Los días transcurrieron en aparente calma al interior de la casa Villalba. La rutina se mantenía inalterable, y aunque el aire parecía tranquilo, Elena sabía muy bien que bajo la superficie se escondía un torbellino de incertidumbre.Una tarde, mientras Elena y Camila Villalba leían cada una un libro en la sala, después del almuerzo, la puerta principal se abrió de golpe. Rodrigo Villalba irrumpió en la habitación con la presencia imponente que siempre lo caracterizaba. Pareció sorprenderse un poco con la presencia de ambas en la sala. Saludó a su esposa con frialdad, depositando un beso en su frente, pero sin afecto real. Luego, dirigió su mirada a Elena.—Señorita Elena —pronunció con su voz grave—. ¿Por qué mi esposa no está en su habitación?—No veo necesario que la señora Camila permanezca todo el día en su habitación. No es una paciente que requiera estar en cama la mayor parte del tiempo.—Esa había sido la recomendación específica del médico que la está tratando. Permanecer en
El vapor caliente envolvía el cuerpo de Elena mientras el agua se deslizaba por su piel. Con los ojos cerrados, dejó que el calor la reconfortara, aunque su mente no tenía descanso. La conversación con Camila Villalba seguía resonando en su cabeza. Había logrado lo impensable: convencer a la matriarca de los Villalba de hablar, de traicionar a su esposo, de dar el primer paso para su caída. Pero eso solo era el inicio. La gran tormenta estaba por comenzar. Y lo que se venía podría ser demasiado intenso para todos.Salió de la ducha y se envolvió en una toalla, cuando salía del cuarto de baño y caminaba hacia la cama de su habitación en la enorme mansión Villalba, se miró en el espejo, sus ojos reflejaban la tensión de lo que estaba por venir. Sabía que Alejandro tenía que estar al tanto de todo. Él tenía que moverse rápido y conseguir la mejor asesoría legal para Camila. No solo por la seguridad de la mujer, sino también porque, en el fondo, Elena quería asegurarse de que todo el proc
El teléfono de Leticia vibró en su mano. Al ver el nombre de Alejandro en la pantalla, sintió un extraño nudo en el estómago. No estaba segura si era emoción, ansiedad o la mezcla de ambas. Aún estaba en shock por todo lo que les había informado el especialista de la facultad de su hermano, el diagnóstico de su madre, y lo delicado que sería iniciar la investigación al médico que había llevado su padre. Sabía perfectamente que todo eso lo involucraba directamente él a su propio padre. Miró de reojo a Julián y a Elena, que seguían conversando con el doctor, y decidió que lo mejor era salir de la habitación para atender la llamada en privado.—Hola Alejandro —respondió en un susurro apenas salió al pasillo—. Me encanta escucharte, pero no es buen momento. Te llamo más tarde.—Leticia, es importante. Es sobre la investigación del accidente de tu madre —la voz de Alejandro sonaba firme, pero con un matiz de urgencia.El corazón de Leticia dio un vuelco. El accidente aún era un evento reci
El silencio en el amplio y hermoso jardín de la mansión Villalba se hizo denso y pesado, como si el aire mismo estuviera cargado de la gravedad del momento. Alejandro observó detenidamente las reacciones en los hermanos Villalba, con la paciencia de alguien que comprende el peso de la verdad que acaba de ser revelada. Leticia aún sostenía el expediente con los dedos temblorosos, y Julián, tras leerlo, cerró los ojos por un instante, tratando de asimilar lo que acababa de descubrir.—Quiero que sean completamente sinceros conmigo —dijo Alejandro con voz firme pero serena—. ¿Tienen alguna sospecha de quién podría estar detrás de esto? ¿Sospechan de alguien en particular?Leticia y Julián intercambiaron una mirada cargada de rabia y tristeza al mismo tiempo. El desconcierto se reflejaba en sus rostros, pero también había una chispa de determinación. Finalmente, Leticia tomó aire y fue la primera en romper el silencio.—Hoy recibimos la visita de un médico, especialista en neurología—dijo
