Celeste se sentía inquieta, la oscuridad le empañaba la vista pero no se sentía perdida, algo la sujetaba y se enterraba en su piel. Sentía dolor pero no le importaba aquello. Creyó haber visto un guante blanco en aquella negrura y los ojos de su madre, pero despertó de pronto con el frío envolviéndola.
Clara la despertó mucho antes de que la neblina nocturna se disipara. Celeste se sentía como si no hubiera dormido nada y no estuvo totalmente despierta hasta que Clara le acerco un vaso con sangre y unas tiras de tocino crujientes.
Lo primero que vio Celeste fue la lona de la carpa.
—¿Dónde están los demás? —pregunto Celeste en un murmullo.
Habían llegado solo un par de horas antes. Celeste estaba tan cansada que nadie había tenido más opción que postergar cualquier acción para las primeras horas de la mañ
En cuanto Celeste puso un pie en el Castillo de las Siete Torres, Peter la llevo al Salón de Cristal, junto a los Séptimos y su prisionero. El estómago le gruñía y no había logrado dormir bien, vestía la chaqueta que le había dado Clara, pero la había tenido por tanto tiempo que ya no le parecía tan elegante.El Salón de Cristal estaba en total silencio cuando entro. Dayana estaba sentada en su lugar, y salvo la falta de algunos Concejeros, los Iluminados estaban completos. Eso no le gusto a Celeste.Nehemías entro después, escoltados por dos Cervus y esposado. Caminaba con tanta dificultad que Celeste veía innecesarias las esposas, pero no dijo nada. El silencio fue absoluto hasta que Peter tomo la palabra. Sus ojos eran inexpresivos y su piel oscura se matiza con su armadura Cervus. Él no era llamativo, no tenía una pisca de oro en su vestimenta, pero
Celeste fue sacada del sueño por cantos y gritos. Al principio pensó que algo andaba mal, pero los cantos no eran órdenes y los gritos eran de euforia, no todo los días se medían en la arena de La Jaula la Reina de Reyes y la Cuarta en Nacer.Clara estaba sentada en el sofá dándole la espalda, no apartaba la mirada de los ventanales. Afuera, el viento movía las hojas de los árboles y la luz del sol entraba con rayos débiles. Celeste no lograba entender donde entraba el viento pero ella dudaba que Clara estuviera pensando lo mismo.Vestía la misma ropa de ayer, una camisa rosa pálido y vaqueros oscuros, pero estaban sucios. Era la primera vez que veía a Clara con la ropa desarreglada. Aun así su cabello caía en delicadas ondas sobre su espalda, como oro fluyendo.—¿Acabas de llegar?La voz de Celeste la tomó por sorpresa e hizo que s
Los brazos la rodeaban con fuerza, demasiado incomodo, pero eran los brazos de su madre, así que lo resistió. Escuchaba su voz diciéndole que todo estaría bien pero la sangre negra y roja se mezclaba a sus pies.Sentía puntadas de dolor que iban desde su vientre hasta su espalda. Se estremeció y trato de gritar, pero no tenía voz. Los brazos de su madre se sentían cada vez más fríos mientras repetía que todo estaría bien, pero ella sabía que nada estaría bien.Le llego el olor de la menta, vainilla, jazmín y luego voces.—Debería sospechar.—No lo creo, nadie le ha hablado nunca sobre los gemelos de sangre.—Aun así…La oscuridad volvió.*******Dayana miraba atentamente el cuerpo de Celeste. Tenía dos días inconscientes y ella no dejaba de mirarla. Dayana era buena
