—Esto ha de ser necesario ¡Lo sabes Celeste!
—Dudo que sepa lo que es necesario y lo que no. Su mente encajonada no puede llegar tan lejos.
—Aquí no solo importas tú.
—Está claro que te equivocaste. Nadie me quiso escuchar en su momento porque soy la destructora no la sabia.
Las voces eran femeninas y se proyectaban de la oscuridad, todas eran distintas, con distintos acentos y matices distintos, pero tenían cierto tono de arrogancia que las combinaban.
—No es necesario que me recrimines. Por acciones ya pasadas.
—¿Qué fue lo que te sucedió?
—Deseo propio. Es más que claro. Muy vanidoso ¿no crees Celeste?
—Responder por ella no ayuda.
—Los culpables no deberían de tener voz.
Pero Celeste si tenía voz solo que no la encontraba.
—Y mira hasta donde te llevo eso. La &ua
Lucas miro a su alrededor la cabina se había iluminado con la blancura de Vitrum y luego miro a Celeste, pálida y tambaleante, pensó que había tomado más energía de lo que necesitaba.Volvió a su asiento y miro sus manos. Tener, aunque fuese por un segundo, el poder de una Reina de Reyes se había sentido tan bien que solo quería más. Lucas se estremeció, había querido tener su poder y su fuerza con tanta intensidad que no había pensado en ella.No se atrevió a volverla a mirarla, la amaba y por un momento estuvo dispuesto a hacerle daño.Celeste se sentía cansada, como si no hubiera dormido ni comido bien en días. Comenzaba a entender la renuencia que tenían los hechiceros de permitir que otros accedan a su energía.Aun así la belleza fría de Vitrum absorbió la atención de sus ojos.El Mund
Umi batió sus alas negras azuladas y levanto la nieve a su alrededor. Mientras Lucas, Celeste y Diego caminaban por La Cúpula y luchaban por no chocar contra el hombro, la espalda, las patas o las alas de alguien. En ese momento los tres quisieron tener las alas de Umi para moverse con más libertad.La nieve era plana y había lugares donde se veía la piedra gris pulida del suelo. La barrera de aire de los picos de la montaña que formaban La Cúpula atrapaba la nieve.Las paredes de las montañas, eran plateadas pero opacas; habían sido cinceladas y pulidas pero no brillaba como lo hacían las espadas de plata.El suelo se abrió en un agujero, lucía como un estanque. Y de solo ver el agua azul, oscura y turbulenta Celeste sintió el frío colarse por los huesos.Los Cervus se había formado a un lado, pero tan juntos que lucían desordenados.Tre
—Mentir y engañar es un arte, y para ser un artistas das lastima.—Considerando que no son adjetivos que quiero tener es un alago —dijo Lucas.—Eres un diplomático, mentir y engañar es parte del día a día.Cobalto y Lucas hablaban como viejos amigos, y de alguna forma lo eran. El Séptimo todavía recordaba la primera vez que lo había visto. Cobalto no era alguien que tuviera un aspecto físico olvidable, y se quedó grabado como un tatuaje en su memoria. Ese momento había sido su última noche y la de su hermana como humano. Estaban en su fiesta de cumpleaños y Clara junto con sus amigas se arremolinaban alrededor del atractivo y enigmático invitado que todos conocían, pero nadie sabía del todo como había llegado hasta allí.Fue él quien los llevo a Sapiencia y les dijo lo que eran. Cobalto los habí
Celeste se sentía inquieta, la oscuridad le empañaba la vista pero no se sentía perdida, algo la sujetaba y se enterraba en su piel. Sentía dolor pero no le importaba aquello. Creyó haber visto un guante blanco en aquella negrura y los ojos de su madre, pero despertó de pronto con el frío envolviéndola.Clara la despertó mucho antes de que la neblina nocturna se disipara. Celeste se sentía como si no hubiera dormido nada y no estuvo totalmente despierta hasta que Clara le acerco un vaso con sangre y unas tiras de tocino crujientes.Lo primero que vio Celeste fue la lona de la carpa.—¿Dónde están los demás? —pregunto Celeste en un murmullo.Habían llegado solo un par de horas antes. Celeste estaba tan cansada que nadie había tenido más opción que postergar cualquier acción para las primeras horas de la mañ