El sonido del motor resonaba con suavidad mientras Alejandro conducía con precisión, sus manos firmes en el volante. A su lado, Elena observaba el camino con una mezcla de inquietud y anticipación. Había sido ella quien le pidió hablar, y Alejandro, astuto como siempre, había encontrado la excusa perfecta para que Leticia no se opusiera a que lo acompañara. Sabía que lo que Elena tenía que decirle era importante, de lo contrario no se habría atrevido a llamarlo desde el interior de esa casa. Y en esas instancias, no podían arriesgarse a ser escuchados por nadie más y tampoco había tiempo que perder.—Alejandro, ¿por qué la urgencia? ¿Qué pasa con Valeria? —Preguntó finalmente, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos—. ¿Por qué el médico quiere verme? Mariana o Clara ya me habrían avisado si algo grave estuviera sucediendo.Él desvió la mirada por un segundo hacia ella y luego volvió a centrarse en la carretera. Su expresión se mantenía serena, pero su tono fue firme
En medio de la conversación, Elena pudo percibir que Alejandro se aflojó un poco el nudo de la corbata y que sentía realmente cómodo con ella. Pero también sintió en él otras intenciones que iban más allá de una simple conversación para ponerse al día de como avanzaban las cosas dentro de la mansión Villalba. Se apartó un poco, sintiendo la intensidad de la mirada de Alejandro clavada en ella. En el fondo, deseaba quedarse también un poco más. Estar en su apartamento, en su espacio, la hacía sentirse segura, como si por un momento el mundo exterior y los peligros que acechaban se desvanecieran. Pero la realidad era otra: el tiempo apremiaba y no podían permitirse distracciones. Debían actuar cuanto antes.—Debo regresar a la mansión Villalba —murmuró, aunque sin convicción absoluta.Alejandro se acercó lentamente, con ese andar seguro y depredador que siempre la desarmaba. Su proximidad le erizó la piel. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, inclinó un poco el rostro, obligándola a
Elena sintió la mirada de Alejandro caer sobre ella con un peso devastador. Llegaron hasta el primer piso, Alejandro abrió la puerta desde adentro con la tarjeta y le dirigió un gesto cordial para que saliera ella primero. Sintió su mirada fija en ella mientras la escoltaba hasta la salida del hotel. Detrás de ella sus pasos eran firmes, su presencia imponente. Al salir, él la acompañó hasta llegar al vehículo que aguardaba por ella, Alejandro abrió la puerta trasera con una elegancia natural. Ella se sorprendió un poco; por un instante creyó que él mismo la llevaría hasta la casa Villalba. Sin embargo, Alejandro solo inclinó levemente la cabeza, invitándola a subir.—Me encargaré de todo, Elena —dijo con voz baja, pero firme—. Mañana nos vemos nuevamente.Ella solo asintió, observándolo por un instante más, como si intentara descifrar los pensamientos ocultos tras sus ojos oscuros. Finalmente, se acomodó en el asiento y permitió que la puerta se cerrara. Mientras el vehículo arranca
La cena transcurría en una aparente tranquilidad, pero en el aire flotaban las tensiones invisibles que solo aquellos más perspicaces podían notar. Leticia, aunque intentaba disimularlo, no se sentía cómoda con la presencia de Elena, y era evidente para cualquiera que prestara atención a sus gestos sutiles: la forma en que movía su copa con insistencia, la manera en que evitaba dirigirle la palabra directamente y por su puesto su mirada que no la dirigía hacia ella en ningún momento.El sonido de los cubiertos chocando contra los platos era el único ruido que dominaba el comedor, hasta que Leticia rompió el silencio con una voz cuidadosamente medida.—Mamá, invité a Alejandro a cenar con nosotros—anunció con fingida indiferencia, aunque su mirada se clavó de inmediato en Camila evitando mirar a Elena, estuvo detallando de reojo su reacción—, pero no pudo venir por asuntos importantes de trabajo.Camila, que mantenía una postura elegante y serena, asintió con una leve sonrisa.—Querida