Cuando salió de la Torre Hogar supo que no podría salir del Castillo por la puerta, Peter había cerrado la entrada y de la misma forma el portal, pero sabía que aún estaban tratando de sacar a la gente a través de una línea conectada al otro lado del foso, la inclinación permitía salir pero no entrar.Tuvo que ir al oeste del muro. Comenzaba a caer una suave lluvia y el cinturón de lunas era cubierto por nubes espesas. Esperaba que la línea estuviera custodiada pero cuando llego no había ningún Cervus. Escalo por el muro, no era difícil, las piedras tenían hendiduras y era tan fácil escalar como subir escaleras. Pero una vez arriba tuvo que sujetarse del andamio para que el viento no la lanzara al foso.La oscuridad de la caída la sobrecogió mientras se colocaba el arnés. No pensaba nada mientras se dejaba caer y antes de darse cuenta sus
Los primero que noto Celeste fue el ruido, escuchaba muchos pasos y voces tan alto que casi la aturdían. Luego le llego los olores, el aroma salado de la sangre azul de las criaturas, el vainilla de un hechicero y un delicado olor a cabra. Le dolía la cabeza y ligeramente le hormigueaba la herida. Le costó darse cuenta que estaba amarrada de cabeza, con las manos sujetas detrás de la espalda, los ojos vendados y con una mordaza en la boca.«Lo que me faltaba», pensó Celeste.Y le costó aún más tiempo darse cuenta que Lucas estaba en las mismas condiciones. La espalda del hechicero estaba contra la espalda de la Elegida. Celeste podía sentir sus dedos fríos, largos y suaves entre los suyos.Escucharon pasos sobre madera floja y Lucas le apretó los dedos. Ellos sintieron el deslizar de la mordaza pero seguían con vendas sobre sus ojos.—¿Quién
El olor a fuego, sangre y humo hizo que abriera los ojos. Celeste no se había quedado dormida, después de tanta espera sus ojos se habían cerrado solos, aburrida de ver el tapiz azul y purpura que tenía al frente.El humo entraba por la ranura de la puerta y el techo, Celeste miro extrañada y luego una flecha paso zumbando cerca de su rostro, ella se estremeció por el asombro.— ¡¿Qué fue eso?! —pregunto Celeste.—No te muevas mucho —ordeno Lucas.Las flechas atravesaban la madera de las paredes y seguían zumbado demasiado cerca.La puerta se abrió de una patada y no fueron sátiros los que entraron. Ellos tenían armaduras negras y Celeste pensó que al fin los Cervus había llegado, pero Lucas noto más detalles, no tenían pulseras Cervus.El humo y el calor entro libremente por la puerta pero ellos pudie
El agua que bajaba por su garganta era un reconfortante e inquietante recordatorio de que seguía con vida; y tan contradictorio como eso era, el anhelo y el dolor despertaron en Celeste al ver el rostro de Miguel Ángel. Aquel era el rostro de un ángel.Estaba de pie al lado de una mesa pequeña llena de dagas, agujas y cinceles de plata. Miguel Ángel coloco la botella de agua en la mesa, agonizantemente fuera del alcance de Celeste; ella seguía teniendo mucha sed.—Mig… Án… ¡Po… …vor! —A Celeste le costaba hablar, la garganta se sentía como lija y la mandíbula le dolía más que el cuerpo.—No te preocupes tus dientes volverán a crecer —dijo, y por ese instante se pereció al Miguel Ángel conciliador que había conocido.Por un instante lucio como un amigo.A Celeste no le preocupaban sus dien
La cabeza le latía como un segundo corazón y solo podía abrir los ojos por periodos cortos de tiempo. Sus ojos bajaron a sus manos. La sangre había cubierto de negro la dorada pulsera de la Reina de Reyes. La mano derecha le ardía, estaba segura de que le dolía menos si se la hubiera amputado.Los trapos que la cubrían estaban rígidos, el agua salina se había secado al igual que la sangre negra.«No te torturare, pero pienso dejar marca»Celeste tenía miedo de saber que había bajo las vendas, pero algo en el fondo le decía que se lo merecía.«Una Elegida es una Elegida»Celeste los escucho antes de verlos, había pasado tanto tiempo con ellos que lo supo en un instante y retuvo el impulso de llorar.«Necesito ser fuerte»Los gritos se prolongaron y fue como música para sus oídos.No