pendiente de cada detalle aún en la intimidad… todo en él la envolvía de una manera que jamás imaginó.Pensando en ello, se dio cuenta de que se había despertado con un buen apetito, algo que no le ocurría con frecuencia. Decidió ir a la cocina y preparar el desayuno. Caminó con cuidado para no despertarlo y, al pasar junto a la cama, confirmó que Alejandro seguía profundamente dormido, su respiración pausada y su expresión serena.La cocina de la casa de playa era espaciosa y luminosa. Los muebles de madera clara y las encimeras de mármol daban un aire elegante pero acogedor. Una gran ventana permitía que la brisa marina se colara, trayendo consigo el aroma salino del océano. En el centro, una is
Elena sintió una mezcla de emociones cuando el vehículo se detuvo frente a la majestuosa mansión Villalba. El sol ya había salido del todo y sus rayos bañaban el hermoso jardín perfectamente cuidado, en el cual las flores ya empezaban a extender sus pétalos. El cielo en esa mañana estaba totalmente despejado aunque en el interior de aquella casa el ambiente se tornaba totalmente nublado y gris, aunque la opulencia intentara mostrar otra cosa. Era evidente que el esplendor de la escena contrastaba con la tensión que se respiraba en el interior de aquella casa, donde los lujos apenas podían disimular el peso de los secretos que la habitaban.Se quedó unos instantes dentro del auto, con los ojos cerrados, respirando hondo antes de tomar su bolso y salir. Sabía que, al cruzar esas puertas, su vida volvería a estar envuelta en intrigas, mentiras y sumado ahora a una constante sensación de peligro. Se ajustó el abrigo con un ademán casi instintivo, y bajó del auto. Su corazón latía con fue
Elena observó a Camila en silencio con mucha atención, notando la sombra de pensamientos que cruzaban por su mirada. La señora Villalba contemplaba el jardín con una expresión pensativa. Hacía un momento su paciente había hablado con una serenidad aparente, pero Elena intuía que en su interior se libraba una batalla. Decidió no presionarla demasiado de inmediato, pero sí abrir el camino para lo que vendría. Desde la ventana que daba al jardín podía mirar las copas de los árboles que se mecían suavemente con la brisa, y el sol iluminando el paisaje con una calidez engañosa. Aquella mansión escondía demasiadas sombras bajo su esplendor.—Señora Villalba, ¿le gustaría almorzar en el jardín hoy? —preguntó con suavidad, observándola con atención.Camila pareció sorprendida por la propuesta. Sus ojos se fijaron primero en Elena y luego giraron nuevamente hacia la ventana, donde el sol iluminaba los pétalos de las flores con un resplandor cálido y acogedor. Tras unos instantes de contemplaci
Los días transcurrieron en aparente calma al interior de la casa Villalba. La rutina se mantenía inalterable, y aunque el aire parecía tranquilo, Elena sabía muy bien que bajo la superficie se escondía un torbellino de incertidumbre.Una tarde, mientras Elena y Camila Villalba leían cada una un libro en la sala, después del almuerzo, la puerta principal se abrió de golpe. Rodrigo Villalba irrumpió en la habitación con la presencia imponente que siempre lo caracterizaba. Pareció sorprenderse un poco con la presencia de ambas en la sala. Saludó a su esposa con frialdad, depositando un beso en su frente, pero sin afecto real. Luego, dirigió su mirada a Elena.—Señorita Elena —pronunció con su voz grave—. ¿Por qué mi esposa no está en su habitación?—No veo necesario que la señora Camila permanezca todo el día en su habitación. No es una paciente que requiera estar en cama la mayor parte del tiempo.—Esa había sido la recomendación específica del médico que la está tratando. Permanecer en