Dayana estuvo a punto de salir al recibidor de las habitaciones cuando recordó que ese día era su turno de despertar a la Reina de Reyes. Entro a la habitación entre la penumbra de los primeros rayos de sol.
Sacudió bruscamente a Celeste y cuando ella despertó, entre las sombras, vio un rostro que se parecía demasiado al de Cecilia, eso la asusto mientras trataba de disipar el sueño.
—Tenemos un día largo —fue lo único que dijo Dayana antes de colocarle la ropa en el borde de la cama.
«Y tuve un sueño corto», pensó Celeste.
No recordaba haber soñado en lo absoluto pero había una sensación de inquietud atravesándole el pecho. La ropa que le había dado era tan sencilla como unos vaqueros y camiseta podían ser, casi podía imaginar que estaba vistiéndose para ir a la universidad.
Bajaron de la Torr
Después de varias semanas, el hábito hacía que se olvidara de su pasado durante el día, pero todo volvía a cernirse sobre ella en las noches. Era una sombra que se colaba en sus sueños.Con el tiempo la mente de Celeste comenzaba a despejarse, pero ella no dejaba de sentir la muerte de su madre como algo ausente. Incluso le habían mostrado fotos de su cadáver pero es como si no hubiese pasado.—No seas tan inflexible. Es para que te veas mejor —dijo Clara mientras pateaba una camiseta del suelo y la lanzaba debajo del escritorio.La habitación de Diego era desordenada, como se esperaba de un adolescente, no había cama, solo un gran escritorio a un lado, lleno de pantallas de videojuegos y dos sillas de juego grandes. Del otro lado un futbol de mesa se alzaba sobre otra pila de camisetas.Aquel cuarto era lo más cercano a la tecnología de la Tierra que hab&iacut
Celeste trataba de sentirse lo suficientemente cómoda dentro del vestido como para caminar. Había pensado que la corona y la banda de oro de la mañana eran presuntuosas, pero el vestido lo superaba con creces.La tela fina brillaba tan blanca como una perla. Se ceñía con sencillez a su pequeña cintura, pero la falda suelta se alejaba y acariciaba sus piernas hasta la rodilla, aunque la cola llegaba un poco más abajo.Hubiera sido soportable si el vestido solo fuera una tela lujosa. Pero sobre su pecho, hasta su cintura, tenía una elaborada ornamenta de plata que abrazaba su cuerpo. Eran enredaderas, con bordes decorados con diamantes rojos. Estaba hecho a media, pero la rigidez del metal hacía que su espalda estuviera recta al igual que sus hombros, casi sentía que se asfixiaba. A pesar de que no se podía inclinar tenía mucha movilidad, alguien como ella no necesitaba moverse no inclina
—Eso estuvo de lujo. Pero no quiero volverlo hacer —vocifero Diego sacudiéndose la tierra que le había caído.Estiro su pie para sacarlo de entre las rocas.Celeste trato de levantarse. Pero el peso del lobo y los escombros la aplastaban.Diego logro ponerse de pie, el tobillo le zumbaba de dolor y apenas podía apoyarlo. El espacio era muy pequeño, lo noto cuando intento estirarse y su cabeza golpeo la roca. Palmo las paredes, estaba tan oscuro que no podía saber si tenía los ojos abiertos o cerrados, escuchaba los gemidos de los débiles intentos de Celeste de ponerse de pie y su pesada respiración.—¿No crees que sea un pésimo lugar para una velada romántica? —bufo Diego.—Deja las tonterías —respondió Celeste con voz agotada—. No veo nada.Diego tampoco y siguió palmeando la roca hasta que noto
