Dignos de tener hijos

Aquella noche las chicas dieron vueltas en sus colchones en el suelo, en un sueño completamente agitado, seguramente debido a los muchos dulces que habían comido y a la emoción de su día perfecto. Escuché los nombres de Ben y Anon durante horas, y me ponía enferma. Estaban maravillados por todo lo que habían vivido en tan solo unas horas.

Cada vez que se removían, yo me despertaba. Y con cada uno de ellos, mi mente pensaba sin parar. Y surgían más y más planes, en todos los cuales Anya y Daltro eran castigados.

Al día siguiente, dejé que las chicas prepararan la comida, como solían hacer antes de que yo llegara a casa. Anya, completamente desconfiada, se negó a comer lo que habían preparado.

Al día siguiente, aunque la comida tenía un aspecto maravilloso, la olió y siguió sin atreverse a probarla. Sólo aceptó comer un poco al cuarto día.

En cuanto se metió un bocado en la boca, pensé que lo alabaría, pues se le iluminó el semblante, seguramente por el buen sabor de lo que habían prepa
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