En cuanto Celeste puso un pie en el Castillo de las Siete Torres, Peter la llevo al Salón de Cristal, junto a los Séptimos y su prisionero. El estómago le gruñía y no había logrado dormir bien, vestía la chaqueta que le había dado Clara, pero la había tenido por tanto tiempo que ya no le parecía tan elegante.El Salón de Cristal estaba en total silencio cuando entro. Dayana estaba sentada en su lugar, y salvo la falta de algunos Concejeros, los Iluminados estaban completos. Eso no le gusto a Celeste.Nehemías entro después, escoltados por dos Cervus y esposado. Caminaba con tanta dificultad que Celeste veía innecesarias las esposas, pero no dijo nada. El silencio fue absoluto hasta que Peter tomo la palabra. Sus ojos eran inexpresivos y su piel oscura se matiza con su armadura Cervus. Él no era llamativo, no tenía una pisca de oro en su vestimenta, pero
Celeste fue sacada del sueño por cantos y gritos. Al principio pensó que algo andaba mal, pero los cantos no eran órdenes y los gritos eran de euforia, no todo los días se medían en la arena de La Jaula la Reina de Reyes y la Cuarta en Nacer.Clara estaba sentada en el sofá dándole la espalda, no apartaba la mirada de los ventanales. Afuera, el viento movía las hojas de los árboles y la luz del sol entraba con rayos débiles. Celeste no lograba entender donde entraba el viento pero ella dudaba que Clara estuviera pensando lo mismo.Vestía la misma ropa de ayer, una camisa rosa pálido y vaqueros oscuros, pero estaban sucios. Era la primera vez que veía a Clara con la ropa desarreglada. Aun así su cabello caía en delicadas ondas sobre su espalda, como oro fluyendo.—¿Acabas de llegar?La voz de Celeste la tomó por sorpresa e hizo que s
Los brazos la rodeaban con fuerza, demasiado incomodo, pero eran los brazos de su madre, así que lo resistió. Escuchaba su voz diciéndole que todo estaría bien pero la sangre negra y roja se mezclaba a sus pies.Sentía puntadas de dolor que iban desde su vientre hasta su espalda. Se estremeció y trato de gritar, pero no tenía voz. Los brazos de su madre se sentían cada vez más fríos mientras repetía que todo estaría bien, pero ella sabía que nada estaría bien.Le llego el olor de la menta, vainilla, jazmín y luego voces.—Debería sospechar.—No lo creo, nadie le ha hablado nunca sobre los gemelos de sangre.—Aun así…La oscuridad volvió.*******Dayana miraba atentamente el cuerpo de Celeste. Tenía dos días inconscientes y ella no dejaba de mirarla. Dayana era buena
Cuando salió de la Torre Hogar supo que no podría salir del Castillo por la puerta, Peter había cerrado la entrada y de la misma forma el portal, pero sabía que aún estaban tratando de sacar a la gente a través de una línea conectada al otro lado del foso, la inclinación permitía salir pero no entrar.Tuvo que ir al oeste del muro. Comenzaba a caer una suave lluvia y el cinturón de lunas era cubierto por nubes espesas. Esperaba que la línea estuviera custodiada pero cuando llego no había ningún Cervus. Escalo por el muro, no era difícil, las piedras tenían hendiduras y era tan fácil escalar como subir escaleras. Pero una vez arriba tuvo que sujetarse del andamio para que el viento no la lanzara al foso.La oscuridad de la caída la sobrecogió mientras se colocaba el arnés. No pensaba nada mientras se dejaba caer y antes de darse cuenta sus