Peter había divido a los Cervus en seis grupos, unos patrullaban el muro y vigilaban los cielos, el segundo y tercer grupo patrullaban fuera y dentro del Castillo, vigilaban que no se formaran revueltas, el cuarto grupo vigilaban las puertas del muro y la Torre Hogar, el quinto grupo custodiaba a la Biblioteca y al Salón de Cristal, mientras que el sexto investigaba en torno al Capullo de Lucifer.Los destrozo que había dejado el Capullo, habían sido limitados al suelo y una pequeña sección del muro. Muchos Cervus habían sido heridos pero la Torre Médica era atestada por los heridos que había causado la multitud que huyo en desorden.Los de mayor gravedad están en camillas pero los de menor envergadura estaban sentados en el pasillo.La gente iba y venía, algunos volaban, pero todos gritaban. Aunque había cierto orden dentro de la desesperación.Lucas había a
—Esto ha de ser necesario ¡Lo sabes Celeste!—Dudo que sepa lo que es necesario y lo que no. Su mente encajonada no puede llegar tan lejos.—Aquí no solo importas tú.—Está claro que te equivocaste. Nadie me quiso escuchar en su momento porque soy la destructora no la sabia.Las voces eran femeninas y se proyectaban de la oscuridad, todas eran distintas, con distintos acentos y matices distintos, pero tenían cierto tono de arrogancia que las combinaban.—No es necesario que me recrimines. Por acciones ya pasadas.—¿Qué fue lo que te sucedió?—Deseo propio. Es más que claro. Muy vanidoso ¿no crees Celeste?—Responder por ella no ayuda.—Los culpables no deberían de tener voz.Pero Celeste si tenía voz solo que no la encontraba.—Y mira hasta donde te llevo eso. La &ua
Lucas miro a su alrededor la cabina se había iluminado con la blancura de Vitrum y luego miro a Celeste, pálida y tambaleante, pensó que había tomado más energía de lo que necesitaba.Volvió a su asiento y miro sus manos. Tener, aunque fuese por un segundo, el poder de una Reina de Reyes se había sentido tan bien que solo quería más. Lucas se estremeció, había querido tener su poder y su fuerza con tanta intensidad que no había pensado en ella.No se atrevió a volverla a mirarla, la amaba y por un momento estuvo dispuesto a hacerle daño.Celeste se sentía cansada, como si no hubiera dormido ni comido bien en días. Comenzaba a entender la renuencia que tenían los hechiceros de permitir que otros accedan a su energía.Aun así la belleza fría de Vitrum absorbió la atención de sus ojos.El Mund
Umi batió sus alas negras azuladas y levanto la nieve a su alrededor. Mientras Lucas, Celeste y Diego caminaban por La Cúpula y luchaban por no chocar contra el hombro, la espalda, las patas o las alas de alguien. En ese momento los tres quisieron tener las alas de Umi para moverse con más libertad.La nieve era plana y había lugares donde se veía la piedra gris pulida del suelo. La barrera de aire de los picos de la montaña que formaban La Cúpula atrapaba la nieve.Las paredes de las montañas, eran plateadas pero opacas; habían sido cinceladas y pulidas pero no brillaba como lo hacían las espadas de plata.El suelo se abrió en un agujero, lucía como un estanque. Y de solo ver el agua azul, oscura y turbulenta Celeste sintió el frío colarse por los huesos.Los Cervus se había formado a un lado, pero tan juntos que lucían desordenados.Tre
—Mentir y engañar es un arte, y para ser un artistas das lastima.—Considerando que no son adjetivos que quiero tener es un alago —dijo Lucas.—Eres un diplomático, mentir y engañar es parte del día a día.Cobalto y Lucas hablaban como viejos amigos, y de alguna forma lo eran. El Séptimo todavía recordaba la primera vez que lo había visto. Cobalto no era alguien que tuviera un aspecto físico olvidable, y se quedó grabado como un tatuaje en su memoria. Ese momento había sido su última noche y la de su hermana como humano. Estaban en su fiesta de cumpleaños y Clara junto con sus amigas se arremolinaban alrededor del atractivo y enigmático invitado que todos conocían, pero nadie sabía del todo como había llegado hasta allí.Fue él quien los llevo a Sapiencia y les dijo lo que eran. Cobalto los habí